Casi 5 años después de mi última columna en Economía & Mercado, hoy retomo contacto con los lectores. Lo hago con mucho dolor porque recibí la invitación, que agradezco, a partir de una circunstancia, que me llenó y llena de tristeza, el fallecimiento del querido Carlos Sténeri. En estas páginas Jorge Caumont, entre los economistas con seguridad nadie más apropiado para ello, hizo una semblanza de Carlos con quien compartió su vida. Carlos también fue homenajeado con la elocuencia y el estilo que los caracteriza, por personalidades como el Presidente Sanguinetti, el Dr. Ignacio de Posadas y el Dr. Leonardo Guzmán, entre otros. De mi parte no mucho más puedo agregar. Creo decirlo todo contando que Carlos fue, primero Profesor, luego Jefe, para terminar siendo compañero y amigo, con quien compartí alegrías, triunfos, broncas y amarguras.
No vengo, ni pretendo sustituir, ni ocupar el lugar de Carlos, aunque quisiera, sería imposible llenar el enorme vacío que dejó. De hecho, cuando recibí la llamada a ofrecerme este espacio de este prestigioso suplemento, dudé mucho y demoré en responder. Después de una larga reflexión, decidí a hacerlo en homenaje a Carlos que, junto con Jorge Caumont, nos han ilustrado desde su creación con sus reflexiones y conocimientos de los cuales tanto he aprendido a lo largo de mi vida.
El tema
La región casi siempre está convulsionada. Sólo el súper ciclo de las commodities 2004 – 2014, que brindó recursos a raudales, podríamos decir casi infinitos para los cortos plazos de planificación presupuestal, permitió que las economías transitaran con relativa calma. El crecimiento económico por encima de la media con precios normales, posibilitó que las monedas tuvieran estabilidad, los resultados fiscales, pese al constante e inconsistente aumento del gasto público, lucían “aceptables”, el empleo y los salarios reales aumentaban, aun en medio de las inconsistencias de política económica y la falta de previsión.
Pese a lo anterior, en Argentina se encargaron de minar el terreno desde temprano, y ya sobre fines de la primera década de este siglo los problemas comenzaron a aflorar. La confiscación del ahorro para las pensiones, la destrucción de la capacidad de oferta en sectores claves como energía y petróleo mediante congelación de precios, retenciones a las exportaciones e impuestos confiscatorios, millones de personas que “vivían sin trabajar” o mejor dicho haciéndolo para “punteros políticos” que se quedaban con el dinero, expansión descontrolada del empleo público y en concesiones de pasividades, llevaron a lo que todos conocemos.
En Brasil las cosas fueron más moderadas, pero la caída de precios internacionales que, en su particular canasta de bienes de exportación comienza en 2013, complicaron las cosas que, ya en 2018 lucían muy complejas, con un alto desequilibrio fiscal y una deuda pública que generaba dudas sobre su repago.
Argentina cambió gobierno a fines de 2015 pero, luego de un auspicioso comienzo, no realizó los cambios necesarios. La administración Macri terminó mal, y quien lo sucedió sólo empeoró las cosas hasta el extremo que conocimos hasta hace muy poco. Hace un año, los precios en Argentina eran, expresados en dólares, aproximadamente un 40% de lo que son hoy. Ciertamente algo que no se compadecía con la potencialidad del país. Ahora en pocos meses, en ese aspecto las cosas parecen haber girado 180° y, lo actual, tampoco se compadece con un país que necesita generar excedentes externos para reconstituir reservas, que aún son negativas en términos netos.
“Si todo lo demás permanece constate”, dado el ajuste fiscal que Argentina lleva a cabo y el desajuste fiscal de Brasil, financiado con deuda, debería llevar respectivamente a depreciar y apreciar la moneda local. A su vez, y reforzando lo anterior (yendo en el mismo sentido) en Brasil la contractiva política monetaria, la tasa de interés de política monetaria (TPM) supera el 7% real y ha subido en los últimos meses, en tanto en Argentina, comparada con la inflación corriente, la TPM real implícita es negativa resultando en una política expansiva. Bueno, todo lo contrario está pasando.
Explicación
En Argentina hasta hace menos de 8 meses sucedía que, entre otras cosas, había una fenomenal desmonetización, producto de la “nula” demanda por pesos. A medida que la inflación baja y existe cierto alivio, la demanda de dinero crece y todo indica que las autoridades no están expandiendo lo suficiente la oferta de dinero para satisfacerla, al tiempo que la reducción del desequilibrio fiscal, implica menores necesidades de financiamiento monetario, lo que refuerza la expectativa que no habrá grandes presiones.
Entonces, sucede que la expectativa movió la demanda de dinero, el BC no otorga ese dinero y la gente busca hacerse del mismo, vendiendo dólares. Ergo el dólar baja.
En Brasil, el déficit fiscal está por encima del 9% del PBI, el resultado primario – antes del pago de intereses – tiene un déficit superior a 2% del PBI y las medidas fiscales propuestas por el gobierno fueron, a juicio de los analistas, insuficientes. Ergo, la expectativa juega “para el otro lado”, los agentes piensan que el gobierno terminará emitiendo y generando inflación, se anticipan y se desprenden de reales, compran dólares y éste sube.
“Todo lo demás”, no es constante, sino que se mueve y mucho, al ritmo de las expectativas. Con la macro no se juega, hay que ser siempre muy cuidadoso, también en la bonanza.