COMPORTAMIENTO
Las redes se han transformado en un espacio de interacción social pero, dicen expertos, no pueden suplir las relaciones cara a cara
La primera vez que Federica habló con Camila por Facebook fue hace más de diez más. Ella tenía 14 y Camila 13. Federica vivía en Colonia y Camila en Buenos Aires. Nunca se habían visto, ni una sabía nada sobre la otra. Solo tenían una cosa en común: las dos seguían a la misma “banda” de adolescentes que había surgido en una novela de Cris Morena. Un día, Federica agregó a Camila a Facebook porque le apareció como sugerencia, aunque no recuerda muy bien por qué lo hizo. Empezaron a hablar sobre Lali Espósito, sobre Peter Lanzani, sobre Los Teen Angels y sobre Casi Ángeles. Camila le contaba sobre los shows en las vacaciones de julio que hacían en el Gran Rex, sacaba fotos y se las enviaba por mail, se contaban sobre las entrevistas, los videos y las canciones. Hasta que un día se encontraron hablando sobre sus vidas, sobre la de Federica en el interior de Uruguay, y sobre la de Camila en la más grande y furiosa ciudad. A partir de entonces, empezaron a llegar los mensajes por el día del amigo, por los cumpleaños, por las navidades y los fines de año y Federica empezó a hablar de Camila como su amiga, la de Buenos Aires.
Pasaron 12 años de la primera vez que hablaron por Facebook. Los Teen Angels ya no existen, Cris Morena no hace más novelas, Federica ya no vive en Colonia aunque Camila sigue en Buenos Aires. Federica estudia abogacía, Camila es actriz y ninguna de las dos sigue a Lali Espósito. Ya no son amigas, aunque no saben muy bien por qué. Sin embargo hay algo que se mantiene: un like en Instagram, un mensaje de feliz cumpleaños, un espero que estés bien. Eso las mantiene “unidas”.
En estos tiempos en los que pasamos más mirando el celular que entre nosotros, las redes sociales se han configurado como un espacio de interacción en el que lo privado cada vez se hace más público, en el que estamos cada vez más en contacto y en el que cada vez es más frecuente que surjan vínculos y relaciones.
Pero, ¿qué sucede con esas relaciones que empiezan a través de una pantalla? ¿Son más frágiles que los vínculos de la vida real? ¿Son reales? ¿Cuál es su lógica? ¿Las redes habilitan más espacio para la mentira? ¿Qué significan los likes y cómo influyen en estos vínculos?
Virtuales
Las redes son herramientas de interacción, un espacio para conocer a gente y estar al tanto de la vida de otros. “Creo que son muy válidas, pero como todas las herramientas debemos aprender a usarlas y a respetarlas, porque lo que es seguro es que no son inocuas”, dice la psicóloga Roxana Gaudio Piñeyro. “Hoy se han convertido en ‘clubes virtuales’ con la particularidad de que creemos que construimos espacios íntimos. Y en realidad, son lugares públicos”.
En esa lógica, es cada vez más normal que nos hagamos amigos y amigas “virtuales”, e incluso, que lleguemos a encontrar una pareja a través de una pantalla. El tema es saber qué hacer con esos vínculos, cómo manejarlos y cómo llevarlos a la vida “real”, ya que se construyeron a través de lógicas diferentes.
Si bien no hay relación sin riesgo, dice la psicóloga, “es real que lo virtual deja un espacio mucho mayor a la fantasía y a la interpretación que a lo explícito y real. Esta situación suele potenciar lo mágico del encuentro virtual, y eso puede llegar a ser peligroso cuando el tiempo físico compartido es poco o a veces inexistente”. En esos casos, la identidad virtual depende siempre de lo que la otra persona quiera o no mostrar. Y, claro, la chance de llevarse sorpresas o desilusiones son mayores.
Para Gaudio, es importante valorar la oportunidad de encuentro que permiten las redes. “Sin embargo, también nos desafían a decodificar asertivamente los mensajes que se dan en ellas, comprender su lenguaje y códigos de funcionamiento para que ‘nos sumen’ desde el mejor lugar posible. Creo que estamos frente a un gran riesgo de ‘tecnologizar’ los vínculos y eso es psicológica y afectivamente inviable. Está bien distraernos, interactuar, construir redes y espacios de socialización en distintas formas, y claro que ahí entran las redes sociales. Pero también las personas necesitamos de la compañía en presencia, en todas sus dimensiones”.
Para el escritor y psicólogo Alejandro De Barbieri, uno de los grandes problemas de las redes sociales es que conectan pero no comunican. “Cuesta mucho hoy trabajar los vínculos. Irvin Yalom, terapeuta existencial, dice que la labor más importante de los psicólogos en la actualidad es ayudar a que las personas construyan vínculos más íntimos, más sólidos y duraderos”.
Reales
Pedro es de Uruguay y Sandra es española. Un día hace nueve años se agregaron por error a Facebook. No tenían amigos (virtuales, claro) en común. Empezaron a hablar para aclarar el error, para preguntarse por qué habían llegado a estar conectados a través de una red social. Y la charla se extendió noche tras noche, tras noche y así por un año hasta que Pedro decidió viajar a España a conocer a Sandra. Después ella viajó a Uruguay. Se enamoraron, se casaron y Sandra nunca más regresó a vivir a su país. Para ellos, el amor no surgió por Facebook sino que fue después de conocerse y compartir tiempo en España. Facebook fue, en todo caso, el espacio que habilitó a que se conocieran.
Para De Barbieri, el problema con los vínculos que surgen en las redes sociales se da cuando se quedan en eso y nada más, cuando la relación es siempre a través de una pantalla. Para que aparezca el vínculo humano, dice, tiene que haber una presencia real, en espacio y en tiempo. “Lo que pasa es que por la misma conexión, la gente no lleva el vínculo a la vida real, a la vida analógica, donde está la mirada, el cuerpo de la otra persona. El enamoramiento siempre incluye la sexualidad”.
Trasladar un vínculo desde las pantallas a la vida real es posible, claro. Y Pedro y Sandra son el mejor ejemplo de esto. Sin embargo, eso siempre dependerá de la forma en que se construyó ese vínculo. “Sobre qué pilares esté apoyado, en base a qué tan honesto y real fue el manejo de la información. Y como siempre decimos: es fundamental el paso del tiempo y el efecto que el día a día y lo compartido vaya generando en esa relación”, explica Gaudio.
El ser humano siempre necesita del otro para concebirse y completarse, no importa la edad, el género, el contexto o la situación. Por lo tanto, la presencia del otro es siempre necesaria, aunque pretendamos estar conectados todo el tiempo y hablando con cien personas diferentes, aunque Facebook nos diga que tenemos un montón de amigos.
“Lo perverso del mundo capitalista actual es que como no tenemos tiempo para cuidar al otro, salimos a través de un impulso compulsivo a tratar de tener nuevos vínculos, mendigamos likes, mendigamos relaciones para tener nuevas experiencias”, dice De Barbieri.
Porque también es cierto, la posibilidad de generar siempre nuevos “vínculos” hace que nos aburramos rápido, que todo sea más efímero y menos sólido.
¿Qué sucede con el concepto de amistad cuando hay quienes llaman “amigo” a alguien a quien ni siquiera conocen cara a cara? Liliana Nieri, profesora de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Argentina de la Empresa, dijo al respecto al diario La Nación: “El significado que uno le otorga a la amistad tiene que ver con la autopercepción, esto significa que si una persona cree que la otra está cuando lo necesita, es escuchado y acompañado —más allá del medio en que se desarrolle— será una amistad verdadera”.
Las redes tienen, a veces, una lógica perversa mediante la cual nos genera la ilusión de que estamos cada vez más juntos y de que tenemos cada vez más amigos. Sin embargo, dice la psicóloga Roxana Gaudio Piñeyro, para interactuar en las redes sociales es necesario tener claras y entender sus lógicas. “Descifrar y regular son conceptos claves a la hora de vincularnos en cualquier plano, pero más aún en el de las redes sociales. Es importante tener los pies en la tierra y entender las reglas de juego para poder cuidarnos y cuidar al otro”.