EL PERSONAJE
A sus 43 años, tiene una larga trayectoria como escritor. Es docente, nació en Maldonado y recibió varios premios por su trabajo literario
Valentín Trujillo es desde hace dos años el director de la Biblioteca Nacional, donde ha asumido algunos desafíos como el de avanzar en la digitalización de su vastísimo acervo y promocionar las actividades institucionales -utilizando todas las herramientas posibles- en los 19 departamentos. Detrás del jerarca hay un docente, periodista y escritor, multipremiado por su obra.
Trujillo nació en Maldonado en 1979, es hijo del pintor José Trujillo y de Adriana López, quien fue el gran sostén de una familia con cuatro niños. “Gracias a ella mi padre pudo desarrollarse como artista”, asegura el director de la Biblioteca Nacional a Revista Domingo. Sus padres lo tuvieron siendo muy jóvenes. Y él se crió en un ambiente imbuido por las artes plásticas, la literatura y el cine.
Empezó a leer de manera precoz gracias a que siempre hubo una buena biblioteca en su casa. “Con mi padre siempre hablábamos de la diferencia entre mirar y ver, del tema de la percepción de la realidad y de la interpretación. Al principio, aprender a mirar es una cuestión sensorial, lo cual puede estar condicionado por la forma en la que ves un cuadro o la realidad representada, por ejemplo. Creo que tuve un entrenamiento y una educación muy grande en el tema de la mirada. Y eso me repercutió en la forma de escribir, de concebir, de captar los pliegues de la realidad”, dice. Y agrega: “Eso también repercutió en el resto de mi familia. Tengo un hermano que es músico, una hermana que se dedicó a la Filosofía y otra al diseño de ropa. Hay una matriz claramente, desde mi casa, en cuanto a desarrollar distintos tipos de capacidades vinculadas a la creatividad”.
Aunque como escritor debutó publicando un libro de cuentos (Jaula de costillas, 2007), comenzó de adolescente escribiendo poesía. “En aquel entonces intentaba copiar a los escritores que me atraían, como Álvaro Figueredo, que es de Pan de Azúcar y en mi opinión es uno de los poetas uruguayos más importantes del siglo XX, pese a que sea prácticamente un desconocido. También me marcó muchísimo Octavio Paz, la poesía de Jorge Luis Borges y el trabajo de Juan Cunha”, recuerda.
“Arranqué a escribir con la literatura intuitiva y desordenada de un adolescente, como tanteando el terreno. Pero luego miré hacia la narrativa. Empecé a escribir poesía medio en broma -aunque también medio en serio porque en toda broma siempre hay algo de seriedad- en una revista que hicimos en el Centro Regional de Profesores con un grupo de amigos, entre los que estaba Damián González Bertolino, que es mi gran hermano de la literatura. Ahí nos inventamos unos personajes que eran como viejos poetas de Maldonado (el suyo se llamaba Héctor Pascale) y les dimos voz. Escribía poesía con seudónimo, interpretando a un personaje ficticio. Pero nunca más volví a la poesía, me considero un narrador en sus distintas versiones: en cuentos, novelas y ensayos”, sostiene.
Hacerse el camino
Trujillo se graduó como profesor de Lengua y Literatura en Maldonado, estudió cine en Cinemateca Uruguaya y periodismo en la Universidad Católica. Trabajó como profesor de Secundaria y tuvo diversas ocupaciones antes de poder vivir de lo que realmente le gustaba (la comunicación y la literatura): en un vivero, en una estación de servicio, en una librería y en un aeropuerto.
“Primero estudié en el Centro Regional de Profesores (CERP) del Este, que se abrió en 1998 como algo independiente del IPA, dentro de la reforma de Germán Rama. Fue una experiencia alucinante porque estudiaba ocho horas por día en mi propia ciudad y conocí a una camada muy interesante de gente vinculada a las letras, de un montón de departamentos. Era como asistir a un congreso de estudiantes de literatura todos los días, en el que había un gran plantel docente”, dice.
Luego desembarcó en Montevideo en busca de otros rumbos. Y fue cuando quiso estudiar cine, aunque la experiencia no lo colmó. “Estamos hablando de la época pre digital. Las cámaras eran algo rudimentarias y me di cuenta de que el cine era una expresión colectiva en la que dependías de demasiada gente durante demasiado tiempo para hacer una película”, comenta.
Volvió a Maldonado, se reenganchó en el Centro Regional de Profesores y se dedicó a desarrollar la revista under en la que se podía expresar más espontáneamente. Egresó en 2001 y trabajó como docente en el ámbito público y en el privado. Y en lugares tan disímiles como el Liceo de Pan de Azúcar y el de Punta del Este (donde el adscripto era Yamandú Orsi, profesor de historia y actual intendente departamental). En 2002, cuando nació su primera hija, Julieta, (tiene otro hijo llamado Juan Lázaro) dio clases en un liceo nocturno, donde casi todos sus alumnos eran más grandes que él.
Los libros y el fútbol
Su carrera literaria comenzó con paso firme: Jaula de costillas obtuvo el premio Narradores de la Banda Oriental en 2006. Y su segundo trabajo de cuentos, Entre jíbaros (2013), también tuvo una muy buena acogida.
El mismo año publicó un libro sobre fútbol que escribió con su esposa, la periodista Elena Risso: Nacional 88. Historia íntima de una hazaña (Fin de Siglo). “Se cumplían 25 años de aquél hecho que ocurrió cuando yo tenía nueve años. Lo escribimos a cuatro manos, entrevistamos a más de 60 personas y fue como una especie de primer hijo. Fue un año dramático para Nacional que está sintetizado en una frase que nos dijo el ‘Zorro’ Daniel Felipe Revelez: ‘El 88 fueron dos días de gloria y 363 de sufrimiento’. Obviamente se refería a las dos finales, la de Newell’s y la de Japón contra el PSV Eindhoven, porque el resto del año fue complicadísimo”, recuerda.
Según Trujillo, “el fútbol también es una narración”, por lo cual es posible un abordaje literario de este deporte. “No solo hay un fenómeno sociológico que mueve naciones y paraliza países, cada partido es una narración en sí: tiene una cronología, personajes principales y secundarios, un argumento principal; tiene épica y tiene drama”, destaca.
Afianzándose como escritor
Trujillo trabajó como periodista en El Observador entre 2005 y 2015, cuando comenzó el libro que lo afianzó como escritor y que terminó siendo publicado dos años más tarde: Real de Azúa. Una biografía intelectual (Ediciones B). Desde entonces ha obtenido otros reconocimientos por su obra: Premio Legión del Libro en 2015; Medalla de Honor otorgada por la Cámara Uruguaya del Libro por sus aportes a la crítica literaria periodística en 2016 y (el mismo año) el Premio Juan Carlos Onetti en la categoría Narrativa por la novela ¡Cómanse la ropa! Un año más tarde fue seleccionado en la lista Bogotá 39, de los 39 mejores escritores latinoamericanos de ficción menores de 40 años.
Con Real de Azúa. Una biografía intelectual, obtuvo también en 2017 el Premio Bartolomé Hidalgo (en la categoría Testimonio, memorias y biografías), que entrega la Cámara Uruguaya del Libro.
“Mi sacudimiento con la figura de Carlos Real de Azúa se dio cuando leí en 2014 su libro El impulso y su freno, que es del año 1964. La vigencia de ese libro era muy pero muy notoria. Y me pregunté entonces qué talentos tuvo ese hombre para darse cuenta, cincuenta años atrás, que había un montón de líneas de continuidad que se mantendrían, a pesar de que Uruguay y el mundo experimentaron cambios gigantescos”, comenta. A Real de Azúa. Una biografía intelectual y la novela de 2017 ¡Cómanse la ropa! le siguió Revolución en sepia, una ficción publicada por Penguin Random House en 2019.
La pandemia y sus obligaciones como director de la Biblioteca Nacional han ralentizado la producción literaria de Valentín Trujillo. Pero solo se trata de una pausa: este inquieto escritor está trabajando un libro sobre un cantautor uruguayo y finalizando una novela que tiene “en las gateras” desde hace dos años.
Su padre, Nacional y la Biblioteca
Su padre, José Trujillo (1960-2019), fue un reconocido pintor fernandino quefalleció prematuramente, aunque dejando una fantástica obra. Su inquietud y vocación por la pintura lo vinculó al taller Maldonado en 1973, que dirigió el maestro Manolo Lima. Desde entonces tuvo varios reconocimientos a nivel nacional e internacional.
Su pasión por el bolso lo llevó a publicar en 2013 Nacional 88. Historia íntima de una hazaña, escrito junto a su esposa Elena Risso. El trabajo incluye cerca de sesenta entrevistas realizadas a jugadores, cuerpo técnico, periodistas, rivales y dirigentes de la época, así como material de archivo, fotos, fichas y estadísticas de aquella épica campaña deportiva.
“La Biblioteca Nacional es una responsabilidad muy grande. Es una moneda con dos caras. Una maravillosa que es el acervo exquisito, invalorable e infinito: acá está el registro de casi todo lo que ocurrió en el país en más de 200 años. Pero como toda gestión, tiene sus complejidades, las cuales incluyen el tener que liderar un grupo humano”, dice.