Slavoj Zizek, comunista superstar

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Slavoj Zizek

NOMBRES DE DOMINGO

La semana pasada volvió a ser viral cuando debatió con el intelectual conservador Jordan Peterson. El esloveno sigue seduciendo a muchos con su zigzagueante pensamiento.

Hace poco, Zizek volvió a generar muchos clicks en Internet cuando se enfrentó al canadiense Jordan Peterson, el polemista más reconocido que tiene actualmente la derecha internacional, en un debate que, claro, se transmitió por YouTube. El debate duró más de dos horas y obviamente que siguen y seguirán las discusiones acerca de quién lo “ganó”. La lógica binaria, fundamental para la construcción de la web, contagia también el enfrentamiento entre dos posturas intelectuales opuestas.

Más allá de la discusión sobre el debate, la diferencia entre Peterson y Zizek no podía ser mayor. Si bien el canadiense tiene un gran predicamento, Zizek le lleva mucha ventaja: su notoriedad viene desde hace mucho antes que la de Peterson y ni que hablar de la producción bibliográfica: el barbudo lleva, solo en inglés, cerca de 50 libros publicados (también tiene libros en su idioma natal, el esloveno), mientras que el atildado profesor de psicología tiene apenas tres títulos a su nombre.

Opaco

El 21 de marzo cumplió 70 años, aunque luce prácticamente igual desde 1989, cuando se publicó su primer libro en inglés: El sublime objeto de la ideología. A partir de entonces, la fama de Žižek (así es la grafía de su nombre en esloveno. La pronunciación es algo así como “shi-shec”) no paró de crecer. Y eso que su prosa es de todo menos transparente. Largas parrafadas que parecen a punto de desmadrarse en cualquier momento en una maraña de subordinadas, citas, referencias a múltiples fenómenos culturales, políticos y filosóficos y una apabullante erudición.

Además, es tan prolífico que cuando uno pone en Google el término de búsqueda “libros de slavoj zizek”, uno de los principales resultados de esa búsqueda se titula: “Por favor, parad ya de publicar libros de Slavoj Žižek”.

El crítico de literatura inglés (y también polemista político, como Zizek) Terry Eagleton escribió en 2014, en una reseña sobre uno de los tantos libros del esloveno: “Como si fuera Sócrates con anabólicos, Zizek es en partes iguales increíblemente perceptivo y escandalosamente irresponsable. ¿Es que lo único que quiere es provocar?”

Y también: “Si no pareciera haber límites para su promiscuidad intelectual, es porque Zizek padece una curiosa afección llamada ‘Interesarse por absolutamente todo’”.

En ese inagotable apetito intelectual —que luego deviene en un torrente de libros— seguramente se halle una de las explicaciones para la popularidad de Zizek, que cuando se presenta en alguna feria de libros provoca que se formen largas colas de interesados en que él les firme libros. Nada parece serle ajeno a esa mirada “increíblemente perceptiva”, al decir de Eagleton.

El inglés también ofreció otra de las claves del renombre de Zizek, cuando lo describió como un agent provocateur. Zizek puede, con un sólido corpus teórico atrás, elaborar una defensa de Stalin. O desplazar los términos del debate de género al decir que la mujer tiene derecho a cosificarse.

Pero es probable que la mayor parte de su fama se deba a que, como pocos intelectuales, no tiene empacho alguno en “descender” desde las alturas de las torres de marfil para contaminarse en el supuesto fango populachero y masivo. Y nada mejor, para esa tarea de mezclar la erudición con la cultura de masas, que el cine.

Comentando el séptimo arte, Zizek encontró un potente vehículo para transmitir sus ideas sobre el fracaso del socialismo real, por qué a mucha gente le resulta imposible imaginar el fin del capitalismo y qué es lo que Jacques Lacan (uno de los pensadores favoritos del exyugoslavo) puede aportar para entender algunos de los dilemas que aquejan a las sociedades contemporáneas y globalizadas.

La asociación entre espectáculo de masas y pensador de vanguardia empezó a consolidarse cuando Zizek se valió de la película Matrix, estrenada hace 20 años, para escribir el ensayo Matrix, o las dos caras de la perversión, que arranca así: “Cuando vi Matrix en un cine de barrio de Eslovenia, tuve la oportunidad única de sentarme al lado del espectador ideal para la película, es decir, un idiota: un hombre que (...) que constantemente molestaba a los otros con exclamaciones como: ‘¡Dios, la realidad no existe!’. Sin duda, prefiero esta ingenua inmersión a las interpretaciones intelectualoides y pseudosofisticadas que proyectan sobre la película refinados matices filosóficos o psicoanalíticos”.

De ahí en más, Zizek se convirtió en uno de los intérpretes favoritos de la contemporaneidad y sus textos tienen, para muchos de sus seguidores, el mismo efecto que tuvo la píldora roja de Matrix: la revelación de la realidad.

Matrix píldoras
Foto: Difusión

Tres ejemplos de sus argumentos

“Algunos izquierdistas hacen comparaciones erróneas. Si te disgusta Trump o el nuevo autoritarismo, y eres vago para analizarlo, la analogía es cómoda: ‘¡Oh, es fascismo!’. Esa analogía con los años treinta es demasiado sencilla. Es más adecuado remitirnos a la decadencia anterior a la Primera Guerra Mundial cuando, igual que hoy, todos se preparaban para la guerra, pero nadie la creía posible”.

“Ahí está el patrón: como puedo hacer algo cuando quiera (gracias a Internet), no lo hago. Incluso lo noté en otras cosas además de películas. Estoy cansado, comienzo, digo 'ahora no, después lo hago'. Esto fragmenta radicalmente la experiencia. Por eso tampoco me gusta leer libros en Kindle. Algo cambia radicalmente en el modo de la experiencia”.

“Para The Guardian soy demasiado de izquierda, y para London Review of Books (gestionada por trotskistas) estoy demasiado cerca de Alain Badiou. Es increíble lo feroz que sigue siendo esta batalla en ese pequeño círculo ridículo de la izquierda radical. En el fondo, no me importa demasiado, pero eso demuestra que existe una nueva ola de izquierda moralizadora”.

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