Seminario Papifútbol: 600 padres que juegan, viajan y hacen amigos bajo el lema "más asados que triunfos"

Empezaron hace más de 20 años con 4 equipos; hoy tienen dos categorías, planteles que mezclan cada dos años y Copa Mercosur. Para jugar hay que ser padre de alumno o exalumno o funcionario del colegio.

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Seminario Papifútbol.
Foto: Leonardo Mainé.

“Che, papá, ¿vos no vas a jugar al papifútbol?”, le preguntó a Luis Ameigenda (53 años) su hijo. “Nooo, estás loco”, fue la respuesta de quien veía con asombro cómo esos “viejos” intentaban jugar al fútbol sin mostrar ningún “sentido del ridículo”. “Pero el padre de Nacho juega, el padre de Felipe juega…”, insistió el niño. A Luis, que venía de dejar la Liga Universitaria y parecía que se le terminaba el mundo, esa charla le quedó rondando en la cabeza. Días después se estaba anotando en el Seminario Papifútbol y descubriendo un mundo que cambió su vida social y deportiva.

Ese mundo tuvo su origen allá por el 2002, con un grupo de padres del Colegio Seminario que se encontraban cada fin de semana cuando llevaban a sus hijos a jugar al fútbol. “¿Y si el sábado que viene traemos pelotas y jugamos nosotros?”, dijo Marcelo Cellerino, uno de los precursores de este fenómeno. Una semana después, el 24 de agosto, unos 25 padres salían a la cancha grande a divertirse.

La pasaron tan bien que se propusieron conseguir dos o tres jugadores más cada uno para al año siguiente dar comienzo a un campeonato con la gente que se lograra reunir. Empezaron siendo cuatro equipos —Rojo, Verde, Amarillo y Celeste—; hoy son 18 equipos que cada sábado convocan a unos 600 padres con un sistema de autogestión y fidelidad que sería la envidia de muchos equipos de Primera División.

Para Diego Souto (64), el origen “oficial” del Seminario Papifútbol está marcado por un incidente que habla mucho de la filosofía de este grupo. “Estábamos jugando y uno se enojó con otro porque le pasó mal la pelota o algo así. Entonces largó una serie de insultos un poco subidos de tono porque había gurises chicos alrededor. Teníamos una suerte de Directiva y le dijimos: ‘Mañana venite a la reunión’. Lo suspendimos por tres sábados sin poder jugar. Al sábado siguiente cayó con una bolsa de bizcochos, de vaqueros y mocasines. O sea, reconoció que había estado mal. Ahí empezó a marchar el Papifútbol”, sostiene Diego Souto.

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Seminario Papifútbol.
Foto: Leonardo Mainé.

Más asados que triunfos

Guillermo Murissich (59) destaca que tuvieron la suerte de contar desde el arranque con el apoyo del cura Beto Drapper —que luego sería rector del colegio—, jugador de rugby. “Tiene la camiseta número 1 del Papifútbol”, señala sobre la simbólica camiseta a rayas azules y blancas que se le iba a dando a quienes se sumaban. “Yo tengo la 36”, acota sin olvidarse que también hubo que luchar contra varios curas que no querían el deporte vinculado al colegio.

Con el tiempo esos “opositores” se dieron cuenta de que el Papifútbol era un plus, atraía muchas más cosas positivas que lo que se le pudiera criticar. Empezando por que siempre vio al deporte como una actividad para confraternizar; es verdad, todos quieren ganar, pero eso no es lo principal. Por eso la frase que los identifica es: “Más asados que triunfos”.

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Un padre del Seminario Papifútbol luce en su remera el lema "Más asados que triunfos".
Foto: Leonardo Mainé.

“Nosotros siempre decimos que jugamos a algo parecido al fútbol, que es más bien lúdico, recreativo. Es como un blooper muy largo”, bromea Diego Souto.

Quizás la prueba más gráfica de todo esto fue la vez que tiraron a la cancha a un profesional muy conocido y le dijeron “entrá de lateral”. “Bien, perfecto. ¿Qué es jugar de lateral?”, fue su reacción.

“Tenemos tipos que increíblemente son uruguayos y nunca jugaron al fútbol. Creo que nunca le regalaron una pelota de fútbol cuando eran chicos. No tienen ni idea”, apunta Luis entre risas.

“La magia de esto fue haberlo escrito desde el inicio y haberlo bajado al papel”, asegura Guillermo sobre una serie de estatutos que se fijaron para funcionar, al principio como una cuestión de orden y que hoy son parte de los estatutos formales de la asociación civil que crearon hace unos ocho años con el objetivo de ordenarse un poco más.

Lo que les sucedió muy rápido es que con solo cuatro equipos se empezaron a aburrir de jugar entre ellos. Entonces decidieron competir con otros colegios que tenían su “misma onda” e incluso probaron participar de ADIC. “Pero para poder jugar en ADIC tenías que jugar al menos un tiempo en el Papifútbol del sábado previo. Al final lo abandonamos porque era mucho más competitivo y se jugaba de otra forma”, explica Diego Souto.

Números

600 padres integran la Liga Española

Son 600 papifutboleros: 150 de la categoría Máster y 450 de la Senior (mayores de 50 años). Este año hay 12 equipos Senior y 6 Máster.

La Comisión Directiva está compuesta por 5 titulares y 5 suplentes, que lideran diferentes grupos de trabajo: finanzas, canchas y jueces, equipos, comunicaciones, sponsors, Máster y Senior, delegados. Eso indica que hay entre 40 y 50 personas más trabajando para que esto funcione. El actual presidente es Adrián Berges (juega en el Celta de Vigo).

Los demás que hablaron para esta nota son: Diego Souto (Barcelona), Luis Ameigenda (Real Betis), Guillermo Murissich (Mallorca) y Diego Domínguez (Celta de Vigo).

Nadie se va

Los partidos son todos los sábados en dos horarios (a las 9:00 y a las 11:00), desde este año en el Parque Cupra (ver recuadro). Antes usaban las canchas del Loyola y del Santa Rita.

Las condiciones para jugar son ser padre de alumno o de ex alumno, o funcionario del colegio. Y no hay excepciones, ni para los que fueron al Seminario. Luis recuerda una anécdota al respecto: “Un día me dicen ‘tal persona no tiene hijos en el colegio’. Lo llamé por teléfono y me dijo que, en realidad, su novia mandaba a las hijas. Después nos enteramos que tenía cinco hijos que iban a otros colegios, pero a él le habían hablado del Seminario y quería jugar acá. Le explicamos que no podía aunque había ido hasta al lanzamiento”.

Adrián Berges (44), presidente actual del Papifútbol, cuenta el caso de un padre que ya decidió que la hija de su tercer matrimonio, todavía muy chica, el año que viene va a ir al Seminario para que él pueda jugar en el Papifútbol.

Es así que cada año ingresan entre 30 y 35 padres, y lo curioso es que aseguran que “nadie se va”. Eso ha llevado a que hace unos cuatro años se vieran obligados a dividir al grupo en dos categorías, con la barrera de los 50 años como referencia: la Senior (12 equipos) y la Máster (seis equipos). Esta última también responde a que, al haber cada vez padres más jóvenes, la diferencia física se estaba haciendo notar y marcaba diferencias.

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Seminario Papifútbol.
Foto: Leonardo Mainé.

La otra característica del Papifútbol es que cada dos años se arman equipos nuevos, de manera que todos los padres terminan conociéndose entre sí. “Sabés cómo se llama la mujer de cada uno, cómo se llaman los hijos, dónde trabaja…”, apunta Adrián.

También son creativos con la forma de identificar los equipos. Comenzaron siendo países, luego cuadros de la Champion League, seguidos de las ligas argentina, brasilera, estadounidense y ahora la Liga Española, que va por su segundo año.

“Mi padre juega en el Barcelona”, se escucha decir a los niños con orgullo y lucir también ellos camisetas de su talle con los colores que defiende el padre.

La responsabilidad de armar esos planteles es toda de la Comisión Directiva de turno (cinco titulares y cinco suplentes elegidos por asamblea cada dos años). Manejan una planilla Excel donde están ingresados todos los jugadores según el puesto y sus características.

“Tratamos siempre de equilibrar conociendo los que juegan bien, los que juegan más o menos y los que no juegan… y se va armando”, detalla Luis y aclara que existe además la categoría Social. “Buscamos que todos los equipos tengan referentes que sean los que impulsan, los que organizan, los que tratan de que el clima sea bueno y sano”, agrega sobre quienes son los que conforman ese grupo.

La expectativa que se genera cada año que se renuevan los equipos es tremenda. “No podés ir a la playa en verano porque te encontrás con alguno y hasta la esposa te dice: ‘¿Qué liga van a hacer este año?’ ‘No me estás preguntando por vos, te está enloqueciendo, ¿verdad?’ La respuesta es: ‘Sí, me dijo que te preguntara’”, relata Luis. Afirma que cuando le tocó ser presidente (hasta el año pasado) lo atomizaban. “Hay cosas más importantes, les decía yo. Pero si hay algo que todos sabemos es que el Papifútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes”, sostiene entre risas.

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Seminario Papifútbol.
Foto: Leonardo Mainé.

Está claro también que para que toda esta maquinaria funcione es necesario realizar un aporte económico que puede ser mensual o anual. “Son alrededor de $ 1.000 por mes; con eso el Papifútbol te asegura compañeros, rivales, pelotas, canchas con redes, jueces, camisetas, pantalones, medias y vestuario desde el segundo sábado de marzo hasta el segundo sábado de diciembre. Te sentís un jugador en serio”, destaca Diego Souto.

Luis apunta que, si bien siempre hubo discusiones —sería raro que no las hubiera entre tanta gente—, “nunca faltaron ni 10 centésimos, jamás. Y eso que cuando no éramos una asociación civil las cuentas estaban a nombre de personas”.

Otros deportes

Parte del Club Seminario, pero autónomos

Hace un tiempo el club de rugby Cupra le donó un terreno a los jesuitas, lo cual abarca no solo al Colegio Seminario sino también a la Universidad Católica. Eso hizo que ambas instituciones comenzaran a concentrar sus actividades deportivas en lo que hoy se llama Parque Cupra.

Fue así que el 13 de mayo de 2010 se creó el Club Seminario, que reúne todos los deportes que se practican por fuera de la currícula del colegio, como puede ser rugby, handball o voleíbol. También engloba al fútbol universitario y hay un grupo de corredores, pero hacen su actividad en la rambla de Montevideo. Incluso hubo fútbol femenino en AUF, pero como los requisitos eran más de fútbol profesional y no había tantas interesadas, se abandonó y las jugadoras se incorporaron a Defensor Sporting.

A todas estas actividades se les sumaron todos los deportes que hacen los padres: mamifútbol, mamihockey, papibásquet y, por supuesto, el papifútbol, que de todas maneras mantiene una cierta autonomía respecto al resto. Eso permitió que el Papifútbol dejara de alquilar las canchas del Loyola, del Santa Rita o de otras instituciones para pasar a jugar en el Parque Cupra.

“Si bien somos parte del Club Seminario, mantenemos las actividades por separado. Somos lo mismo, pero con otra identidad”, aclaran.

Solo faltan los novios

Cada año se juega un torneo Apertura y un torneo Clausura cuyos ganadores se enfrentan en una final que hasta ahora se ha venido celebrando en distintos escenario del fútbol profesional: Gran Parque Central, Parque Viera, Estadio Luis Franzini, Parque Palermo.

“Es otra repercusión, a los niños les atrae ir”, destaca Adrián sin desmerecer lo que ocurre cada sábado, cuando también muchos hijos, sobre todos los más chiquitos, los acompañan a la cancha.

El año se inaugura con un gran lanzamiento en el que tiene lugar un Tercer Tiempo multitudinario. Pero más allá de eso, cada sábado se generan también muchos Tercer Tiempo. “Puede haber uno entre los dos equipos que fueron rivales ese día, que se quedan compartiendo una picada. Y a veces pasa que se juntan los de otro equipo y se genera algo más grande, improvisado, divertido”, cuenta Adrián.

También hay un encuentro de premiación, en los que se entregan los trofeos a los ganadores y distinciones tales como el goleador de cada categoría.

Otro tema es la Papi Fest, con la que cierran el año. Comenzó siendo una fiesta que se hacía el 24 de agosto para festejar el aniversario de creación del Papifútbol y que al principio permitía que fuera con toda la familia porque no eran tantos. Con el tiempo, el crecimiento determinó que fuera imposible contemplar un público de tanta diversidad de edades e intereses y terminó transformándose en una fiesta de despedida del año solo para parejas.

“Es la fiesta de las mujeres, pero evidentemente nosotros estamos a cargo de todo el show”, dice el presidente. “Son fiestas grandes que se hacen en salones. Son fiestas-fiestas, faltan los novios nomás”, agrega Diego Souto entre risas.

Todo esto queda siempre muy bien documentado en sus canales de comunicación. Por ejemplo, tienen el sitio web seminariopapifutbol.com.uy, donde hasta se pueden encontrar los perfiles de cada jugador con su foto, el puesto que ocupa y la cantidad de tarjetas rojas que le han sacado. A esto se suma el Instagram @seminariopapifutbol.

Pero no basta con eso. Antes de cada fecha reciben La previa y al finalizar la misma El café de los lunes. Se trata de dos completísimos boletines en los que hay crónicas pormenorizadas de todos los partidos, incluyendo fotos. Además están las tablas de posiciones y toda información que sea necesario comunicar. Es importante destacar que desde hace unos seis años cuentan con el apoyo de sponsors.

Otro aspecto del que se enorgullecen es de la solidaridad que generan tanto hacia dentro como hacia afuera. “Cuando hay un problema, sea de salud o lo que fuera, aparece uno que dice ‘yo soy abogado’ o ‘fulana es médica’. Siempre tenés a alguien que te está diciendo ‘andá por allá’ y generalmente vas con el bueno-bueno”, destaca Adrián.

Pero también generan ayudas para otros. “Siempre hacíamos donaciones para solventar alguna actividad social o alguna obra del colegio. Luego las integramos con el Movimiento Castores y el Movimiento Eucarístico Ignaciano, que es toda la parte de servicio del Seminario que está muy bien organizada”, explica Luis y recuerda especialmente la ayuda que brindaron la vez del tornado de Dolores (2016). “Mandamos camiones y camiones, y a partir de ahí nos empezó a llegar un aluvión de pedidos, hasta cosas jocosas como que ayudáramos a solventar una iglesia en la Antártida. Entonces comenzamos a coordinar con el Hogar de Cristo, que es el movimiento solidario del Seminario”, dice.

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Seminario Papifútbol.
Foto: Leonardo Mainé.

Nuevos amigos

Todos coinciden en resaltar que el Papifútbol sirvió mucho para “aguantar las cabezas” en épocas de pandemia. Jugaron menos, pero jugaron. Incluso aprovecharon ese tiempo para crear la categoría Máster en reuniones en el Parque Batlle, bien separados unos de otros y gritando mucho para poder escucharse.

“Ahora soy la Reina del Carnaval”, grafica Diego Domínguez (44), uno de los últimos en sumarse al Papifútbol, en 2018. Cuenta que entró al mundo del Colegio Seminario sin conocer a nadie y que ahora conoce a casi todo el mundo. Lo han invitado a jugar en otros lados y él responde que no: “¿Dónde tenés un fútbol en el que competís en serio y sabés que nunca te vas a agarrar a las trompadas?”, les argumenta. Además agrega como dato curioso que con su esposa “para el Papifútbol tengo todo habilitado: asados martes, miércoles y jueves, viajes…”, cosa que no le sucede con tanta facilidad si es con otros grupos de amigos.

“Incluso tus otros amigos se ponen celosos”, apunta Luis, quien además rescata lo dicho por uno de sus compañeros, que es que en el Papifútbol uno se siente que está compartiendo con pares, por más que sea gente de otra edad o que alguna vez haya sido su jefa en un trabajo.

“Nunca se me iba a ocurrir que a partir de los 40 años iba a hacer nuevos amigos. Y muchos son amigos-amigos”, remarca este padre, feliz de que aquella pregunta de su hijo lo haya terminado por embarcar en una experiencia sin la cual hoy no imagina su vida y recomienda con entusiasmo.

Viajes al exterior

Copa Mercosur con ómnibus con escolta

“De las primeras cosas que hizo el Papifútbol fueron los viajes para confraternizar”, recuerda Guillermo Murissich. “Empezamos en 2004 y fue increíble”, añade sobre la visita al Colegio del Salvador, una institución también jesuita de Argentina que en ese entonces tenía un rector uruguayo.

Entre los dos colegios se comenzó a dar un fenómeno similar al del baby fútbol con Las Cruzadas hasta que en 2006, en el restaurante La Vaca de Buenos Aires, se encontraron con un grupo de más o menos la misma edad que parecía estar en la misma. Resultó ser un equipo de fútbol de amigos del colegio Manchester de Porto Alegre. Consultaron a la gente de El Salvador y resolvieron invitarlos para el siguiente año.

Luego los argentinos sumaron a un colegio de Córdoba y el Seminario al Colegio Anchieta de Porto Alegre. La cosa siguió invitando a Paraguay y Chile, y más recientemente pidió para ingresar Colombia.

“Se ha transformado en un movimiento sumamente grande que llamamos Copa Mercosur”, cuenta Diego Souto sobre el torneo que, por lo general, disputan el fin de semana largo del 12 de octubre, salvo que se haga en Brasil y por las lluvias se pasa para noviembre.

En Uruguay se ha celebrado, por ejemplo, en Punta del Este, transformando las canchas del Club de Polo que está pasando La Barra, en improvisadas canchas de fútbol. Ese año también pasó que, como eran cerca de 10 ómnibus trasladando a todos los participantes, la Policía de Tránsito les iba abriendo camino.

El año pasado era el turno de Brasil, pero por las inundaciones pidieron que lo organizara Uruguay. Como venía un poco baja la inscripción local, se les ocurrió repetir los cuadros más populares de las ligas anteriores y eso hizo que se anotaran más de 100 padres, mientras que del exterior llegaron unas 500 personas. La fiesta se hizo en el galpón de ovinos de la Expo Prado.

Cuando van a otro país, a partir de los que se anotan se arma el equipo que va a jugar. “La regla no escrita es que todos vamos a todos los partidos y a todos los eventos. Y se respeta”, asegura Diego Domínguez.

Historias

"La barra de la baldosa" de la calle Soriano

En casi 23 años de existencia, son muchas las anécdotas que se pueden contar, pero hay una que les gusta mucho a todos y que lidera Diego Souto.

Muchos de los padres del Papifútbol son los encargados de llevar a sus hijos al colegio. Como se conocían, empezó a pasar que a las 7:45 se armaban grupitos de charla con dos o tres y llegaron a superar los 20, al punto tal que conocidos que pasaban en auto por la zona luego les preguntaban qué estaban haciendo en esa suerte de manifestación.

Fue así que nació La barra de la baldosa, debido a que se juntaban en torno a una misma baldosa de la calle Soriano que luego oficializaron colocando en su lugar un azulejo que destacaba el punto de encuentro, al que con los años lo han rodeado de otros que recuerdan fechas.

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Diego Souto junto a las baldosas de la calle Soriano.

“Nos juntábamos con el mate todos los días de 8 menos cuarto a 8 y cuarto u 8 y media, algunos vagos un poco más. Y era todos los días desde el primer día de clase. Hasta podías dejar mensajes para otros”, relata Diego a las risas. “Yo me hice fumador pasivo por su culpa”, apunta Luis Ameigenda.

Diego también comenta que el Papifútbol hizo que los hombres fueran con más ganas a las reuniones de padres porque allí se encuentran con compañeros de los sábados y otros se informan sobre esta actividad de la que todos hablan.

“En épocas sin WhatsApp, el Papifútbol se utilizó para avisar, por ejemplo, que el lunes no había clase”, señala Diego.

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Las baldosas de la calle Soriano.

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Primeros años del Seminario Papifútbol.
Otros papis

En ADIC hay torneo de padres desde 1989

Consta en actas de la Asociación Deportiva de Integración Colegial (ADIC) que el 20 de abril de 1989 se oficializó la disputa del primer torneo de fútbol de padres.

Según el libro Historia de la evolución del fútbol infantil en Uruguay, de Luis Inzaurralde, se inició en agosto y no existen detalles de la cantidad de equipos que lo disputaron.

En el caso de ADIC, el papifútbol es un torneo del que participan varios colegios; el del Colegio Seminario es interno.

Este año están participando 121 equipos que juegan en cuatro categorías Máster: +40, +45, +45 Plus y +50. Las categorías Plus no admiten menores de la edad límite, en las otras pueden tener hasta cinco menores. Hasta 2024 se compitió en +35, pero este año no se armó y hay una tendencia que empuja con fuerza para crear +55. En 2025, la categoría +40 es la más numerosa con 45 equipos que compiten en cuatro series. La segunda con más participantes es la +50, que reúne 36 equipos. En +45 juegan 24 equipos y en +45 Plus son 16.

Participan en total entre 4.500 y 4.800 padres, exalumnos y funcionarios de los colegios que deben presentar ficha médica.

Se juega los domingos, a las 9 horas (algunos a las 10:45). Al final de cada temporada, se realiza una premiación. En 2024, fue una fiesta para 500 personas en el salón principal del Centro Gallego.

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