Treinta años jugando Tute

| Son unos veinte y se reúnen todos los jueves en el Club de Golf con la excusa de jugar a las cartas. En tres décadas hubo muchas discusiones y "solo una piña".

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C.T.

Casi 700 argentinos son abatidos en las islas Falkland (Malvinas), vuelve la democracia a Uruguay, Mijail Gorbachov asume el gobierno de la Unión Soviética e instaura la Perestroika, Steven Spielberg filma Volver al futuro y Francis Ford Coppola la tercera parte de El Padrino, cae el Muro de Berlín, muere la princesa Diana de Gales, la sangrienta Guerra del Golfo deja casi 30.000 víctimas mortales, fallece Freddie Mercury a causa del VIH, terroristas toman aviones comerciales y los hacen estrellar contra las Torres Gemelas de Nueva York, Benedicto XVI se convierte en el 265º Papa y Barack Obama en el primer presidente negro de Estados Unidos.

Muchas cosas pasan en 30 años. Y mientras se suceden, todas las noches de jueves, un grupo de amigos ven pasar la historia desde la misma mesa, en un rincón del bar del Club de Golf. Son unos veinte y se juntan religiosamente cada semana con una única misión: jugar al Tute Cabrero. "En treinta años, una sola piña", se enorgullece Horacio González Mullin, un abogado que, a los 18 años, copiando con amigos la costumbre de sus padres, inauguró el lúdico ritual.

Son las nueve de la noche y el juego está por comenzar. La mesa, como siempre, está reservada. Los que conocen el Bar del Golfista, saben que los jueves nadie puede sentarse allí. Sobre ella descansa una lata que contiene las barajas españolas, la lapicera y los papeles para anotar. Los jugadores llegan de a uno. Casi todos visten trajes. Se sacan el saco, remangan sus camisas y se sientan esperando que llegue su turno. "Se juega de a cinco, entonces el que no le toca va comiendo algo, tomando alguna cosita, conversando", explica Federico Graglia, que ya pidió una milanesa y una botella de vino.

"Cuando empezamos no solo no estábamos recibidos, sino que algunos ni habíamos empezado a estudiar en la universidad", dice Horacio. En la mesa todos se dedican a distintas profesiones, hay escribanos, empresarios y despachantes de aduana.

Horacio forma parte de quienes se hacen llamar "los originarios". Son los que empezaron a jugar en 1981, copiando lo que sus padres hacían cada semana. "Crecimos mirándolos a ellos. Me acuerdo que en el 71, que yo tendría 10 años, explotó la bomba acá en el Golf. En ese entonces jugaban en un lugar oscuro que estaba por allá abajo. No pararon". El 22 de septiembre de ese año, un grupo de tupamaros ingresó a la sede del Club en Punta Carretas, donde incendiaron y dinamitaron parte de las instalaciones.

"Esto es mejor que ir al psicólogo", afirma Pablo Varela, mientras varios se alistan en la mesa para empezar la partida. Muchos eligen pareja; pues, cuando vienen muchos, como hoy es el caso, arman equipos de a dos. Como los chicos que pactan con quien sentarse en el paseo de fin de año, algunos ya tienen a su compañero seleccionado.

Reglas y discusiones. "La finalidad es en realidad juntarnos. El juego es una excusa. Con los años nos fuimos renovando, a veces hay alguna baja, pero de vez en cuando se suma alguno", explica Federico. La condición para formar parte de la mesa es "ser amigo de unos cuantos". Jorge Rossolino es uno de los que hace menos tiempo pertenece al grupo. Empezó a frecuentar el bar tres años atrás. Sus compañeros lo señalan como quien "revitalizó el Tute". Se encargó de generar un ranking que evacua dudas sobre quiénes son los mejores jugadores y documentó las reglas sobre las que deben regirse.

"Aunque tenemos todas las pautas del juego escritas, a veces salta alguna discusión", reconoce Horacio. Hay cruces de opiniones y más de una vez alguno se va enojado, pero solo en una ocasión el altercado terminó a los golpes. "Siempre hay alguien que se calienta, son cosas del juego. Por eso es cabrero, porque alguna rabieta siempre te agarrás", justifica Ricardo Piria.

Quizá la regla de oro, la más inquebrantable de todas, es la que prohíbe el ingreso de mujeres a la mesa. "Solo una vez le permitimos a una que mirase una partida y solo con eso ya hubo inconvenientes", señala Horacio.

-¿Qué pasó?

-Eso no se puede contar, pero creéme que hubo inconvenientes.

nuevos tiempos. "Nos fuimos adaptando a las nuevas tendencias. Antes tomábamos refrescos. Después pasamos al whisky. Y ahora, acompañando a la moda, preferimos el vino. Uno tiene que ajustarse a los cambios", bromea Federico. Los demás festejan el chiste mientras se pelean por ver las fotos que trajo Horacio. "Y esto será de 1985, por ahí". Otro discrepa y sostiene que es de la década de 1990. Las imágenes delatan modificaciones en los peinados y los kilos. "¡Mirá lo que éramos!", suelta uno, acordándose de sí mismo.

"Acá siempre pasa algo divertido, no te aburrís nunca", dice Pedro Faget. Juegan todo el año, solo suspenden el ritual la primera quincena de enero. Y aunque lo hacen por plata, dicen que es un "plus secundario". Quien gana debe colaborar siempre con un "diezmo" que guardan para el asado de fin de año.

Al comenzar la partida, Horacio vocifera un "sos boleta" mientras orejea sus cartas. La contienda apenas comienza, y se extenderá hasta eso de las dos de la mañana. Quienes caigan derrotados no se preocuparán demasiado, pues el próximo jueves tendrán una revancha.

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