Soñar, reír, llorar y nunca rendirse

| A sus 19 años, Fiorella Buzeta cursa sexto de Derecho, tiene novio y piensa dedicarse a la publicidad. En una silla de ruedas desde 2004, espera que la medicina avance para poder volver a caminar. Planes y miedos de una joven que, sin quererlo, le puso rostro, el suyo, a la violencia en los liceos.

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Entre apoyos, incomodidades, proyectos, lugares no adaptados para su realidad y bajones, Fiorella mantiene la fe: "Me imagino caminando en algún momento".

LEONEL GARCÍA

Fiorella cuenta. "El otro sábado me tomé un taxi con mi novio. El conductor me vio con la silla de ruedas y me preguntó qué me pasó. `Tuve un accidente de bala`, le dije. `Entonces ya sé quien sos`, me respondió". Fiorella sonríe. A esta joven, el ser identificada por extraños le ocurre seguido. "No me molesta, yo siempre recibí mucho apoyo de la gente. Me reconocen y me preguntan cómo la voy llevando, cómo voy en los estudios. Sí me molesta cuando me preguntan por el chiquilín". Fiorella cambia el tono de voz.

Fiorella es Fiorella Buzeta. El miércoles pasado cumplió 19 años. Desde el lunes 12 de abril de 2004, cuando tenía doce, se transformó involuntariamente en el rostro de una realidad que se repite año a año: la de la violencia en los centros educativos. Para peor, este caso ocurrió en el propio salón de clases. La bala de una pistola Browning 6.35, llevada por un compañero de primer año del Liceo 13 de Maroñas -el "chiquilín" por el cual no le gusta que le pregunten, y que también tenía entonces doce años-, le lesionó muy gravemente la médula espinal. Desde entonces quedó parapléjica, sin control de esfínteres ni sensibilidad de la cintura para abajo, con su autonomía dependiendo de una silla de ruedas, un par de férulas y bastones.

El proyectil aún está alojado en su cuerpo, encapsulado, entre la tercera y cuarta vértebra lumbar. Ya no representa un peligro, aunque intentar removerlo sí podría resultar riesgoso. En el trayecto, perforó un pulmón y rozó bazo y diafragma. La extrema seriedad del daño, lesión ASIA A completa, hace que sólo un avance en la ciencia médica, sobre todo en el campo de las células madre, le permita esperanzarse con volver a caminar. Y Fiorella sueña, con un optimismo que le ha permitido superar más de un bajón.

ACTUALIDAD. A Fiorella -pelo rubio, ojos castaños, voz suave, timidez que no se preocupa en disimular, simpatía evidente- hay cosas que hacen que el rostro se le ilumine. Sus estudios de sexto de Derecho en el Liceo Francés; sus sueños de estudiar publicidad; su novio desde hace tres meses, Ruben; sus gustos musicales por Shakira, Calle 13 y Bob Marley; su fanatismo por Peñarol ("¡Soy la única de la familia!"); el apoyo recibido por la gente en estos más de seis años, sus amigos y la contención de su familia logran ese efecto. Con todo eso en la cabeza, continúa con su recuperación, con una fisioterapeuta particular que se acerca dos veces a la semana al cómodo pero nada lujoso hogar del barrio Las Acacias, a una cuadra de General Flores.

Fiorella explica. "Mi terapia es para mantenerme, más que nada. Todo lo que había para hacerse ya se hizo en la clínica Fleni, de Buenos Aires (donde asistió durante dos meses, a fines de 2004). Con aparatos camino y hago ejercicios para no perder musculación, agilidad, articulación, para no agarrar escaras, que son como lastimaduras. En realidad ya no puedo hacer más para avanzar, lo que tenía para hacer ya lo hice".

El tiempo transcurrido le ha dado un cierto desenvolvimiento. Su madre Mariela Carminatti, ama de casa, afirma que no sólo ella misma se aplica las sondas -"Tiene que hacerse cuatro o cinco cateterismos por día"- sino que se desenvuelve con normalidad en el hogar. Barrer, fregar, lavar la ropa, hacer la cama e incluso cocinar brownies y tortas de chocolate, su especialidad. Fiorella asiente. Pero afuera la situación es otra. La calle puede ser muy hostil para gente como ella.

Fiorella escoge las palabras. "De lo que más estoy imposibilitada es… las cosas… que no están adaptadas y me impiden… hay cines en los shopping que sí lo están, pero después, en cualquier casa… ya necesito asistencia para ir al baño. En los lugares públicos también. Hasta el día de hoy lo que más me cuesta asumir es lo de los esfínteres. Yo me hago cateterismos con una sonda para sacarme la orina. Eso ya lo tengo incorporado, no me da vergüenza pero sí me frustra bastante el no poder controlar… tener que salir y estar pendiente… no ponerme nerviosa… ver cómo están los baños allá donde vaya… si estarán adaptados. Las calles nomás no están adaptadas. No puedo ir a la panadería sola porque no puedo subir el escalón, tampoco a la farmacia. En la calle me puedo manejar sola, pero por lo general están todas rotas".

respaldo. Fiorella sabe. Lo que le ocurrió trastocó la vida de toda su familia. Su padre Miguel debió dejar su empleo de marino para sentarse doce horas al día en un taxi, para poder estar más cerca de ella. Federico (25) combina su servicio de comida para fiestas con su rol de "chofer oficial" de su hermana más chica, para llevarla y traerla del liceo. Mamá Mariela y Eliana (20), la otra hermana, siempre han estado con ella. Los suyos ocupan el lugar de privilegio de sus agradecimientos. "Hicimos un equipo entre los cinco". La madre habla; Fiorella escucha. "Tratamos de anular los sentimientos, de no dejarlos salir". La bronca y el rencor son dos de ellos. Y es muy difícil, más allá de que la esperanza se mantenga enhiesta.

La sociedad se conmovió mucho por este caso. A través de diferentes vías se pudieron solventar varios gastos necesarios para su rehabilitación. El CASMU también hizo socia vitalicia a la joven. El Liceo Francés, donde ella dice sentirse muy a gusto, le otorgó una beca completa.

El apoyo también provino del Estado. Mariela critica la actitud de la administración Batlle, en el gobierno cuando ocurrió la tragedia, luego del incidente. Pero distinta es su consideración sobre la gestión siguiente. La familia le había iniciado un juicio a la ANEP por daño moral y emergente y lucro cesante en el entorno del millón de dólares, y en 2005 se llegó a un acuerdo. "No es por ponernos colores partidarios, pero (el ex presidente) Tabaré Vázquez se puso a la orden nuestra. Así llegamos a una `homologación`. Nosotros antes alquilábamos esta casa y pasó a ser nuestra; también obtuvimos una pensión vitalicia mensual de 20 mil pesos (reajustada por IPC, hoy anda en el entorno de los 25 mil pesos, agrega) que sólo se la pueden sacar si Fiorella vuelve a caminar como antes, sin ningún tipo de aparatos".

Mariela señala además que el gobierno puso a resguardo 50 mil dólares "por si surge alguna posibilidad médica, alguna operación, para ella". Ahí, en un eventual avance técnico aún no desarrollado, está depositada la esperanza para Fiorella.

nadie aprendió. Un mes después del terrible lunes que le cambió la vida a Fiorella, las autoridades de la enseñanza promovieron una "Jornada de Reflexión". La acogida fue muy dispar y los resultados están a la vista. Con una puntualidad escalofriante los incidentes de violencia en los liceos se siguieron repitiendo: en 2007 fue el turno del 29 de La Comercial y el 30 del Buceo; en 2009, el 19 de la Unión y el 38 de La Teja; este año, el 62 de Colón, entre otros. El listado es mucho mayor. Hallazgo de armas, robos a alumnos, agresiones con objetos cortantes, enfrentamientos entre bandas en las afueras y los inmediatos reclamos por seguridad se han vuelto una costumbre que ya no asombra.

Fiorella no duda: de lo que le pasó a ella no se aprendió nada. Muy a su pesar, es una suerte de "referente" de esta situación. "La gente puede haberse conmovido. Pero las autoridades que están a cargo no. No se trató de sensibilizar a la gente. Tiene que cambiar la sociedad toda, en su conjunto. ¿Cómo? No lo sé. Incluso he pensado en no tener hijos por cómo está la sociedad hoy". Futura publicista, no le molestaría ser la cara de una campaña relacionada al tema, aunque le cueste. "Me removería muchas cosas".

También ha sido removedor para ella pasar por la puerta del Liceo 13, por calle Echagoyen. No ha vuelto a entrar ahí. El contacto con sus viejos compañeros está muy limitado por la carga horaria de sus estudios. Sólo se ha "encontrado" con alguno en el Facebook. No tocan el tema.

Planes. Pensando en el futuro, Fiorella se dice más afín con el concubinato que con el casamiento. "¡Soy moderna!", ríe. También piensa en un viaje de estudios en torno a su futuro como publicista. Pero la ilusión mayor, dicha en el tono de una certeza que no admite dudas, está siempre a flor de labios: "Yo me imagino caminando en algún momento".

Fiorella tiene fe, pero esa fe ha sabido de flaquezas. Sabe que su mayor esperanza, el uso de células madre, todavía no ofrece ninguna garantía. Han tenido, y les han acercado, contactos con Buenos Aires, San Pablo, Portugal o Israel, además de las averiguaciones en el país. Periódicamente surge alguna posibilidad que luego termina deshilachándose. Todavía no hay nada. Eso pone a prueba al espíritu más optimista, como el suyo, que a lo largo de este tiempo ha dado muestras de una entereza sorprendente y conmovedora.

"Hubo un momento, el año pasado, en que yo había perdido toda esperanza, no sé si en casa eso lo saben…" Fiorella toma aire; y sigue. "Sentía que no avanzaba, que no iba a haber solución para mi lesión, que es súper complicada… pensé que nunca iba a llegar a haber algo. Vi que pasaban los años... yo tenía 12 cuando me pasó eso, entonces decían que en cinco o diez años podía surgir alguna técnica, que se iba a encontrar algo, pero… perdí la mejor etapa, la adolescencia… que no la viví como la hubiese querido vivir. Y eso es lo que más me…" Fiorella hace otra pausa, una nueva bocanada de aire. "Pero aún mantengo la esperanza… la ciencia avanza mucho… hay cosas sorprendentes… Yo rescato que tengo la cabeza bien, que puedo seguir, que puedo estudiar, que puedo afrontar las cosas cotidianas, que tengo el apoyo familiar, amigos… en eso me respaldo. Yo me estoy preparando por si el día de mañana tengo hijos… o ahijados, y para eso espero volver a caminar".

A la joven le salen fácil tanto las sonrisas como los silencios. ¿Se puede ser feliz así? Fiorella calla, piensa y luego contesta. "Sí, pero no completamente, no como yo quisiera. Yo estoy en un cumpleaños y no dejo de reírme, pero me vienen flashes… como que tendría que estar en otra situación, de otra manera. Ahora no me pasa tanto como antes, será por un tema de adaptación o porque lo asumí, pero me cuesta. La felicidad completa la voy a tener cuando vuelva a caminar". ¿Y adónde irían esos primeros pasos? "A abrazar a mi familia". Fiorella llora; tal vez menos que antes, pero aún llora.

En el dormitorio que comparte con su hermana, está la foto de su cumpleaños de quince, firmada por sus amigos, y un cartel de esos que incluyen versos apócrifos. Éste se titula "No te rindas", y la última oración reza: "El que es valiente, no se rinde… lucha". Se lo regalaron a poco del hecho que le cambió la vida. "Capaz que lo saco", dice la joven. "De todas formas, ya cumplió su función". Con 19 años recién cumplidos, Fiorella decide seguir peleando.

Necesidades, dificultades y comentarios

La silla de ruedas de Fiorella Buzeta ya lleva cinco años con ella. Es un artefacto canadiense, obtenido gracias a una donación, de segunda mano. Y el uso ya le está haciendo mella. Una de las ruedas pequeñas amenaza con salirse de lugar en cualquier momento.

"Nosotros estamos en contacto con unos primos de Estados Unidos para ver si podemos conseguir otra", señala Mariela Carminatti, la madre. Todos estos aparatos son caros. La silla de ruedas que precisa Fiorella, idónea para su lesión, de titanio liviano, cuesta unos seis mil dólares. ¿Otro ejemplo? De la actual, la que está a punto de decir basta, solo el almohadón de aire tiene un valor de US$ 700. Las primeras órtesis (férulas) le costaron a la familia cuatro mil dólares en 2004; las siguientes, en 2008, de fibras de carbono ultraliviano, ya valieron US$ 8.000. "Las pudimos conseguir gracias a las diferentes vías de ayuda", sostiene la mujer.

La necesidad de poder acceder a un auto adaptado para Fiorella, para poder aumentar su capacidad de desplazamiento -y de paso, liberar al hermano Federico de su rol de chofer oficial- es uno de los grandes objetivos de la familia. Ellos han averiguado precios, pero este vehículo sigue estando muy lejos de sus posibilidades.

Sin las ayudas gubernamentales y particulares, hubiera sido imposible costear las necesidades de Fiorella en una casa donde el trabajo como taxista de papá Miguel es el principal sustento. De imposible quedó en "apenas" muy difícil. El dinero se va en sondas, algodones, jabón bactericida, protectores higiénicos y medicación para ayudar al control de los esfínteres.

Rumores. Todas las ayudas y campañas para Fiorella -cuentas en el Banco República, teléfonos 0900, boleto solidario y apoyos gubernamental y de particulares (Mariela nombra a los futbolistas Fabián Carini, Álvaro Recoba, Daniel Fonseca y Gonzalo Sorondo, entre otros)- también provocaron que los Buzeta no estuvieran a salvo de comentarios negativos o, directamente, maliciosos. Por más que no quiera, Mariela los tiene presentes. "Alguno ha dicho cosas como `mirá cómo sale esta gente a dar lástima` o que nos hemos hecho ricos a costa de lo que le pasó a Fiorella. ¡Fijate nomás esta casa! Hay problemas en el techo, hay que hacer el baño de nuevo...", expresa sin poder disimular su fastidio.

Mejor no recordar

Fiorella Buzeta se incomoda cuando le preguntan por el ex compañero que le causó la lesión. A su madre, Mariela Carminatti, le disgusta aún más. "A mí me dicen `¿qué sabés del chiquilín?` ¡Y nada! No tengo por qué saber... Uno tiene su dolor y su bronca. El dolor no se nos va a quitar nunca".

Las crónicas de abril de 2004 hablan de un niño víctima de agresiones por parte de "barras" que rondaban el Liceo 13. El motivo era su condición de hijo y hermano de funcionarios policiales. Se dijo entonces que portaba un arma -que las notas señalaban como propiedad de uno de sus hermanos- para defenderse. Ese, se señaló en el momento, habría sido el origen del suceso que terminó con la lesión de Fiorella, quien era totalmente ajena al hostigamiento.

Se habló entonces de accidente y de fatalidad; de caso complejo y de conmoción pública; hubo voces que aseguraron que el chico era otra víctima de la violencia reinante en la sociedad y del peligroso entorno de la zona de ese centro educativo. Ese niño de entonces 12 años hoy ya es mayor de edad. Su identidad está al alcance de cualquier googleo. Estuvo internado en dependencias del INAU (en esa época, INAME), en el hogar "El Desafío" como medida cautelar por "un delito inimputable de lesiones graves a título de dolo eventual" (la fiscal había pedido "intento de homicidio"). Luego se dispuso que asistiera al Programa Renacer. Todo esto antes de la aprobación del actual Código de la Niñez y la Adolescencia. El caso está archivado, afirman a Domingo fuentes judiciales.

Este suplemento intentó saber qué pasó con el joven. Sus familiares no quisieron acceder al contacto ni facilitar ninguna información. "No queremos saber nada con la prensa", afirmaron.

Fiorella recuerda hoy que el viernes antes de Semana de Turismo de 2004 (el lunes 12 fue el de la reanudación de clases), su ex compañero de clases le apuntó con un arma a ella, a su hermana y a una amiga en la calle del liceo. "Policía, arriba las manos", dice que les dijo. Supuestamente, era de juguete. Fiorella pensó en el encendedor con forma de pistola de su tío. Así se tranquilizó ella y así tranquilizó a su madre, cuando le contó ese episodio. "Empezó Turismo y yo no me acordé más", afirma Mariela. La mujer trata de evitar que este recuerdo (¿ese aviso?) la atormente: "Yo maté todo, traté de matar ciertos sentimientos. Si no, no podría vivir".

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