Teatro Circular de Montevideo: la vigencia de un modelo que revolucionó las tablas montevideanas y que está cumpliendo 70 años

Fue el primero de su tipo en América Latina, con el escenario al centro y las butacas a su alrededor. Resistió a la dictadura y supo adaptarse al paso del tiempo

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Teatro Circular
Teatro Circular de Montevideo.
Gerardo Perez/Archivo El Pais

Bastión del teatro independiente, de la resistencia a la dictadura, cuna de grandes artistas y escuela de noveles actores, el Teatro Circular está cumpliendo 70 años de existencia. Fue la primera sala de su tipo en América Latina, con el escenario al centro y las butacas a su alrededor, lo que significó entonces una verdadera revolución en las “tablas montevideanas”.

En 1954, el año en el que Uruguay disputó la Copa Mundial de Fútbol de Suiza y se estableció el Consejo Nacional de Gobierno, no faltó la indignación y la reprobación de aquellos que no concebían una sala teatro sin la “cuarta pared” que marca una barrera imaginaria entre el público y la puesta en escena. Pero aunque en determinados momentos los actores le darán la espalda al auditorio, los teatros circulares tienen sus ventajas: las posibilidades de visión son las mismas para todos y la ubicación del escenario otorga una conexión más íntima entre los artistas y el público.

El Teatro Circular ha formado actores y actrices en su escuela de arte dramático, muchos de importante trayectoria a nivel nacional e internacional, y obtuvo numerosos reconocimientos como los premios Florencio Sánchez, Hermes y Bambalina, entre otros. A su vez, figuras como Hugo Mazza, Gloria Levy, Fernando Toja, Ricardo Couto, Jorge Bolani, Gloria Demassi, Walter y Osvaldo Reyno han integrado sus elencos a lo largo de la historia.

Hoy, el Circular mantiene una programación diversa que incluye puestas en escena teatrales, danza, música y otras expresiones artísticas. Y subsiste, como otras ramas del arte, pese a que la tecnología ha hecho que el público en ocasiones prefiera quedarse en casa.

“El teatro independiente se ha mantenido con el material humano que tiene Uruguay. Se trata de personas que no hacen teatro para ganar plata sino porque les gusta. Siempre pasó eso, en mi época y ahora también”, comenta Osvaldo Reyno (87) a Domingo. Y agrega: “A pesar de que la televisión te mantiene cómodo en tu casa, la gente tiene la convicción de que hay que salir, no te podés quedar. Siempre hay que tener un motivo para salir de tu casa; si físicamente podés hacerlo, por supuesto”.

Comienzos en el Ateneo

El viernes de la semana pasada, la Junta Departamental de Montevideo rindió homenaje al Circular por su 70º aniversario, en un encuentro que constó de dos partes: una oratoria de ediles y entrega de placa conmemorativa en la Sala de Sesiones y, seguidamente, una puesta en escena de algunos fragmentos de Memorias para armar, en el salón Líber Seregni de la corporación.

El presidente de la Comisión de Cultura de la Junta, Jorge Sartori, recordó que el teatro independiente comenzó en Uruguay el 22 de febrero de 1937 en el llamado Teatro del Pueblo, en el cual destacó la participación de Margarita Xirgu, actriz española exiliada durante la dictadura franquista. En Montevideo, la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (la cual dirigió desde su fundación en 1949 hasta 1957) lleva su nombre.

“Un primer director del Teatro del Pueblo de Montevideo fue originario de Galicia y se llamaba Manuel Domínguez Santa María. Y la primera obra que representó el grupo en Montevideo fue española y se llamó La sirena varada. Margarita Xirgu se quedó en nuestro país hasta el fin de sus días, en abril de 1969”, detalló el legislador departamental.

Sartori dijo que el teatro en España fue “un bastión de la resistencia”. Y que una figura de esa corriente independiente, Eduardo Malet, tuvo la “idea loca” de abrir un teatro circular en Montevideo. “Se consiguió el subsuelo del Ateneo de Montevideo, donde se constituyó un grupo de teatristas que comenzó a diseñar el nuevo teatro. Pero para eso había que financiarlo. Ahí aparece la ayuda de un señor inglés, Frank Miller, que tenía una muy buena relación personal con Hugo Mazza, quien integraba ese grupo de actores. Él les prestó la cifra de $ 12.000 y el Teatro Circular se inauguró finalmente en un espacio nuevo que rompía las reglas que había hasta ese entonces. Cobrando entradas de $ 1,50, en dos años se canceló la deuda con Miller”, comentó.

Teatro Circular
Teatro Circular de Montevideo.
Gerardo Perez/Archivo El Pais

Romper las reglas

Hugo Mazza decía que Malet se inspiró en Estados Unidos para hacer el primer teatro circular de América del Sur, ya que las salas de este tipo que vio en la Tierra del Tío Sam lo deslumbraron.

“A su regreso de Europa encontró la posibilidad gracias a Reyna Reyes del Circular en el Ateneo. Yo había quedado dirigiendo en el Anglo al Montevideo Players; ahí conocí a un inglés, el señor Frank Miller, que se ofreció para prestarnos el dinero. Carlos José Clémot y Justino Serralta (alumnos de Le Corbussier) fueron quienes hicieron el diseño del teatro: se calculó que se necesitaban unos $ 12.000”, anotó Mazza.

El actor proporcionó planos a Miller y le contó cuáles eran sus ideas. “Nunca pidió recibo, ni fijó fechas de pago ni intereses; solo (hubo) un apretón de manos”, destacó.

“Así fue como creamos el Teatro Circular. Malet consiguió el local, yo el empréstito y lo realicé. E. Prous ofició de carpintero y Gloria Levy colaboró en forma permanente. A $ 1,50 la entrada se le fue devolviendo de a poco a Miller hasta que el primer éxito (la obra El caso Isabel Collins) permitió liquidar la deuda, dos años después”, concluyó el recordado escenógrafo, docente y director teatral.

Bastión de la cultura, símbolo de resistencia

La presidenta de la Junta Departamental, Patricia Soria, calificó al Teatro Circular como un “bastión de la cultura nacional” y “símbolo de la resistencia durante la dictadura”. La edila destacó que fue además “un hogar para el teatro independiente”, en alusión a que cuando El Galpón fue clausurado por el gobierno de facto, el Circular cobijó con solidaridad a los estudiantes que no podían continuar con sus estudios de actuación en esa institución.

“En un contexto de censura, persecución y tortura, la cultura tuvo que ingeniárselas para decir lo que no se podía decir”, destacó Soria, quien fue estudiante de teatro. La edila resaltó asimismo que la utilización de textos clásicos como Galileo Galilei o El herrero y la muerte posibilitaron “decir muchas cosas” durante la dictadura.

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