Felipe Llambías
Soy el terror que aletea en la noche. Soy el número equivocado que te despierta en la madrugada. Soy… el Pato Darwing", decía en la década del Noventa este superhéroe animado originario de la ciudad de San Canario cada vez que se aparecía frente al villano de turno tras lanzar una nube de humo. Esta serie, que durante años ocupó los mediodías de la televisión uruguaya, fue una de las tantas que marcaron a los que tienen menos de 30. Pero la historia de los dibujos animados había comenzado bastante tiempo atrás y muchos -básicamente de Disney, Warner y Hanna-Barbera- han tenido frente al televisor al abuelo, al padre y al niño.
"Las historias que te cuentan cada día, o que te narraban de chico, te las contaba la televisión", dice Alfredo Soderguit, del estudio de dibujo y animaciones Palermo. Y agrega: "Si te identificaste con esas historias y con esos estilos narrativos, se transforman en algo importante en la formación de tu sensibilidad".
Más allá de los actuales Backyardigans, Dora la exploradora, Jorge el curioso o Phineas y Ferb, numerosas series animadas atravesaron la historia y siguen vigentes hasta hoy. Si bien los primeros intentos se remontan a finales del siglo XIX, uno de los personajes más viejos que llegó para quedarse fue el famoso ratón creado por Walt Disney: Mickey Mouse. Apareció en 1928 y por ese entonces solo se podían ver sus aventuras en el cine, puesto que las emisiones regulares de televisión no llegaron hasta una década más tarde.
Dos años después de la aparición de Mickey, los estudios que competían con Disney también se lanzaron a producir series animadas. Así llegaron -gracias a los hermanos Warner- los legendarios Looney Tunes: el pato Lucas, Porky, y más tarde Bugs Bunny, el gallo Claudio, Elmer Gruñón, Piolín, Silvestre y los inolvidables Coyote y el Correcaminos, entre tantos otros personajes que perduran en el recuerdo de tantos.
Por más que ya tengan más de medio siglo, los capítulos de estos y otros dibujos animados atravesaron generaciones enteras y hasta hace no tanto los emitían en los canales de televisión abierta, aunque en algunos casos en versiones creadas en años posteriores.
"Hay determinados personajes o temáticas que están muy bien hechos y evidentemente perduran en el tiempo. Son obras de arte", dice Walter Tournier, creador de los Tatitos. Para el experto, la simpleza de esas piezas y la transmisión de "valores fuertes" hizo que perduraran.
"Tienen un elemento atemporal y por eso trascienden el tiempo. Y es un tema de edades. Yo miraba a los Looney Tunes de chico y de adolescente me seguía riendo", cuenta Richard Bennett, dibujante uruguayo que trabaja en Hollywood.
En los años 30 aparecieron leyendas de la animación como Betty Boop, Popeye y la pequeña Lulú. No tardó mucho en llegar Tom y Jerry, otra de las grandes series del siglo pasado que aún puede verse en la televisión para abonados y que no cansa al público pese a que cada capítulo no sea más que la clásica pelea entre gato y ratón. Fue en 1940. Un año después, uno de los mejores superhéroes del cómic pasó a la pantalla: Superman fue la primera leyenda animada con superpoderes.
Casi al mismo tiempo aparecieron Superratón y Batman. A la vez, surgió Droopy, el perro blanco que estaba por todos lados y que formaba parte -por separado- de las aventuras de Tom y Jerry. Y luego llegó otro personaje entrañable: Mr. Magoo. En el 55 aparecieron las famosas Urracas Parlanchinas y dos años más tarde, el popular Pájaro Loco.
Por ese entonces, surgió en Estados Unidos un nuevo estudio de animación, Hanna-Barbera, que creó cientos de personajes populares (ver nota aparte).
En esa época, pero del otro lado del mundo, los japoneses le daban vida a un robot que más tarde llegaría a Uruguay: Astroboy, uno de los primeros dibujos del género animé que llegó a las pantallas chicas de todo el planeta.
No todos comenzaron siendo personajes animados. Algunos formaban parte de una tira de historietas, otros eran muñecos para jugar y en ciertos casos eran los personajes de tarjetas coleccionables. Ahora, muchas veces el proceso es el inverso.
"Cada época tiene distintos temas y preocupaciones, lo que se suma a que en muchos lo único que les interesa es la parte comercial. Al tener eso como criterio, se hacen animaciones con más divertimento y se tiende a la explotación de los personajes para la comercialización por fuera. Eso es una diferencia brutal. Antes no se pensaba hacer una película y que después hubiera un mercadeo de los personajes", explica Tournier.
La atención que puede captar un dibujo animado de parte de los chicos es enorme. "A los niños siempre les va a llamar la atención todo lo que sea algo que no pueda moverse y que se mueva, y que tenga determinada alma o ánima. Pero es un efecto que va más allá de los niños; ahora a muchos adultos nos gustan", agrega el creador de Los Tatitos.
Para Bennett, "los chiquilines perciben ciertas cosas básicas" que los atrapan. "A la hora de diseñar personajes se juega con formas muy básicas. El cubo significa solidez, los triángulos son más agresivos y generalmente se usan para los villanos, y las formas circulares son amigables, transmiten buena onda".
DESPUÉS DEL 60. Las décadas posteriores tuvieron una producción cada vez mayor de series animadas. A partir de 1960 tomaron movimiento Kimba, el león blanco, Sinbad, el Hombre Araña, Meteoro, Archie y la infaltable Pantera Rosa. En la década siguiente surgieron Mazinger Z, Godzilla, los Cazafantasmas y los Súper Amigos.
Por esos días se crearon otro tipo de animaciones que contaban historias diferentes: Heidi, Candy Candy, Barbapapá, Érase una vez… el hombre y Marco formaron parte de este grupo.
En los `80 llegaron desde Francia y Bélgica los Pitufos en versión animada. A su vez, un nuevo superhéroe pronunciaba a viva voz mientras apuntaba con su espada hacia el cielo: "Por el poder de Grayskull". Tras recibir los rayos de fuerza, He-Man gritaba: "Ya tengo el poder".
También fue el turno de éxitos como Transformers, Thundercats, los Osos Gummies y su famoso jugo de gomibayas. O el gracioso antihéroe de la época, el inspector Gadget. Hubo en ese entonces una etapa con series más femeninas: Frutillita, Rainbow Brite, los Cariñositos y Mi pequeño Pony.
Ya a fines de la década surgieron las Tortugas Ninja, Patoaventuras y Chip y Dale, que luego marcaron los 90. Ahí se sumaron los Tiny Toons, Capitán Planeta, Supercampeones, el Pato Darwing y Animaniacs, con Jacko, Wacko y Dot que vivían en el tanque de agua de la Warner y que incluía a Pinky y Cerebro, que años más tarde se independizaron. También aparecieron los Caballeros del Zodíaco, Las Chicas Superpoderosas, Vaca y Pollito, Pokémon y Dragonball Z.
Cuando el siglo XXI llegó, muchos de los viejos dibujitos terminaron siendo desplazados de las pantallas pero no de la memoria de generaciones enteras de uruguayos.
La era Hanna-Barbera
Fabricantes de animaciones
Habían trabajado juntos para la Metro Goldwyn Mayer con Tom y Jerry, pero fue recién a fines de los años 50 que pusieron su propia empresa. De esta forma, William Hanna y Joseph Barbera comenzaron con escasísimo presupuesto a producir sus primeras series animadas, entre las que estuvo el entrañable Oso Yogui. En los años siguientes aparecieron Los Picapiedras, Don Gato y su pandilla, Los Supersónicos, El Lagarto Juancho, Las aventuras de Johny Quest, La Hormiga Atómica, Birdman y el genial Scooby-Doo, entre otros. En Uruguay fueron transmitidos por los canales 4 y 5, en algunos casos hasta comienzos de este siglo, tras 50 años de haber nacido.
Los de antes versus los de ahora
Cada época tiene sus pro y sus contras. En los últimos años la tecnología ha ayudado fuertemente a la industria de la animación y los expertos ponen como ejemplo a los estudios Pixar, creadores, entre otros de la serie Toy Story. Las computadoras han permitido dibujar en tres dimensiones -no la tecnología con los lentes 3D, sino que la animación tiene profundidad-, lo que ofrece sus ventajas. Aunque el dibujante uruguayo Richard Bennett matiza esta visión. "Para mí es un poco triste porque la tradicional deja un poco más a la imaginación algunas cosas. En muchos casos no creo que el 3D sea el mejor resultado", afirma. Por su parte, Alfredo Soderguit, del estudio Palermo, cree que "muchas producciones se destacaban por ser artísticamente más elaboradas que las que se ven comúnmente hoy; incluso las obras de Disney, tal vez condicionadas por el blanco y negro, presentaban un grado de síntesis gráfica propio de pintores y maestros del dibujo". Además, para Soderguit las creaciones se han vuelto algo reiterativas.