"Felicitarlos es poco, no cambien nunca”; “es una hazaña haber hecho estas 19 capitales”; “están haciendo historia”; “en todos los rincones de la patria los saludaban y alentaban”: algunos de los mensajes que cayeron el pasado 28 de noviembre al grupo de Whatsapp 19 capitales en moto para alabar a tres motoqueros oriundos de Tacuarembó que completaron la vuelta al país en moto. Un viaje intenso -hicieron unos 2100 km en cinco días- que llenó de emoción y satisfacción a sus protagonistas y a los 260 que acompañaron vía Whatsapp dando tanta fuerza, empuje y aliento que parecía que estaban en la ruta.
Sergio “Chacho” Méndez (75) y Efraín “Pato” Lucas (70) son dos de los miembros más veteranos del grupo ER Motociclistas de Tacuarembó y artífices de este tour. Los dos amigos lanzaron esta ambiciosa idea en uno de los tantos asados que organizan para confraternizar: “Hace 20 años que corro el GPU 19 Capitales Histórico, que organiza el Automóvil Club del Uruguay. Nace con la idea de replicarlo, y además porque nos gusta la moto”, cuenta Sergio a Domingo. Y revela que si hubiesen hecho el trayecto por ciudades de Argentina hubieran gastado la mitad, pero su ilusión era motivar a los uruguayos a recorrer el país.
La idea llegó a oídos de Jorge “Tordo” Blanco, otro fanático de las motos que acompañó un par de veces a Sergio en el 19 capitales, y enseguida quiso sumarse. “Logré coordinar un par de cosas, se alinearon los patitos y el miércoles antes de la salida llamé a Sergio y le dije, ‘voy a dar la vuelta completa con ustedes’”, expresa Jorge, convencido de que lo más gratificante de este tipo de viajes es la convivencia.
Ocho motos salieron de Tacuarembó el viernes 24 de noviembre a las 8:00 AM con destino a Salto. Acompañaron unos 110 km hasta Rivera y desde ahí continuó la marcha este trío dinámico -los tres chiflados, como le gusta decir a Jorge- en soledad. Aunque amigos y conocidos se subían y bajaban del viaje en distintos tramos. El más concurrido, cuenta Jorge, fue el de Atlántida a Piriápolis: “Nos buscaban en la ruta y era domingo además. Fue muy divertido: gente que llegaba, otros que se iban, se abrazaban”.
El espíritu del tour era sumar amigos, sin hacerlo multitudinario: “Hubo clubes de motociclistas grandes que quisieron acompañar y les dijimos que era casero, porque le tengo miedo a sumar demasiada gente”, dice Sergio. Casero y a pulmón: conseguían los hoteles sobre la marcha -Sergio tiene la logística aceitada por el 19 capitales de rally y también armó las cinco etapas en función de esa carrera-y cada uno se hacía cargo de sus gastos.
La consigna era conocer el país, crear vínculos, estrechar lazos entre los tres amigos y sobre todo divertirse. Y así fue: cada noche, al terminar una etapa, festejaban con una rica cena en la ciudad que tocara pernoctar, una buena charla y un brindis.
Pasión
A estos tres amigos los une el amor por las motos desde la adolescencia. Efraín tuvo su primera Hondita con 15 años: vivía en una zona rural y se la compraron al terminar cuarto de liceo para que pudiera trasladarse. Luego vinieron los hijos, su empresa, la docencia y tuvo que dejar su pasión de lado; la retomó al jubilarse.
Sergio recorrió gran parte de Uruguay en una bicicleta con motor con 15 años: vivía en Tacuarembó e iba a visitar a sus abuelos en Carmelo. De 1968 a 1984 corrió en pistas de tierra con una motito y cuando nacieron sus hijas se cambió a la bicicleta. “Mi vida siempre ha sido una carrera”, resume. Y rescata que lo mejor del tour fue reencontrarse con viejos amigos motoqueros: “Me quedo con el abrazo a esos pilotos que corrían en pistas de tierra y fueron mis mentores y maestros”.
La familia de Jorge le prohibió las motos de niño pero él se las ingeniaba para subirse al califfo que había armado con sus amigos. “Vivía en el suelo, siempre rayado y le decía a mis padres que me había caído en la bicicleta”, cuenta. La medicina y los hijos lo alejaron del motociclismo hasta que tres años atrás, mientras leía El faro del fin del mundo, de Julio Verne, dijo, ‘tengo que ir ahí’. Así fue que se compró una moto para ir a Ushuaia y cumplirá la promesa en febrero. “Así empezó este lío. (La moto) tiene 60.000 km y pienso hacerle unos cuantos más”, asegura.
Espantar al “viejo”
Hay una frase que Clint Eastwood usa para explicar el secreto de la admirable vitalidadque goza a sus 93 años que identifica mucho a este trío de motoqueros: “Cuando me levanto todos los días no dejo entrar al viejo”, ha dicho el actor y director. Y es, según Efraín, lo que hacen ellos cada mañana: correr la pereza, el no puedo y no debo.
Sergio es mecánico y en su taller tiene unas 80 motos que mantiene y pone en condiciones. Además planta y se dedica a la agricultura sostenible.
Jorge va al gimnasio todos los días, se ocupa de sus plantas, y disfruta de andar en moto y volar en parapente. “Uno no envejece por el tiempo que pasa sino por las cosas que deja de hacer”, reflexiona.
Sin embargo, no siempre es fácil tener esa fuerza de voluntad, y cada tanto aparece el miedo. Efraín, por ejemplo, estuvo a punto de bajarse de la travesía: le preocupaba que su moto no resistiera ya que sus compañeros tienen mucha más ruta hecha que él. “Seis días antes fui a preguntarle a Sergio algo concreto: ‘¿Vos crees que puedo dar esa vuelta sin problema?’ Él me dijo, ‘claro que podés’. Por eso digo que fue un acto de coraje. El primer día llegamos enteritos a Salto después de una jornada dura, y ahí empecé a ganar confianza”, relata.
El 28 de noviembre Tacuarembó los recibió con honores. Más de 20 personas se acercaron a 40 km de la llegada para ovacionarlos y acompañarlos hasta la ciudad en caravana. “Es la satisfacción de que lo que hicimos no pasó inadvertido Es una pequeña proeza. El Tordo y yo hemos hecho muchos más kilómetros pero es demostrar que el día que te dé pereza ponerte el casco, la campera de cuero, las botas y los guantes, estás sonado”, concluye Sergio.
Efraín salió a dar la vuelta al país en una Royal Enfield 500 cc -“era el ciclomotor de la barra”, dice risueño-, Jorge en una Kawasaki Vulcan 900 cc y Sergio lo hizo en una Honda 1200 cc “cómoda y sumamente fiable”. El tiempo estuvo de su lado y no les llovió ni un solo día. La que falló fue la Kawasaki de Jorge: pensó que iba a tener que bajarse por un desperfecto técnico (no cargaba el extractor). Finalmente logró seguir el viaje gracias a la ayuda del grupo de Whatsapp: “Me dijeron, ‘comprá una batería de auto, la atás en el asiento, le das corriente con eso y hacés 2.000 km. Y fue lo que hicimos”, relata Jorge.
Él está convencido de que este tour fue “una semilla” y que en noviembre de 2024 habrá otro grupo dispuesto a repetir la épica. Sergio, en cambio, prefiere no adelantarse: “No tenemos nada planeado, quiero disfrutar de lo que hicimos. Vamos a festejar la Navidad en familia. Los planes son para los ansiosos. Hay que seguir viajando”, afirma. Lo único seguro es que el trío seguirá haciendo ruta juntos, compartiendo aventuras, charlas, comidas y sobre todo las ganas de vivir.