Un viaje al pasado de España y América remontando el río Guadalquivir

Es el quinto río por longitud de la península ibérica. En sus 657 kilómetros, atraviesa ciudades como Andújar, Córdoba y Sevilla.

Compartir esta noticia
vict.jpg
El río Guadalquivir en Sevilla, con su famosa Torre del Oro.

A pocas cuadras del corazón de Sevilla, donde en estos fríos días que anteceden al invierno europeo miles de turistas recorren con fruición el centro histórico, se encuentra el río Gualdalquivir y su icónica Torre del Oro. Esta construcción albarrana erigida entre 1220 y 1221 en la margen oriental del río parece pequeña frente a la enorme Giralda (torre-campanario que ha hecho de la catedral de la ciudad una de las más grandes del mundo), pero no lo es. De hecho, la Torre del Oro fue durante siglos la segunda construcción más alta de Sevilla.

Dada la proximidad de la construcción al muelle de la Aduana se ha dicho que se llamaba así porque en ella se almacenaba el oro que llegaba proveniente de América, pero según varios historiadores esto sería falso, ya que el preciado metal del “nuevo continente” se guardaba en una estancia de la Casa de la Contratación y era procesado en la Casa de la Moneda. Durante siglos se argumentó de diferentes maneras el origen de su denominación. Y no fue hasta una restauración de 2005 que el nombre se le atribuyó a una apariencia dorada dada por una mezcla de mortero de cal y paja prensada que la recubría. De todos modos, el historiador Pedro López de Ayala, quien vivió entre los siglos XIV y XV, escribió que el rey Pedro I de Castilla guardaba tesoros en monedas de oro y plata en la fortificación; que por cierto tuvo otros usos, entre ellos el de prisión.

La Torre del Oro es una visita ineludible en Sevilla y si bien su ingreso es “gratuito”, se sugiere comprar un ticket de 6 euros para costear su mantenimiento, un pago que nadie elude. Dentro puede encontrarse una interesante exposición histórica de imágenes, objetos y relatos, fundamentalmente vinculados al mar. Entre estas descripciones se encuentra la de la batalla de Lepanto, que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 en el golfo de Patras, cerca de la ciudad griega de Naupacto, en ese entonces conocida como Lepanto. En aquella contienda participó el que se transformaría luego en el principal escritor de la Madre Patria, Miguel de Cervantes. El autor de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha recibió una herida en batalla que le anquilosó la mano izquierda, situación que le hizo ganar el apodo de “el manco de Lepanto”.

El cauce del Guadalquivir, del árabe Wad al-Kibir (“río grande”), discurre por Andalucía y es el quinto por longitud de la península ibérica. En sus 657 kilómetros de extensión, atraviesa ciudades como Andújar, Córdoba y Sevilla.

Las crecidas del río han causado problemas a lo largo del tiempo, sobre todo a la provincia de Sevilla, donde se desbordaba con frecuencia inundando amplias zonas del casco antiguo y del barrio de Triana. Solo en el siglo XX el Guadalquivir se salió en 18 ocasiones de su cauce, por lo que finalmente se decidió desviar el trazado y dejar el antiguo cauce como dársena. Así, el problema de las inundaciones se resolvió en la capital andaluza, aunque no así en Córdoba y otras poblaciones de la cuenca como Andújar, Montoro y Lora del Río.

La primera vuelta al mundo.

A muy pocos metros de la Torre del Oro se encuentra una réplica de la nao Victoria, en la que Sebastián Elcano completó la primera vuelta al mundo que inició Fernando de Magallanes. Casi tres años estuvieron viajando en ese pequeño barco de 26 metros de largo por 6 de ancho. Partieron en aquella expedición a las “islas de las especias” 250 hombres en una flota de cinco buques. Y volvieron solamente 18 “muertos vivientes” en una destartalada nao Victoria el 6 de setiembre de 1522 al puerto de Sanlúcar de Barrameda.

victoria 1.jpeg
Réplica de la nao Victoria sobre el río Guadalquivir de Sevilla. Foto: Andrés López Reilly

Del otro lado del río Guadalquivir se encuentra el barrio de Triana, de donde era oriundo Rodrigo de Triana, el hombre que según la historiografía gritó “tierra a la vista” en la expedición descubridora de Cristóbal Colón de 1492.

El ticket para subir a la Victoria permite acceder a una pequeña muestra que se encuentra a la vera del río y que relata la proeza naval más grande de la historia. En base a cálculos equivocados, Magallanes estimó mal el tiempo que le llevaría dar la vuelta al mundo, una campaña en la que terminó perdiendo su propia vida a manos de los indígenas americanos. Fascinado por los viajes de Colón, uno de los ídolos de su infancia, el portugués se propuso pasar a la historia buscando una nueva ruta para llegar a las tan codiciadas especias que hoy se consiguen en cualquier supermercado; pero creía que la Tierra tenía una circunferencia de unos 30.000 kilómetros, es decir 10.000 menos de los reales.

Uno de los que tuvo la suerte (para la narración de la historia) de sobrevivir a la expedición de Magallanes fue Antonio Pigafetta, el cronista que dejó interesantísimas anotaciones sobre un viaje que no solo terminó de comprobar la esfericidad de la Tierra, sino también la continentalidad de América. El mundo adquirió corporeidad desde entonces. Y los mapas comenzaron a aproximarse a los que hoy conocemos.

Victoria 2.jpeg
Réplica de la nao Victoria sobre el río Guadalquivir de Sevilla. Foto: Andrés López Reilly

Cinco siglos después de una hazaña histórica

La Nao Victoria 500 se construyó en el marco del programa de conmemoración del Quinto Centenario de la Primera Vuelta al Mundo, iniciada por Fernando de Magallanes y culminada por Juan Sebastián Elcano.

Se trata de una réplica a escala real del único buque (de los cinco que integraban la expedición) que logró completar la vuelta al mundo. Hoy se encuentra anclado frente a un centro explicativo, donde los visitantes descubren las claves de aquella hazaña naval extraordinaria.

Tras recorrer este espacio, es posible subir a bordo de la nao, para poder apreciar sus cubiertas, sus maniobras y dimensionar cómo vivieron allí durante casi tres años sus tripulantes. Solo el capitán tenía camarote propio. Y pese a lo que muchos creen, pocos marinos dormían bajo cubierta, donde se hallaba la bodega.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

viajes

Te puede interesar