Carolina Bellocq, especial para Domingo
Julio mide 1,90, tiene la cara alargada y huesuda, y usa ropa holgada. Quien lo conoce desde hace poco sabe que corrió cuatro medias maratones y tres campeonatos de carreras de 10 kilómetros. Quien no lo conozca y quiera llamarle la atención seguramente apelará al típico “¡flaco!” para lograr que se dé vuelta. Pero Julio no se dará por aludido. Es que él siempre fue “el gordo Muniz”, el que llegaba primero a los asados, el que estaba en el bar, el que no caminaba ni 100 metros. Julio es el mismo de siempre y, a la vez, es otro. Aunque ahora está flaco, él es un obesoen mantenimiento y sabe que tiene que trabajar día a día para no volver a engordar. Parte fundamental de ese esfuerzo lo realiza a través de la Asociación de Luchadores contra la Obesidad (Alco).
En su caso, la ficha cayó después de una ida al cine con su familia. Afuera del baño, mientras esperaba a su mujer e hijos, se pesó en una balanza que se le puso en frente. La máquina reveló el número 187 y él pensó que era un error. Puso una segunda ficha y el error no se corrigió. Quedó callado y decidió actuar.
“Me habían hablado mucho de la operación de la manga gástrica. Una compañera de trabajo tenía una amiga que se la había hecho. Le pedí el teléfono. La llamé, me explicó y también me dijo que la semana anterior habían abierto Alco en Las Piedras, me invitó a ir. No sabía qué era, me animó y fui”, cuenta a Domingo. Así fue su comienzo, en mayo de 2014, en el grupo de ayuda mutua que brinda apoyo a personas con sobrepeso, obesidad y conductas compulsivas con la comida, que surgió en Argentina en 1967 y tomó elementos de la organización de Alcohólicos Anónimos, por lo que algunos la llaman “gordos anónimos”. Funciona en Uruguay desde hace casi 40 años.
Julio continúa con su recuerdo: “Llegué a la reunión, me llevaron aparte para explicarme cómo funciona y les pregunté directamente: ‘¿Qué van a hacer conmigo?’ Suponía que me iban a prohibir comer algunas cosas, dietas... ‘Nada, vas a hacer todo vos’, me dijeron”.
Sylvia Carrau integra Alco desde 1997 y hoy forma parte de su directiva, al igual que Julio. Ha bajado más de 150 kilos, de los 230 iniciales a los 74 que tiene hoy. Aclara que no son profesionales, sino que transmiten lo que les ha servido a unos y a otros. “Cuando una persona llega al grupo, lo primero que le decimos es que no tiene que dejar de lado su control médico. Le contamos nuestra experiencia. Justamente, es un grupo de autoayuda, un lugar donde se puede decir cómo te fue, cuáles son tus dificultades, y recibir el aporte de los demás compañeros”, dice.
Los grupos tienen una cantidad variable de miembros (los hay de 12 hasta de 70) y se reúnen todas las semanas. A la llegada se paga un bono de $80 para solventar gastos y luego se acude a pesarse a la balanza. Este momento siempre es en compañía de otro miembro y se anota el resultado en la curva de peso de cada uno. Julio acota con cierta ironía: “La semana que subís, querés patear la balanza. Es clásico de gordo el decir que está mal calibrada...” Otro momento clave son los “cinco minutos de oro”, un tiempo de movimiento o ejercicio. También hay un espacio de intercambio de dudas. En ronda, cada uno comenta cómo le fue con la balanza y con sus objetivos y recibe el apoyo de sus compañeros (aplausos en caso de logros, palabras de impulso cuando hay caídas) y luego fija su objetivo para la semana siguiente.
Se basan en los materiales elaborados bajo la guía del doctor Alberto Cormillot, médico argentino especialista en obesidad, reconocido a nivel mundial. Intentan tener un plan de alimentación saludable adaptado a su situación; aprenden a alimentarse y anotan todo lo que comen a modo de ser conscientes y para controlar mejor. También procuran romper con el sedentarismo y fomentar el ejercicio. Todo esto se complementa con la contención y el apoyo del grupo de pares.
Así lo destaca por ejemplo Carmen González, que hoy pesa 70 kilos pero que llegó a tener 112. “Nos ayudamos con nuestros propios testimonios. No se crean que yo adelgacé de a kilo, no: yo adelgacé de a 200 gramos. Me costaba muchísimo, y cuando me iba a pesar, si no había adelgazado, me enojaba tanto, que me daba media vuelta y me iba”. Ya hace años de eso. Ahora toma dos ómnibus para ir a las reuniones semanales y no piensa cambiarse de grupo ni dejar de ir. “Siempre estás con la mano tendida y eso es algo que a veces no encontrás ni en tu propia familia. Yo tengo un grupo de contención que es parte de mi familia y ahí me siento feliz”.
Algo similar comenta Nelly Lucas, que no se separa de Alco desde hace 25 años. Subraya: “Sos libre, nadie te juzga. Nadie te va a criticar si contás que no te podés atar los championes, si no te podés prender la ropa o no conseguís talles. Al contrario, te van a ayudar, te van a decir dónde podés conseguir tal cosa u otra”.
También el hecho de acompañar a los demás hace que cada uno se sienta mejor. Nelly, con simpatía, dice que “para poder sugerirle a otro, te tenés que sugerir a ti mismo. Eso es lo que te mantiene”. Carmen expresa algo similar. Para ella, se trata de tener siempre una mano extendida: “Es para ayudar a los demás, pero ayudando a los demás nos ayudamos a nosotros mismos”.
En la medida en que se van escuchando unos a otros, van creciendo en confianza mutua. Se ven reflejados en los testimonios de los demás y se atreven a contar lo que tal vez no dicen a nadie más por temor a ser incomprendidos.
Muchos obesos ven una solución en la operación de cirugía bariátrica y metabólica, la que consiste en hacer cambios en el sistema digestivo para limitar lo que se ingesta o para reducir la capacidad del cuerpo de absorber nutrientes. La operación debe ir acompañada de un proceso a nivel psicológico para prepararse ante los cambios y para generar hábitos de ejercicio y alimentación saludable. Por esto, el preoperatorio suele durar entre nueve meses y un año. Una vez operados, los pacientes se enfrentan a los llamados colgajos (piel flácida) que, además de ser antiestéticos, pueden doler o infectarse. Suelen formarse en los brazos, abdomen, piernas y senos y no es fácil verse así al espejo. Ante esto hay quienes engordan o se deprimen.
Lo ideal es acceder a cirugías reconstructivas para poder terminar el proceso. A nivel público, en el Hospital Maciel se realizan las bariátricas pero no las reconstructivas, que se deben tramitar aparte. Los obesos no suelen tener suerte, pues generalmente se prioriza a otros pacientes. Algunos logran realizarlas a través de su mutualista, como Sylvia Carrau. Se operó de las piernas, barriga y ombligo, pero su doctor se jubiló y no llegó a que le operara los brazos. Estuvo años sin ir a la playa a causa de esos colgajos, hasta que se atrevió. “Me los aprieto y listo, que me quiten lo bailado. Son las heridas de guerra y las amo”, asegura.
Una pelea constante.
No es fácil la vida de los obesos. No encuentran ropa de su talle ni logran subir a un ómnibus. No entran en los baños químicos ni en los taxis con mampara, menos aún en las butacas del cine y tienen que pagar más si quieren viajar en avión. Frecuentemente tienen problemas de movilidad, no alcanzan a atarse los cordones de los zapatos y necesitan ayuda para higienizarse.
Todo esto se suma a que padecen un factor de riesgo metabólico para desarrollar enfermedades no transmisibles (cardiovasculares, cáncer, diabetes, respiratorias crónicas). Y, por supuesto, hay que sumar las críticas, los prejuicios, las miradas y discriminaciones. Desde la de quien se hace el dormido en el ómnibus para que el gordo no se siente a su lado, advierte Julio, hasta la del que es grosero con sus palabras, como ejemplificó Sylvia. Un día estaba en la fila de un supermercado, cargada con las compras, y escuchó el comentario de dos señoras de la caja de al lado. “Si yo tuviera la gordura de esa, me mato”, dijo una. Sylvia se acercó y le respondió: “Si yo tuviera su lengua, también”. Las mujeres dejaron todo y se fueron sin mirar atrás. “A esa altura yo ya había trabajado muchas cosas, pero en otro momento no sé si lo habría hecho. Si a una persona le dicen una de esas cosas, la desarman”, reflexiona.
Quienes asisten a Alco trabajan también su autoestima para poder lidiar con estas y otras situaciones. Esto fue clave en el caso de Delia Vallerino, quien se acercó a la institución en 2003 después de un comentario desafortunado de su hija. Estaban de vacaciones, la mujer se había hecho ropa y le preguntó a su familia cómo le quedaba. Las palabras de la pequeña fueron el aceite en el sartén hirviendo: “Mamá, parecés una mortadela”. Hasta ese momento no se había dado cuenta de la gravedad del asunto, aunque sí era consciente de su sobrepeso. Así lo cuenta a Domingo: “Tenía muy baja autoestima y siempre me vi con más peso del que tenía. Evitaba salir, las reuniones sociales, mirarme al espejo... me escondía. No estaba contenta con mi peso ni con mi figura y eso me hacía sentir mal en todo lugar. No disfrutaba de lo que me gustaba porque me ocultaba, viví muchos años prisionera de eso”.
En los primeros cuatro o cinco meses asistiendo a las reuniones de Alco, Delia perdió 16 kilos; continuó hasta llegar a su peso posible que mantiene desde hace ocho años. “Cuando uno trabaja y lo logra, te sube la autoestima. Y no te importa si tenés un rollo más, un colgajo más, porque tenés autoestima alta. Cuando tenía 30 años me sentía una desgraciada, una mujer que vivía en la oscuridad. Salí de esa zona oscura hasta ser una mujer totalmente independiente: me pongo lo que quiero, como quiero, no me fijo en nada. Se trabaja para aceptar cómo somos, cómo estamos, y no hay que dejar”.
La obesidad es una enfermedad crónica, de causa múltiple y raíces y consecuencias muy profundas porque afecta todo el organismo. El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud, pues es un factor de riesgo metabólico para desarrollar enfermedades no transmisibles. Las así llamadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) son las cardiovasculares, respiratorias crónicas, el cáncer y la diabetes.
La forma más universal de determinar el sobrepeso es a través de la medición del Índice de Masa Corporal (IMC), que divide el peso entre el cuadrado de la altura. A través de estudios poblacionales se determinó que, para la población adulta y en términos generales, el rango más saludable de IMC se encuentra entre 18,5 y 24,9. Las personas que se encuentren en este espectro tienen un menor riesgo de comorbilidad y enfermedades a futuro.
Se considera sobrepeso cuando una persona tiene un IMC de entre 25 y 29,9. Luego, entre 30 y 34,9 se trata de una obesidad grado 1, y entre 35 y 39,9 se convive con una obesidad grado 2.
La obesidad mórbida es la de quienes tienen un IMC superior al 40.
“En esto sí nos parecemos a los países desarrollados, tenemos cifras muy elevadas”, considera Estela Skapino, profesora y directora del Departamento de Nutrición Clínica de la Escuela de Nutrición de la Universidad de la República.
A nivel mundial, la población adulta con sobrepeso es el 39% del total, según datos de la OMS de 2016. En Uruguay las últimas cifras son de 2013 y refieren a las personas de entre 25 y 64 años, alcanzan al 65% de esa población. La docente acota que en la última franja etaria estudiada, entre 55 y 64 años, el sobrepeso afecta al 78% de los uruguayos.
En el caso de los niños, Uruguay se encuentra muy por encima de la media global. Casi 40% de los que están en edad escolar padecen sobrepeso, cuando la media mundial para niños y adolescentes es de 18%.
Quienes acuden a Alco no se proponen llegar a su peso ideal (el de las tablas en base al IMC), sino que aspiran a llegar a su peso posible. Este segundo cálculo incluye más variables: la edad, el sobrepeso que se tuvo y los años transcurridos con él, la complexión física y la cantidad de hijos en el caso de las mujeres.
El sobrepeso y la obesidad son una patología multifactorial y, por lo tanto, requieren un abordaje multidisciplinar, explica a Domingo la licenciada Estela Skapino, profesora y directora del Departamento de Nutrición Clínica de la Escuela de Nutrición de la Universidad de la República.
Se trata de mejorar la alimentación (ver los hábitos alimentarios, evaluar el aporte calórico, la combinación de alimentos, etc), realizar actividad física y evitar el sedentarismo.
Los grupos de autoayuda como Alco contribuyen a que las personas compartan sus problemáticas y se apoyen mutuamente en estos procesos. Al entender de la experta, quienes necesiten adelgazar deberían tener seguimiento por parte de un médico, un licenciado en nutrición, un profesor de educación física y un psicólogo.
Atados y libres.
Las batallas ganadas son variadas. Para Sylvia, fue un hito volver a manejar un auto. Lo intentó de madrugada, para que nadie se diera cuenta. “No me animaba, por miedo a que la panza tocara la dirección. Salí a las cuatro de la mañana, cuando nadie me vería. Me subí, manejé. Cuando volví a casa estaban mi mamá y una de mis hermanas en la ventana, llorando”, relata. Pudo subir a un ómnibus después de 40 años, comprarse ropa, higienizarse sola. Pero, sobre todo, ganó un grupo de contención, un equipo que está a su lado en todo momento.
Delia ganó autoestima, Carmen encontró una familia, y Leonardo, que está en un grupo después de varias idas y venidas, sale adelante gracias a que alguien se preocupó por él. Según cuenta a Domingo, él es de esos que se alejaban de Alco una vez que lograba su objetivo, pero volvía al poco tiempo cuando se había pasado de kilos otra vez. En 2017, con 206 kilos y dolores en los huesos, lo volvieron a recibir con los brazos abiertos. A esa altura no lograba caminar 20 metros seguidos y su autoestima estaba por el suelo. Iba a las reuniones una vez cada tanto y casi no hablaba. Hasta que una compañera lo empezó a tratar de modo particular. “Me llamaba por teléfono cuando no iba, me preguntaba cómo estaba. Sentí que alguien se preocupaba por mí, esa fue una forma de integrarme. Ya no era un ente que me sentaba, escuchaba, no participaba, no me integraba. En 2017 logré bajar 99 kilos, acompañado por algunos compañeros. Y a medida que podía empezar a moverme, me invitaban a caminar, me incentivaban, y fui bajando de peso cada vez más, hasta que ya no tuve más esos problemas de los huesos. Mi autoestima subió”, comenta.
Su conclusión es que se trata de algo para toda la vida, porque cuando “uno baja la guardia o pestañea, son muchos kilos encima, y hay que tener humildad para recordar lo que se hizo para bajar de peso”.
Para Nelly, la clave del éxito está en actuar con libertad. “Porque las dietas mágicas te hacen bajar de peso pero no aprendés a alimentarte, porque son muy estrictas. Como pagás, hacés lo que te piden. Y nada que sea exigido a la fuerza perdura en el tiempo. Acá no exigimos, en Alco se sugiere, se es flexible, cada uno hace el plan con lo que tiene en su casa y en su bolsillo”.
“Adelgazamos en cuotas pero engordamos al contado”, dicen los que asisten a Alco. Por eso “el gordo Julio” no se confía y no responde al apodo de “flaco”; le sobran ejemplos de compañeros que se distrajeron y perdieron. “Voy a pelear mi enfermedad toda la vida. A uno le tocó ser diabético, a otro hipertenso, a mí me tocó ser obeso. Me acepto y sé que si dejo, va a ser peor”, dice. Mantiene esa alerta: que es obeso y que no puede bajar la guardia. Pero al menos ya no es más el “gordo del boliche” ni necesita hacer favores para caer bien. Ahora es un hombre al que algunos llaman flaco, que corre kilómetros con su hijo y que puede tirarse al suelo para jugar con su nieto; todas cosas inviables 10 años atrás. “Si yo no conocía a Alco, si yo no hacía mis cambios, eso era imposible”, asegura.
Muchos miembros de la Asociación de Luchadores Contra la Obesidad (Alco) participan en las actividades organizadas por los Correcaminantes, un grupo que desde hace 14 años fomenta la actividad física y el ejercicio. Por un lado, tienen equipos de personas que entrenan y participan en las carreras de la Agrupación de Atletas del Uruguay. Por otro, organizan tardes de ejercicio al aire libre, para fomentar que los que acuden a las reuniones de Alco puedan tener hábitos más saludables. Algunos sábados al mes organizan tardes de zumba y caminata en el Parque Batlle y en el Prado, congregando a decenas de personas.