TENDENCIAS
Tanto la crisis de energía en Europa, como actitudes diferentes ante lo que se entiende por higiénico y presentable pueden llevar a nuevas costumbres de aseo.
Que la guerra en Ucrania iba a tener múltiples consecuencias se supo apenas cruzó el primer tanque ruso hacia territorio ucraniano. Los precios de commodities como el trigo iban a aumentar. Las sanciones aplicadas a Rusia también generaron alteraciones económicas. Pero pocos imaginaron que una de las consecuencias sería que el concepto de higiene iba a ser problematizado, o al menos puesto en discusión.
La semana pasada, el gobierno suizo recomendó que —ante la crisis energética derivada del corte de las importaciones de gas proveniente de Rusia hacia la Unión Europea— aquellos que pudieran, se ducharan de a dos. Para ahorrar algo de la energía necesaria para calentar el agua de la ducha. No es la única medida para hacer frente a esa crisis, pero sí es una que hace directamente a aspectos de la higiene.
Otra medida de similar cariz fue la lanzada por el gobernador de un estado alemán, Winfried Kretschmann, quien sugirió que en vez de una ducha diaria, la población usara toallas húmedas.
Si nos ponemos un poco distópicos por un rato, podríamos imaginar que en un mundo tan convulsionado como el actual —Estados Unidos anunció, también la semana pasada, que si China tomaba alguna medida respecto a Taiwán, el poderío militar del Tío Sam se haría sentir— puede llegar a haber recurrentes crisis energéticas. Y que estas seguramente obliguen a replantear algunas cosas respecto de algunas de las costumbres higiénicas.
Además, no tiene por qué tratarse únicamente de una escasez de gas o petróleo para calentar el agua con la que uno se baña. El agua misma puede llegar a ser un recurso en disputa, lo cual obligaría a replantear sus usos más allá de lo indispensable que es para la supervivencia y cómo se emplea para combatir enfermedades, infecciones y otros riesgos sanitarios.
La mayor conciencia sobre la fragilidad del medio ambiente, también pone en entredicho cómo usamos el agua. Entre otras cosas, esa conciencia le ha dado impulso a muchos para cuestionar cómo y cuánta agua consumimos para higienizarnos.
Pero también existen cuestionamientos a algunos conceptos sobre la higiene desde una mirada más politizada, que problematiza desde varias ópticas a la “industria de la belleza”, con sus champús, acondicionadores y otros artículos para el acicalamiento individual.
El experiodista estadounidense Johnny Harris, ahora reconvertido en youtuber y con un canal con cerca de tres millones de suscriptores, publicó el año pasado un video en el cual afirmaba que había dejado de usar champú durante cinco años, y que eso le había dado a su pelo y a él una sensación de mayor bienestar.
Ese video, además de tener cerca de cinco millones de visualizaciones, tenía más de 30.000 comentarios. Esa cantidad parecería indicar que se trata de un tema que le interesa a mucha gente. El hecho de que varios otros youtubers hayan salido con sus propios videos a refutar o criticar algunas de las afirmaciones de Harris, es otro de esos indicios.
Harris es hombre, pero la industria de higiene, belleza y cuidado personal tiene desde hace muchos años a las mujeres como destinatarias de tremendos esfuerzos publicitarios y de marketing para estimular el consumo de sus productos.
Para la socióloga Valentina Torre, que investiga sobre la sociología del cuerpo, más allá de que lo ecológico ha llegado a ser una dimensión de lo higiénico, el feminismo es otro factor que se ha sumado a la conversación de cómo se entiende el concepto de belleza, al cual la higiene está ligada.
Lo que entendemos por higiene, dice Torre, depende de muchas cosas, entre ellas del devenir histórico. “No es lo mismo lo que entendemos por higiénico -en donde también entran aspectos que tienen que ver con el deseo y la relación con nuestros cuerpos- hoy, que lo que podía significar para alguien que viviera en la época en la que la ciudad se organizaba de una manera diferente a la actual”. En otras palabras, el concepto de higiene es dinámico, cambia con el tiempo.
Pero también cambia en el espacio. Torre se pregunta cómo sería recibida una medida como la de ducharse de a dos en Uruguay u otro país latinoamericano, en donde hay una concepción diferente sobre cuánto y cómo ingresaría el Estado en la esfera privada.
También acota que si lo recomendado por el gobierno suizo se concreta y se sostiene durante un tiempo, será interesante ver cómo una medida como ducharse de a dos podría llegar a incidir en la vida de una pareja, cuando en el acto de ducharse se pongan en juego cosas como la privacidad y la intimidad.
Aromas
Dentro de lo que se entiende por limpio o presentable, el aroma que emana en mayor o menor medida de nuestros cuerpos hace a aspectos que puden ser determinantes, como conseguir trabajo, ser aceptado en un círculo social amplio y variado, y vincularse sexual y afectivamente. “Eso está dentro de la lucha por determinar qué es legítimo, y qué es lo que se valora en un contexto determinado. Si se analiza todo lo que tiene que ver con lo corporal, se ve que ahí nace mucho del sentido que le damos a la existencia, tanto a nivel como colectiva”, comenta Torre. Oler “bien” nos legitima y valida.
Si por hache o por be en un futuro empezamos a oler distinto a lo que lo hacemos ahora, es probable que lo que valoremos como aceptable se adapte a esas coordenadas.
Salud
Lo higiénico también abarca una dimensión sanitaria y científica. Cuestionar o rechazar la abundancia de productos químicos que promueve la industria cosmética y de cuidado personal, no debería pasar por alto los riesgos derivados de no adoptar ciertas costumbres en pos de prevención de infecciones, por ejemplo.
La dermatóloga Cyntia de los Santos Eredes (también docente en la cátedra de Dermatología de la Universidad de la República) explica que si bien hay una sobreoferta de productos con químicos que pueden llegar a tener efectos negativos sobre la piel o el cuero cabelludo, no todas las personas reaccionan igual a esos productos y que -por caso- dejar de usar champú sin más puede llevar a problemas en la piel o el cuero cabelludo.
Para ella, también hay que tener cuidado con lo que se recomienda en redes sociales como Instagram o Tiktok, en particular durante la adolescencia. “La piel va cambiando con la edad, y entre adolescentes la producción de sebo es mayor, lo cual lleva muchas veces a acné”. Ella ha visto que muchos adolescentes en su afán por librarse de ese acné prueban tal o cual “máscara facial” que vieron en un video de Instagram o Tiktok. “La piel es nuestro órgano más grande, y nuestra primera barrera de protección. Tenemos que cuidarla, y no todos los cuidados son iguales dependiendo de la edad que tengamos”.