Más allá de los pronósticos, el resultado está abierto

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En ascenso: desde 1990 al 2016 la presión fiscal en Uruguay pasó del 19,6% del PIB al 27,9%. Foto: Gerardo Pérez.

OPINIÓN

¿Crecerá el PIB en 2019 considerando lo que viene sucediendo con las variables que incentivan a la producción de bienes y servicios en el país?

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Numerosas instituciones han hecho proyecciones de las principales variables macroeconómicas para 2019. Algunas las encontramos en la encuesta de expectativas del Banco Central, hoy con muy pocos participantes; otras en periódicos. También están las proyecciones que todos los meses da a conocer Latin Focus a partir de su encuesta a numerosos participantes.

En total existen no menos de veintiocho proyecciones que reflejan las expectativas de instituciones financieras -bancos, administradores de patrimonio, Afap-; instituciones de consultoría económica y financiera; empresas de auditoría; instituciones académicas y de otras instituciones por el estilo, sobre la variación esperada en 2019 de: 1) la producción de bienes y de servicios (PIB); 2) de la inflación; 3) del tipo de cambio y 4) del déficit financiero del sector público.

Los resultados

En la mayoría de los casos, las respuestas son singularmente optimistas en relación con el comportamiento que tendría el PIB este año. No obstante lo que viene ocurriendo desde hace ya tres trimestres y particularmente en los últimos dos, no hay respuesta que refleje expectativa alguna de recesión en 2019. Incluyendo al FMI y a otros organismos multilaterales de crédito, los encuestados esperan que el PIB crezca entre 1% y 3%. ¿Se dará eso en la realidad considerando lo que viene sucediendo con las variables que incentivan a la producción de bienes y de servicios en nuestro país?

El consumo privado, el consumo público y la inversión pública, las inversiones privadas y las exportaciones de bienes y de servicios son las variables macroeconómicas cuyo comportamiento se refleja en proporción directa en la producción y en las importaciones. Y tal como se presentan los factores que determinan a esas variables -ingreso en pesos y en dólares, bajos retornos de la inversión, alto déficit fiscal, baja competitividad, precios internacionales en tendencia levemente bajista y actividad económica mundial comprometida (Estados Unidos vs. China; baja actividad en la Eurozona, Brexit, etc.)-, es muy difícil que tengan efectos positivos sobre la producción e incluso sobre la otra respuesta que a ellas les dan las importaciones. La demanda agregada -suma de las variables mencionadas- no será estímulo para la oferta agregada, que agrupa al PIB y a las compras al exterior. Ya existe evidencia del primer trimestre de este año que la oferta agregada viene en tendencia bajista tanto por lo que ocurre internamente con quienes demandan bienes y servicios, como por lo que sucede en la región que se traduce en menores ventas -y menor producción y empleo- en nuestro país.

En resumen, es difícil compartir las expectativas de tantas instituciones que aunque no ven a Uruguay creciendo como en algunos años anteriores, no esperan recesión para este año y, más aún, aguardan crecimiento más acelerado luego de este año electoral, verbigracia el FMI.

Una mayoría significativa de las respuestas relacionadas con la inflación la proyecta por encima del límite superior de la banda objetivo del Banco Central. Es decir, por encima del 7%. Las respuestas oscilan entre 6,3% y 8,2%. Considero que es muy difícil anticipar el aumento de precios sin tener presente y conocer cuál será el régimen cambiario por el que optará el Banco Central en el resto de 2019.

Unas veces, el sistema es de flotación sin intervención y otras es de intervención aunque solamente cuando se desea evitar que el dólar vea caer su precio por debajo de cierto nivel reajustado periódicamente aunque no explícitamente trasmitido al mercado. Obviamente, ello implica una volatilidad monetaria que tiene poca eficacia antiinflacionaria.

La mayoría de los que responden las encuestas ya citadas, ha optado por considerar que el arreglo monetario-cambiario seguirá siendo el actual: de flotación sucia “sesgada” y no para evitar volatilidad. Y este arreglo también es el que se supone por los participantes de las distintas encuestas cuando estiman lo que será el valor del dólar al finalizar el 2019. Las estimaciones se mueven entre 33.5 y 35.6 pesos por dólar a fin de año. Esos valores surgen tras un proceso deductivo que para cada participante parte de su interpretación personal de experiencias recientes en el rumbo del arreglo monetario-cambiario y de cómo se visualiza su continuidad en 2019.

Mi proceso deductivo me lleva a afirmar que la inflación se ubicará más cercana, aunque levemente superior, al máximo de los participantes y que el valor del dólar, en este año electoral, podría no llegar a superar al valor máximo de las respuestas.

Por último, las diferentes respuestas sobre el déficit fiscal que se espera para este año, difícilmente sean compartibles. El rango de esas respuestas va de 2,7% a 4,2%. Con la economía en recesión y ya con un desequilibrio financiero del sector público de 4,3% en los últimos doce meses hasta enero, el resultado de 2019 superará al máximo señalado.

Resultado incierto

Entre enero y marzo de 2020 conoceremos lo que fue la realidad. Hoy todas las proyecciones comentadas son especulaciones, en un mundo en el que las incógnitas que influyen en el entorno macroeconómico son infinitamente más numerosas que las cosas que se conocen.
Ante ello, proyectar si existirá un equilibrio macroeconómico mejor o peor que el actual al cabo de 2019 -en conjunto las proyecciones apuntan a uno mejor-, es una tarea que solo nos puede llevar a una conclusión segura: no será el equilibrio que todos deseamos.

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