Viajar por el mundo con un presupuesto ajustado

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Franca Levin con una familia en Brunéi. Foto: cortesía Franca Levin

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Para Franca Levin viajar con 10 dólares diarios es posible. Es uruguaya y desde abril recorre el sudeste asiático por fuera del circuito turístico.

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"Durante mucho tiempo ni siquiera lo veía posible”, dice Franca Levin sobre viajar. Es uruguaya, tiene 28 años y habló con Revista Domingo desde Tailandia. Antes, hasta hace un par de días, estuvo en Singapur cuidando a Dora, una perra, mientras sus dueños viajaban, después de Tailandia quién sabe qué viene. El único punto marcado es estar en India en marzo. Desde comienzos de 2019 está recorriendo el sudeste asiático con dos mochilas a cuesta, un presupuesto ajustado a diez dólares por día y ganas interminables de aprender y vivir experiencias distintas. “Miro para atrás, pienso en yo niña, y ni en mis mejores sueños hubiera imaginado lo que estoy haciendo”.

Franca (@dementeconmochila en Instagram) se reconoce como parte de la generación a la que no le gusta ni aburrirse ni seguir un guion, no quiere estar parada siempre en el mismo lugar. Sabe, también, que viajar libremente es algo que la generación de sus padres no veía tan posible como hoy. Tiene que ver, opina, con una “situación política y económica del país. Mis viejos no podían ni soñar con hacer algo así y laburaban todo el día para llegar a fin de mes con lo justo”.

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Viajar a dedo, más que a cualquier necesidad económica, responde a una incansable búsqueda de vivir un viaje intensamente. Andar en transporte pago no movería la aguja de nuestro presupuesto considerablemente, pero nos privaría de un mundo de experiencias increíbles y generosidad sin límites. . Ya perdí la cuenta de cuántos se desviaron para dejarnos en un mejor lugar, o cuántos nos ofrecieron comida y hasta plata. Cuantas palabras aprendimos (y nos olvidamos), cuantas preguntas hicimos y cuantas respondimos. Cada día estoy más segura que hay un ida y vuelta genuino que (casi) sólo pasa cuando no hay dinero de por medio. . Ayer superamos los 1500 kilómetros a dedo por Malasia y no pude evitar repasar las historias que fueron surgiendo en la ruta, hasta que sin querer descubrí un denominador común: la sonrisa. Incluso en las situaciones más complicadas nos ganó la carcajada y vivimos este viaje con una alegría que nos desborda. . Con lluvia, un calor insoportable o el humo que no te deja respirar. Con camioneros simpaticones, familias vacacionando o alguna pareja de jubilados que nos toma de nietas por un rato. Con olor a perfume o varios días sin ducha. Da igual: que la ruta nos siga divirtiendo, que la vida nos siga sorprendiendo. Por mucho más viaje a carcajada limpia y lágrimas de risa. . . . . . #travelblog #travelblogging #blogdeviajes #hitchhiking #autostop #vivirparaviajar #viajarparavivir #femaletravel #wanderlust #mujeresviajeras #mujeresnomadas

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De niña asociaba los viajes a gente que tenía mucho dinero, a ahorros de toda la vida para llegar a Europa por 15 días. “Mi abuela laburó como una condenada, ahorrando pesito a pesito y de jubilada a los 70 y largos logró irse a Europa un mes, y fue el viaje de su vida. Mi hermano hizo el viaje de Arquitectura y ese fue su viaje, años vendiendo rifas y ahorrando para eso”. El viaje más lejano de Franca era desde Montevideo a Cerro Largo para visitar a su abuela, desde los ocho años. Seis horas de charlas con otros pasajeros que nunca más olvidó.

De adolescente pasó a soñar con recolectar kiwis en Nueva Zelanda. Se repetía esa idea hasta que al final se dejó llevar por los mandatos: hizo una carrera (es profesora de matemática), un posgrado, y la idea de viajar se guardó en un cajón. En ese transcurso conoció Cuba, Estados Unidos, Europa. Acumuló millas gracias a una tarjeta universitaria, su padre le donó otras y sumó lo suficiente para un pasaje a Chile sin retorno. Se fue 40 días, todo un verano para abrir la caja y sacar de nuevo las ganas de viajar.

Viajar le ha dado mayor libertad

Sin un plan, sin conocer a nadie y yendo hacia donde la guiara la intuición o la circunstancia terminó en el Sur. Ante los lagos y los volcanes chilenos conoció gente que en sus mismas circunstancias había recorrido parte del mundo. “No era gente rica o con un mecenas atrás, ni bendecidos por una fuerza sobrenatural, nada. Era gente común y corriente que había elegido tener otra forma de vida. Listo. Hice un pacto conmigo, sin plazos, pero me lo prometí. Menos de dos años después falleció mi abuela, mi viejo recibió una plata que no estaba en los planes, se quedó con la mitad y la otra la repartió entre mis hermanos y yo. No era mucho, pero lo suficiente para pagarme un pasaje”. Se fue a Australia para juntar más plata. Terminó su visa de trabajo y volvió a Uruguay, pero con fecha marcada para recorrer Asia.

Franca Levin en Malasia. Foto: cortesía Franca Levin
Franca Levin en Malasia. Foto: cortesía Franca Levin

“Yo siento que hasta que me fui, a los 27 años, viví una vida que venía con un guion armado: escuela, liceo, facultad, trabajar, hacer deporte, estudiar inglés. Mi vida no era particular. Sí tenía la libertad de elegir, pero dentro de una oferta”. Ahora hasta se cansa porque tiene que tomar decisiones todos los días. “Es tanta la libertad que a veces hasta nos asusta un poco porque no nos entrenan para esto”. Hasta hace un par de meses viajaba sola, ahora se sumó su amiga Mercedes y agradece sobre todo porque, además de los gastos, se divide la responsabilidad de decidir: hacia dónde ir, qué comer, dónde dormir.

Recorrer Asia con un presupuesto ajustado

“Hace un tiempo leí que el espíritu viajero es anterior a la industria y el turismo. Entonces esa cosa de viajar como esclavo del paquete turístico no tiene que ser así. Existen alternativas”. En su caso, anota sistemáticamente cada gasto y luego pasa a una planilla de Excel. Así sea un chicle, una cerveza, comida o shampoo. Explica que viajando se gasta prácticamente en tres cosas básicas: comida, transporte y alojamiento. Y una cuarta que depende del tipo de viaje, que son las atracciones turísticas. Para comer, elige mercados locales en lugar de restaurantes. Para transportarse, casi siempre lo hace a dedo. Para dormir, desde carpas hasta las opciones del house sitting o el couchsurfing a través de aplicaciones. La primera es cuidar la casa (o las mascotas) de alguien a cambio de alojamiento. La segunda es una especie de “adopción” que hacen locales a turistas. En su caso ya van tres perritos que cuida: Kopi en Bali, Dora en Singapur y ahora Lola en Tailandia.

Franca Levin y Mercedes en Malasia. Foto: cortesía Franca Levin
Franca Levin y Mercedes en Malasia. Foto: cortesía Franca Levin

Franca se propone vivir con 10 dólares máximo al día. En Instagram y en su blog www.dementeconmochila.com relata cómo vive su aventura y cómo se hace posible gracias a la hospitalidad que encuentra en cada lugar que visita. Su récord de presupuesto ajustado fueron los días que pasó en Bali: siete dólares diarios. Ahora planea bajar a cinco.

“Creo que depende mucho de la pregunta más importante que hay que hacerse antes de un viaje: ¿Para qué viajás? ¿Qué es lo que buscás? Si lo que querés es sacarte fotos en los destinos más turísticos de cada país, hacer buceo en todas las playas, visitar todas las islas paradisíacas, dormir en las habitaciones más cómodas, entonces sí, viajar es caro. Pero si te arreglás con poco, dormís en cualquier lugar, comés cualquier cosa, si lo que realmente buscás del viaje no se compra con dinero, sino que son las experiencias, conocer gente y enriquecerte culturalmente y aprender lo que sea, viajar no es caro. De hecho gasto mucho menos plata acá que viviendo en Uruguay”.

El intercambio cultural

 Eligió Asia porque siempre le resultó un lugar lejano y llamativo. Llegó, se sumergió, charló, convivió y se dio cuenta de todos los prejuicios insostenibles con los que se carga a Asia desde Occidente. Por un lado se encontró con una explotación de recursos humanos y materiales enorme, pero también con la hospitalidad. “Te explota en la cara. Viajando sola me han adoptado un montón de familias como si fuera una más, cuidándome como si fuera una hija. Desde que decidí hacer este viaje leí de pies a cabeza. Investigué un montón y algo sabía, pero no tiene nada que ver con lo que te encontrás cuando venís. Constantemente interpelás tus propias costumbres, hábitos, creencias”.

A Brunéi llegó justo para una celebración importante del Islam. Una chica la adoptó como su hermana y celebró junto a ella, su familia y amigos. Era su primera vez de estar realmente en contacto con el Islam y le sorpendió la apertura para contar sobre sus costumbres y creencias. En Singapur le impactó la convivencia pacífica de “una ensalada de culturas”: en una misma cuadra veía templos budistas, hindúes, musulmanes. Y en Bali le gustó ver cómo a pesar del turismo creciente, las costumbres no solo sobreviven, sino que se imponen. “Caminás por Kuta que es el centro más turístico, está lleno de gente, y tenés que tener cuidado de no pisar las ofrendas que ponen todos los días en la puerta de la casa”.

Ritual en una casa de Bali. Foto: Franca Levin
Ritual en una casa de Bali. Foto: Franca Levin

Dicen que viajar siempre transforma, que recorriendo el mundo se aprende más de uno mismo. Que se descubre la valentía, que se relativizan situaciones, que se reconocen realmente los sentimientos. Franca, asegura, se conoce mucho más y cree que todavía no tomó conciencia de todos sus cambios. El principal fue su adaptabilidad: “Mis únicas pretensiones en un día es comer algo relativamente bien, tener un lugar donde me sienta segura y tranquila para dormir. Un montón de gente me ha abierto las puertas de su casa sin conocerme y lo último que se me ocurre es demandar lujos”. Una habitación húmeda o dormir en el piso, viajar en un camión lleno de chanchos, preparar ofrendas o conocer aldeas perdidas... Lo que le importa a Franca es vivir en carne propia la cultura, y eso -lo ha demostrado- no es inalcanzable.

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