Urbano Moraes: "Ahora todos dicen que fueron amigos de Mateo y que tocaron con él"

El bajista, cantante y compositor fue parte del proceso fundacional del rock uruguayo. Integró bandas fundamentales como El Kinto. El 27 de febrero festejará sus 75 años en un concierto con invitados.

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Urbano Moraes.
Paola Ferreira

Martes 6 de febrero. Boliche: El Beril de Piriápolis. Cubierto artístico $ 200. A la cabeza del cartel, Urbano Moraes, un pionero del rock nacional (aunque a él le incomoda que lo llamen así), con seis décadas de trayectoria. Lo secundaban otros dos popes de la escena local como el tecladista Gustavo Montemurro y el baterista Nelson Cedrez. Fue uno de esos curiosos fenómenos que se dan en Uruguay: un tremendo espectáculo, de nivel internacional y no sponsoreado, al que se puede acceder por el precio de tres alfajores.

Urbano Moraes es contemporáneo y tocó con figuras como Mateo, Rada García Vigil o los hermanos Fattoruso, pero siempre ha cultivado un perfil bajo (hace 20 años que no va a un programa de televisión). A punto de cumplir 75 años, se mantiene firme con sus convicciones, alejado de la “industria” musical y respirando el aire vivificante de Villa Serrana, donde tiene su casa. En buena medida, ese perfil antimarquetinero obedece a la concepción que tiene de la música: él no toca “directamente” para el público. Lo hace para alcanzar una comunión con los músicos, sus amigos y hermanos. Y espera que, luego, ese vínculo íntimo permee en el auditorio.

Desde la cuna

En la casa de Urbano Moraes siempre se respiró arte. Su hermanastro Caio era músico y en el fondo había un taller mecánico, que había pertenecido a su abuelo, en el que se reunían a tocar. Por allí pasaron muchos de los mejores músicos de Montevideo, entre ellos el “Corto” Buscaglia y Federico García Vigil, quien tuvo una carrera “rockera” -no tan conocida- antes de consagrarse como director de orquesta. “Se la pasaban tocando, haciendo asados, curtiendo. Yo me crié viendo eso de niño y de adolescente. Me encantaba la bohemia de ellos. Fueron los que me mostraron que la música tiene que ver con la vida, la amistad, las relaciones, la gozadera. Toda mi vida traté de vivirlo y transmitirlo así”, comenta el bajista, compositor y cantante a Domingo.

Esto se sumó a que de chiquito, mucho antes de pensar en algún instrumento o en formar una banda, Moraes se la pasaba cantando. “Escuchaba en la radio a Joselito, por ejemplo, un niño que fue muy famoso en España, y me moría con eso. Un poco más grande me morí cuando descubrí a Ray Charles. Por influencia de los músicos que caían por casa empecé a escuchar a Duke Ellington y a otras bandas de jazz”, dice.

Su pasaje por la Primaria fue un desastre. Repitió todos los años, desde primero hasta sexto, y fue expulsado de tres escuelas: el Crandon, la Noruega y la Brasil. Siempre tuvo claro que lo suyo estaba por el lado de la música y no en un aula escolar.

Ahorró algún dinero y se fue al Palacio de la Música con la idea de comprarse un teclado, pero era muy caro. Preguntó cuál era el instrumento más barato que tenían a la venta y se terminó llevando un bajo. Así fue que formó su primera banda en 1966, The Knacks, que, como otras similares de la época, recreaba la música de los Beatles.

Sus integrantes se tomaron las cosas en serio, al punto que The Knacks fue el primer grupo eléctrico que llegó a tocar en el Teatro Solís. La banda estaba integrada por Moraes en bajo y voz, Pippo Spera en guitarra y voz, Gonzalo Vigil (primo de Federico García Vigil) en guitarra y voz, y Quico Ciccone en batería. “Estuvimos un año nada más pero nos fue bárbaro, hicimos toda la temporada en Punta del Este y salíamos al interior cuando todavía no se estilaba hacerlo. Gastábamos mucha guita en discos, tratábamos de conseguirlos en Buenos Aires o en el Palacio de la Música. Les poníamos la púa una y otra vez para tratar de sacar los acordes. Los rayábamos todos, era un desastre. Además nos mandábamos hacer los trajes con los cuellitos de pana, las botas, todo. Éramos muy fanáticos de los Beatles”, recuerda.

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Urbano Moraes. Foto: Medio y Medio.

El Kinto, grupo pionero

Tras su pasaje por The Knacks, Eduardo Mateo fue a buscar a Moraes para formar El Kinto, el grupo que “lo cambió todo”. Fueron pioneros en la fusión del candombe con la música beat, en lo que se denominó candombe beat, y en ser un conjunto de rock que cantaba las canciones en español, algo que en la época era considerado “grasa”. Los principales compositores y referentes de El Kinto fueron Mateo y Rubén Rada. Y como bien observa Moraes, no solamente se destacaron por cantar en español.

“Lo más alucinante fue el empezar a componer las canciones con lo que nosotros sentíamos, sobre nuestra vida. Eso era lo más importante para mí”, destaca. Y agrega: “Cantando en inglés no sabíamos lo que estábamos diciendo. La fonética era muy linda, los estilos que venían de afuera también, pero no tenía nada que ver con nosotros. Mateo dio vuelta todo eso”.

—¿Cómo lo recuerda a Eduardo Mateo? Porque cuando vivía, la gente no le prestaba mucha atención. Y una vez que murió, se transformó en una especie de leyenda.

—El “Corto” (Buscaglia) se agarraba unas calenturas bárbaras con eso, porque antes todo el mundo lo esquivaba, no lo querían ni ver. Ahora son todos amigos de Mateo, todos tocaron con él y todos lo ayudaron. Por eso yo me fui de la película (Amigo lindo del alma) que hizo Daniel Charlone. Cuando empecé a escuchar todos los versos de la gente, preferí alejarme de esa historia, porque yo estuve muy cerca de Mateo. Cuando empecé a tocar en El Kinto tenía 18 años. Después tratamos de hacer otra banda (La Morsa), que no duró un ensayo. Y seguimos tocando en dúo o en trío.

Los años de plomo

Con la irrupción de la dictadura, Moraes decidió emigrar. Primero se fue a Buenos Aires y luego hacia España. En ambos lugares la pasó realmente mal. “Nos casamos de apuro con la madre de mis hijos para irnos. En Argentina pasé los dos peores años de mi vida, porque allá estaba igual, nos amenazaban e íbamos de pensión en pensión. Me rajé para España, cuando pude llamé a mi compañera y seguimos viviendo allá siete años más. Volví antes que terminara la dictadura porque extrañaba. Estuve medio año en la calle, no conocía a nadie y no tenía nada. Llegué a alimentarme con los restos de comida que tiraba un almacén cuando cerraba. Lloraba todos los días. Me rescató de la calle un tipo increíble, Horacio Icasto, que era pianista y arreglador de Serrat. Me llevó para la casa, me compró un equipo y me consiguió laburo. De a poco, empecé a repuntar”, recuerda.

Con el tiempo logró ganarse la vida con la música en España. Integró el grupo Imán, Califato Independiente, con el que grabó un disco. Y tocó jazz con el brasileño Jayme Marques. “Cada vez me fue mejor y viví unas cosas muy lindas, recuerdo todo eso con mucho cariño. Andalucía me enloqueció y conocí a mucha gente. Conocí mucho flamenco gitano que me rompió la cabeza”, destaca.

Desde 1970, cuando terminó la historia de El Kinto, Moraes ha acompañado a una pléyade de músicos y se ha mantenido como solista, grabando sus trabajos en Sondor, Ayuí y Perro Andaluz. Algunos de sus discos son Vamos a mirarnos más de frente (1991), Caminar detrás (1992), He nacido junto al mar (1994), Desde todos los sueños (1998), Caminar detrás I y II (2002) y Vuela más alto (2010).

Una muestra de su extensa carrera podrá escucharse el próximo martes 27 de febrero en un concierto que dará junto a varios invitados en la Sociedad Urbana de Villa Dolores, con motivo de su cumpleaños número 75.

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