Previsiblemente, el tema tributario se impuso sobre la mesa en esta transición entre gobiernos. Ya figuraba en las Bases Programáticas del Frente Amplioy, encima, se comenzó a hablar de la eventual introducción del IVA Personalizado o IVA-P.
El tema había estado presente en la campaña electoral, en parte por lo de las Bases del FA, en parte por la discusión acerca de la conveniencia o no de afirmar que no se subirían impuestos y de los compromisos en esa materia.
Aquí y ahora, lo más relevante del tema impositivo refiere al IVA-P. Y la confusión al respecto es total, lo que lleva a repetir sandeces del estilo de que, en caso de imponerse, nos gobernaría un Gran Hermano que lograría diseñar una tasa impositiva a medida de cada quien. Lo mismo, en cuanto a que sería una forma de aumentar extraordinariamente la imposición sobre los contribuyentes.
Ha contribuido a esa enorme confusión la difusión de estudios hechos por organismos internacionales, cuyos autores tienen la ventaja de trabajar entre tubos de ensayo sin exponerse a los costos políticos de sus propuestas, ni, a veces, a ser gravados por los tributos que proponen.
Aclaremos algunas cosas.
Primero, se puede hacer una reforma impositiva sin subir impuestos netos. Es decir, una reforma que apunte a hacer ajustes cualitativos al sistema, subiendo unos y bajando otros y dando lugar a ganadores y perdedores entre los contribuyentes.
A pesar de todo lo que se repite sin fundamento en la realidad sobre la reforma de Danilo Astori de 2007, ésta no tuvo un impacto fiscal neto. Entre 2006 y 2008, la recaudación bruta de la DGI pasó de 18,4% a 18,5% del PIB y la neta, de 16,9% a 17,1%. ¡Cuánta discusión en vano se podría evitar si se tomaran en cuenta los números!
Las estimaciones de mayor recaudación realizadas entre tubos de ensayo dicen algo obvio: que si la tasa única del IVA-P fuera 21% se recaudaría bastante más que hoy.
Mi olfato me dice que una tasa única y sin excepciones del IVA-P, que no cambiara la recaudación, debería andar en torno al 18%.
Segundo, la personalización del IVA ya se introdujo en el ámbito de los beneficiarios de tarjetas del MIDES en este período y otro tanto sucedió con el precio del super gas, que esos beneficiarios pagan a la mitad del precio al público. Dicho sea de paso, ese precio es, a su vez, la mitad del costo del producto para Ancap, subsidio que terminamos pagando en el surtidor de combustible como tantos otros vigentes en esa empresa.
La idea del IVA-P combina dos definiciones ortodoxas: generalizar el IVA y focalizar el gasto tributario en la población que realmente lo requiere. De ese modo, ésta, la clase baja, sería la ganadora, en detrimento del resto de la sociedad, ya que por ser un juego de suma cero, el IVA-P afectaría a las clases alta y media.
Tercero, el IVA actual tiene origen en la reforma del ministro Végh Villegas a mediados de los ´70. Végh diseñó este impuesto como una suerte de IRPF que exoneraba el ahorro y gravaba con tasas diferenciales a los consumos según su naturaleza: desde los suntuarios, con la tasa más alta, hasta los necesarios, con las más bajas. Además, los primeros eran gravados adicionalmente con un impuesto específico. Justamente por ese diseño fue que Végh no incluyó en su reforma al IRPF.
La reforma de 2007, mientras tanto, mantuvo al IVA de Végh como el impuesto central del sistema tributario y le agregó el IRPF en sustitución de otros impuestos. Con lo cual se acentuó el factor “equidad” de nuestro sistema impositivo, lo que se profundizó todavía más en años siguientes con ajustes al IRPF, de modo que los que ganaran más pagaran todavía más.
Cuarto, sustituir el actual IVA por el IVA-P haría explícito el factor distributivo en ese impuesto que hoy ya existe, pero estaría mejor diseñado. Las tasas de 10% y de 0% que gravan a los bienes y servicios más necesarios, benefician más a quienes perciben mayores ingresos porque consumen mucho más de esos bienes y servicios que los que perciben menos.
Es como con el super gas. Todos recibimos el referido subsidio del 50% cuando no todos lo necesitamos. Quizá ninguno, dado el subsidio personalizado en el ámbito del MIDES. Que podría ser extendido y aumentado a quienes lo necesitan si quienes no, dejáramos de percibirlo.
Quinto, nunca viene mal tener en cuenta los principios de la economía. Y uno de ellos es conocido como la regla de Tinbergen y sostiene que en materia de políticas económicas hay que contar con tantos instrumentos como objetivos. Se sigue de ello, que cada instrumento se debe aplicar a la consecución del objetivo para el que mejor está diseñado.
En ese sentido, los impuestos son para recaudar lo más y mejor posible, sin introducir distorsiones en la asignación de los recursos en la economía. Mientras que para atender al objetivo que consiste en la equidad, es el presupuesto el instrumento ideal.
Más allá de ello, se admite que el sistema tributario tenga un componente distributivo y los impuestos a la renta personal son el mejor instrumento para ello.
De todos modos, es claro que el factor distributivo ha “contaminado” a numerosas políticas públicas en nuestro país.
Además de los casos ya referidos en el sistema impositivo (como con el IRPF y con el IVA, tanto en su diseño actual como en el del IVA-P) o en el del precio del super gas, hay otros casos notorios. Por ejemplo, el de la patente de rodados, que no es, como debería ser, una tasa uniforme de circulación, sino que ha devenido en un verdadero impuesto al patrimonio automotor del hogar.
También está el caso del Fonasa, con contribuciones ligadas al ingreso de los usuarios del sistema, aunque con un cierto tope. Y leí por ahí, aunque creo que leí mal, que las futuras autoridades de la salud estarían pensando en convertir en mini “ierrepeefes” a los tickets y las órdenes. Pero no me hagan caso, seguro que leí mal.