Para muchos migrantes no hispanohablantes residentes en Uruguay, escuchar diálogos en la calle puede sentirse como un laberinto incomprensible. El idioma, que para unos es una herramienta cotidiana, para un recién llegado puede sentirse como una muralla. Nace, entonces, la necesidad latente de cruzar esa frontera.
“Necesito aprender primero el significado de la palabra en inglés y luego en español. Una vez que aprendí algunos verbos en español, intenté empezar a hablar y, a pesar de ser difícil, acá la gente hace el esfuerzo para entenderme y eso está bueno”, cuenta Dhairyashil Deshpande (29) que llegó de la India hace nueve meses.
En charla con Domingo Deshpande se toma su tiempo para formular las frases en español y se hace entender con perfección, un logro que hoy le saca sonrisas. Hace poco más de tres meses que empezó el Curso de Español para Migrantes y Refugiados organizado por el Centro de Lenguas Extranjeras (Celex) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) de la Udelar. Está en el ciclo básico, y también estudia en el preintermedio, algo que le ayudó a avanzar más rápido. “Unos amigos me avisaron que estaba el curso y la experiencia ha sido muy buena. Decidí participar de los dos niveles para aprender más y, además, hice amigos”, suma.
En su misma situación está la inglesa Elena Homes (45), quien vive desde hace dos años en Uruguay y notó su progreso desde que empezó a asistir a las clases dos veces por semana. “Mi español no es perfecto, pero ya entiendo a la gente en la calle y puedo hacer trámites. Las clases son muy interesantes y amigables. Pienso anotarme al próximo nivel”, dice con un marcado acento británico.
Este año, el curso cumple una década y siempre ha sido gratuito. Es, para muchos, una puerta que se abre a la adaptación y a la inserción laboral. “Me ayudó bastante, facilitó hablar y entender mejor los documentos, los anuncios, todo en la vida diaria”, afirma Andrio Cesario (25), brasileño natural de San Pablo y recién llegado al país.
Construir puentes
Desde hace más de un siglo, filósofos y sociólogos ya desarrollaban sus teorías sobre el poder y el valor fundamental de la acción comunicativa. Una acción por la que la lengua es no solo uno de los medios, sino una herramienta crucial para la integración social, económica y cultural.
Es por eso que, en el caso de muchos extranjeros, el desconocimiento del idioma del país receptor representa una barrera que no solo dificulta la comunicación, sino que también limita su acceso a servicios básicos. En ese sentido, los cursos gratuitos de lengua —también se ofrece uno en la Intendencia de Montevideo— son una herramienta importante para facilitar sus procesos de socialización y achicar desigualdades.
Por otro lado, ayudar a vencer esta barrera, respetando las especificidades de cada cultura y la situación de cada estudiante, es todo un desafío. “Hay que tener mucha empatía y prever que pueden haber situaciones delicadas en la interacción entre los estudiantes, que vienen de culturas tan distintas. El docente tiene que saber manejar eso para evitar un conflicto”, afirma Laura Masello, coordinadora del Celex.
“Así como tuvimos estudiantes que no estaban alfabetizados en la lengua materna, en la misma clase de repente había otro con una licenciatura en literatura francesa. Esos extremos también crean un sentido de comunidad que es maravilloso”, suma el docente y miembro de la comisión directiva del Celex, Mauricio De Vasconcellos.
En estos 10 años se beneficiaron con el curso alrededor de 700 estudiantes de más de 20 nacionalidades. Artem Klimov, (29), estudiante ruso que vive desde hace un año en Uruguay, es uno de los muchos de su país que han pasado por allí. “Mi base no está perfecta, pero puedo comunicarme. La experiencia ha sido buena, hay un nivel un poco alto, pero intento estudiar en casa para lograr avanzar. La profesora tiene mucha paciencia, siempre tengo preguntas y sus respuestas son muy completas. También hay oportunidades de conocer gente, hacer amigos. Me ha ayudado mucho”, considera.
En el aula
“La gente viene con una necesidad que es la de poder pedir algo en el supermercado, atender a una entrevista laboral o manejarse en la vida. Hace poco una estudiante hizo lista de palabras y expresiones que escucha en la calle, y la clase fue toda para explicar el contexto en donde se usan estas frases”, rescata Doris López, docente de los niveles básico y preintermedio.
Con el avance de las clases y el progreso de cada alumno, López puede ver de cerca cómo los estudiantes van adquiriendo un sentido de pertenencia al lugar que eligieron para construir sus proyectos de vida. “Es sumamente placentero, es más lo que recibís que lo que das. Acercarles las herramientas para que puedan salir al campo laboral y comunicarse es maravilloso. Al final de cada curso hacemos una encuesta para saber cómo se sintieron y lo que más llega es el agradecimiento de parte de ellos”.
Los cupos del curso, que prioriza personas con el status de refugiado, son disputados. En 2023, 101 postulantes quedaron en lista de espera. Por lo general se abren 40 vacantes por nivel y los estudiantes tienen la oportunidad de asistir a algunas clases antes de elegir su nivel. Algunos no logran completar el curso por distintas variables. Una de ellas es haber conseguido un empleo gracias al proceso de aprendizaje.
“Es una población que no siempre es constante porque hay muchas situaciones complejas. Pero uno se alegra cuando sabe que es porque les salió un trabajo. Además es muy bonito lo que se genera, porque al principio están muy solos y acá se forma una primera comunidad, ellos saben que lunes y miércoles tienen su clase en facultad, saben que vienen a encontrarse con otros compañeros y eso tiene un valor que a veces uno no se imagina”, desarrolla Vasconcellos.
El docente, que hizo dinámicas de escritura con los alumnos, dándoles herramientas para que contaran sus historias de la manera que se sintieran más cómodos, nota que conforme avanzan, los estudiantes sienten alivio por el simple hecho de hacerse entender.
“Para mí es muy difícil hablar, la pronunciación de algunas palabras, la doble R, por ejemplo, es lo más complejo. En casa, con mi pareja y amigos, nos comunicamos casi solo en inglés, entonces no había mucha oportunidad de hablar. Antes no sabía si las palabras que estaba usando estaban correctas y me daba miedo ser malinterpretada. Yo no sabía, por ejemplo, expresarme en futuro, y ahora que estamos viendo justamente esto, tengo más confianza”, cuenta con entusiasmo Jodie Yáñez (30), recién llegada de Nueva Zelanda.
La actual edición del curso finaliza este jueves y Yáñez, como los demás entrevistados de esta nota, terminará el 2024 con el logro de haber conquistado algo tan fundamental como poder comunicarse y derribar la primera de las barreras al migrar.
El Curso de Español para Migrantes y Refugiados es solo una de las muchas actividades ofrecidas por el Celex. De él se desdoblan otras acciones, algunas institucionales y otras por la iniciativa de los propios estudiantes. Este es el caso de un club de conversación creado por alumnos. “Se organizaron ellos mismos para practicar lenguas, no solo el español, sino también su lengua madre. Entonces si vos te sentís con ganas de ir a hablar ruso, tenés donde hacerlo. Eso también los ayuda a sentirse acompañados”, comenta Doris López.
Desde lo institucional también hay iniciativas como el curso de vasco e iniciación al armenio moderno oriental. Están abiertos a todo el público y la única exigencia es tener la secundaria completa. También están los cursos de chino, mandarín, francés, griego, persa, inglés, italiano, japonés y portugués, estos solo para estudiantes de la Udelar; y el Cultura Fest, un evento celebrado anualmente en la FHCE que tiene como objetivo la difusión de diferentes culturas por parte de delegaciones extranjeras. Durante la jornada, que este 2024 se celebró el 19 de octubre, se realizan espectáculos artísticos, charlas y conferencias, exposiciones, y hay oferta gastronómica de los países participantes. El encuentro es con entrada libre a toda la comunidad y se vuelve una oportunidad más de integración entre migrantes y locales.
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