Una de las 100 mujeres más poderosas llega a Montevideo: Sara Omi Casama

La lideresa del pueblo indígena Ipetí Emberá estará el 3 noviembre en Uruguay por los 120 años de la independencia de Panamá

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Sara Omi Casama.

Forbes Centroamérica presentó en su edición de julio y agosto la lista de las 100 mujeres más poderosas de 2023, entre las que se encuentra la lideresa del pueblo Ipetí Emberá (Panamá), Sara Omi Casama, quien el 3 de noviembre estará llegando a Uruguay para cumplir con una serie de actividades en el marco del 120° aniversario de la independencia de su país.

Por segundo año consecutivo, la publicación reconoció a esta indígena de 36 años, la primera de la comunidad emberá que llegó a recibirse de doctora en Derecho y Ciencias Políticas. Sara Omi es defensora de los derechos de las minorías y preside la Coordinadora de Mujeres Líderes Territoriales de Mesoamérica, cargo que la ha llevado a estar en permanente movimiento (en estos momentos se encuentra en África).

También pertenece a la junta directiva de la Organización de las Mujeres Unidas por la Biodiversidad y a la comunidad de Global Shapers del Foro Económico Mundial. Fue galardonada como Joven Sobresaliente por la Cámara Junior Internacional (2014) por sus logros personales en las categorías Contribución a la Niñez, a la Paz Mundial y a los Derechos Humanos. Y más recientemente fue nombrada coordinadora nacional del Plan de Empoderamiento de la Mujer Indígena, a cargo del Ministerio de Gobierno de Panamá.

En la actualidad, Sara Omi es una reconocida conferencista que recorre el mundo con su mensaje empoderador, aunque mucho antes vivió la discriminación y la violencia por haberse involucrado en la lucha por los derechos de los pueblos originarios.

Crecer desde el desarraigo

Además de haber vivido privaciones, discriminación y violencia en carne propia, Sara pertenece a una familia con una historia de desarraigo. Sus abuelos fueron desplazados de manera forzosa por la construcción de una represa hidroeléctrica que dejó sus raíces sagradas sepultadas bajo el agua. Su madre tenía 9 años cuando ello ocurrió, lo cual la hizo madurar anticipadamente.

“Mis abuelos fueron reubicados en Ipeti Emberá, donde otros sabios y ancianos lograron establecer una comunidad. Y allí surge la participación de mi mamá. Desde muy niña ella también soñaba con estudiar y tener oportunidades. No logró cumplir su sueño de pequeña, aunque como mujer adulta tiene otro proceso. A los 15 años se convirtió en madre, me tuvo a mí. Y buscó los mecanismos para que no padeciéramos lo mismo”, relata Sara Omi a Domingo.

Omayra Casama, su madre, rápidamente comenzó a destacar en la comunidad. En el año 2000 logró ser elegida como la primera mujer cacique del pueblo emberá, derribando muchas barreras ideológicas. Pasados los 40 años, se ha convertido en trabajadora social. “Ella no pudo cumplir su sueño de ser abogada, pero lo hizo realidad en mí”, destaca Sara.

“En ese proceso que ella vivió, muy difícil, es que yo voy creciendo. Conocí la lucha por el acceso a la educación y a la salud. Y desde muy niña fui tomando responsabilidades. Con el apoyo de mi madre y de mi padre pude ir encontrando espacios de oportunidad. A los 15 años de mi vida, para poder estudiar, tuve que quebrantar la conexión con mi familia y la comunidad para poder ir a Ciudad de Panamá a prepararme. Así fue que me convertí en abogada”, agrega.

Fiel a las raíces. Para Sara Omi el respaldo de sus padres ha sido decisivo. Incluso todavía vive junto con su madre (su padre falleció hace pocos años). “Ella es una mujer muy fuerte, muy valiente, que permitió que otras pudieran competir en espacios de toma de decisión a nivel de estructuras tradicionales”, resume.

Sus padres no querían que se “perdiera” en el mundo citadino ni que cortara el vínculo cultural, espiritual y cosmogónico con su pueblo. Atendiendo esa preocupación, decidió ingresar a la Organización de Jóvenes Emberá-Wounaan de Panamá. “Allí empiezo a conectarme y a aprender más de las realidades de los pueblos indígenas, sobre todo de su riqueza y diversidad cultural. También de las luchas por la resistencia y seguridad jurídica de los territorios. Y por encontrar mejores condiciones de vida para las comunidades”, recuerda.

Al convivir con las dificultades de los pueblos y la falta de participación de las mujeres en la toma de decisiones, resolvió postularse a cacique. Pero nunca imaginó que sería discriminada por su propio entorno, señalada por el simple hecho de ser mujer, acosada en las redes e incluso víctima de violencia física. Ganó la elección, pero un fraude le impidió asumir el cargo. “Lastimosamente diversas acciones en contra de los derechos colectivos y de mi participación como mujer terminaron en que se le otorgara la certificación a otra persona”, recuerda con pesar.

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Sara Omi Casama.

Comunidades rezagadas

Panamá es un país de muchas caras que tiene una población similar a la de Uruguay en cuanto a número: poco más de 4 millones de habitantes. La principal y más conocida de esas caras es la de su canal transoceánico, una obra de ingeniería única, seguida de la de su capital delineada por una moderna skyline. Pero hay otra que se conoce poco y que es crucial en su constitución como país: la de sus siete pueblos indígenas, que representan más del 12% de la población.

Su situación no es fácil. Según un documento del Banco Mundial de 2018, la gran mayoría vive lejos de esos rascacielos, en áreas ricas de naturaleza, pero de difícil acceso, con pocos servicios básicos y una brecha enorme en sus ingresos. De acuerdo al informe Latinoamérica Indígena del siglo XXI, en Panamá los hombres de estas colectividades ganan, en promedio, 57% menos que los no indígenas, mientras que las mujeres perciben alrededor de un 70% menos.

Una voz universal

Sin dejarse abatir por el fraude que le impidió ser cacique en su tierra, Sara Omi decidió impulsar su propia agenda y embanderarse con otras causas, como la del cambio climático, que afecta la producción y el sustento de las poblaciones nativas.

“Está impactando fuertemente en cuanto a nuestra soberanía alimentaria, a la medicina tradicional, a los conocimientos de nuestros pueblos”, advierte. En este marco, ha trabajado en un emprendimiento de mujeres artesanas llamado Jumara Juwa, que significa “las manos de todas”.

“Consideramos que es el espacio oportuno para mejorar nuestras condiciones a través de nuestro propio trabajo. Necesitamos ser mujeres independientes, conscientes de que somos capaces de avanzar en nuestros propios temas y proteger a nuestras familias”, dice. Y agrega: “Mi madre abrió el camino para que yo pueda seguir trabajando y ser la voz de las mujeres que, en su gran mayoría, siempre hemos estado invisibilizadas”, destaca.

Una muestra de estas artesanías traerá a Montevideo en su visita prevista para el 3 de noviembre. Con motivo de celebrarse ese día los 120 años de la Independencia de la República de Panamá, se realizará un encuentro en la ALADI (Cebollatí 1461), del que también participará la cantante panameña Idania Dowman y el cuarteto Charrúas Jazz.

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