NOMBRES
Es la primera brasileña en recibir medalla olímpica en gimnasia artística femenina. A los 22 años, se consagra y se convierte en estrella.
El día que la gimnasta brasileña Rebeca Andrade se presentó en la clasificación para la final de los Juegos Olímpicos de Tokio, con su malla blanca de brillos azules en los hombros y su baile y sus volteretas y su 311 pegado a la espalda, le dio un mensaje al mundo. Después de la melodía más tensa de Bach comenzó a sonar un funk, uno que habla del “baile da favela”. Mientras, Rebeca daba cada uno de sus precisos, sutiles y preciosos pasos de baile en la categoría. Así, la gimnasta dejó claro que ella, que llegó a lo más alto que una atleta anhela, no se olvidó ni se olvidará de sus orígenes, del lugar al que pertenece, de los barrios de San Pablo.
Rebeca tenía 22 años cuando en los pasados juegos de Tokio se paró sobre el podio, dos veces, para recibir el oro en salto y plata en el completo individual femenino, también conocido como all-around. Fue la primera mujer brasileña en ganar una medalla en la gimnasia artística en los Juegos Olímpicos y en ganar dos pruebas en esa competición (ver recuadro). Fue, también, la primera latinoamericana en ganar un all-around de gimnasia artística en esa competición. Tokio fue, sin duda, su consagración, al menos para un Brasil que sabe enaltecer a sus ídolos.
Los títulos que ha conquistado
El primero en su país. En 2012 Rebeca pasó a ser una de las juveniles favoritas en la gimnasia artística de Brasil cuando, con 13 años, ganó la medalla de oro en el Trofeu Brasil.
El primero afuera. También con 13 años marcó su propia historia al ganar su primer campeonato internacional, en el Campeonato Sudamericano Juvenil. Dos medallas de oro más para su curriculum.
Campeonato Mundial. La atleta participó este año en su segundo Campeonato Mundial de Gimnasia Artística. Allí, obtuvo oro en salto y plata en barras asimétricas. La primera vez, en 2016, quedó en el 7° lugar de individual general.
Copas del Mundo. Ha participado en diez oportunidades en la Copa del Mundo de Gimnasia Artística, un campeonato en el que la joven atleta ya tiene varias medallas en los tres metales. Empezó con un bronce en barras asimétricas en 2015 y dos años después, en 2017, logró dos oros. Uno en barras asimétricas, otro en salto.
Juegos Olímpicos. En 2016 Rebeca compitió en los JJ.OO. de Río, sin obtener ningún lugar en el podio. En 2021, se convirtió en la primera mujer brasileña en ganar dos categorías en unos juegos (salto e individual femenino). Además, fue la primera de su país en recibir medalla en la gimnasia artística femenina.
“Estoy perfectamente bien, muy agradecida, muy feliz por todo lo que hemos conquistado con mi equipo”, dijo en una conferencia de los JJ. OO. “Está siendo increíble este momento. Las personas reconociendo todo nuestro esfuerzo, todo el sudor derramado. Las veces que tuvimos que soltar algo. Es muy importante el reconocimiento para nuestro deporte y para todas las mujeres que están aquí demostrando la garra que tienen”. Rebeca estaba cumpliendo su sueño.
“Cuando supe que podía ser una de las atletas en llegar, me sentí más feliz, con más fuerza de voluntad, porque es lo que quiero, realmente. Llegar al 2016 es mi sueño”, decía en una nota de 2012 para SporTV Repórter de la Globo. Tenía 13 años -y seis broches sapitos de colores en el pelo- y ya se había puesto como meta los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016. Entrenaba seis horas por día y en un mes hacía 360 saltos y 120 veces una serie sobre las barras. En sus primeras olimpíadas, las de 2016, no llegó al podio. Tampoco se rindió.
Los que han estado y están a su alrededor, dicen lo mismo: es muy extrovertida, charlatana, risueña y cada tanto hay que llamarle la atención para que no se disperse, pero nada de eso le saca seriedad a su objetivo en la vida. En el reportaje de la Globo, el de sus 13 años, ya decía: “Tengo que entrenar mucho. Y dedicarme. No es entrenar de cualquier manera. No, tengo que dedicarme porque es una cosa que me gusta, así que tengo que esforzarme”.
Una red de contención
Nació en Guarulhos, municipio paulista, en 1999. Con seis hermanos y su madre Rosa Santos sola para criarlos a todos, su historia es de dedicación, constancia y amor por el deporte.
Empezó a los 4 años por un proyecto social de la alcaldía de Guarulhos. Fue, dice El País de España, casi por casualidad o por destino. Su tía trabajaba en el gimnasio municipal donde se desarrollaba el programa para formar nuevos gimnastas de la alcaldía y allí, donde la niña solo tenía que jugar y portarse bien, la entrenadora Mónica Barroso notó que tenía condiciones para algo más. “Era la futura Daiane dos Santos (una de las mejores gimnastas brasileñas)”, dijo Barroso al medio español.
De niña, caminaba dos horas para ir de su casa al lugar de entrenamiento, acompañada por su hermano mayor. Después consiguieron una bicicleta. Cuenta la cedena BBC que cuando el dinero escaseaba en el hogar (Rosa es empleada doméstica), la pequeña Rebeca debía faltar al gimnasio, pero sus entrenadores vieron el potencial y cuando cumplió los 9 años, pidieron autorización a su madre para trasladarla a Curitiba. Siempre hubo una red de contención muy fuerte alrededor de Rebeca.
“Me dijeron ‘estás loca por dejar ir a tu hija’. Pero tuve la sabiduría y la mente abierta para dejarla seguir sus sueños. La dejé volar tras una meta. También dejé en claro que si no funcionaba fuera, las puertas de la casa siempre estarían abiertas para ella. Hoy veo que hice lo correcto, habiendo escuchado a mi corazón “, dijo Rosa Santos a UOL.
Fue su familia, también, la que sostuvo las emociones de Rebeca cuando, en varias oportunidades, tuvo que dejar de entrenar por lesiones en la rodilla. La operaron tres veces entre 2015 y 2019, justo cuando empezaba a perfilarse en las competiciones para adultos.
“Esto es gimnasia. Creé fuerte”, dijo en la conferencia de las Olimpíadas 2021. “Esto es deporte de alto rendimiento. Esas cosas pasan”. Rebeca también siente que llegó al deporte en una generación en la que los atletas son escuchados, y que eso es fundamental para que la cabeza, ante tanta presión y altibajos, no le juegue en contra.
En escena, ante las cámaras de los Juegos de 2021, Rebeca dio dos saltos de esos que impactan. Delicados, pero seguros y firmes, sus brazos y sus piernas se amoldaron perfectamente para saltar y girar en el aire y aterrizar con una sonrisa aliviada. En el estudio detrás de escena, los relatores brasileños esperaban el oro y Jade Fernandes Barbosa, una de las comentaristas (además de gimnasta veterana), lloraba, reía, se recostaba en la silla de nervios y ansiedad, tomaba y soltaba el micrófono, se cubría la cara, pataleaba mientras sus dos colegas describían cada paso de la escena. Entonces fue oro y los tres se abrazaron y saltaron y rieron y lloraron juntos. Fue como un gol.
Ante cada logro, las atletas a las que Rebeca admira desde niña, la enaltecen. “Durante mucho tiempo la gente decía que los negros no podían hacer algunos deportes y hoy vemos que la primera medalla (de gimnasia olímpica femenina) pertenece a una niña negra. Es una mujer, una chiquilina, que vino de un origen humilde, fue criada por una madre sola como es doña Rosa, porque el padre está vivo pero ausente. Aguantó todo, todas las lesiones, y está ahí, hoy, pronta para ser la segunda mejor atleta del mundo. Una brasileña”, dijo Daiane dos Santos en una transmisión televisiva cuando ganó la plata. “Muy orgullosa de ti y tu equipo por el trabajo duro y dedicación. Hiciste historia”, escribió la rumano estadounidense Nadia Comaneci en Instagram después del oro.
Las y los deportistas brasileños que enamoran a su país, suelen tener detrás una historia de lucha y superación, y “Daianinha de Guarulhos” (así le llaman) no es la excepción y conquista a los suyos mientras logra la mirada atenta del resto del mundo. No solo eso, sino que muchas niñas brasileñas ahora se anotan a gimnasios esperando convertirse en la próxima Rebeca que, al ritmo de Bach y funk de favela, pasó a ser una estrella.