Al igual que casi todos los demás países, en fechas recientes, Suecia ha experimentado una inflación elevada. En el último año, los precios al consumidor han aumentado un 9,7%, cosa que es un reflejo de varios factores: el gran gasto para apoyar a las familias durante la pandemia, las alteraciones de las cadenas de suministro relacionadas con el COVID, la invasión de Rusia a Ucrania y Beyoncé.
Es en serio: el mes pasado, Beyoncé inició su más reciente gira mundial en Suecia y se ha argumentado mucho que la gran afluencia de visitantes que fueron a sus dos primeros conciertos ocasionó un aumento importante, aunque pasajero, de los precios de hoteles y restaurantes, lo suficientemente grande como para tener un efecto marcado en la inflación general de Suecia.
No he visto otros informes parecidos de otra gran gira de conciertos que esté en marcha ahora, pero no me sorprendería si los conciertos de Taylor Swift estuvieran ocasionando un rápido incremento en los hoteles y restaurantes de las ciudades donde se presenta. La música en vivo es un gran negocio.
¿Pero por qué es tan buen negocio? ¿Y cómo ha cambiado a lo largo del tiempo?
Yo sé que hay asuntos más importantes, pero tomémonos un descanso; sobre todo porque me divierte pensar en la economía de la música, pero también porque el negocio de los conciertos nos ofrece algunas lecciones interesantes sobre la participación, en ocasiones perversa, que puede tener la tecnología en la fijación de los ingresos.
De manera concreta, como lo voy a explicar, el verdadero enigma que tenemos es por qué Swift no gana todavía más.
Esta no es la primera vez que escribo sobre el tema. De hecho, motivado en parte por el trabajo de mi difunto excolega Alan Krueger, he hablado sobre Swift desde una perspectiva histórica. Pero la gira más reciente de Swift es la más grande de su carrera hasta ahora y también creo tener algunas nuevas ideas sobre lo que puede estar sucediendo.
A ver, Swift gana mucho dinero. Ella es una compositora muy talentosa que tiene una extraordinaria presencia en el escenario. Aunque no seamos sus seguidores, tenemos que reconocer que es una verdadera estrella.
No obstante, hay muchos artistas talentosos. ¿Por qué solo unos cuantos ganan tanto? Hay una teoría tradicional de la economía acerca de eso planteada en un famoso artículo del economista Sherwin Rosen: “La economía de las superestrellas”. Rosen sostenía que la tecnología moderna implicaba que el posible alcance de los intérpretes era mucho mayor del que había sido cuando las presentaciones en vivo eran la única manera de llegar al público; de modo que un músico (o, en su ejemplo, un comediante) que fuera, o se percibiera que fuera, tan solo un poco mejor que sus rivales, podía ganar grandes cantidades de dinero al presentarse en medios de comunicación masiva, vender discos y todo eso.
Pero a simple vista, eso no es lo que está ocurriendo con Swift o Beyoncé. Ambas ganan enormes cantidades de dinero no solo por las regalías de los discos o las plataformas de emisión en continuo, sino también de los conciertos, lo cual, por cierto, es normal. Una de las lecciones que aprendí de Krueger es que los músicos siempre han obtenido su dinero principalmente de las giras; esto era así incluso durante la era de los CD, cuando las compañías disqueras ganaban a manos llenas, pero les daban muy poco a los artistas. Esto es aún peor en esta era de las plataformas de emisión en continuo.
Sin embargo, hay de presentaciones en vivo a presentaciones en vivo; se espera que la venta de boletos de cada concierto de Swift recaude de 11 a 12 millones de dólares. ¿Qué tecnología explica eso?
Si lo analizamos bien, la respuesta es la tecnología de vanguardia conocida como micrófono, la cual hace posible que un artista actúe en vivo para decenas de miles de personas. Para ser más precisos, la tecnología que facilita esto son tanto los micrófonos como los sistemas de sonido contemporáneos más avanzados que hacen posible que los seguidores que van a los conciertos en estadios y coliseos escuchen de verdad a los músicos (y que los músicos se escuchen a sí mismos); estos sistemas aún no se habían desarrollado cuando los Beatles dieron su famoso concierto en el Shea Stadium, el cual casi no se pudo oír debido a los gritos de los fanáticos.
Pero el punto es que las giras tan lucrativas de las superestrellas de la música no son nada nuevo. Se remontan, al menos, a los años cincuenta… pero de la década de 1850, cuando Jenny Lind, el “ruiseñor sueco”, realizó una gira por Estados Unidos bajo el patrocinio de nada menos que P. T. Barnum. Lind dio 95 conciertos, con ventas de boletos acumuladas de más de 700.000 dólares, o más de 7000 dólares por concierto.
Tal vez eso no parezca mucho y Lind recibió mucho menos de eso, ya que P. T. Barnum se llevó una gran tajada. (Se dice que Swift —quien también es una muy buena empresaria— recibe más que los ingresos por la venta de boletos porque los promotores esperan vender también mucha mercancía con su imagen). Pero los precios al consumidor a principios de la década de 1850 eran cerca de una cuadragésima parte de lo que son ahora, así que, en términos reales, la venta de taquilla de Lind no era tan insignificante como podría parecer.
La suma que la gente está dispuesta a gastar para asistir a un gran evento cultural depende supuestamente de cuánto pueda pagar, y Estados Unidos es, incluso ajustado a la inflación, un país mucho más rico ahora que hace 170 años. En términos de dinero, en la actualidad, el producto interno bruto per cápita es 600 veces más elevado de lo que era alrededor de 1850. Si hacemos el ajuste al ingreso per cápita, cada concierto de Lind se llevó el equivalente a más o menos 4,5 millones de dólares actuales.
Los conciertos de Swift se están llevando más del doble de eso. Pero, ¿por qué no más? Después de todo, Lind se presentaba en salas de concierto que debían ser lo suficientemente pequeñas como para que la gente pudiera escuchar la voz sin amplificación (aunque bien entrenada) de un ser humano; Swift llena estadios con capacidad para 50.000 personas o más.
Como ya expuse, sin duda la verdadera pregunta es por qué Swift no está ganando todavía más.
Una posible respuesta es que el gran tamaño de los recintos hace que los boletos de Swift no sean un bien tan escaso como los boletos de Lind en ese entonces, aunque para equilibrar esto tenemos el hecho de que la población estadounidense actual es mucho más grande que en 1850.
Otra respuesta, que considero más acertada, es que ahora los conciertos en vivo tienen una importancia más limitada que hace 170 años. En aquel entonces, era la única manera de escuchar música, o al menos música interpretada de manera profesional. Hoy en día, la música, incluso los videos de las presentaciones en vivo, está disponible en todas partes. Los conciertos en vivo siguen siendo una experiencia especial; como saben mis lectores habituales, estos son uno de mis principales placeres en la vida. Pero satisfacen un nicho de demanda más pequeño que antes.
En todo caso, además de su música, Swift nos ofrece qué pensar, nos recuerda que el efecto de los avances tecnológicos puede ser más complejo de lo que creemos y que las tecnologías más importantes quizá no sean las que nos imaginamos.