VIAJES
Al pie de la cordillera de los Andes, en los dominios de la puna, estas provincias del norte argentino embelesan por su encanto árido, cañones y quebradas, salinas y aldeas pintorescas.
Hacía tiempo que mi pareja y yo queríamos visitar las tierras de Purmamarca y Humahuaca. Y fue llegar a Salta, bordear el Parque San Martín, conocer la plaza principal, su catedral y el hermoso cabildo, para entender por qué es llamada “Salta la Linda”.
Más belleza se encuentra en la Quebrada de San Lorenzo, al pie de la precordillera y a lo largo de la mítica Ruta 40, que se caracteriza por un microclima, confiriéndole permanente verdor.
También se encuentra belleza en el poblado más alto de la ruta: San Antonio de los Cobres. Desde allí el paisaje es increíble: montañas y acantilados, sin olvidar la alta estructura de hierro por donde pasa el Tren de las Nubes (único en el mundo por su tramo de curva ascendente con rieles peraltados), o el paraje de Abra Blanca a más de 4.000 metros de altura. Este es el techo de Argentina y las nubes están bien cerquita.
San Antonio de los Cobres
Muy solitario, seco, pero con un encanto especial, San Antonio de los Cobres está muy lejos y está muy alto. Tras 170 kilómetros (que se hacen muy despacio) se llega a esta ciudad a 4.000 metros de altura.
San Antonio de los Cobres posee escuela, iglesia, hospedajes, bares y, por supuesto, minas y mineros. Los niños ofrecen artesanías de pequeñas llamas y se ven los tejidos de lana de llama o de oveja. Hay a la venta desde medias hasta gorros, guantes, ruanas, buzos y mantas.
Es la puerta de acceso a Salinas Grandes, la Puna y al Viaducto La Polvorilla del Tren a Las Nubes.
A Salinas Grandes se llega por la cuesta del Lipán, un tramo zigzagueante y empinado, para conocer una superficie de más de 200 kilómetros cuadrados de sal y su vecina Laguna de Guayatayoc. La sal se explota artesanalmente por los lugareños, que la trabajan en todas sus formas y modalidades. Salinas Grandes regala atardeceres en los que se fusiona el cielo rojo con las montañas y el blanco de la sal.
Purmamarca
Ya en la provincia de Jujuy vemos la clásica postal: el Cerro de los Siete Colores, un verdadero arcoíris en la montaña conformada por sedimentos marinos, lacustres y fluviales que se fueron depositando en la zona durante millones de años atrás.
Purmamarca es la conjunción de dos palabras en lengua aimara: purma significa desierto y marca, ciudad. Esta ciudad está situada en plena Quebrada de Humahuaca y es un pueblo de calles de tierra rojiza y casas de adobe que se integran en un entorno de impactantes montañas coloridas. La plaza, ubicada frente a la iglesia de Santa Rosa de Lima, eje del poblado, es todo un mosaico debido a la feria de artesanías. Sobre un costado de la plaza, como evitando ser visto, está el Cabildo, el más pequeño de Argentina.
No hay que perderse el “Paseo de los Colorados”: tres kilómetros entre una naturaleza que se torna cada vez más roja y que recorre parte del lecho del río Tumbaya, a espaldas del Cerro de Siete Colores. Aquí construí mi propio “apacheta”. ¿Qué es esto? Es un montículo de piedras colocadas en forma de pequeña montaña una sobre la otra.
La apacheta es una ofrenda realizada por los pueblos andinos a la Pachamama. Se los ve hasta en los caminos más perdidos de la cordillera. ¡Vaya a saber uno si son recientes o si tienen algunos añitos! La apacheta protege al viajero que pasa por el lugar. Y es verdad.
Sobre la calle Belgrano, a la izquierda de la iglesia, se encuentra uno de los símbolos históricos más importantes y más antiguos de la provincia, el Algarrobo Histórico. Se trata de un ejemplar de algarrobo negro cuyo diámetro de copa es de aproximadamente 30 metros, con una altura máxima de 13 metros. Su edad se calcula en 620 años. Según la leyenda, fue al pie de este algarrobo donde, en el año 1594, el cacique local Viltipoco, fue apresado por Francisco de Argañaraz y Murguía (gobernador de Jujuy por entonces), al ser emboscado mientras dormía la siesta bajo su sombra.
Tilcara
Este es un pueblo muy animado y con muchos turistas en sus calles. En su avenida principal se encuentra una gran infinidad de hoteles, restaurantes, cafés, peñas folclóricas, tiendas de artesanías y agencias de viajes.
Tilcara nos recibió con un ensayo de un grupo de personas que desfilaban con una virgen y cada integrante hacía ruido con platillos.
“Estrella fugaz” en lengua quechua, es la capital arqueológica del noroeste argentino y la segunda ciudad más importante de la zona. Se caracteriza por sus casas bajas de adobe y calles de tierra empinadas. Está rodeada por los típicos cerros de colores quebradeños y en uno de sus costados la serpentea el río Grande.
Enseguida nos ponemos en camino a la llamada “Garganta del diablo”, un cañón producido por el río Huasamayo, aunque escuchamos que es una excursión riesgosa. La caminata se hace entre grandes formaciones rocosas, con partes de escalada y grandes descensos. Desde esta formación se puede disfrutar de una vista increíble de una parte de la Quebrada de Humahuaca, declarada Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad por la UNESCO. Al final del camino hay una cascada de alrededor de 15 metros de altura. En el corazón de la Garganta el silencio es total.
También se debe visitar el famoso Pucará. Esto es una gran fortaleza construida por los tilcaras, una parcialidad de los omaguacas. Se encuentra en un punto estratégico sobre la Quebrada de Humahuaca y es importante aclarar que es una reconstrucción. Con sus ocho hectáreas, es una de las fortalezas prehispánicas más importantes del país.
Humahuaca
Un icono para los viajeros. Hay que llegar e ir directamente a la gigantesca explanada con el impresionante monumento a la independencia nacional argentina para reconocer el lugar.
Una visita imprescindible es El Hornocal, también conocido como el “cerro de los 14 colores”, a 25 kilómetros. Esta es una obra de arte de la naturaleza. Es uno de los paisajes más hermosos y únicos que tuvimos la posibilidad de conocer en este viaje. Las montañas parecen perfectamente pintadas. El mojón que encontramos marca que estamos a unos 4,300 metros de altura.
El viaje se completa con una visita a Maimara y Huacalera. En este último pasa el Trópico de Capricornio. También se puede ir al “Puente del diablo”, un lugar con unas quebradas impresionantes y cuevas con un río en su interior. Si se decide ingresar, el guía advierte que el agua alcanzará el cuello. Y es así. Al llegar a una plataforma rocosa, se comienza un fuerte descenso con cuerda. Cuando ya no queda nada de luz, se emprende el retorno.
Si se sigue por la ruta se llega al pueblo perdido de La Poma. Ya a esta altura de la Ruta 40 se siente una inmensa soledad. La Poma no es lugar original ya que la vieja ciudad sufrió un fuerte terremoto y se reconstruyo el pueblo a poca distancia. Esto sucedió en 1930.