Pese a que la Universidad de la República forma habitualmente parte de los reclamos públicos por mayor presupuesto, tanto para las demandas salariales como para el manteniendo de su enorme infraestructura, nuestra casa mayor de estudios cuenta con edificios majestuosos, que en su momento se beneficiaron por la gracia de haber sido levantados en épocas de bonanza y durante una verdadera revolución de la cultura arquitectónica.

Con orígenes fragmentados y un proceso de fundación dinámico, signado por los debates y las tensiones en torno a la autonomía, la incidencia del Estado y la laicidad, la Universidad de la República se consolidó impulsada por la necesidad de formar profesionales y por el empuje de intelectuales y científicos.

Para que pudiera funcionar, en una primera etapa se acondicionaron inmuebles que se destinaban a otros usos. “Primero se empezó ocupando algunos edificios en la Ciudad Vieja”, comenta a Domingo Marcelo Danza, decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Udelar. “Luego se obtuvo lo que era el Hotel de Baños en la rambla portuaria, que si bien no había sido hecho para Universidad, tenía un porte y una ubicación estratégica. Eso fue un primer gran salto cualitativo”, añadió el arquitecto.

La llegada de la Universidad al Hotel Nacional (también Hotel de Inmigrantes) marcó un hito simbólico para la educación terciaria. El edificio fue primero sede y luego albergó a distintas facultades, tales como la de Matemáticas, Arquitectura, y finalmente la de Humanidades y Ciencias. El inmueble, comprado en subasta en 2007 por la naviera Tsakos, se encuentra actualmente desocupado.

“Era un edificio de gran presencia y referencia en la skyline de Montevideo para quienes llegaban por el puerto -única gran puerta al mundo de entonces-, que pasó a acoger las actividades universitarias y a darles un espacio protagónico en una aún austera trama urbana”, anota Danza.

A pesar del cambio cualitativo que significó el traslado de la sede de la Universidad al viejo Hotel de Inmigrantes, continuó creciendo la necesidad de dotar a la institución de una nueva corporeidad edilicia, representativa de su importancia y que diera cobijo a las ya consolidadas y crecientes actividades académicas.

AMERICO PLA

Con motivo de la conmemoración de los 175 años de la Universidad, el Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura elaboró un libro sobre su patrimonio edilicio. La compilación y selección de textos estuvo a cargo del director General de Arquitectura, Horacio Flora, y de Laura Cesio, docente del Instituto de Historia.

“Lo que me parece más importante como aporte del libro es que hay un panorama general desde su fundación hasta hoy, que va marcando hitos, etapas, y que no solamente habla de los edificios que fueron construidos para sedes universitarias”, comenta Cesio a Domingo.

Este completo trabajo señala que en las primeras décadas del siglo XX el crecimiento de la Universidad se produjo de forma acelerada, lo cual multiplicó su oferta académica con otras carreras y más alumnos. Varias de las nuevas opciones de formación recurrieron a profesores destacados y egresados de facultades europeas, en especial francesas, por lo que el prestigio y la valoración de la institución siguieron creciendo. La Universidad ya tenía un peso específico, presencia en la sociedad y la fortaleza político-institucional que la hacían un actor clave en el proceso de consolidación de un país que apostaba a modernizarse. Por eso, era el momento de construir nuevos edificios académicos, capaces de expresar y hacer visible el proceso de transformación del Estado.

En algo más de dos décadas, una generación de nuevas sedes comenzó a hacerse presente en la ciudad consolidada -es el caso de la Facultad de Derecho y el edificio central de la Universidad-, en la ciudad en proceso de construcción -facultades de Medicina y Química- y en la periferia urbana -facultades de Veterinaria y de Agronomía-. Mientras tanto, el viejo edificio del Hotel Nacional mantuvo la sede de la Facultad de Matemáticas.

Edificios de corte ecléctico historicista, inequívocamente insertos en la cultura arquitectónica del momento, pasaron a recrear el aura de la cultura europea y serán la base sobre la que, en las décadas siguientes, se desplegará la Udelar.

Con el paso de los años, tuvo lugar una verdadera revolución para la cultura arquitectónica. Fue el momento del desarrollo y la consolidación del movimiento moderno, que reformuló la disciplina desde sus bases. Un nuevo marco doctrinario, sustentado en el desarrollo tecnológico producto de la Revolución Industrial (en consonancia con las vanguardias artísticas y los avances de la ciencia), dio lugar a un cambio que puso a la disciplina de cabeza en pocos años.

A pesar de la dura realidad de las guerras mundiales, ese período tuvo como efecto positivo en estas tierras una importante inmigración y un desarrollo económico significativo debido a la alta demanda de sus materias primas. “La utopía del Movimiento Moderno que no alcanzaba a concretarse en la herida Europa de entre guerras y posguerra lograba una sorprendente realización en América. En el Río de la Plata y en Montevideo en particular la arquitectura logró un desarrollo que sorprendió a visitantes europeos. Entre ellos, el propio Le Corbusier se vio impactado por la obra construida y en proceso de concreción con que se encontró en su visita a Montevideo de 1929”, detalla el libro Espacios. Patrimonio arquitectónico de la Udelar.

Se erigieron así edificios de altísimo valor arquitectónico, incluso referenciales en el contexto internacional. En esos años, la Universidad aportó varios hitos urbanos para la construcción moderna de Montevideo, a través de los cuales consolidó una identidad de vanguardia e innovación. Son ejemplo de estas décadas la Facultad de Ingeniería, el Hospital de Clínicas, el Instituto de Higiene y la Facultad de Arquitectura.

La crisis económica y social que vivió el país a partir de la década de 1960 tuvo claras repercusiones en la Universidad y, como consecuencia de ella, los edificios sufrieron un deterioro sostenido que se incrementó en las décadas siguientes. El presupuesto académico sufrió una sensible disminución que se acentuó durante la intervención de la dictadura militar y en los años subsiguientes.

El Hospital de Clínicas puede ser tomado como el ejemplo en el que este proceso se hizo más visible para la sociedad. Pero el colapso presupuestal y el deterioro de la infraestructura existente abarcó la totalidad de los edificios universitarios desde la década de 1970 hasta al menos la primera década del siglo XXI.

“En esta etapa, el mantenimiento edilicio, las expansiones de planta física y las nuevas construcciones fueron escasos y de áreas acotadas”, destaca el libro.

El trabajo concluye con una visión positiva del presente y auspiciosa hacia el futuro: “Recién entrado el siglo XXI se produjeron cambios evidentes en la política de Estado respecto a la Universidad. Una mejora presupuestal sostenida permitió el desarrollo de infraestructuras que dieran soporte a un crecimiento cuantitativo y cualitativo. La expansión al interior del país rompió definitivamente con la centralidad montevideana y le ha acercado la educación superior a casi todo el territorio uruguayo”.