ARTE

Vecinos e influencers salvaron de la demolición a la última casona de Roque Graseras y hoy funciona un centro cultural

Activistas por el patrimonio arquitectónico y vecinos de Pocitos se movilizaron para evitar el derrumbe de la única casa señorial que sobrevivía en la cuadra. La historia de cómo se logró, a qué acuerdo llegaron con la constructora y el inédito centro cultural en medio de una obra en construcción que hoy alberga la casa.

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El Centro Cultural Obra está inmerso dentro de una obra en construcción en la calle Roque Graseras; funciona sábados y domingos de 10 a 14 horas y la entrada es gratuita.
El Centro Cultural Obra está inmerso dentro de una obra en construcción en la calle Roque Graseras; funciona sábados y domingos de 10 a 14 horas y la entrada es gratuita.
Foto: Francisco Flores.

Por Mariel Varela

En la calle Roque Graseras, a pasos de Bulevar España, quedaba en pie la última casa señorial de la cuadra -donde antaño hubo muchas- ylos vecinos no estaban dispuestos a que les arrebataran de su paisajeesa suerte de oasis con reminiscencia al pasado. Apenas la gente advirtió que “la picoteaban”, Florencia empezó a recibir un aluvión de fotos, mensajes y videos a su popular cuenta de Instagram @lacasadeflopi.

Florencia es docente y en pandemia decidió empezar a compartir en redes su pasión por la arquitectura y la historia del arte, el contenido gustó, ganó seguidores -más de 24.000- y desde entonces la comunidad la identifica con el rescate del patrimonio. Hoy es una de las tantas influencers que usa su visibilidad para reivindicar el valor patrimonial de las construcciones citadinas y se jacta de haber tenido su primer caso de éxito.

Está cansada de descubrir en cada paseo por Montevideo que edificaciones cargadas de porte patrimonial e histórico caen al suelo cual torres de naipes. “La ciudad está atravesando una demolición permanente y cruel y eso hay que pararlo de alguna forma. No podemos quedarnos sentados”, afirma Florencia a Revista Domingo.

Su reacción fue inmediata al ser etiquetada por los vecinos del barrio Pocitos, que se preocupaban por el futuro de esta casona construida en 1942, que había sido propiedad de Alejandro Gallinal y Elena Castellanos, figuras destacadas del país. “Me agarré una bronca y dije ‘basta, no puede ser que vayan a reventar la última casa que queda en la cuadra’. Una casa divina, con un jardín alucinante y una historia interesante”, se explaya.

Fue la primera vez que militó tanto para que no hicieran trizas una casa con peso histórico y dio sus frutos. La movida de vecinos e influencers (ver recuadro), sumado a la buena voluntad del Estudio Rener, dieron lugar a un proyecto original e inédito. La constructora decidió frenar la demolición ante los reclamos y acordó mover el edificio al fondo y mantener la casa al frente. Esta albergará los amenities (salón de fiesta y gimnasio arriba) de la residencia de 56 unidades que se llamará Jardín Castellanos.

Hay más buenas nuevas y batallas ganadas

La casa no solo se conserva, sino que fue remodelada y desde el 1° de abril se transformó en Obra, un centro cultural inserto en medio de una obra en construcción, que albergará distintas muestras, exposiciones y permitirá desarrollar talleres y actividades mientas dure la ejecución del proyecto, que está previsto sean dos o tres años.

Cultural Obra es resultado del trabajo conjunto entre la productora BMR y el Estudio Rener. Abre sus puertas los sábados y domingos de 10:00 a 14:00 horas y el público es recibido por el gestor cultural Gonzalo Linares. El acceso es libre y gratuito.

La muestra inaugural se titula Montevideo afuera y está arraigada al barrio: se centra en la magnífica integración de las artes y visuales y la arquitectura que se percibe al recorrer al calles de la zona.

“Seleccionamos obras artísticas en edificios de Pocitos y colgamos sus fotos en gran formato. Entregamos a los visitantes un folleto que tiene un mapita, o sea que la idea es motivar a que salgan a recorrer esos lugares”, comenta Nicolás Barriola, arquitecto y director de BMR Productora Cultural.

Cultural Obra fue seleccionado por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) como proyecto de Espacio de Promoción del Arte Uruguayo (EPAU) y se benefició de los Fondos de Incentivo Cultural (FIC).

Se trata de una propuesta inédita, original y desarrollada especialmente para esta obra. Si bien no existen antecedentes, BMR ambiciona con transformar esta novedad en una tendencia. “No puedo adelantar nombres pero ya están confirmados otros que no se van a llamar Obra, porque es un proyecto con Rener, pero va a haber más casos similares. Es una tendencia que queremos instalar”, anticipa el arquitecto y productor.

Militancia por la arquitectura

Historia con final feliz

Así se verá el edificio con la casona conservada al frente, una vez finalizada la obra, en una par de años.
Así se verá el edificio con la casona conservada al frente, una vez finalizada la obra, en una par de años.

Florencia pidió a sus seguidores de @lacasadeflopi que compartieran fotos y videos en vivo etiquetando a la Intendencia de Montevideo, la Comisión de Pocitos y la propia intendenta Carolina Cosse. El objetivo era frenar la demolición de la última casona antigua que sobrevivía en la calle Roque Graseras. La comunidad respondió. Florencia recuerda el dolor que le provocó haber visto en vivo picar la cornisa de esa casa y su hermosa ornamentación. En esa época integrabaPatrimonio Activo-grupo liderado por Eric Schaffner que promueve la recuperación del patrimonio arquitectónico y urbanístico de Uruguay que hoy está algo desactivado- y desde ahí se movilizaron con fuerza y firmeza. Ella y Eric llevaron las cámaras de Canal 4 para visibilizar el caso.

“Hicimos un especial en el momento en que estaban tratando de demoler. También se incluyeron fotos de casas que habían sido demolidas y se mostraron los edificios que hay ahora. Entre eso y las redes, donde prendimos fuego todo, de pronto los vecinos nos avisaron que habían parado la obra”, cuenta Florencia. Al tiempo se enteró que habían retomado, se dio una vuelta y al ver que estaban restaurando la casa no daba crédito. “Fue nuestro gran éxito”, asegura. Y añade: “Pensé que era la única que apreciaba el patrimonio de la ciudad pero con Instagram me di cuenta de que es mucha gente, sobre todo jóvenes”.

Ganar-ganar.

Vale decir que Rener optó por atender el reclamo de los vecinos y frenar la obra ante las denuncias públicas, aunque podría haber hecho caso omiso al reclamo. ¿La razón? La casa ubicada en Roque Graseras, explica Barriola, no es Monumento Histórico Nacional ni Bien de Interés Municipal, que son la dos protecciones que se otorgan hoy para evitar la demolición de un inmueble. Si bien la Intendencia de Montevideo (IM) había entregado el permiso de construcción, el estudio decidió consultar si estaba infringiendo alguna norma. La respuesta de la comuna fue: ‘No están haciendo nada mal, pero capaz que podemos lograr cambiar el proyecto’.

El cambio supuso intensificar el trabajo y redoblar esfuerzos pero, a la vez, Rener sacó su rédito: “Cambiar un proyecto que tenés pronto es un dolor de cabeza pero la Intendencia lo que hace es darle más altura, entonces el estudio también obtiene un premio por el buen proceder”, revela Barriola.

Hubo acuerdo entre las partes (vecinos, estudio e IM) y se logró salvar la única casa que sobrevivía en Roque Graseras. ¿Cuál fue el cambio? En vez de levantar el edificio donde estaba la casa, igual que el resto de las torres de la cuadra, se movió al fondo. “La casa no estaba en su mejor momento y gracias al edificio va a tener un lindo jardín y se arregló toda. No solo queda sino que queda totalmente remozada. Por eso hablo de un círculo virtuoso”, afirma Barriola.

Sacar jugo

La casona fue propiedad de Alejandro Gallinal y  Elena Castellanos, dos figuras destacadas del país.
La casona fue propiedad de Alejandro Gallinal y Elena Castellanos, dos figuras destacadas del país.
Foto: Francisco Flores

Cultural Obra da lugar a una experiencia sin parangón, que habilita la posibilidad de establecer una relación más amigable y cercana entre la obra en construcción -espacios que se caracterizan por ser de acceso restringido para los civiles- la ciudad y los vecinos del barrio.

La propuesta redunda también en una chance para que estos sitios poco concurridos multipliquen el flujo de visitantes y adquieran un papel funcional. Es, además, una manera de aprovechar el tiempo muerto típico de la obra para dar lugar a algo vivo, como es el arte, y fomentar su consumo.

“Uno asocia los centros culturales a grandes emprendimientos, sin embargo acá estamos haciendo una inversión mínima con un máximo aprovechamiento del espacio que, de otra manera, no tendría otro cometido que ser un showroom del edificio”, indica Barriola.

Los showrooms, según explica el arquitecto, suponen inversiones enormes y suelen estar vacíos. “En tres años quizás pasan 300 personas; acá en tres fines de semana vinieron más de 200. La intensidad del uso crece exponencialmente”, agrega.

La decisión de habilitar el paseo los fines de semana no es al azar; se pensó así para lograr una convivencia armónica entre los distintos actores: visitantes, operarios, obra en construcción y arte.

“Las obras no trabajan los fines de semana, por lo tanto, cuando la gente viene, si bien ve la obra por la ventana, no siente ruidos y no está la interacción humana, que es un choque para ambas partes. Está previsto generar charlas para los operarios en el espacio cultural dentro del horario de trabajo para que reciban lo mismo que los vecinos”, indica el arquitecto.

Virus cultural

Un ecosistema integrado por profesionales de distintos palos (diseñadores gráficos, expertos en comunicación digital, arquitectos y montajistas) trabajó en pos de lograr concretar esta idea atípica de albergar un centro cultural dentro de una obra en construcción.

Ático Estudio -con Manuel Machado y Valentina Joanicó a la cabeza- fueron los encargados de diseñar una pieza de steel frame con policarbonato que mide 9x2 metros y sirve de estructura para contener la variedad de muestras que habrá a lo largo de los dos o tres años que dure la obra del Jardín Castellanos. “Vamos a hacer cosas distintas pero siempre con este objeto que es el que contiene la muestra. Es lo que llamo ‘virus cultural’”, define Barriola.

Está previsto rotar y que en dos meses se comience a exhibir un material del colectivo Croquiseros Urbanos de Montevideo. Con ellos también realizarán salidas por el barrio para dibujar e intervenir diversos espacios.

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