Usted juzgará que es lo más raro de esta historia. O la canción o el club o el amor por un país que les es ajeno prácticamente sin conocerlo. Para Gustavo Falero, por ejemplo, fue el recibimiento entre abrazos. “Nunca antes había sentido de extraños tanto cariño y atención”, cuenta a Domingo desde Praga. A las afueras de la capital checa está la sede de Uruguay Cavallery, un club de motociclistas que lleva al pabellón patrio en su escudo.
Tomáš Krulich es el punto de partida. Acá no suena su nombre pero tiene página en Wikipedia e incluso enIMDb. Nacido en la vieja Checoslovaquia (1966), es fundador de la banda de metal Kabát con la que lleva 12 discos. Falero apunta que allá es conocida. Por alguna razón se interesó en la historia de América Latina y, en particular, en la uruguaya, y compuso el tema Uruguay Cavallery que, a la postre, se convirtió en nombre e himno de su club de motociclistas. ¿Qué dice? Bueno, hay que pedirle ayuda a Google Traductor. El estribillo es este: Uruguay, Uruguay, Uruguay / viene a nosotros con su mismo infierno / Caballería de Uruguay, Caballería de Uruguay, Caballería de Uruguay / viene hacia nosotros y con ella el mismo infierno.
Jaroslav Andel, miembro de Uruguay Cavallery, explica a Domingo esta fascinación: “A Tomáš le llamó mucho la atención que Uruguay fuese uno de los pocos países de América Latina que luchó contra el expansionismo de los españoles”. Él no se queda atrás: dice que ha leído mucho sobre Uruguay pero, en particular, sobre el episodio de la Batalla del Río de la Plata y el destino del Admiral Graf Spee.
Y agrega: “Cuando decidimos pasar de ser solo amigos que se juntan para andar en moto a fundar un club, decidimos llamarlo Uruguay Cavallery”. Hace 16 años que es parte de su vida.
Todos los años realizan una fiesta para celebrar su aniversario. Se invita a otros clubes de motociclistas de República Checa, Eslovaquia y Alemania. “Hay buena comida, entretenimiento, música en vivo y rutas en moto”, señala Andel. En los últimos años Falero ha concurrido como uno de los invitados VIP puesto que es el único con cédula uruguaya. “Me dicen que es como tener una parte del país con ellos”, relata.
Identificados.
Krulich, Andel y algunos de sus colegas checos visitaron solo una vez Uruguay hace nueve años. Aquí entraron en contacto con clubes locales y recorrieron varias playas. “Es un país hermoso con mucha gente amable, muy simpática y abierta”, recuerda Andel. ¿Qué era lo primero en su itinerario? Él lo cuenta: “Dejar flores en la tumba de José Artigas”.
De aquí se llevaron varios de los objetos que decoran su club en la pequeña localidad de Želenice. “Compraron muchas cosas en las ferias como matrículas y carteles de publicidad. Hay fotos de ellos de cuando estuvieron en Uruguay. Y, por supuesto, el pabellón está por todos lados. Nunca había visto la bandera nacional tan repetida y tan grande fuera de un consulado o en un sitio que no tiene nada que ver con el fútbol”, señala Falero, quien ha vivido la mitad de su vida en Europa (antes de vivir en República Checa, estuvo en España y Alemania). A esto se le suman pegotines de la bandera en termos y mate —porque, obvio, estos checos toman mate—, parches de la bandera en sus camperas de cueros o jean y remeras, pinturas de la bandera en la entrada al club y en las motos y más.
“Me cuesta entender el amor que tienen por Uruguay. Es un amor raro. Se identifican, creo, con nuestra rebeldía como nación independiente. De hecho, ellos también son un país pequeño entre dos grandes, Alemania y Austria. Me cuentan que la historia de su independencia tiene puntos similares a la nuestra. Ellos han pasado por diversos problemas pero lo que los une es llamarse Uruguay”, expresa Falero a Domingo días después de la fiesta anual.