Por Igor Gallo, especial para Domingo
Teranga es una palabra que los senegaleses utilizan con orgullo para describir el espíritu de su país. En wolof, el principal idioma nativo, significa hospitalidad y sus habitantes hacen gala de ella. Una amabilidad que es centro de la identidad nacional que ha permitido que, durante sus 53 años de existencia como república, la mayoría musulmanay la minoría cristiana hayan convivido sin problemas.
Fuera del radar del turismo internacional hasta hace bien poco, Senegal se está abriendo al visitante. Y su capital Dakar se ha convertido en la puerta amable para el viajero que quiere empezar a descubrir el continente africano.
Fundada hace siglo y medio por orden de un general francés, Dakar fue conocida durante años por ser la etapa final del famoso rally automovilístico que arrancaba en París. Sin embargo, su capitalidad no llegó hasta 1960 con la independencia de Senegal. Este dato explica las pocas construcciones coloniales. El céntrico barrio del Plateau, donde se encuentra el Palacio Presidencial y que concentra la actividad comercial, conserva el aire de las nuevas ciudades poscoloniales que se desarrollaron entre las décadas de 1960 y 1970 en el afán de crear un Estado y un sentimiento nacional.
Dakar no es solo la capital política y económica de Senegal y del África Occidental. Es también el epicentro cultural donde la herencia de antiguos reinos, imperios y etnias se han mezclado con la influencia occidental, principalmente francesa, para generar unas formas y expresiones propias y contemporáneas.
Una visita imprescindible es el Museo de las Civilizaciones Negras. Inaugurado en 2018 con el objetivo de recuperar la autoestima de las culturas africanas, el recinto incluye salas dedicadas al arte tradicional y exposiciones temporales de arte contemporáneo. Más allá de la calidad de sus piezas artísticas o arqueológicas, lo interesante es sumergirse en el discurso subsahariano sobre su historia y su cosmovisión en un continente que hasta medio siglo no tuvo voz propia.
Las expresiones más antiguas y tradicionales de estas culturas también se exponen y explican en el Museo de Dakar IFAN ubicado en el centro de la ciudad, muy cerca del Parlamento Nacional. Otra exposición muy recomendable, sin salir del barrio de Plateau, es la que alberga el Banco Central del África del Oeste. El museo BCEAO enseña al visitante los sistemas monetarios previos a las colonias europeas, como las conchas de moluscos (olivella o el caurí) que durante años fueron la reserva de valor utilizada en esta parte de África. También cuenta con salas dedicadas a explicar la historia del polémico franco de la comunidad francesa de África, una moneda compartida por ocho países con cambio fijo respecto al euro y respaldada por el tesoro francés. El uso de esta moneda lleva tiempo en el centro del debate político al ser considerada por muchos como el último vestigio colonial.
Es difícil que un viajero extranjero identifique algún símbolo con la ciudad de Dakar, pero en caso de hacerlo sin duda sería Monumento al Renacimiento Africano. Convertida de facto en la postal de Dakar, fue construida en 2010 por arquitectos norcoreanos. La estatua, una de los máximos exponentes de estilo estalinista en África, tiene en sus bajos una galería de arte tradicional africano y, en una colina, funciona como mirador con vistas a la ciudad y al Atlántico.
Gorée, la isla de no retorno
El punto más visitado de Dakar no esta está en la ciudad, sino a tres kilómetros de distancia en ferry. Es la isla de Goree, que ofrece una de las mejores vistas de la capital, aunque su verdadera importancia radica en el papel que desempeñó en el tráfico de esclavos. En 1978, la Unesco declaró esta pequeña isla como Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, su historia se remonta a mediados del siglo XV cuando fue ocupada por los portugueses. Desde entonces, se convirtió en un importante punto de intercambio comercial, que incluía el comercio de seres humanos entre los negociantes europeos y los reinos africanos.
En ella se puede visitar “la puerta de no retorno” en el museo de “La casa de los esclavos” desde la cual millones de africanos fueron embarcados hacia las Américas. A su alrededor, las edificaciones coloniales donde vivían los comerciantes europeos se han convertido en tiendas de recuerdos, galerías e incluso en hoteles. El Museo de los Esclavos, ubicado en el antiguo fuerte, es otro punto de visita recomendada.
Más allá de la capital. Una opción es dirigirse hacia el norte, en dirección a Saint Louis, la antigua capital de la África Occidental Francesa y apodada la “Venecia africana”. Fundada en el siglo XVII por marineros normandos, esta ciudad ha perdido su importancia política tras el auge de Dakar, pero precisamente por ello ha logrado preservar su encanto histórico. Uno de los monumentos destacados es el Hotel La Poste, donde solían hospedarse los pilotos del servicio postal francés.
En dirección sur, nos encontramos con la ciudad de Saly y la zona de Pointe Sarene, que se están convirtiendo en destinos cada vez más populares. Sus playas de arena blanca y el agradable clima seco y templado durante el otoño e invierno hacen de este lugar un destino ideal para descansar o disfrutar en familia.
Rico café, un mercado y la aventura natural
Quienes disfruten de sumergirse en la vida de la ciudad como un local, no deben dejar de tomar un café en algunas de las animadas calles en torno a la Plaza de la Independencia, leyendo algún periódico local como Le Soleil, o callejear por el mercado de Sandanga formado por varias decenas de calles en torno a la avenida Emile Badiane, en el centro de la ciudad, donde se venden desde joyas hasta todo tipo de baratijas sin que puedan faltar las camisetas de las selecciones africanas de fútbol.
Si quiere una aventura natural, a pocos kilómetros puede visitar la reserva de Bandia. Con sus 3,000 hectáreas se trata de una reserva muy pequeña en comparación con las que existen en el este de África, pero es igualmente impresionante. Es el hogar de jirafas, cebras, rinocerontes, gacelas y por supuesto baobabs, el árbol nacional.