Surfeando en el límite: la historia de Sebastián Giovannini y las olas más peligrosas del mundo

En su última aventura, se convirtió en el primer uruguayo en dominar la mítica rompiente de Mavericks.

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Santiago Giovannini dominando la Mavericks
Gentileza de Santiago Giovannini

Por Rodrigo Caballero, especial para Domingo
Surfear olas grandes no es como lo que el lector puede imaginar en el verano uruguayo, cuando observa a los surfistas con sus melenas rubias y tablas coloridas disfrutando del mar. Es una actividad que exige preparación física rigurosa, equilibrio mental, experiencia acumulada y, sobre todo, un compromiso absoluto con el océano. Mucho compromiso.

Cuando el mar se pone bravo y las olas son enormes, lo que podría parecer un divertimento acuático se transforma en un deporte de alto riesgo, donde cualquier error o situación inesperada puede acabar en tragedia. Y aquí los imprevistos abundan, ya que tanto las reglas como la cancha, las define la naturaleza impredecible del océano embravecido. No las anuncia de antemano y las puede cambiar de repente y sin aviso.

Aún así, las muertes en el surf de olas grandes no son habituales. Pero no porque el peligro no sea una variable constante, sino porque quienes practican esta modalidad son deportistas de elite, nadadores extraordinarios y profundos conocedores del mar, el viento y sus misterios. Se podría comparar con la Fórmula 1: no todos los días se oyen noticias de accidentes fatales, pero eso no quiere decir que conducir a 300 kilómetros por hora sea seguro. Sino porque únicamente lo hacen quienes están verdaderamente preparados para conducir un coche a esas velocidades extremas.

El desafío de surfear estas olas no termina ahí. Pocos lugares en el mundo ofrecen las condiciones ideales para que el mar despliegue su fuerza de manera espectacular. Hawái, el norte de California, México, Fiyi, o la costa chilena son algunos de los destinos codiciados. Pero incluso en estos lugares, las olas gigantes solo aparecen por un tiempo breve, a veces por unas pocas horas. Esto obliga a quienes las pretenden domar con sus tablas deban perseguirlas alrededor del globo como cazadores de tormentas. Siempre al acecho. Esperando el momento justo.

Así es como Santiago Giovannini, un uruguayo de 35 años conocido como “El Trufa”, se forjó su camino en el surf de olas gigantes. Desde su primera tabla, comprada a los 8 años con el dinero que obtuvo vendiendo trufas elaboradas por su madre en Punta del Diablo, Santiago mostró una determinación que lo definiría.

A los 21, luego de un tiempo dedicado al negocio de la noche y los bares, dejó Uruguay y se fue a remontar el Pacífico americano con una mochila en la espalda, la tabla bajo el brazo y un objetivo firme por rumbeador: correr las olas más grandes que le fuera posible. Atravesó Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá. Vendió artesanías y lavó platos para subsistir.

Hasta que llegó a México -entró por Guatemala- y encontró en Pascuales, un pequeño paraje en la costa de Oaxaca, el lugar que buscaba para radicarse. Allí conoció las verdaderas olas del Océano Pacífico y dio el primer paso del lento camino que lo llevó a surfear montañas de agua salada como las que se ven en las fotos que acompañan esta nota.

En los años siguientes surfeó mucho en México, pero también en Hawái, Tahití y Fiyi. Siempre rodeado de surfistas de primer nivel mundial y, casi sin querer, llevando el surf uruguayo a aguas que nunca habían visto una camiseta celeste. Su última patriada fue en la temida Mavericks, una de las olas más peligrosas que rompe en Half Moon Bay, al norte de California, que alcanza una altura de hasta 12 metros.

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Santiago Giovannini
Gentileza de Santiago Giovannini

Una forma de vida.

El 12 de noviembre pasado, alertado por los pronósticos oceánicos y motivado por varios amigos con experiencia en el lugar, Giovannini llegó a California dispuesto a encarar lo que sería el Opening Day de Mavericks, o dicho de otra manera: la llegada de la primera gran marejada de la temporada 2024-2025.

Cubierto por neopreno de los pies a la cabeza, Giovannini se tiró al agua helada, remó durante media hora para atravesar los 1.500 metros de correntada, espuma y turbulencia que separan la arena de la rompiente. Una vez sorteado el obstáculo, esperó su oportunidad entre medio de un grupo de renombrados corredores de olas grandes, y cuando la suya vino, anotó su nombre como el primer uruguayo en surfear la legendaria Mavericks. Un logro que para todos aquellos que aprecian el deporte de las olas representa una hazaña histórica.

ROMPIENTE QUE DESAFÍA AL SURFISTA

Situada en un extremo de la Bahía de Half Moon, al norte de San Francisco (California, EE.UU.), Mavericks es una rompiente mítica, donde se levantan olas inmensas generadas en las grandes tormentas del Pacífico Norte. Durante el invierno, las olas llegan con una altura de hasta 12 metros para reventar sobre un fondo de rocas afiladas, en un entorno por demás inhóspito que en nada se parece a las imágenes de sol y palmeras que el lector pueda asociar con el surf. El cielo suele estar gris, el agua oscura y muy fría. Las corrientes son extremadamente fuertes y bajo la superficie habita el gran tiburón blanco. El surf encuentra en este remoto lugar una de sus versiones más extremas.

En diciembre de 1994, época en que el sitio empezaba a conocerse en el ambiente mundial del surf, Mavericks se cobró la vida del hawaiano Mark Foo, uno de los surfistas de olas gigantes más respetados de todos los tiempos. Ese día, Foo estaba haciendo su estreno en el lugar, por lo que los acantilados que bordean la bahía estaban repletos de periodistas y camarógrafos que habían llegado para registrar el momento. El incidente se transmitió en vivo para el mundo entero.

La rompiente tuvo otro momento de celebridad en 2012, con la película Chasing Mavericks, que contaba la historia de un joven de 15 años que soñaba con surfear allí.

El surfista y explorador argentino Edwin Salem, pionero del surf en este spot comenta a Domingo: “Si querés surfear Mavericks, tenés que estar en esa zona mental, física y emocional. Si no lo estás, volvé a casa o al trabajo. Siempre habrá otro día”.

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Santiago Giovannini

“En el surfing de olas grandes uno está siempre desafiándose a sí mismo y a la naturaleza. Siempre buscando llegar al límite de lo que el cuerpo pueda soportar. Un poco menos, un poco más, pero siempre ahí, en esa línea”, dice en diálogo con Domingo. Y añade: “También uno busca el respeto de sus iguales, que es lo que más cuenta para nosotros. Cuando el mar está grande, nadie compite, todos estamos pendientes del otro, para ayudarlo en una situación difícil o darle ánimo para ir en una de las buenas. Es más una hermandad que un grupo de deportistas compitiendo. Surfear olas grandes se hace por el honor. Por la gloria. Y porque nos gusta mucho hacerlo”.

Giovannini explica que para practicar el surfing de olas grandes se requiere una combinación única de cualidades. Además, él entrena todos los días, un mínimo de cuatro horas y se cuida con la alimentación. “Precisás un ego muy grande, pero al mismo tiempo mucha humildad”, dice.

Según él, es fundamental tener la confianza en uno mismo para enfrentarse al mar, pero también la humildad suficiente para reconocer la inmensidad de la naturaleza. Esa humildad se refiere a entender cuán “insignificante” se puede ser en ciertas situaciones y aceptar que, muchas veces, las cosas no dependen de uno. “Estás en las manos del mar”, agrega, destacando cómo esa aceptación es crucial para salir adelante en un deporte tan exigente.

- ¿Qué representa el surf para vos?

- Es mi forma de vida. Todo lo que hago en la vida, trabajo, familia, estudios, lo hago pensando en las olas y esperando siempre que lleguen las olas. Además, este deporte tiene algo muy especial, que cada uno lo puede disfrutar a su manera. Porque no es solo de poner los pies sobre la tabla y deslizar. Es estar en el mar. Y a los surfistas nos encanta estar en el mar. Es un estilo de vida, una pasión, es hacer amigos, viajar, conocer nuevos lugares.

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