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INFORME

Tres historias de parejas de mamás: obstáculos, dificultades, retos y la felicidad de traer un hijo al mundo

Primavera, Bautista y Simón son los tres hijos de dos mamás que planificaron y desearon con fuerza su llegada: el arduo camino hasta concebirlos, el desafío de vivir la maternidad en partida doble y la inmensa alegría de tenerlos en sus vidas.

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Luz Viera y Jimena Márquez junto a su beba Primavera, nacida el 10 de julio de 2022.
Luz Viera y Jimena Márquez junto a su beba Primavera, nacida el 10 de julio de 2022.
Foto: Leonardo Mainé.

Por Mariel Varela

“Vos que vas a traer a este mundo cruel y tierno, primavera en pleno invierno”, cantaban Jimena Márquez y Luz Viera el 10 de julio de 2022 a su hija, 10 días antes de conocer su rostro. Y como si esa canción escrita por la directora y dramaturga Jimena y cantada por ambas fuera una premonición, Primavera Márquez Viera vino al mundo el 10 de julio de 2022, después de 36 horas de parto, e hizo precisamente una jornada primaveral: soleada, despejada y templada, ideal para andar de manga corta. Su nacimiento coincidió con el Día del Padre y en diálogo con Domingo, las dos mamás de Primavera recuerdan esa ironía del destino con amor y muchas risas. “Lo pienso, veo fotos y lloro: fue un momento impresionante”, rememora Luz sobre el parto.

Susana Maritan dio a luz a Simón Gómez Maritan el 7 de agosto de 2022 en el Mautone, luego de tres intensos días de trabajo de parto escuchando música de pachamama para aflojar y acompañada por su esposa Fernanda Gómez. Sonaba Al otro lado de la piel, de Tánit Navarro, cuando Simón conoció a sus madres: “Fuimos a cesárea y fueron los 15 minutos más mágicos del mundo. Nos cambió la vida 100%, ahora todo es él y todo es para él”, asegura Fernanda, también mamá de Simón, a Domingo.

El nacimiento de Bautista Mendizábal Cejas fue una bendición para sus madres. Este bebé tan buscado y deseado llegó después de que Mariana Mendizábal procurara inseminarse cinco veces sin suerte y luego de que Cecilia Cejas superara sus miedos, se atreviera a gestar y lograra embarazarse en el segundo intento. Todo fue más lindo en la vida de esta pareja cuando el 17 de marzo pasado le conocieron la carita a su bebé. “Hoy lo pienso y no puedo creer que somos madres. Te cambia la vida totalmente. Valió la pena todo lo que costó”, afirma Cecilia.

Hace más de 20 años que el doctor Roberto Suárez Serra se especializa en reproducción humana y asegura que el 20% de lostratamientos de fertilización que realiza al presente en la clínica Suizo Americana -de donde es director- son a parejas homosexuales. Reconoce a Domingo que la cifra va en aumento y añade: “Son historias que veo de mucha lucha y esfuerzo y luego es espectacular ver cómo disfrutan la maternidad”.

A continuación, las entrañables historias de Primavera, Bautista y Simón, tres hijos de dos mamás que planificaron y desearon con fuerza su llegada, el arduo camino hasta concebirlos, el desafío de experimentar la maternidad en partida doble y la inmensa alegría de tenerlos en sus vidas.

Primavera

El plan de ser madre no figuraba en los planes de Jimena Márquez (44) y Luz Viera (38) hasta que llegó la pandemia. Aisladas, en soledad y más cerca de la introspección, ambas empezaron a conectar con el deseo profundo de vivir la maternidad. Lo evaluaban cada una por su lado hasta que en una charla Luz sintió la necesidad de compartirlo con su esposa y descubrió que estaban en sintonía.

“Al principio pensamos en el embarazo, después en adoptar, e incluso fuimos a una primera entrevista en el INAU. Luego yo sentí muchas ganas de atravesar el proceso y gestar y Jime estuvo de acuerdo”, relata Luz. Manejaron la opción de la adopción, revela Jimena, a raíz de una “idea prejuiciosa” que partió de ella y que desestimó de a poco y con mucho diálogo mediante. Si bien nunca pensó en la posibilidad de gestar, sentía que la adopción permitía que ambas entraran a la maternidad en igualdad de condiciones. “Son miedos que surgían de mi figura en esta familia, que a veces decís ‘la otra va a ser más madre que yo’. Esas cosas me vinieron a la cabeza pero enseguida se fueron”, confiesa Jimena.

Jamás se les pasa por la cabeza la idea de que a Primavera le afecte criarse sin una figura paterna. “Es un temor que no tengo. Siento que la familia no es un tema de género sino de energías que se van colocando en los lugares donde se va precisando y la que se necesite va a estar”, opina Jimena.

El proceso fue rápido y fluido para esta pareja: en el segundo intento apareció Primavera. Y apenas se enteraron de la noticia (vía mail a la media hora de hacerse un análisis de sangre), el llanto fue automático. “Estábamos juntas y lo abrimos temblando. Fue uno de los momentos más felices de mi vida, lo pienso y me emociono”, repasa Luz.

La misma sensación las invade cada vez que miran fotos o videos de la cesárea. Es que ese mágico momento fue captado en su totalidad por la camarógrafa del filme El silencio de las madres, un documental del que Luz y Jimena participaron.

-¿Hacen que Primavera escuche la canción que le dedicaron especialmente?
-Luz: Sí. La primera noche que ella lloraba sin parar quería teta, pero no lo sabíamos y la calmábamos con abrazos, besos; pensábamos que quería arte. En un momento le empezamos a cantar 'qué te voy a decir...’ y quedó tranquila. Fue un momento mágico.

Bautista

Cecilia y Mariana felices junto a su hijo Bautista Mendizábal
Cecilia y Mariana felices junto a su hijo Bautista Mendizábal Cejas, de dos meses.

El anhelo de ser mamá apareció en Cecilia Cejas (30) y Mariana Mendizábal (43) después de cuatro años de compartir la vida juntas. Primero lo postergaron por el sueño de la casa propia, luego por la intensidad laboral (ambas son enfermeras) pero el vínculo con Valentino, sobrino de Cecilia, ayudó a alimentar ese deseo y las precipitó a conectar con el instinto maternal. Cecilia es muy vergonzosa con su cuerpo y bastante temerosa con los dolores físicos, así que tomaron la decisión inicial de que Mariana gestara al bebé de las dos. Hizo cinco intentos de inseminación en tres años y ninguno funcionó. Cada negativo era un balde de agua fría para la pareja, pero las ganas y el amor eran más fuertes y nunca bajaron los brazos.

“La casa está diseñada para que esté él, cuando empezamos la construcción lo hicimos pensando en él, con un cuarto más. Nunca dijimos ‘ya está’”, asevera Cecilia.

Las tres primeras inseminaciones las cubrió la mutualista y las dos siguientes las hicieron particulares. La última opción era hacer una fecundación in vitro pero se cruzaron con un médico que les habló con sinceridad: “Podemos seguir intentando mientras sigas pagando pero tus chances de quedar embarazada son del 4%, incluso a través de la fertilización”, le dijo a Mariana. Era un proceso fuerte, requería internación, anestesia, más medicamentos, así que la decisión de ambas fue preservar el físico y la estabilidad emocional de Mariana.

Como el deseo de ser mamás siempre pudo más, entonces le tocó a Cecilia dejar a un lado sus miedos. “Teníamos esa meta de que si yo no podía iba a ser ella, porque era claro que íbamos a tener”, comenta Mariana. “Queríamos que viniera, no esperábamos otra cosa más, entonces no importa si te duele o no te duele porque en ese momento no pensás, aguantás igual”, agrega Cecilia, que al segundo intento de inseminación consiguió quedar embarazada. Se hizo un test para confirmarlo a los 14 días -no esperaron los 15 recomendados porque la ansiedad pudo más- pero, según dice, supo apenas salió del consultorio que lo había logrado.

Se les cae la baba por Bautista y no descartan seguir agrandando la familia. “En su momento quería que fueran dos. Después dijimos que al año y medio le daríamos un hermano así se criaban juntos, pero me hicieron cesárea y tengo que esperar mínimo dos años. Mientras tanto lo voy pensando, la idea es que tenga un hermano”, confirma Cecilia.

Nombre: vacío legal

La ley de Matrimonio Igualitario (N° 19.075) introdujo modificaciones al Código de la Niñez y Adolescencia respecto al nombre al regular el derecho a que los hijos de parejas homosexuales puedan llevar los apellidos de ambos, aunque solo rige para aquellas parejas unidas en matrimonio. Hay un vacío legal, ya que el artículo 28 del Código de la Niñez y Adolescencia no prevé a los hijos nacidos fuera del matrimonio en parejas homosexuales. “La ley regula para parejas heterosexuales hijos nacidos en el matrimonio e hijos nacidos fueras del matrimonio. Pero para hijos nacidos fuera del matrimonio homosexual no hay una regulación expresa. Ese escenario es discriminatorio de alguna forma”, opina la abogada Natalia Fernández. Y cita el ejemplo de un caso ocurrido en 2018 donde el consultorio de la Facultad de Derecho llevó adelante un amparo solicitado por una pareja de madres que pidió inscribir con el apellido de ambas a sus hijas mellizas concebidas mediante fertilización asistida y el juez falló a favor. “El artículo 9 de nuestro Código de la Niñez y Adolescencia refiere al nombre como un derecho esencial, entonces el juez se ampara en el derecho del niño cuando la normativa no le alcanza”, justifica la abogada.

Simón

Fernanda Gómez y Susana Maritan chochas de la vida con su hijo Simón, de nueve meses.
Fernanda Gómez y Susana Maritan chochas de la vida con su hijo Simón, de nueve meses.
Foto: Ricardo Figueredo.

Susana Maritan (41) tenía tres meses cuando María Eugenia, una monja de 66 años en ese entonces, la adoptó y la llevó a vivir con otras 20 y pico de internas -hoy muchas de ellas son hermanas para Susana- a un hogar en el departamento de Minas. Allí se crio plantando en la huerta, rodeada de árboles frutales, animales, verde y mucha paz. Así que cuando ella y su pareja Fernanda Gómez (34) decidieron que estaban prontas para ser madres -antes se habían abocado al cuidado de la ‘monji’, como le gusta llamarla a ellas, hasta sus 104 años y no era viable tener un hijo- apostaron a retomar esas raíces y hacer un cambio de vida.

Deseaban que su hijo o hija se criara en un entorno rodeado de naturaleza, lejos del bullicio de la capital, y con ellas muy presentes en el día a día. Con esa meta entre manos, lograron comprar un terreno en Ocean Park (Maldonado) a través de un préstamo de la Agencia Nacional de Vivienda (ANV) y construyeron una moderna y sustentable casa frente al bosque. Levantaron su hogar entre las dos, “ladrillo a ladrillo” -Fernanda es arquitecta y eso ayudó- y con la colaboración de varios amigos.

Armaron un cuarto especial para el niño o niña, que aún era un proyecto, y tuvieron una primera charla donde Fernanda aseguró que se animaría a gestar, ya que a su pareja le daba miedo. Pasó el tiempo y Susana retomó el tema: “¿Al final cuándo vamos a tener el hijo?’”, le insistió. “No me animo”, le confesó ella. “Y yo, que ya me había imaginado y sentido cada detalle con tanto amor, le dije ‘no importa, yo sí me animo’. Perdí todo el miedo y se dio vuelta todo”, cuenta Susana con gran ímpetu.

Pasaron un año entre trámites y papeleos hasta que finalmente lograron que el Fondo Nacional de Recursos les cubriera el 100% del tratamiento, incluida la medicación. El proceso total duró dos años. Hicieron tres intentos de inseminación artificial fallidos y el paso siguiente fue recurrir a un tratamiento de alta complejidad, como es la fecundación in vitro.

“Es duro porque esperás con toda la ilusión y lo primero que pensás es que hay algo malo y no vas a poder quedar”, dice Susana. “Si bien era triste cada intento que no sucedía, ella tenía mucha fuerza e iba para adelante, no se rendía”, acota su esposa. La clave para no tirar todo por la borda fue el deseo inmenso de vivir la maternidad. “Por más de que me dolía decía ‘si lo sentí es porque era y vamos a seguir porque en alguno de los intentos lo vamos a encontrar’”, comenta Susana.

En la segunda etapa le extrajeron seis óvulos, le hicieron una primera fecundación con dos y no prendió ninguno; y a la siguiente sucedió el milagro. “Quedó con el último óvulo que quedaba, la última chance”, relata Fernanda con los ojos brillosos.

El cuerpo de Susana recibió más hormonas de lo habitual por haber superado la barrera de los 40 años: era necesario que ovulara más y que sus óvulos fueran de mejor calidad. “Teníamos una planilla pegada en la heladera y eran como ocho inyectables por día, otras tantas pastillas y unas cremas que eran hormonas vía cutánea para pasar en los brazos, las piernas y la panza”, enumera Fernanda.

Decir que el periplo valió la pena es quedarse corto. Susana fue para adelante como una leona. “Pasé todo el embarazo divino, fue una de las etapas más hermosas de mi vida. Sentir que estaba ahí en la pancita creciendo fue un amor total”, asegura quien se dedicó 100% al cuidado de su bebé durante los nueve meses de gestación.

Armó una lista de reproducción con canciones que le gustaban y se la hacía escuchar al bebé cada mañana, salía a diario a caminar por la playa, hacía meditaciones e iban las dos juntas a clases de yoga para embarazadas.

En el medio del proceso decidieron casarse para que su hijo pudiera llevar el apellido de las dos: Susana llevó a Fernanda engañada a la playa, prendió cien velas, dibujó corazones en la arena y en ese romántico escenario le propuso matrimonio.

Simón vino al mundo el 7 de agosto de 2022 y ya nada fue igual para ellas. “Adaptamos nuestros trabajos para poder estar una, la otra o las dos con él. Plantamos, le damos comida de la huerta, vamos a la playa con él, caminamos por el bosque”, cuenta Fernanda sobre la crianza que procuran darle a su hijo.

La decisión de mudarse a Ocean Park, dicen, no fue al azar. “Elegimos este lugar también porque se está gestando algo súper lindo y se acepta todo lo diverso. Hay muchas escuelas Waldorf donde va gente de distintas culturas, religiones, y de todos los modos familiares: madres solas, padres solos, madre y padre, madre-madre, padre-padre, abuelos oficiando de padres”, enumera Fernanda.

Si bien ellas siempre han naturalizado la decisión de ser dos mamás, el proceso tuvo sus vaivenes ya que para la familia no fue tan fácil de comprender y asimilar. “A principio les costó, sobre todo a mi padre que es del interior, más arraigado al campo y lo tradicional, pero hoy lo vive de forma súper natural”, comenta Fernanda. Y tanto ella como Susana están convencidas de que el amor fue la fórmula mágica para que pudieran aceptar la decisión, disfrutar y acompañarlas en este hermoso camino.

“Los tíos abuelos de Simón, que son los hermanos de la monjita que me crio, son de Minas, uno tiene 97 y el otro 88, también son religiosos y cuando les conté lloraban de la emoción porque lo ven desde el amor”, comenta Susana.

La historia de Susana, Fernanda y Simón nos enseña que la vida es un círculo, que lo que das vuelve y que el amor se puede expandir de distintas formas. La monja María Eugenia fundó un hogar en Maldonado y otro en Minas donde crio a más de 50 niños en total, entre ellos estaba Susana, que cuidó de su mamá adoptiva hasta el último día de su vida y que después de perderla físicamente quiso vivir la experiencia de maternar gracias al ejemplo que recibió de ella.

“No tuve una madre pero ella hizo de mi madre porque me dio todo el amor, todos los valores y construyó en mí la figura de una madre para yo después poder permitirme sentir eso. Es el milagro de la vida”, cierra Susana.

Visión médica

La ley N° 19.167, promulgada en 2013, obliga a que los tratamientos de reproducción humana asistida de baja complejidad (inseminaciones) se encuentren comprendidos dentro de los programas integrales de asistencia que brindan las entidades públicas y privadas que conforman el Sistema Nacional Integrado de Salud. En el caso de las parejas homosexuales mujeres que desean ser madres necesitan, además, la muestra espermática de donante, y la totalidad del procedimiento puede ser realizado a través del sistema mutual mediante un copago que no supera los $10.000 e incluye el derecho a tres inseminaciones, según indicó a Domingo el doctor Roberto Suárez Serra. El problema más importante que se plantea aquí es la tardanza en obtener la muestra espermática, que según el médico puede ser de hasta cinco meses: “Hay un único lugar que tiene muestras espermáticas de donante y estamos esperando que el Ministerio de Salud Pública habilite nuevos”, señala el especialista.

Suárez Serra asegura que las tasas de embarazo son excelentes: están por encima del 50%. Es decir, la mitad consigue quedar embarazada en una de las tres inseminaciones. Si se está dentro de la mitad que no lo logra aparece la posibilidad de acceder a tratamientos de alta complejidad financiados por el Fondo Nacional de Recursos (FNR), que autoriza hasta tres fertilizaciones in vitro. El costo dependerá de los ingresos de cada pareja, aunque la mitad de quienes se presentan logran cubrir la totalidad del procedimiento, según el doctor. Las tasas por transferencia de embriones superan el 50%-55%. Por ende, el especialista indica que “una pareja de mujeres que entra en este camino y no tiene problemas trascendentes desde el punto de vista reproductivo, termina logrando el embarazo mediante uno u otro método”.

La preparación no es la misma para los tratamientos de alta complejidad que para los de baja complejidad. En el caso de las inseminaciones (baja complejidad) se realiza una estimulación folicular -se suministra medicación para multiplicar los óvulos- y una serie de ecografías para el seguimiento folicular. En la fertilización in vitro (alta complejidad) la previa es más engorrosa: requiere 10 días de medicación, análisis de sangre y diversos seguimientos para ver la respuesta de la paciente.

El procedimiento en las inseminaciones continúa así: “Cuando detectamos que los óvulos van a estallar (lo podemos predecir con 48 horas de anticipación), se coloca la muestra espermática de donante mediante un catéter finito que pasa por el cuello del útero y se deposita en el fondo del útero de la paciente”, explica Suárez Serra. Se trata de una técnica ambulatoria con “cero dolor, cero molestia, donde la paciente no deja de trabajar y hace vida normal”, indica el médico.

En la fertilización in vitro es preciso seguir más pasos. La paciente debe ser anestesiada para que se le pueda efectuar una punción folicular y por vía transvaginal obtener el óvulo. “Esos tubitos que contienen el líquido folicular con el ovocito maduro son los que entregamos a los biólogos y lo fertilizan con la muestra espermática de donante en el laboratorio de alta complejidad, donde se generarán los embriones”, explica Suárez Serra.

Pasados cinco días de la punción se realiza la transferencia embrionaria depositándose los ovocitos fecundados en el útero. Este procedimiento exige un par de días de reposo. Pasados 12 días de la transferencia embrionaria, se realiza el examen para conocer los resultados.

Suárez Serra considera que la ley de “Regulación de las técnicas de reproducción humana asistida” (N° 19.167) es una normativa de avanzada para América Latina y el mundo, que brinda muchas mejoras a nivel reproductivo. Sin embargo, no contempla a las parejas homosexuales masculinas, ya que solo habilita el útero subrogado para “las mujeres cuyo útero no pueda gestar su embarazo debido a enfermedades genéticas o adquiridas”. “Nos está faltando estar a la altura de las circunstancias para que haya igualdad entre las posibilidades para hombres y mujeres”, opina Suárez Serra.

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