OPINIÓN
La Comisión Europea (CE) dio a conocer una actualización de su “taxonomía para finanzas sustentables”, con definiciones controversiales.
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“¿Qué vendría a ser ético? ¿Qué entendés por esa definición?” me preguntó por whatsapp una amiga hace unos días, hablando de la producción de ropa. “Puede ser todo y nada,” le respondí. Cuando la afirmación es una autoproclamación —y no por ejemplo en base a una certificación independiente y objetiva— qué es ético o no, queda a criterio de quien lo dice. En el mundo de lo sustentable o lo verde está pasando un poco de esto, por eso la taxonomía europea —que define qué es qué— ha hecho tanto ruido.
Europa afina su taxonomía sustentable
Mientras todos empezábamos a descorchar botellas para festejar la llegada del año nuevo, la Comisión Europea (CE) dio a conocer una actualización de su “taxonomía para finanzas sustentables”. Así es, el 31 de diciembre.
El resumen de un documento de 550 páginas que cubrió los mayores medios de prensa del mundo: las inversiones de gas natural y energía nuclear se incluyen en la taxonomía, una definición controversial sobre la cual la CE había postergado su veredicto.
¿Qué es y por qué importa?
La taxonomía es una clasificación. Un manual donde se definen las distintas actividades, en función de si son sustentables o no.
Ojo, no es todo binario. El borrador cataloga algunas actividades como sustentables en función de ciertas condiciones. En el caso de la nuclear, puede considerarse como tal “siempre que los países de la UE que albergan centrales eléctricas puedan eliminar de manera segura los desechos tóxicos” y cumplir con los criterios para no causar "ningún daño significativo" al medio ambiente. “La construcción de nuevas centrales nucleares será reconocida sustentable para los permisos concedidos hasta 2045”. (1) El gas natural se marca como una energía “de transición” y debe cumplir con varias condiciones, como por ejemplo, si la planta está reemplazando fuentes fósiles más contaminantes como carbón, el nivel de intensidad de emisiones de la producción de la planta (cuánto CO2 emite por kWh) y si planea sustituir producción por renovables eventualmente.
La actualización de la taxonomía no ha estado libre de controversias políticas (Alemania y Francia tienen miradas bastante distintas respecto a la nuclear, por ejemplo) y la taxonomía debe ser aprobada por los diferentes países de la UE todavía, pero parece que los votos están.
La taxonomía provee un marco común para la Unión Europea (UE), un marco de referencia para Estados y empresas. Si cada país y cada empresa clasifican según su librito, la confusión puede ser grande, ya que distintas entidades seguramente tengan distintas definiciones. Como cuando eras chico y tus padres te daban indicaciones contrarias sobre lo que podías hacer o no. Podías quedarte perplejo sin saber qué hacer, o elegir la indicación que más te convenía. Ninguna de estas opciones parece buena receta para regular un sector.
La taxonomía exige además requerimientos sobre lo que se debe reportar.
Más de 10.000 empresas europeas que cotizan en bolsa tendrán que reportar a partir de 2022 qué porcentaje de facturación y de inversiones fue destinado a actividades definidas como sustentables según la taxonomía. (2) También se les exigirá a los gestores de fondos (hedge funds, fondos mutuales, ETFs, etc) que informen cómo sus clasificaciones difieren de la taxonomía europea. Y eventualmente, los bancos y hasta gobiernos deberían implementar dicha taxonomía en sus informes.
¿Algunos imperfectos?
Más allá de que la taxonomía viene a “poner orden” y dar claridad, no es perfecta. Algunos críticos dicen que mucho valor del mercado queda ausente de su cobertura. The Economist por ejemplo dice que los requisitos de reportar no afectan a las empresas (europeas) que no cotizan en bolsa ni a las empresas chicas que cotizan en bolsa.
Además, podría tener efectos adversos. Una consecuencia es que las empresas que cotizan en bolsa se vean incentivadas a deshacerse de “activos sucios” (o “divestment” como se lo conoce en inglés). Pero al hacerlo estos activos no desaparecen, sino que cambian de manos. De hecho, en general cambian a manos de empresas que no cotizan en bolsa y que hoy no están bajo la lupa de la taxonomía. Empresas que, por su naturaleza, no otorgan información al público como deben hacerlo las que sí cotizan. El problema no es entonces que cambien de dueño, sino que esa no es una manera de crear “valor sustentable” necesariamente, ni de bajar emisiones en principio.
Más allá de sus imperfecciones, la taxonomía europea igual se posiciona como un buen punto de referencia para el mundo. Muchos países y empresas están mirando hacia ella para diseñar sus propias taxonomías. Es esperable, además, que tenga repercusiones también en países que aún no tienen dichos marcos, como Uruguay. Por ejemplo, accionistas europeos en empresas uruguayas podrían empezar a exigir información en función a esta clasificación.
Las definiciones y los marcos regulatorios que definen el mundo sustentable está lejos de ser un tema resuelto, pero la taxonomía de la UE es un proceso y marco a seguir de cerca.
1) Financial Times, “Brussels proposes green label for nuclear and natural gas,” https://www.ft.com/content/7872a05f-9e38-4740-9b1b-4efc69ca316c
2) The Economist, “The EU’s green-investing “taxonomy” could go global,” The EU’s green-investing “taxonomy” could go global | The Economist