VIAJES
Esta antigua ciudad inca es uno de los tesoros más preciados de Perú y una de las metas de todo viajero. Alberga más de 60 monumentos arqueológicos en una compleja red de caminos.
Pisar Machu Picchu es uno de los grandes anhelos y una de las metas de turistas, viajeros y mochileros de todo el planeta. Para llegar hasta allí, decidimos pagar el traslado en carro al paraje conocido como Hidroeléctrica y comenzar la caminata al costado de la vía del tren, que es una verdadera pasarela de viajeros, turistas e idiomas. El pueblo “Machu Picchu” o Aguas Calientes es la parada previa a la ciudadela inca. Caminamos 12 kilómetros y buscamos hospedaje para descansar y preparar la salida en la madrugada.
La previa
Aguas Calientes es considerado un sitio de paso, pero su aire fresco y la comodidad del pueblo hace que uno quiera quedarse más de un día. Una buena opción para hacer luego de visitar Machu Picchu es ir a un complejo de baños termales, cuyas piscinas oscilan entre los 38º y 46º. A estas aguas termales de manantes naturales se les atribuye propiedades curativas en el tratamiento de enfermedades reumáticas de todo tipo. También se puede ascender a la montaña Putucusi (a través de un sendero poco señalizado y con escaleras verticales extremas) o tomar un paseo por los jardines de Mándor, una reserva ecológica.
En Aguas Calientes vemos por todos lados representaciones de la llamada “trilogía andina” compuesta por el cóndor, el puma y la serpiente. Para los incas estos animales representan el mundo de los dioses en sus niveles: celestial, terrenal y el inframundo.
La largada
Partimos de madrugada. Somos un grupo de cinco amigos que marchamos con bastones, agua y muy buen abrigo. Comienza el camino y la noche no deja ver nada. Las linternas alumbran nuestro derrotero y el contorno gigante de las montañas que nos miran a cada paso. Pero cuando el sol comienza a aparecer, el paisaje se desnuda frente a nuestros ojos. Es increíble. La niebla tapa las cimas y el calor y frío que sentimos es zigzagueante. Todo el camino es en subida.
La llegada
Cuando llegamos a la puerta de Machu Picchu quedamos sorprendidos por la inmensa cantidad de gente. Muchas cámaras, guías ofreciendo servicios, lentes de sol, camperas de colores y hasta de marcas pomposas. Mucha gente saca la foto y se va. También están los que buscan un rincón y quedan sentados, tratando de conectarse con el lugar. Nosotros estamos en este grupo y nos quedamos sin palabras al mirar la postal clásica: la ciudadela y de fondo la montaña Huayna Picchu que se asemeja al perfil acostado del emperador inca Pachacútec. La imagen es imponente y sagrada. Sentimos la belleza y la energía del lugar.
Últimamente cambió mucho el sistema de visita. Ahora uno puede visitar el recinto solo en la mañana o en la tarde. Esto hace que uno tenga que andar al galope y no pueda detenerse a contemplar.
Elegimos subir el Huayna Picchu, que tiene unos 2.667 metros y es conocida como el telón de fondo a la más famosa foto tomada en Machu Picchu. Su traducción del quechua significa “montaña nueva”. Con la construcción de este lugar, los incas se mantenían alerta ante cualquier ataque; también funcionó como observatorio astronómico.
El ascenso es a través de un camino muy empinado y estrecho, con tramos con escalinatas talladas en la roca. De un lado tenemos la pared vertical de la roca y del otro lado el vacío.
El papel que desempeñó Machu Picchu dentro del imperio inca es bastante discutido y se habla de que cumplía una función como ciudad sagrada, como residencia de descanso para los sectores privilegiados y como lugar de control estratégico en una zona de transición entre las montañas y la selva.
Todo lo que todavía se desconoce hace que el misterio sea gigante. Toda la ciudadela parece estar envuelta en una mágica leyenda.
El ascenso lo hacemos en 45 minutos y la cima del Huayna está coronada por algunas construcciones incas como el Templo de la Luna. Desde allí tenemos una vista increíble de toda la zona y del río Urubamba.
Varias guías de turismo dicen que este camino es reconocido como una de las caminatas cortas más increíbles del planeta, aunque puede resultar aterrador para las personas con miedo a las alturas. Si se sufre de vértigo o no se controla el miedo a las alturas, será mejor dejar de lado esta montaña.
El entorno realza a Machu Picchu. Rodeada de verdes y tupidos pliegues montañosos, la fortaleza parece inalcanzable.
Al bajar del Huayna volvemos a la entrada y aparece el cardumen de guías turísticos. Arreglamos un precio y empezamos el circuito por toda la ciudadela.
La visita
El sitio arqueológico de Machu Picchu es Patrimonio de la Humanidad declarado por la Unesco.
Lo primero que nos impacta es el sistema de cultivo. Para conseguir terrenos aptos para la agricultura, los incas cortaron terrazas en la montaña, colocando como contención muros de piedra para evitar que el agua se llevara la tierra. Numerosos canales les proporcionaban el agua necesaria para plantar. Este es un ejemplo de la inteligencia e ingeniería incas aplicadas a mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Caminamos por la zona conocida como sector urbano, la que estaba destinada a la población general. También recorremos el área sagrada donde se encuentran el Templo de las Tres Ventanas (el que posee los muros mejor tallados de toda la ciudad inca y algunos de los bloques de piedra más grandes) y el Templo Principal. En este último es posible que se llevaran a cabo ceremonias de adoración a Wiracocha, el dios principal de los incas y creador del universo. El Templo del Sol, por su parte, es una construcción semicircular edificada sobre una cueva natural con tallados interiores, conocida como la tumba real.
Continuamos y apreciamos la roca de Intihuatana, una piedra tallada y sagrada que indica los diferentes puntos cardinales. Es una especie de reloj solar que indica las estaciones, fundamentales para saber el período de siembra y cosecha.
La mejor época para conocer Machu Picchu es entre los meses de mayo y octubre, es decir, la época seca. La época húmeda, con intensas lluvias, hace que la visita sea complicada, ya que sube el caudal de los ríos y se cortan caminos.
Mucho han cambiado las cosas desde que el arqueólogo estadounidense Hiram Bingham “redescubrió” la espectacular ciudadela inca de Machu Picchu en 1911 para el mundo occidental. Siempre me gustó imaginarme esa sensación que pudo haber tenido Birgham al llegar y ver esta maravilla escondida entre la selva y las montañas. Desde un primer momento se dio cuenta del gran valor arqueológico de las ruinas y por eso, años después, muchas riquezas de la región fueron sacadas del país y llevadas el exterior. Perú vivió una verdadera expoliación y saqueo de su cultura y patrimonio. Hoy ha recuperado muchas piezas, pero sigue en gestiones por recuperar muchas más.