NOMBRES
El argentino lleva 10 años como director técnico del Atlético de Madrid, equipo del que antes fue jugador, figura y capitán.
Diego Pablo Simeonese viste con un traje negro cuando sale a la cancha. No es una cábala, dijo una vez, pero sí una costumbre. Se sienta en el banco y se para y se vuelve a sentar. Habla, grita, se agarra la cabeza, discute, salta, festeja los goles de su equipo con ganas, con alegría, con pasión, con rabia. Camina por la línea del lateral, le habla a sus jugadores, aprieta los puños, vuelve a sentarse e inmediatamente se para otra vez. Diego Pablo Simeone siente al Atlético de Madrid, el equipo que dirige hace 10 años, como un hincha más. Este es un hincha que se viste con un traje negro para guiar a un club y cambiarle la historia.
Diego Pablo Simeone, conocido como Cholo, sabe lo que hace, confía en sus ideas, le contesta con argumentos a los que critican, tiene una pasión inagotable por el club y es insaciable. Diego Pablo “Cholo” Simeone tiene épica.
Eso fue lo que lo llevó a ser elegido el mejor entrenador de clubes de la década por la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol.
“Su regularidad y su potencia marcaron la diferencia para ganar el Premio de la Década 2011-2020”, dijeron.
Llegó al Atlético de Madrid el 23 de diciembre de 2011 con una idea concreta: llevar al club otra vez a lo más alto del fútbol europeo. Y lo logró. Hasta ahora consiguió un título de La Liga, una Copa del Rey, una Supercopa de España, dos Europa League, dos títulos de la Supercopa de la UEFA y terminó dos veces como subcampeón de la Champions League.
Y sigue. En esta temporada su equipo está primero en La Liga. Y sigue. Tiene las mismas ganas que hace 10 años. Eso es lo que hace la diferencia.
Creer siempre
Nació en Buenos Aires en 1970 y la palabra que dijo cuando empezó a hablar fue “gol”. Creció jugando al fútbol en la vereda en el barrio Palermo, o en el patio de su casa, con una pelota entre los pies.
Cuando una vez su abuela se la escondió por haberle roto las plantas de un pelotazo, él hizo una pelota con unos papeles y una media y siguió jugando. Porque siempre lo supo: quería ser futbolista, nada más.
Empezó jugando en las formativas de Vélez Sarsfield. En el documental Cholo Creer siempre, su padre dice que desde niño marcaba una diferencia con los demás: era el talento, pero sobre todo era el esfuerzo y las ganas.
Al apodo lo tiene desde esa época. Se lo puso uno de sus entrenadores. Diego tenía 14 años y un estilo de juego que le recordaba a Carmelo Simeone, jugador argentino que también salió de Vélez, pasó en Boca y por la selección y le decían así: Cholo.
Dicen que él nació para ser un líder. Que en el recreo de la escuela era el que armaba los equipos, que cuando el profesor de música armó una banda con los alumnos de primero, segundo y tercero, él fue elegido para dirigirla. Y que fue un éxito. También dicen que era evidente que iba a llegar lejos.
“Cuando yo lo tuve a los 14 años, era una cosa tremenda. A los 16 ya estaba jugando en primera división, a los 18 ya jugaba en la selección. Y ahí nació el líder, era capitán, era todo”, dijo en el mismo documental Salvador Calvanese, uno de sus primeros entrenadores.
Jugó en la primera de Vélez desde 1987 hasta 1990. Hizo 15 goles en 82 partidos. Era un medio centro que defendía y atacaba, entregado, disciplinado. Se fue para Italia y estuvo en el Pisa por dos temporadas. Después vino el Sevilla y después el Atlético de Madrid. Era 1994 y fichó por cinco años. En ese tiempo, se transformó en capitán del equipo español y en un ídolo para la hinchada.
En la temporada 1995 - 1996 ganó La Liga y la Copa del Rey. Regresó a Italia para jugar en el Inter de Milán y luego se fue a la Lazio. Volvió al Atlético de Madrid por dos temporadas y después se fue a Argentina para jugar en Racing.
En el medio, fue parte de la selección argentina entre 1988 y 2002. Jugó 106 partidos en los que hizo 11 goles, salió dos veces campeón de América, ganó una Copa FIFA Confederaciones y una medalla de plata en los Juegos Olímpicos del 96. Además, participó en tres mundiales.
Dejó de jugar al fútbol profesionalmente en 2006 y fue nombrado como entrenador de Racing, el club en el que se retiró. Después estuvo al frente de Estudiantes de la Plata. Se fue a Italia para entrenar al Catania y volvió a Racing. En 2011 fue designado para dirigir al Atlético de Madrid. Y nunca más se fue.
La exigencia y la convicción que tenía adentro de la cancha con él mismo y con sus compañeros es la misma que ha tenido siempre como entrenador. La manera de hablar, de conducir al grupo, de organizar el juego y de alentar que tuvo como jugador es la que tiene ahora en cada entrenamiento y en cada partido, cada vez que se pone el traje negro y se para en la línea del lateral.
Creer en el proyecto, ser constante y disciplinado, escuchar a la gente y devolverle a los hinchas del Atlético de Madrid la alegría de ganar partidos y poder soñar con ser campeones, sigue siendo su forma.
En 2020 dijo en una entrevista con La Nación: “En la cancha te comportás como en la vida: el egoísta y el generoso son el mismo adentro y afuera. Si vos desde lo laboral vas creciendo, madurando, en tu vida te va a pasar igual. Hay futbolistas que con el tiempo se te acercan y te dicen: ‘Gracias, porque no solo fue una ayuda futbolística, sino que influyó en cómo vivir la vida’. Siendo comprometido, dando todo, respetando al otro, porque esos son los valores que te sostienen’. Así sostiene él a su equipo y a su club.