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Apuntes de una conferencia con Milei y Elon Musk: la libertad, del otro lado del charco

Suele ocurrir que en la derecha haya estatistas que, por ser de derechas son enemigos de los socialistas, pero por ser estatistas no son amigos de los liberales.

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 Javier Milei y Elon Musk
Javier Milei y Elon Musk
AFP

Invitado por la Fundación Libertad y Progreso de Buenos Aires, asistí hace tres semanas a un evento que coorganizaron dicha Fundación y el Instituto Cato, en el que participaron funcionarios del gobierno argentino (Luis Caputo, Diana Mondino, Federico Sturzenegger y Javier Milei), el Premio Nobel James Heckman, víctimas de dictaduras (Rosa María Payá, María Corina Machado y Félix Madariaga), emprendedores destacados (Alec Oxenford y Eduardo Bastitta) y liberales surtidos. Y Elon Musk.

A continuación, algunos apuntes y reflexiones a partir de lo escuchado en esa conferencia.

Primero, se admite que, en la pulseada entre los socialistas y los liberales, el éxito de los primeros está en que apuntan al corazón, mientras que los segundos apuntan al cerebro, basados en que los datos les favorecen en la contienda. Porque en un mundo de relatos, los datos han pasado a un segundo plano. Claro está, agrego yo, que relatos se elaboran en ambos bandos. Y aquí y ahora hay evidencia contundente al respecto. De todos modos, los liberales deben esforzarse por apuntar también al corazón, a las emociones, a la épica, como lo ha hecho muy bien Milei.

Segundo, en la búsqueda de aliados, los liberales deben tener en cuenta que “los enemigos de tus enemigos no son necesariamente tus amigos”. Suele ocurrir que en la derecha haya estatistas que, por ser de derechas son enemigos de los socialistas, pero por ser estatistas no son amigos de los liberales. Encuentre el lector el aterrizaje de esta idea a la política uruguaya (siendo muy laxos, por favor, con el concepto de “liberales”, ya que en la realidad es un conjunto vacío).

Tercero, Caputo afirmó, certeramente, que el déficit fiscal es el cáncer y después hay metástasis. En línea con mi columna anterior, en la que referí reflexiones de Ricardo Arriazu. El déficit fiscal da lugar a la inflación y al déficit externo, por lo que, con déficit, no se pueden estabilizar las dos unidades de cuenta relevantes en una economía bimonetaria.

Cuarto, “la mayor fortaleza argentina es su debilidad anterior”. La Argentina que fue “granero del mundo” y puede volver a serlo, tiene un potencial extraordinario. En ambos lados de la Cordillera, se preguntan lo mismo: ¿cómo es posible que sólo haya cobre y otros minerales de un solo lado? El potencial minero y energético es excepcional. Y lo es el de la inteligencia y el talento en un país que ha dado premios Nobel y es campeón en las canchas y en las artes.

No tengo dudas sobre que Argentina puede despegar como nunca hemos visto desde nuestras costas. Es evidente que la resistencia es y será enorme porque el éxito amenaza los intereses creados de gente poderosa de diversos estamentos (políticos, empresariales y sindicales). En la medida en que se sumen “triunfos” se entrará en un círculo virtuoso que lo irá haciendo viable.

Cinco, para ello es necesario que Milei, con las ideas de la libertad en ristre, sepa separar la paja del trigo. Hizo bien en desplazar, en su momento, a quien le llevó el libreto para una dolarización. Es que hay ciertos “liberalotes” que más vale perderlos que encontrarlos. Tribuneros, vuelan alto en el ámbito de las ideas, pero puestos a gobernar, chocarían la calesita.

Una dolarización cuyo único fundamento, en mi opinión, consiste en dejar las cosas atadas para cuando vuelva el populismo, de modo que no puedan hacer los desaguisados habituales apoyados en la impresión de papeles de colores. Pero que en sí misma es una mala política.

A propósito de Milei, su discurso, de cierre, lo mostró abusando de su condición de economista, con una exposición que logra entender sólo un puñado del público, pero que resulta ovacionado especialmente por el resto.

Sexto, la frutilla de la torta de la conferencia liberal fue la entrevista a Elon Musk, que dirige siete compañías pero que dedica la mayor parte de su tiempo a Space X, con el objetivo de crear una comunidad auto sustentable en Marte.

Un emprendedor brillante que cuestiona todas las regulaciones que se le van oponiendo, que no es adverso al riesgo sino un gran tomador de riesgos, y que reclama apoyo total a Milei, “porque está haciendo lo correcto y va a triunfar”. En línea con sus colegas argentinos Oxenford y Bastitta.

Está de acuerdo con que el Estado sea un referí, pero expresa que, a veces, “en la cancha hay más referís que jugadores”. Notoriamente liberal, considera que “el socialismo no tiene mecanismos de retroalimentación” (feedback mechanisms) como sí los tienen las economías de mercado.

Séptimo, una de las aseveraciones más interesantes de Musk consistió en que las personas habitualmente “tienen miedo de borrar cosas”. Llevado a políticas públicas, a aplicar los “¡Afuera!” de Milei frente al organigrama del Estado. Vaya si tiene razón. Sin ir más lejos, aquí y ahora se lo ve por todos lados, con el mantenimiento de instituciones retrógradas (“propias de tiempos pasados”, según la RAE).

¿Cuántos organismos estatales han perdido sentido en nuestro país y se los mantiene por el “temor a borrar”? Lo que incluye, obviamente, el temor a la oposición que se levantaría ante la medida, por parte de quienes apuntan al corazón y no a la cabeza. Recientemente Ceres detectó, mediante instrumentos de la IA, las duplicaciones, triplicaciones o más, de agencias dedicadas a hacer las mismas cosas. Allí hay una agenda para ajustar funcionamiento y presupuesto, liberando recursos para atender propósitos prioritarios.

Pero, claro, esa detección dará lugar a excedentes de recursos (humanos, incluidos) que producirán reacciones de funcionarios y jerarcas de ocasión, que miden su poder de acuerdo con el presupuesto que manejan.

Entre eso y nuestro ADN estatista suavemente ondulado, temo que, en Uruguay, la inteligencia artificial termine perdiendo esta batalla ante el uruguayismo proverbial.

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