25 años del Banco Central Europeo: “Ha sido parte de la solución, no de los problemas”, dice Rafael Pampillón

Lo que le falta a Europa es sumarle a la política monetaria común, una política fiscal conjunta que corrija los mayores problemas de la zona.

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Rafael Pampillón – Doctor en economía, docente en IE University de Madrid
Rafael Pampillón. Doctor en economía, docente en IE University de Madrid

El 1° de junio, el Banco Central Europeo cumplió un cuarto de siglo de historia, salpicada de varios éxitos y algunos tropezones. Para el Dr. en Economía Rafael Pampillón, docente de la IE University de Madrid, el BCE es “parte de la solución” en cada suceso que debió atravesar la UE durante los últimos 25 años. Reivindica el rol de una política monetaria común pero advierte que a institucionalidad europea “le falta una pata”, y es la necesidad de una política fiscal común. Considera que la fuerte incidencia del Bundesbank alemán en la entidad europea, lejos de ser un obstáculo, ha sido un factor disciplinario para los países “más derrochadores”. Sostiene que hay “buenas señales” para aproximarse al objetivo de inflación del 2% y que probablemente el euro siga apreciado frente al dólar. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Considera exitosa la gestión del Banco Central Europeo?

—No tengo dudas. Siempre ha sido parte de la solución, no de los problemas La característica más resaltable de la historia del BCE y la unión monetaria ha sido la de disciplinar a los países para que cumplan con unos criterios fiscales, de forma que si superan el déficit y la deuda en una determinada relación con el PIB, se les llama la atención. Esto favorece que Bruselas esté por encima de las políticas fiscales de los países, si bien hay unos que se pasan y otros que se pasan mucho. Pero bueno, era previsible que eso ocurriera, dadas las crisis a las que hemos estado sometidos, tanto la crisis inmobiliaria del año 2008 como la pandemia en 2020 o la crisis de la guerra en Ucrania desde 2022. Esos eventos han hecho que el gasto público aumentara y mucho, lo mismo que el desempleo, al tiempo que los ingresos fiscales disminuyeran y que los déficits y la deuda pública se fueran a niveles estratosféricos en muchos países.
Pero la gran ventaja es que 450 millones de eurozónicos compramos y vendemos, exportamos e importamos, movemos capitales, bienes, servicios. Es el caso de España, un país que exporta muchos bienes y servicios. El hecho de formar parte de la Unión Europea hace que el 60% de lo que vendemos sea hacia otros países que tienen nuestra misma moneda. Lo mismo pasa con las inversiones. No se corre el riesgo de distorsiones basadas en apreciaciones o depreciación de la moneda.

—El BCE ha sido visto como un respaldo importante, pero a veces también como un corsé para muchos países, en terminadas coyunturas…

—Es así, aunque a veces los gobiernos no se comprometen lo suficiente. Veamos un ejemplo actual; el Banco Centro Europeo está subiendo las tasas a ritmos muy rápidos, lo cual está lógicamente elevando los tipos de interés de las hipotecas y de los créditos que los bancos conceden a las empresas y las familias. Y eso está enfriando la economía, de eso se trata, para que la inflación baje. Y de hecho ya está bajando. Pero esta política monetaria no ha venido acompañada de una reducción del gasto público por parte de los gobiernos. Claro, la demanda agregada se puede contraer con políticas monetarias restrictivas, pero también con políticas fiscales restrictivas. Pues los gobiernos han dejado en manos del Banco Central Europeo la política de reducir demanda agregada, subiendo las tasas y dejando de comprar bonos y no haciendo sus deberes, me refiero al gasto público innecesario, que también es incremento de demanda agregada. Los gobiernos pueden sentirse presionados por las condiciones de la región, pero tampoco ayudan demasiado. Lo han dejado al BCE para hacer frente al peligro de la inflación.

—¿La pata que le falta al sistema europeo es la unificación de las políticas en lo fiscal?

—Totalmente, para crear los “Estados Unidos de Europa” necesitamos unificar no sólo la política económica exterior, con un arancel común frente al resto del mundo y libre circulación de bienes sin aranceles dentro de los 27 países que formamos parte de la Unión Europea. También tenemos la política monetaria común, con 20 países de los 27 de la Unión. Se ha avanzado mucho en política bancaria común, en lo que tiene que ver con el seguro de los depósitos, aunque todavía falta una unión bancaria europea.
Pero lo que más hace falta una política fiscal común, donde se establecieran objetivos de responsabilidad fiscal, cumplibles, para toda la zona. No es sencillo lograrlo, hay países como Holanda o Irlanda que tienen tasas de impositivas sobre la renta de las empresas muy bajas; Irlanda tiene unos tipos impositivos del 12,5%, cuando España tiene un 30% y muchos países de la UE llegan al 35%. Pues lógicamente muchas inversiones europeas y americanas se van a Irlanda. Ese tipo de distorsiones terminan pesando al final del día, son cosas a arreglar. Habría que tener un tesoro común europeo, que gestionase la caja y la deuda.

—¿Por qué no se avanza en esa dirección?

—Falta voluntad política. Estados Unidos tiene una política fiscal común, aunque cada estado de Estados Unidos tenga sus propias políticas. Ante una situación inesperada, que provoque un deterioro importante en algún Estado, el gobierno federal sale en su defensa. No es un detalle menor que el impuesto sobre la renta de las personas físicas lo lleva directamente al gobierno federal. La Unión Europea y especialmente la zona del euro, debería tener una política fiscal común, que contemplara las figuras impositivas que se aplican en cada país. Es muy complicado hacer una política monetaria común sin una política fiscal. Sin dudas, es la pata más importante que le falta al sistema europeo.

Rafael Pampillón
Rafael Pampillón
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—En los 25 años de vida del BCE, se planteó en más de una oportunidad las dificultades que ha tenido el banco central común en salir de la hegemonía del Bundesbank. ¿Ha sido un problema en la trayectoria del BCE?

—Es cierto que el Bundesbank influye debido a que Alemania es el país más importante de la zona del euro y sus políticas monetarias han sido siempre muy estrictas, lo cual favorece la estabilidad de precios de toda la zona. O sea que esa influencia del Bundesbank, es lógica. Nada más fundarse el BCE, un grupo de economistas alemanes muy prestigiosos alzó su voz en contra. Su postura respondía a que los países del sur de Europa somos muy derrochadores, gastamos mucho y tenemos déficits público y deuda pública muy altos; hablamos de España, Grecia, Italia. Advertían los problemas que eso ocasionaría. De cierta forma no se equivocaron, pero en definitiva esa influencia del Bundesbank ha logrado contrarrestar a los países con políticas más laxas y ha empujado siempre hacia una mayor disciplina.
Pero esa influencia del Bundesbank debería ser también la misma influencia que debería aplicarse en otros órdenes hacia los gobiernos más permisivos en temas, como el fiscal. Como hablábamos antes, sería buena cosa que se definieran mayores restricciones fiscales.

—Hay siete países de la UE que no adoptan el euro ¿Cuál es la razón?

—Bueno, Suecia y Dinamarca expresaron su postura contraria a integrarse desde que se creó el euro y se les dejó fuera. Pero los países del este de Europa, que se fueron integrando después, como Bulgaria, República Checa, Hungría, Rumanía o Polonia, están obligados a entrar en el euro, una vez que reúnan determinadas condiciones. Aún no lo han hecho y en algún caso, no parece haber voluntad para dar el paso. Detrás de esto está la libertad de tomar algunas decisiones. Devaluar el tipo de cambio es un arma poderosa y que tiene unos efectos inmediatos en el corto plazo ante determinadas coyunturas. Después de la crisis en 2008, países como España, o Grecia, sufrieron mucho para superar la situación al no poder operar sobre el valor de una moneda que no tenían.

—La estabilidad de precios es el principal objetivo del BCE, pero en sus 25 años de historia ha tenido dificultades para cumplir con el objetivo del 2%...

—Sí, es cierto que le ha sido complicado, pero siempre han cumplido con el mandato que tenía. En Estados Unidos, la Reserva Federal tiene un mandato de estabilidad de precios y de mantener el empleo en niveles altos, pero en Europa el mandato se centra en la estabilidad de precios. Y ese h sido siempre el objetivo, aunque generara muchas críticas con sus acciones. Eso le ha pegado a la economía y por ende, al empleo. Ha recibido fuertes cuestionamientos, especialmente de los partidos más populistas de nuestros países, a izquierda y derecha. Pero al final del día, se quedan en la Unión, la excepción ha sido el Reino Unido. Creo que está claro, se está peor fuera que dentro.

—El BCE ha usado todos los instrumentos disponibles para hacer frente a las condiciones económicas generadas en la pandemia y en la guerra y ahora, tratar de encaminar la inflación…

—El Banco Central Europeo tiene los instrumentos para expandir la cantidad de dinero, para subir la inflación porque estaba en negativo, comprar bonos, deuda pública de los países que forman parte del euro y emitir dinero. De tal forma que ahora el BCE, igual que la Reserva Federal o el Banco de Japón, tiene unas cantidades inmensas de deuda, que además se ha depreciado. Los tipos de interés han subido y la deuda que compraron era de tipos más bajos. Esto es un problema. En el caso de EE.UU., algunos bancos no muy bien supervisados, han quebrado. Y eso es muy peligroso.

—¿Pero ese riesgo no lo corren también los bancos europeos?

—En Europa ese peligro no existe, porque hay una supervisión bancaria común, con un mandato del BCE de supervisar a las unidades financieras para que no cometan errores de tener carteras enormes de deuda pública, concentrada en activos riesgosos. Aprendimos de las atrocidades que se cometieron con la crisis inmobiliaria, donde había bancos españoles que tenían una cantidad enorme de casas, de viviendas que empezaron a perder valor. Hoy, dentro de la zona del euro no encontramos bancos que tengan mucha deuda y hay mecanismos para cubrir cualquier situación anómala que aparezca.

—¿Cómo devolverá el BCE la inflación a su objetivo de 2%?

—Bueno, hay algunas señales. La compra de casas a través de hipotecas se está reduciendo mucho, hay menor presión por el lado del sector inmobiliario. Los bancos miran con mucho cuidado a quien le dan dinero, hay menos créditos, y los costos financieros para las empresas han subido también. Todo eso hace que las empresas produzcan menos, por tanto la gente tendrá menores salarios reales, hay menos demanda de consumo, menor demanda de bienes de inversión y la economía se va contrayendo, con más desempleo y menos crecimiento. El resultado será la estabilidad de precios, pero a un coste muy alto.
Es un equilibrio muy complejo el que tiene por delante el BCE con la suba de tasas. Yo creo que la FED dejará de subir tipos ahora y quizá el BCE suba tipos un cuarto de punto, una o dos veces más y luego se estabilizará, siempre y cuando la inflación esté bien controlada.

—Es un camino muy doloroso desde el punto de vista de la actividad económica…

—La gente lo sabe. Lo saben los empresarios y los trabajadores europeos, tienen claro que no pueden pedir aumentos salariales muy exagerados porque si esos costes salariales se trasladan a precios es más inflación y al final es más desempleo. Tienen que elegir los trabajadores, entre salarios crecientes con la inflación o empleo, y por tanto, para que haya empleo, los salarios tienen que mantenerse por debajo de la inflación.

—¿Qué va a pasar con el euro a mediano plazo?

—El euro está apreciándose porque las cosas en Estados Unidos se ven más complicadas, por lo que eso deriva en mayor entrada de capitales en Europa; nuestros tipos de interés también son más altos y las economías de la zona del euro peligran menos que la de Estados Unidos. El euro es una moneda fuerte, y eso a su vez trae algunos inconvenientes. La apreciación frente al dólar genera que nuestras empresas pierdan competitividad.

—Se señala que la suba de tasas de parte del BCE en 2011, cuando se estaba gestando una crisis, fue el peor tropezón de la entidad. ¿Coincide?

—Sí, es cierto, pero ahí el artífice para superar ese momento fue Ben Bernanke, que había ha estudiado muy bien la gran depresión de los años ´30 en Estados Unidos. Él estudió muy bien ese asunto y fue el que nos sacó de la crisis inmobiliaria. Fue quien dijo que había que comprar deuda, dar crédito a las empresas y a los gobiernos. Eso fue lo que hizo Ben Bernanke en Estados Unidos y lo que aquí le imitamos. Pero el BCE fue parte de la solución.

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