Descubre la isla del Caribe que enamora a los uruguayos que la aprovechan para "cortar" el invierno

Una comunidad que no ha parado de crecer en Aruba. Pasan sus vacaciones entre la playa, mates y asados. Y han logrado recientemente izar el Pabellón Nacional.

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Uruguayos en Aruba.

La pequeña isla de Aruba, ubicada frente a Venezuela y miembro autónomo del Reino de los Países Bajos, es un paraíso de arenas blancas, aguas turquesas y temperaturas cálidas durante todo el año. Un sitio tanto para descansar como para quienes aman los deportes náuticos. Y un “segundo hogar” para un grupo de uruguayos que hace casi 40 años encontró en este rinconcito del Caribe un solaz para “cortar el invierno”.

Muchos de estos uruguayos se encuentran en estos momentos alojados en el complejo Playa Linda, un sitio de ensueño sobre Palm Beach con piscinas, restaurantes y otras amenities, en el que algunos son propietarios, durante algunas semanas al año, de unidades de distinta categoría.

El primero en formar esta gran familia de uruguayos -que se ha agrandado con turistas de otras nacionalidades- fue José Pedro “Coco” Bazzino. “Siempre he sido un aventurero y me ha gustado visitar lugares desconocidos, como lo era Aruba en la década del 70 y principios del 80. Visité varias islas del Caribe hasta conocer esta, que me enamoró”, comenta en charla telefónica con Domingo. “Vengo desde 1975. Antes lo hacía con mi esposa y con otro matrimonio uruguayo. En esa época vivíamos en Venezuela y nos quedaba muy cerca. En aquellos años, estando hospedados en el Holiday Inn, vimos comenzar la obra de este rinconcito que es nuestro (el complejo Playa Linda), que ya tiene 40 años de inaugurado. Abrió en 1983 y yo compré en 1985, o sea que tengo 38 años como propietario”, agrega.

Coco dice que únicamente faltó en 2020 por la pandemia y que, como tradición, cada año festeja su cumpleaños (el 1° de agosto) en Aruba. “Esto para mí es algo espectacular por las playas y los servicios, pero fundamentalmente por el grupo de amigos que hemos hecho”, señala.

Asado y bandera uruguaya

Álvaro Bazzino es otro pilar de la comunidad de uruguayos en Aruba. Es director del laboratorio Proquimur (dedicado a la producción de químicos para uso agropecuario) y conoció la isla caribeña gracias a su hermano Coco. “José Pedro fue quien nos trajo. Con mi señora Fiorella hace 17 años que venimos. Somos propietarios de seis semanas en el complejo Playa Linda, que sería algo parecido a Solanas en Maldonado. Somos muchos los uruguayos que venimos en los meses de julio y agosto y que somos propietarios”, explica a Domingo. Y agrega: “Siempre coincidimos con amigos colombianos, con varios argentinos y una familia peruana. Para nosotros es como una segunda casa, conocemos a todo el mundo en el complejo”. Además, dice que Aruba es “muy estable” y que eso siempre les ha permitido vacacionar sin sobresaltos. “Un florín equivale a US$ 1,87. Es el mismo valor desde hace 17 años”, explica a Domingo.

Álvaro ha obsequiado varias camisetas de Peñarol al personal del complejo y es una persona importante en la organización de los ágapes que, religiosamente, convocan a los uruguayos. El miércoles pasado, por ejemplo, celebraron el “Día de Uruguay” con productos gastronómicos tradicionales que llevan especialmente. “Somos alrededor de 30 los de la barra de Playa Linda. Traemos chorizos Cattivelli, morcillas, queso parrillero Conaprole, todos los productos de Uruguay”, dice y expresa su orgullo porque, a partir de este año, el complejo luce entre sus banderas de la entrada una de Uruguay.

“Tiene seis: la de Estados Unidos, Brasil, Holanda, Colombia, Aruba y ahora la de nuestro país (en lugar de la Canadá que lograron “bajarla”). Para nosotros es una emoción muy grande, la trajimos e hicimos toda la gestión frente a las autoridades para poder ponerla”, comenta. Coco agregó que varios uruguayos residen en Aruba, entre ellos una joven de La Paz llamada Carina que tiene un restaurante. “Me dijo ayer que le había dado una alegría inmensa ver por primera vez nuestra bandera flameando en la isla”, declaró.

Álvaro Bazzino se levanta a las cinco de la mañana para poder disfrutar a pleno cada día. “Me pongo una musculosa y a las seis, cuando sale el sol, salgo a caminar. Lo hago durante una hora y media, todos los días. No llueve nunca y la temperatura es siempre la misma, 30 grados”, señala. Un tercer Bazzino que integra este grupo de “veteranos”, Fernando -hermano de Álvaro y de Coco-, dice que el “bichito” de este paraíso caribeño también ha picado a las nuevas generaciones de la familia: “Vine por primera vez a comienzos de los 90 y partir de 1998 lo hice todos los años. Tengo dos semanas compradas y en los últimos años hemos tenido la posibilidad de disfrutarlo con los hijos. Hay actividades para los jóvenes también”, asegura.

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Uruguayos en Aruba.

Encantos que atrapan

Ana María Pastorino también se encuentra en estos momentos en Aruba escapándole al invierno. “La descubrí en 1976 cuando vivía en Venezuela y veníamos casi todos los fines de semana largos con otros uruguayos. También traje a mis padres. Hace unos 10 o 12 años que vengo seguido. Es algo muy diferente ahora, a fines de los 70 era un paraíso desierto en el que había solamente dos hoteles, el Concord y el Holiday Inn. Ahora vivo en Uruguay y vengo tres o cuatro semanas al año: llego en julio y me voy en agosto. Todo ha cambiado, pero sigue siendo muy lindo”, comenta a Domingo.

Así como Álvaro se encarga de conseguir la carne para las comidas, Ana María es la responsable de las ensaladas. “Somos como hermanos. Algunos de otras nacionalidades nos van a visitar a nuestro país y nos invitan a los casamientos, a los cumpleaños… De repente nos vamos todos para Colombia”, dice. Y agrega: “Tomamos mate, café, hacemos reuniones y nos quedamos hasta la caída del sol. En las noches de luna hacemos concursos de fotografía”.

Otra uruguaya, la doctora Elena Trucco, coincide en cuanto a que los días que pasan en la isla les aportan el oxígeno necesario para encarar el resto del año. “Esta es mi segunda experiencia en Aruba. Un paciente mío -que por suerte ahora dejó de ser paciente y pasó a ser amigo- me hablaba de este lugar, hasta que me convenció para que viajara el año pasado. Una vez que venís, te volvés como adicto, cuesta dejar de hacerlo”, cometa a Domingo.

Elena destaca distintos atractivos del destino, que van desde el clima hasta su variedad de idiomas: “Se habla el papiamento (lengua materna de la mayor parte de la población), hay portugués, inglés y holandés. Esto enriquece mucho. Después hay un clima privilegiado. Hace calor, pero hay una brisa que lo hace súper tolerable. Las arenas blancas no te queman y las palapas (quinchos de paja de la playa) dan un ambiente muy cálido. El agua es transparente. Si a esto le agregás el factor humano, de gente que viene hace 30 años y te acoge de una forma muy amena, realmente se pasa muy bien”.

Elena sumó este año a los banquetes celestes los alfajores Irisarri, elaborados por una confitería de Minas con más de 120 años de tradición. “Son como el dulce de leche o el postre Chajá, algo muy tradicional. Se me ocurrió traer eso porque es fácil de transportar y no se echan a perder”, explicó.

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