NOMBRES
El político con la peor imagen pública tuvo una infancia difícil, fue espía de la KGB y es experto en artes marciales
¿Cómo un niño huérfano llegó a transformarse en uno de los líderes mundiales más importantes de nuestro tiempo? La historia de Vladímir Putin (69), un ex espía de la KGB y ex mano derecha del fallecido presidente Boris Yeltsin justifica la escritura de varios libros, aunque muchas páginas queden vacías porque el mandatario ruso se ha encargado de censurar -y eliminar- a sus detractores, poniendo una “cortina de hierro” para cubrir su vida privada.
El político con la peor imagen pública del momento por la brutal invasión a Ucrania es hijo de Vladímir Spiridónovich Putin (1911-1999), un capataz de fábrica y antiguo oficial de la Marina Soviética condecorado por su actuación en la defensa de Leningrado (actual San Petersburgo) contra el ejército alemán durante la II Guerra Mundial, y de María Ivánovna Pútina (1911-1998), una obrera de fábrica. Durante la Segunda Guerra, su padre fue herido y quedó discapacitado por una granada durante el sitio de Leningrado perpetrado por los nazis, en tanto su madre quedó atrapada y casi muere de hambre.
El pequeño Vladímir no la tuvo fácil. Aunque su progenitor fue un protagonista de la victoria rusa de 1945, luego fue víctima de un plan de purga antisemita del expresidente Iósif Stalin, lo cual lo llevó a estar encarcelado por un importante período, dejando a la deriva a su hijo. Durante esa etapa, Putin tuvo que ser internado en un orfanato, institución que marcó al ahora líder ruso, quien habría sido maltratado en esos años de su niñez. Sus dos hermanos mayores, nacidos en la década de 1930, fallecieron: el primero a los pocos meses de nacer y el segundo de difteria durante el asedio de los nazis.
Según el historiador Alexander Adler (exmilitante del Partido Comunista de Francia), Iauri Andropov, miembro de la KGB y conocido del padre biológico del niño, hizo que uno de sus colaboradores lo adoptara. Ese hombre resultó ser Vladimir Vladimirovitch Putin, nombre que fue tomado después por el niño al convertirse en su hijo.
Estos hechos que marcaron la vida de Putin no fueron impedimento para que luego pudiera recibirse de abogado en la Universidad de San Petersburgo. Ni para que se destacara en los deportes. Aunque es frecuente ver fotos de él trucadas (por ejemplo montando un oso con el torso desnudo), el actual líder ruso es cinturón negro en judo y cuenta con grados honoríficos en karate y taekwondo.
Contra todos y todo
El historiador Andropov ha dicho que a Putin no le cayó bien que saliera a la luz la existencia de una enfermedad nerviosa y degenerativa que padecería el mandatario, la cual expondría puntos débiles en un hombre que siempre ha intentado mostrarse como superior y hermético. Esa enfermedad sería el motivo por el cual a Putin se lo ve hinchado de cara (por los medicamentos que estaría tomando) y excluido de algunas actividades públicas, o tomando distancias físicas exageradas -más allá de la pandemia- en reuniones de Estado.
Pero su supuesta enfermedad no le ha impedido perpetuarse en el poder. Comenzó su carrera política como presidente del Comité de Relaciones Exteriores de San Petersburgo y presume de ser el presidente de la Federación Rusa que más tiempo ha estado en el cargo desde la caída de la Unión Soviética (URSS).
En total, Putin lleva más de 20 años dirigiendo al país. ¿Cómo lo ha hecho? Cambiando leyes a su conveniencia, saliendo airoso -si es que así se puede decir- de denuncias de fraude en elecciones y apartando del camino a sus competidores y detractores, algunos de los cuales han sido encarcelados o asesinados incluso mediante el uso de artificios medievales como el veneno.
En 2018 volvió a ganar las elecciones y en julio de 2020 impulsó una reforma constitucional que le permitirá prolongar su estadía en el Kremlin más allá de 2024. Del mismo modo, se aseguró la aprobación de una ley que le garantiza inmunidad cuando abandone el gobierno, lo que impide que pueda ser juzgado en Rusia.
Las hijas
Las reservas sobre la vida privada de Putin también abarcan a sus hijas Mariya Vorontsova y Katerina Tikhonova (sí, ambas tienen apellidos diferentes entre sí y con respecto a su padre), que esta semana fueron noticia porque Estados Unidos las incluyó en un nuevo paquete de sanciones contra Rusia. Según señalaron medios como Bloomberg y el Wall Street Journal, el eventual embargo del patrimonio de ambas sería una medida más simbólica que efectiva, ya que no se sabe con exactitud cuáles son los bienes que tienen, ya que el Kremlin ha mantenido un gran secretismo en torno a ellas.
Tanto Mariya como Katerina son fruto del matrimonio que Putin tuvo con Lyudmila Putina, de quien se divorció en 2013. Pero en Moscú la respuesta oficial es que no se comenta sobre la vida de la familia presidencial. De hecho, Putin se refirió a ellas solo una vez durante una conferencia de prensa en 2015. “Están dando los primeros pasos en sus carreras, pero están progresando. No se han involucrado en el mundo de los negocios o en la política”, dijo. Y aseguró que jamás se beneficiaron por su posición.
Según ha informado el periódico Daily Mail, Katerina podría ser una eventual sucesora de Putin en el poder, ya que al parecer su padre la ha estado preparando en las sombras para tomar el control del tsardom, como se conoce al Estado ruso.
El sucesor de Boris Yeltsin
Boris Yeltsin (1931-2007) fue el político que desmanteló la Unión Soviética, apartó del poder al Partido Comunista y estableció la economía de mercado en Rusia. Su confianza en Putin fue enorme, al punto que lo nombró primer ministro.
Putin ganó las elecciones legislativas de 1999 y Yeltsin dimitió como presidente, recomendándolo a él como su sucesor. No sabía que Putin intentaría desandar lo andado.