Historias de uruguayos solidarios que desafiaron la pandemia

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Karen Cardozo

DE PORTADA

Estos uruguayos y uruguayas respondieron al desafío que nos impuso la emergencia sanitaria y la crisis económica y decidieron usar su tiempo para ayudar.

"La solidaridad es, supongo, un acto de resistencia. O debería serlo”, dicen que dijo alguna vez el periodista, polemista y escritor inglés Christopher Hitchens.

Es razonable pensar que Hitchens se refería a la solidaridad como algo que aparece (o debería aparecer) en tiempos desafiantes para la humanidad, para aglutinar a una comunidad en sus intentos de superar, colectivamente, esos desafíos.

Hace algo más de un par de años, quien firma hizo una nota para este mismo suplemento a raíz de un estudio realizado por la empresa de opinión pública Radar. En ese estudio, se les pedía a los consultados definir los rasgos más sobresalientes e idiosincráticos del uruguayo promedio y “solidario” fue uno de los términos elegidos para caracterizar a ese compatriota imaginado.

La pandemiaque nos azota como sociedad actualmente pone a prueba esa percepción. A juzgar por varias de las historias acá relatadas, la solidaridad es tan parte de la comunidad uruguaya como la mezquindad y las disputas partidarias que pretenden llevar agua para su molino y vuelven agrias las discusiones. En medio de esos enfrentamientos, algunos partidos y líderes políticos ponen el hombro. A veces sin decirlo y otras veces haciendo una difusión de esa ayuda con un perfil bastante recatado.

Dar de comer

Karen vive en Malvín Norte, un barrio particularmente afectado por dificultades económicas y sociales. Vive en un contexto en el cual constata día tras día las poco favorables condiciones por las que atraviesan ella y muchos de sus vecinos. “No hay trabajo. Como 80% de la gente acá no lo tiene”.

Ella lo consiguió hace unos meses (“me costó bastante”) y con ese ingreso tiene que sostener un hogar de seis personas: dos adultos y cuatro menores de edad. Su esposo, cuenta, consigue alguna “changuita” de vez en cuando. Cuando arrancó la pandemia, el 13 de marzo del año pasado, unas vecinas se le acercaron para invitarla a participar en la gestión de una olla popular. A ella le gusta mucho cocinar y se prendió enseguida. Pero esa iniciativa se fue desinflando. Karen tomó la decisión de hacerse cargo ella de la olla y su familia la acompañó en la preparación y cocción. “Ahí arrancamos y no hemos parado desde entonces. Gracias a Dios, nos está yendo bien con la olla y pienso seguir hasta diciembre o incluso el año que viene”.

—¿Qué quiere decir que te está yendo bien con la olla?

—Que estoy contenta. La gente está recibiendo comida varias veces a la semana: lunes, miércoles y viernes. A mí me gusta porque sé que vienen por un plato de comida caliente y lo obtienen esos tres días en los que cocino.

A veces, agrega, pasan unas 10 personas a buscar comida. Otras veces son menos pero siempre pasa alguien. Ella manda por WhatsApp un video de lo que preparó para ese día a un grupo de vecinos, para que se sepa el plato de la jornada. También aporta que ella y su familia se alimentan de esa misma olla popular.

Al principio Karen sacaba plata de su bolsillo para costear la comida, pero no tardó mucho en recibir donaciones. Actualmente, recibe comestibles del programa Uruguay Adelante, del Instituto Pasteur, de un director técnico de básquetbol de Defensor Sporting y del comité de base del Frente Amplio del barrio Buceo.

Con todo eso, prepara lo que ofrecerá uno de los tres días de la semana en los que abre sus puertas. Cuando habló con Revista Domingo, se trataba de un guiso de lentejas con arroz.

Algunas ollas populares han estado en la picota en los últimos tiempos, con acusaciones cruzadas entre distintos sectores políticos. Karen está al tanto de esas polémicas pero no parece darle mucha importancia. Dice que no milita para ningún sector y aparenta tener bastante que hacer antes que discutir de política. Ante la pregunto si alguna vez tuvo algún problema por cuestiones partidarias responde que, hasta ahora, nunca. Respecto del comité de base del Frente Amplio dice que ellos se acercaron a donar, ella no los fue a buscar. “Y una vez vino Daniel Martínez a ayudar. Vino solo, sin cámaras ni prensa y se puso a cocinar”. Antes de despedirse, pregunta si se puede mencionar que la olla necesita cuatro chapas, ocho palos y algo de portland “para poder hacer algo más prolijo para los días de lluvia”.

olla popular
Uno de los hijos de Karen, ayudando a la olla popular. Foto: Leonardo Mainé.

Los deberes y algo de recreación

Victoria Mignone
Victoria Mignone. 

Victoria Mignone recibe la llamada de Revista Domingo cuando está por terminar de armar su propuesta solidaria: “Nos damos la mano”, una red de contactos en la que se puede unir necesidades de padres con el servicio de distintas personas que quieran dar una mano. “La idea es que familias o personas que tienen niños en casa reciban algún tipo de apoyo. Puede ser para hacer los deberes, pero también para otras cosas como, por ejemplo, leerles un cuento. A veces, lo que necesitás es que alguien más se ocupe de ellos y los entretenga mientras lavás los platos”, dice la impulsora de la idea que va a enviar por WhatsApp un formulario para que quien quiera, pueda especificar qué tipo de ayuda necesita. Pero no solo se trata de asistir a niños con sus deberes. También habrá ayuda para preescolares y liceales que la necesiten, ya sea para entregar los deberes o recrearse un rato.

Antes de organizar esta red, Mignone le preguntó a mucha gente si estaba dispuesta a prestar servicios a quien lo necesitase. “Esperaba que muchos me dijeran que no, que no tenían tiempo. Pero me sorprendieron: todos dijeron que sí, que se sumaban”. Ahora, añade, resta por ver si a la gente le sirve. “Ver si lo que proponemos es algo que de verdad les viene bien”, dice con esperanza y espera que le lleguen pedidos e inquietudes a nosdamoslamano@gmail.com.

Computadoras para estudiar

Martín Canabal
Martín Canabal. Foto: Ricardo Figueredo.

El ingeniero Martín Canabal se fue hace cinco años a Estados Unidos con su esposa. El año pasado, justo antes de empezar la pandemia, estaba en Uruguay y no pudo volver (cree que en poco tiempo va a regresar a San Francisco). En 1996 fundó la empresa de tecnología Uy Tech y en 2006 empezó a poner en práctica la solidaridad desde su compañía. Tanto él como los integrantes de la empresa colaboraron y colaboran con varias instituciones de beneficencia, educativas y emprendedurismo a lo largo de los años. Canabal relata que muchas veces, las ideas para diferentes acciones solidarias surgieron de alguno de los empleados. Recientemente puso en marcha otro proyecto: donar computadoras y celulares a familias con niños y adolescentes que las necesitaran para continuar con sus estudios.

Tuiteó desde su cuenta (@martin_canabal) que estaba preparando el proyecto y rápidamente le empezaron a llegar mensajes. Uno de ellos fue el de un docente en Rocha, que le contó el caso de una madre que se había quedado sin trabajo. La hija dependía del celular de la madre para poder estudiar.

Canabal y sus colaboradores refaccionaron una computadora y él mismo fue a entregarla. Y cuenta que ya donaron cuatro equipos más y tienen 30 más para entregar. “Le dedico bastante tiempo a estas cosas”, relata.

¿Por qué lo hace? No lo tiene demasiado claro. “Creo que es porque me siento un poco privilegiado y por lo tanto creo que es una manera de devolverle al mundo lo que el mundo me dio”, reflexiona. Sus padres, prosigue, no eran ricos pero afirma que le dieron una educación y una base sin la cual no hubiese logrado lo que logró. Poder devolverle algo a la sociedad, para él, tiene algo de imperativo moral.

“Pudiendo, la pregunta es por qué no hacerlo. También ha pensado en lo que significa acceder a ciertas oportunidades: “No creo que todo tenga que ser igual para todos, pero sí creo que hay que dar todas las oportunidades que se pueda. Luego, cada persona decidirá qué hacer con ellas porque no se puede obligar a nadie. Pero si no tenés esas chances estás un paso atrás y no creo que eso sea justo. Hay que crear esas oportunidades”.

Por otra parte, Canabal cree que la solidaridad es algo que se practica durante años y que es luego de años donde se empiezan a ver los resultados más gratificantes. Ha seguido algunos casos de niños que fueron ayudados por diferentes organizaciones con las que él ha trabajado y ha visto con el correr del tiempo que varios de ellos han podido progresar y acceder a educación formal y se han insertado en el mercado laboral.

“Muchas veces son pequeñas acciones que terminan teniendo efectos reales. No en el corto plazo, pero sí en el largo. No me gusta figurar, pero por ahí alguien que lee una nota como esta puede que le den ganas de hacer algo parecido y así generar un cambio. Eso es lo que busco: generar un cambio positivo en la sociedad”.

Ayudar genuinamente

Mariana Álvez, directora del Centro de Psicología Positiva, le comenta a Domingo que ayudar le da “bienestar” a quien lo hace. “En la psicología positiva hay un ejercicio que se llama ‘actos de gratitud’ que básicamente consta en ayudar a extraños de manera espontánea. Pero hay veces, dice, que existen formas de ayudar que no son sanas. Eso puede ocurrir en casos en donde se padece de baja autoestima y se termina cediendo a los deseos de otros. “Ahí se da un comportamiento en donde la ayuda es excesiva. No hay una connotación positiva, porque está en detrimento de las necesidades y deseos propios de esa persona”. Por otro lado, está el narcisista. “Soy taaan solidario...” dice Álvez imitando una personalidad manipuladora. “Eso a veces lo podemos ver en políticos y otras personas públicas. No es tanto que quieran ayudar, sino que buscan algo que tiene más que ver con el ego o un fin comercial”. Pero cuando ocurre genuinamente, uno se siente mejor. ¿Por qué? “Porque uno se siente conectado con un propósito. Cuando se hace genuinamente, es posible alcanzar la felicidad”.

Cultivarse

Pedro Copelmayer
Pedro Copelmayer

Víctor Fernández y Pedro Copelmayer tienen una librería virtual llamada BroLi. Desde antes que comenzara la pandemia por coronavirus, BroLi ya tenía una política empresarial solidaria: por cada libro que venden, donan otro a una escuela pública. Copelmayer remarca primero que no se trata de una ONG o una organización sin fines de lucro. Es una pyme que ya tiene en su modelo operativo y de negocios. “No es que donamos lo que nos ‘sobra’”.

También señala que él se sumó en el mes de diciembre pasado a la iniciativa que ya venía realizando su socio y que hasta el momento han donado más de 500 libros a diferentes escuelas en cinco departamentos: Montevideo, Canelones, Maldonado, Cerro Largo y Rivera.

Hasta ahora, todo ha sido a pulmón. Son ellos los que llaman y preguntan a diferentes maestras o directoras si tienen libros, si necesitan, qué necesitan en particular y así. Copelmayer recuerda que fue través de Twitter que iniciaron un diálogo con el actual director de la Biblioteca Nacional, Valentín Trujillo. Emprendedores y jerarca compartieron puntos de vista y posibles caminos a seguir, pero por ahora no han concretado un plan de acción. “Hay una preocupación común de hacer cosas”, explica Copelmayer y reitera que por el momento es eso: un diálogo. “Con la Biblioteca Nacional no tenemos un convenio o algo formal, pero sí tenemos una colaboración con el Ministerio de Educación y Lectura (MEC) y el Plan Nacional de Lectura”.

La idea principal es que de esos diálogos y colaboraciones surja algo que pueda potenciar lo que ellos hacen en BroLi por su cuenta. Que esas iniciativas y llamadas telefónicas puedan ser canalizadas a través de los mayores recursos que tiene el Estado, para ubicar las mayores necesidades y así hacerle llegar a los alumnos escolares aquellos libros que necesiten o que les convenga tener.

Conexión desilusión

Gonzalo Rodríguez - Alison DI Santi (Pizzería De Madrid)
Gonzalo Rodríguez con su esposa Alison DI Santi. Foto: Gonzalo Rodríguez.

Gonzalo Rodríguez es el dueño de Pizzería De Madrid. Hace unas semanas, la publicación que hizo en su cuenta de Facebook —ofrecía conexión inalámbrica a Internet gratis a aquellos niños que la necesitaran para poder unirse a las clases virtuales— tuvo una gran repercusión periodística, con notas para varios medios (canales de televisión y el propio diario El País, entre otros).

Rodríguez recuerda que “estaba acostado, me había despertado y estaba viendo Facebook. Vi un post que se preguntaba cómo iban a hacer aquellos niños que no tenían posibilidades de conectarse a Internet para poder seguir las clases virtuales. Luego, vi otro. Y otro. Entonces, publiqué mi oferta. Que vinieran a la pizzería los que necesitaran, que les daba conexión, una taza de café con leche y alguna tostada... Dejé el teléfono y me levanté para prepararme a ir a trabajar. Cuando agarré de nuevo el teléfono, tenía muchísimas notificaciones. Mi hija, que tiene Twitter (yo no tengo) me dijo que yo era tendencia y yo ‘¿Eh?’ No entendía nada. Explotó”.

El empresario gastronómico llamó a varios amigos y conocidos, que se pusieron a la orden. “Una panadería me dijo que me daba todos los bizcochos que fueran necesarios. Un amigo que tiene un supermercado, lo mismo: me ofreció los litros de leche que necesitara para darle a los gurises que vinieran”. Pero Rodríguez se llevó una sorpresa y no tan placentera: “No vino casi nadie. Habrán venido tres o cuatro niños. Eso me desilusionó. Yo soy antipolítica, pero jodieron al santo botón”.

¿Por qué cree que fueron tan pocos? “Pienso que por ahí los padres no se quieren mover. O tienen que trabajar. Les ofrecí todo: el local, la conexión, el desayuno... Uno de los que vino me dice, atendete el pedido, que no le gustaba el café con leche, que si le podía hacer un licuado (se ríe). Y bueno, se lo hice (vuelve a reír). Hasta vino una vecina, una maestra, que se ofreció a estar mientras estuvieran los niños para ayudarlos a conectarse porque a veces es complicado”. De todas maneras, aún con la desilusión, Rodríguez no retira la oferta. “Si tienen que hacer los deberes, que vengan. Siempre hay lugar para gente humilde que lo necesita, sobre todo niños y adolescentes”. Enfatiza lo de humilde. “Es para los que lo necesitan. Me han mandado mensajes gente que te das cuenta que no lo necesita. Ni contesto”.

Y aunque es un poco reacio a contar sobre otras acciones solidarias que hizo, hace o hará, dice que siempre que puede, ayuda. En parte, también, porque él sabe lo que es estar en la mala. “Yo arranqué muy de abajo y no me olvido de dónde vengo. Por eso ayudo, esa es la realidad”.

Militancia

Mattias Lorenzotti
Mattias Lorenzotti, cuarto desde la izquierda, con donaciones y militantes. Foto: Instagram. 

Mattias Lorenzotti es mecánico de autos de profesión y además pequeño empresario. También él participa activamente de actividades solidarias, pero no por la suya. Lorenzotti aclara de entrada que él milita en una organización minoritaria dentro el Partido Nacional (llamada Porvenir Nacionalista y que cuenta con un diputado en el parlamento). Es a través de ese grupo que él y sus compañeros de sector realizan actividades para aliviar algunas de las consecuencias más severas de la actual crisis que se está viviendo en Uruguay.

El año pasado, cuando empezó la pandemia, él y otros militantes del sector empezaron a juntar comida para repartir. “Pasó el tiempo y seguimos juntando cosas. Ahora agregamos celulares para los más chicos, que tienen que tener clases virtuales”.

Siempre realizó esas acciones solidarias dentro de su grupo político. Habrá, naturalmente, convicciones ideológicas pero también parece haber una razón pragmática: “Ya tenemos una estructura para distribuir las donaciones (lo cual hace más fácil la tarea de hacer llegar la comida o las donaciones a los destinatarios), y además también es más fácil captar donaciones así. Si lo hago por mi cuenta es menos lo que recibo que haciéndolo de esta manera. El año pasado entregamos 500 canastas”, cuenta y da a entender que no podría haber realizado tantas entregas sin contar con el respaldo de una organización partidaria que cuenta con un plan y un propósito elaborado y practicado in situ.

Con todo, Lorenzotti destaca que se trata de una organización chica en comparación con otras dentro del PN (“Lo podés ver en nuestras redes, somos muy pocos”) y que es la única dentro de ese partido que hace este tipo de acciones solidarias. “Hasta donde sé -y hoy a través de las redes sociales se sabría si hay otros sectores que lo hacen- nadie más dentro del partido lo está haciendo. Tampoco he visto que lo hagan otros partidos, pero en ese caso tal vez lo hagan de una manera más ‘privada’”, comenta con algo de diplomacia y cintura política. Lo que sí sabe es que que ellos seguirán haciéndolo en la medida que puedan.

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