Uruguayos hacen la Europa: desde ser intérprete de Suárez y Mujica hasta tocar el violín para millones de fans en China

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Aldo Cicchini toca el violín desde los 5 años y hoy integra la Orquesta Sinfónica de la RAI. Foto Valeria D’Elia
Valeria D'Elia

HISTORIAS

Un violinista, una actriz, un productor musical, un traductor y una joven basquetbolista triunfan en el viejo continente.

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Es imposible que Aldo Cicchini (34) recuerde cuál melodía lo enamoró de todas las piezas clásicas que escuchó siendo un bebé los domingos al mediodía en casa de su abuelo materno. Fue en esos almuerzos que el género, y sobre todo la música, se colaron en su vida y lo cautivaron a tal punto que se obsesionó con Las Cuatro Estaciones. Volvía del jardín de infantes, pedía que le pusieran el disco de Vivaldi y lo escuchaba tirado en el sillón todas las tardes. Esa conducta tan poco habitual en un niño de dos años sorprendió a los padres de Aldo que tomaron la mejor decisión: buscarle un profesor para que pudiera desarrollar la que parecía su pasión. Tres años después, dieron con una docente de violín y así empezó la historia de este uruguayo que se graduó con el puntaje máximo y mención especial en el Conservatorio de Milán y fue uno de los siete elegidos entre 560 músicos del mundo para integrar la Orquesta Sinfónica de la RAI.

Estamos acostumbrados a poner de ejemplo a futbolistas cuando toca hablar de uruguayos que triunfan en Europa, aunque no sean la excepción. Pero nuestro país, con poco más de 3 millones de habitantes, derrocha talento en distintos menesteres por el viejo continente.

Lucía Trentini (36) quiso salir de su zona de confort y en 2018 se mudó a Madrid para hacer un máster en Creación Teatral: hoy tiene múltiples proyectos artísticos que “mezclan territorios”. Roberto Darío Moreno (57) se fue de mochilero con 18 años, y entre las tantas aventuras que vivió en Londres, donde se radicó, se jacta de haber sido intérprete de Luis Suárez y del expresidente José Mujica.

Agustina Aceredo (20) llegó a España en enero para jugar en el club Salle, de Melilla, y con el anhelo de hacer del basquetbol su profesión. Horacio Bolz (29) se mudó a Londres para hacer de la música su medio de vida. Se hizo amigo de Phil Manzanera, productor de Pink Floyd, y se encontró trabajando con su banda favorita y otros ídolos de la niñez, algo totalmente impensado.

Seis historias de uruguayos con distintas profesiones, edades e intereses y un mismo hilo conductor: el talento, la perseverancia, el esfuerzo y estar en el momento justo para hacerse un nombre lejos de casa y entre tantos desconocidos.

Diamante en bruto

Aldo se tomó un avión con destino a Italia con apenas 18 años y sin pasaje de vuelta. Iba convencido de que se iba a comer el mundo. “Pero me di cuenta de que el mundo era un poco más grande que yo”, reconoce en diálogo con Revista Domingo, 16 años después. Pasó tiempo y mucha agua debajo del puente, pero es capaz de recrear cada paso de su historia con lujo de detalle y con una delicadeza y sensibilidad propia de un violinista.

Guarda en su memoria cada momento vivido y cada logro como tesoros. Es que cada triunfo le costó sudor y alguna lágrima. “Nunca faltó la pasión, pero he tenido momentos feos y desilusiones enormes”, confirma.

Y cuenta el primer tropezón que, por fortuna, no fue caída. Llegó a Cremona, la ciudad del violín, decidido a audicionar para el maestro Salvatore Accardo. Compitió contra 49 talentosos del mundo y no estuvo entre los tres elegidos. La desinformación y la inconsciencia le jugaron en contra. A la distancia, reconoce que llegó sin estar preparado ni conocer a quién tenía enfrente: uno de los mejores intérpretes de violín del siglo XX.

Su padre, que lo acompañó y siempre confío en su capacidad, le insistió para que consiguiera los datos de Francesca, una de las tres seleccionadas por Accardo, y así poder pedirle un consejo. “Lo hice para que mi viejo me dejara de insistir porque había decidido que la música terminaba ahí. Iba a colgar el violín y anotarme en la Facultad de Medicina”, cuenta.

Francesca lo puso en contacto con Daniele Gay y le vaticinó: “Es un profe espectacular, si le gustás, te cambia la vida”. Dicho y hecho. Coordinó una reunión con él, le presentó el mismo programa que había tocado para Accardo, pero con mejor suerte. “Sos como un diamante en bruto que hay que pulir. Yo sé cómo trabajar para limar los detallecitos y que brilles. Si tenés ganas de venir a Milán, tenés las puertas abiertas de mi clase”, le dijo Gay.

Aldo ni lo pensó. Se instaló unos meses antes, preparó con él la prueba de ingreso al Conservatorio de Milán y superó la admisión. La intuición de Gay no falló: Aldo se graduó en 2010 con puntaje máximo, mención especial y beso académico. Luego, se mudó a Austria para hacer un posgrado en la Universidad de Viena y volvió a Italia en 2013 con ganas de instalarse en Milán para formar una familia con Anita, su actual esposa y madre de sus dos hijas. Ese año no hubo una sola oferta laboral para violinistas en toda Italia.

Días antes de volar a Uruguay para pasar las fiestas con su familia, se enteró que había un concurso para integrar la prestigiosa Orquesta Sinfónica de la RAI en Turín, a 120 kilómetros de Milán. Era la oportunidad de su vida, así que mientras todos iban a la playa, Aldo sudaba la gota gorda en un apartamento mano a mano con su violín. “Me maté para eso. Perdí como cinco kilos, no lograba comer, no podía dormir. No podía permitirme no ganar ese concurso”, dice. El esfuerzo valió la pena: salió tercero entre 560 aspirantes del mundo entero en el primer y último concurso al que se presentó en 2014.

Camaleónica

Lucía Trentini presentó la obra "Instrucciones para no morir" en las calles de Madrid. Foto: Fernando Rocca Andreu.
Trentini presentó "Instrucciones para no morir" en las calles de Madrid. Foto: Fernando. Rocca.

Radicarse en otro país era un anhelo que Lucía Trentini traía desde la infancia, pero necesitaba una excusa para cargar de seguridad esa mudanza. Y encontró en ese máster en Creación Teatral que hizo en la Universidad Carlos III el plan perfecto. Era redondo, porque se fue a Madrid becada por el Fondo de Estímulo a la Formación (Fefca).

En Uruguay se había ganado un nombre como actriz, cantante y directora teatral. Había obtenido el Florencio Revelación 2014 por su actuación y dramaturgia en el unipersonal Música de Fiambrería. Entonces se encontró con 32 años reconstruyéndose en un sitio donde era una completa desconocida. “Me sentí mucho más latina, más empoderada y me di cuenta de que reivindicaba mi fuerza por crear donde sea que estuviera”, dice.

Su esencia experimental se potenció estando a miles de kilómetros de su país. Trasladó la sensación de ser foránea mezclada con el bagaje emocional que suponía haber dejado atrás su tierra natal, su pareja, sus afectos y aventurarse a lo nuevo para dar a luz la obra Instrucciones para no morir. “No tengo un teatro, tengo la ciudad, dije, y compuse esta pieza para la ciudad. Diseñé un recorrido de 35 minutos con dos opciones: la vida o la muerte”, cuenta sobre este exitoso trabajo experimental.

Terminó el máster en junio de 2019 y estaba decidida a volver a Uruguay, pero no tenía ahorros. Una amiga le dijo: “No te vayas de España sin conocer Almería”. Y la contactó con un amigo que le dio trabajo en un hostal de Isleta del Moro. En ese sitio paradisíaco pudo escribir, pasear, descansar y abrirse a recibir propuestas formidables.

“Estando ahí salió la posibilidad de ir a un festival en Francia, hacer una residencia en Italia y un proyecto de dirección en Chile. Firmé contrato con el Centro Dramático Nacional para un proyecto que me dio una solvencia económica interesante”, enumera.

Su plan hoy es armar un hogar en Madrid donde anclar cuando vuelve de las giras con Música de Fiambrería y Corazón, obra que dirige. También quiere mantener sus proyectos de dramaturgias para orquestas y pivotear en trabajos para Uruguay, y así estar un poco más cerca de casa.

Traductor VIP

Roberto Darío Moreno se dio el lujo de ser intérprete de Luis Suárez.
Roberto Darío Moreno se dio el lujo de ser intérprete de Luis Suárez.

A los 20 años colocó unas mudas de ropa en un mochila y partió de Uruguay liviano de equipaje con ganas de vivir una aventura. “A esa edad todo puede ser. Me fui sin saber qué iba a hacer”, cuenta Roberto Darío Moreno a Revista Domingo desde Londres. Allí reside hace tres décadas, pero antes anduvo por Bolivia, Guayana Francesa, Brasil, Francia, Noruega y Australia. En el país escandinavo conoció a un danés que le enseñó el oficio de carpintero y le consiguió un empleo que mantuvo por tres años.

Sus periplos continuaron por Australia, donde fue “pinche de cocina” hasta que encontró un trabajo de carpintero. En 1990 se instaló en Londres con el afán de remodelar casas y venderlas. Una “implosión del mercado inmobiliario” alteró sus planes y en un instante de lucidez advirtió que entre los “cacharros” que llevaba en sus valijas había tres o cuatro diccionarios. “¿Y si hago traductorado?”, pensó.

Con el título de traductor en mano, trabajó para el circuito de Naciones Unidas y para la OCDE y se mudó a Holanda dos años por un contrato en la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ).

Hoy ocupa un puesto en la Organización Marítima Internacional, pero acumula grandes anécdotas de su época como freelance. Fue intérprete del expresidente José Mujica en dos ocasiones. La primera entrevista fue a raíz de una investigación que un inglés estaba haciendo sobre la legalización de la marihuana. La segunda fue en los estudios de CNN, en Londres, durante una entrevista con la periodista Christiane Amanpour.

“Por protocolo ella le decía siempre mister president, mister presidente. Mujica se sentía observado porque se daba cuenta de que yo era uruguayo, y en una me dice, ‘¿qué tanto señor presidente?’ Le contesté: ‘Es lo que me dicen, no lo puedo cambiar’”, recuerda entre risas.

Se jacta entre sus amigos de haber sido uno de los pocos que se paró frente a Luis Suárez y le preguntó: “¿Por qué mordés a la gente?” Es que poco después del infeliz episodio con el italiano Giorgio Chiellini en el Mundial de Brasil, su palabra era la más buscada. El futbolista uruguayo pidió un intérprete para aceptar una nota con la revista estadounidense Sports Ilustrated y apareció en escena Roberto Darío. “Fue de casualidad. Yo estaba en un sitio web y me llamaron. Buscaban a alguien que estuviera cerca de Liverpool y recuerdo que el tipo me dijo que preferían a un hombre”.

Luis fue cordial, accedió a sacarse una foto con su traductor pero habló poco. “Había tenido un problema de racismo conPatrice Evra y estaba un poco chúcaro y asustado. Cuando me sintió el acento se sintió un poco observado. Habrá pensado: ‘¿por qué me ponen un uruguayo?’”

Agustina Aceredo salió campeona con el Club Malvín en 2017 y 2019. Foto: Carlos Hugalde
Agustina Aceredo salió campeona con el Club Malvín en 2017 y 2019. Foto: Carlos Hugalde.
BASQUETBOL

Soñar en grande y en anaranjado

Agustina Aceredo practicaba handball, tenis, natación, gimnasia artística y basquetbol. Se inclinó por la pelota anaranjada porque lo hacía con amigas, era un deporte colectivo y le fascinaba la emoción. Debutó con el plantel femenino mayor del Club Malvín a los 16 años, en 2017, y salió campeona. Repitió la hazaña en 2019 y a medida que conquistaba triunfos, proyectaba más en grande: “Siempre tuve la cabeza puesta en vivir la experiencia de jugar en el exterior”, dice. En 2020 se vinculó con una agencia y así llegó a Salerno Basket 92, un equipo italiano de tercera división. El técnico del Salle, de Melilla, vio unos videos suyos y la tentó con una oferta, pero ella quiso respetar el compromiso asumido con el Club Malvín. “Me volvió a llamar en diciembre de 2021 para repetirme la propuesta y acá estoy”, dice desde España. Entrena en el equipo de Liga Femenina 2 y Liga Nacional 1: “Estoy constantemente aprendiendo y creciendo apuntando a un futuro”. Su contrato termina el 9 de abril, en principio, pero tiene chances de renovar. “Llevaba dos días acá y mi técnico ya me hablaba del año que viene. Me gustaría quedarme en Europa”, confiesa.

Con ídolos a la par

Horacio Bolz tenía 18 años y estaba por recibirse de piloto de avión pero un viaje a Londres le voló la mente. “Me di cuenta de que podía estudiar lo que se me cantara, se me abrió la cabeza y dije: ‘Si quiero puedo ser músico’”, cuenta. El arte no era ajeno a su familia -su madre era artista plástica y su hermano, Martín Comas, le había enseñado a tocar la guitarra- pero la decisión sorprendió a todos en su casa. Le preguntaron dos veces si estaba seguro y él se mudó a la ciudad del Big Ben para estudiar producción musical e ingeniería de sonido en Alchemea College. Se dio de frente con un cartel en los pasillos de la universidad que anunciaba una master class sobre guitarras eléctricas a cargo de Phil Manzanera, productor de Pink Floyd y no dudó un segundo en anotarse. “Es mi banda favorita y era el sueño de mi vida conocer a este tipo”, dice. Para su sorpresa, el cuadro docente lo completaban otros dos monstruos: Tony Platt -ingeniero de sonido de Led Zeppelin y AC/DC- y Rupert Coulson -productor de Oasis y Rolling Stones-.

Entabló charla con Phil Manzanera en los recreos, pegaron onda y lo invitó a su estudio. “Salí temblando, casi me desmayo. Después lo llamé siete veces y no me daba bola, hasta que un día me atendió su asistente, me hizo una entrevista laboral, empecé a hacer cosas como asistente y hoy tengo con él una relación de amigo, es como mi abuelo. Siempre está para opinar y ayudar”, cuenta emocionado.

Esa amistad le abrió un sinfín de puertas. Fue ingeniero de sonido de los dos discos solistas que sacó Manzanera, participó de las giras por Argentina que el productor hizo con Emmanuel Horvilleur y los músicos de Gustavo Cerati, grabó junto a Jack Savoretti y ayudará a Manzanera en su proyecto con Paul Simon. Recientemente el uruguayo se vinculó como director al estudio 5DB y trabajó con artistas de la talla de Dua Lipa y Craig Silvey.

Horacio grabó mucho para otros y este año quiere dar prioridad a su proyecto personal llamado El Perro. No ansía ser un músico mega famoso, sino “canalizar ideas”. Lanzará sus canciones y también filmará un cortometraje. “Phil me vinculó con el baterista de Stereophonics, que es argentino, me hice muy amigo suyo y va a tocar la batería en mis canciones”, revela.

Horacio Bolz junto a Phil Manzanera y su hijo Charlie Targett-Adams.
Horacio Bolz junto a Phil Manzanera, productor de Pink Floyd, y su hijo Charlie Targett-Adams.
VIRAL

Cicchini ganó millones de fanatícos chinos por conciertos en el balcón de su casa durante la pandemia

Aldo Cicchini está convencido de que su pasión no es el violín sino la música. Su camino académico quiso que se volcara hacia el género clásico, pero le fascina el rock, el jazz, el pop. La pandemia despertó en él una veta creativa que no había sacado a relucir y decidió explorar otros estilos. Armó el trío de cuerdas OP3 (violín, viola y violoncello) con otros dos músicos impresionantes, y lanzaron tres videos con covers rockeros. “Es el primer proyecto que llevaría a China cuando se abra la frontera”, revela a Revista Domingo.

Su desembarco en tierras orientales no será casual: Aldo acumula más de 750 mil fans en su cuenta de Weibo, red social china, y dio un concierto online al que se conectaron 320 mil personas. El fenómeno sucedió sin que lo buscara, en plena pandemia. Una tarde de marzo de 2020 salió como lo hizo desde que empezó la pandemia a dar un concierto desde el balcón de su edificio, ubicado en el Barrio Chino de Milán, y fue filmado por una vecina que lo compartió en su cuenta de Weibo. A la mañana siguiente, el Instagram de Aldo explotaba con solicitudes de chinos residentes en el exterior que querían seguirlo. Entre tantos mensajes había uno de su vecina que lo alertaba: “Puede ser que te lleguen muchos mensajes y no entiendas qué pasa. Compartí tu concierto en mis redes de China y lo vieron 10 millones de personas”. Acto seguido, lo llamaron del staff de Weibo para crearle una cuenta, lo convocaron de distintos medios para hacerle entrevistas y sus videos fueron vistos por más de dos millones y medio de personas en China durante el 2021. El fenómeno cobró tal magnitud que Aldo tiene una manager en ese país y espera ansioso que se abra la frontera para encontrarse con ese público en persona. “En ningún momento traté de sacar un beneficio económico de esto. Lo mío era regalar arte a gente que no tenía acceso porque no se podía ir a conciertos ni teatros. Sentía que era lo menos que podía hacer desde mi situación privilegiada -la sinfónica italiana nunca dejó de pagarme el sueldo-. Hoy es un recurso que tengo y voy a empezar a usar”, asegura.

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