FEDERICO STURZENEGGER DESDE BUENOS AIRES
Hace varias décadas María Elena Walsh popularizó una canción para niños a la que tituló "El reino del revés". "Me dijeron en el reino del revés", cantaba Walsh, "nada el pájaro y vuela el pez, nadie baila con los pies, que los gatos no hacen miau y dicen yes porque estudian mucho inglés". El reino del revés es un mundo absurdo, donde nada parece tener sentido y los roles se modifican. Así parece ser la política económica de la Argentina: el Banco Central no se ocupa de controlar la inflación, las Madres de Plaza de Mayo —cuyos hijos murieron luchando contra las corporaciones financieras internacionales— aplauden cuando se le cancela la totalidad de la deuda al Fondo Monetario Internacional, y la ortodoxia económica critica que haya superávit fiscal. Es que la situación económica y política de Argentina empieza lentamente a desgranar en un mundo absurdo, casi cómico, como el reino del revés.
En estas columnas, durante casi dos años, he aplaudido en muchas ocasiones las cosas que hizo el gobierno: el canje de la deuda, la cancelación de la deuda con el FMI (que también recomendé para el Uruguay), los buenos resultados fiscales y el mantener un tipo de cambio competitivo. También hubo críticas, sobre todo para un Banco Central que no se pone los pantalones para controlar la inflación, y que mira impotente como los precios se disparan. Pero también critiqué las restricciones a las exportaciones que se impusieron para bajar los precios domésticos, los controles de precios (cada vez más extorsivos), o las reducciones de impuestos que debilitaron ese equilibrio fiscal. Y también, por supuesto, tuve dudas: ¿podrá mantenerse el equilibrio fiscal?, ¿habremos aprendido los argentinos la lección sobre las implicancias de desbordes fiscales crónicos?, ¿haber pasado por la antesala del infierno, podrá habernos curado y redimido al mismo tiempo?
En mis columnas siempre prioricé la idea de basarme estrictamente en los hechos, en lo observable, en no imponer mis prejuicios o fantasías en el análisis de la realidad, sumado a la obligada humildad que impone un gobierno que logra mantener un crecimiento cercano al 9% por casi cuatro años y reducir la tasa de desempleo a la mitad.
Sin embargo, siempre mantuve presente en mi conciencia la historia de Argentina, las constantes idas y venidas, los ciclos de rápidas recuperaciones que parecían inexorablemente seguidas por una fuerte crisis y abruptas contracciones. Y contrastaba esta historia contra las buenas condiciones externas recientes, que habían ayudado a un fuerte crecimiento de las exportaciones, y que se plasmaba por primera vez en la combinación de superávit fiscal y superávit de cuenta corriente, las que combinadas parecían indicar que esta vez el futuro sí podía ser distinto.
PROBLEMAS POR VENIR. Pero repasando lo que es la realidad de Argentina en este momento, los hechos despiertan hoy un necesario temor por lo que está por venir. Argentina se está convirtiendo en el reino del revés.
Por un lado, está la desaceleración del crecimiento económico. En los últimos cinco meses el Estimador Mensual de Actividad económica (EMAE), el indicador más general de actividad económica, creció menos del 1%. En los datos interanuales sigue mostrando un fuerte crecimiento, pero en el mes a mes los resultados son menos alentadores. En producción industrial, los últimos cinco meses han dado un crecimiento de tan solo el 1.6%. Lamentablemente, la economía parece estar acercándose a su producto potencial. Este temor de que la economía se topara con su capacidad productiva había sido manifestado por muchos analistas, pero nunca se había materializado. Mi interpretación es que la capacidad productiva de Argentina era mucho más grande de lo que nadie había anticipado, probablemente por las exitosas políticas de los noventa que lograron expandir significativamente nuestra infraestructura. Pero el límite parece finalmente haber llegado. Y ahora pesa la actitud agresiva del gobierno con el empresariado que ha debilitado el deseo inversor y agrava el problema de cara al futuro.
Por otro lado está el hecho que el superávit fiscal, la piedra angular de la política económica, empieza a mostrar debilitamientos. En el último mes el superávit cayó significativamente como resultado de un gasto público que sigue en aumento y de la absurda y regresiva reducción en el impuesto a las ganancias que el gobierno anunció hace unos meses. Como recordará un lector memorioso de mi anterior columna, el gobierno decidió claudicar ante los sindicatos y aceptar una baja en el impuesto a las ganancias que paga el 20 por ciento más rico de la población. Ridícula política regresiva para un gobierno que se las da de progresivo. Y ridículo que sorprendentemente esta política no recibió críticas en Argentina. El reino del revés.
En lugar destacado, tenemos el problema de la inflación, un poco el producto de una fuerte expansión monetaria de los últimos años que ahora va haciendo su llegada a los precios, pero estimulada por un Banco Central que parece no tener ningún objetivo explícito de inflación, sino el de cumplir con el objetivo de crecimiento y tipo de cambio real del Presidente. Así, las expectativas de inflación han ido aumentando, la economía lentamente se ha ido reindexando, los productores y trabajadores buscan aumentos que anticipen la inflación futura. Como dice la canción del María Elena Walsh "Me dijeron que en el Reino del Revés hay un perro pekinés que se cae para arriba y una vez no pudo bajar después". Ya estamos en un punto de no retorno y cuando se pretenda controlar la inflación será inexorablemente a costa de una recesión y desaceleración importante.
Por ello el gobierno ha tomado la decisión de presionar a las empresas y comerciantes para que no aumenten los precios. Primero se puso la atención en los bienes que integran el IPC, sin importar mucho lo que pasara con el resto. Es que lo importante es el titular del diario. Cuando se dieron cuenta que el precio de la carne se podía controlar en los hipermercados pero no en las carnicerías, se encontró la solución de prohibir las exportaciones de carne para inundar el mercado doméstico. Es decir que el gobierno dejó entrever que estaba preparado para hacer un daño inconmensurable con el vano propósito de ganar un poco de tiempo. Para las empresas que no cumplieran, había señales claras de lo que podría ocurrir, y sino que vieran como le había ido a Aguas Argentinas.
Lo cierto es que sabemos como termina esto, si la expansión monetaria sigue, y el gobierno adiciona leña con mayor demanda agregada, la inflación seguirá en aumento, con lo que los controles de precios únicamente servirán para generar desabastecimiento, ganancias en los intermediarios y eventualmente un mercado negro. ¿Que pasará el día que el dólar se dispare más allá de lo que le guste al gobierno?
Aunque no se muestra en los índices —que sólo muestran una inflación del 11-12% para consumidores y mayoristas, y un crecimiento del 16% para la construcción— hay evidencia empírica que los precios en Buenos Aires y el resto del país se están acelerando. Estamos todavía a tiempo de una desaceleración ordenada, pero en el mundo de la inflación los tiempos se acortan. Como dice la canción de referencia "Me dijeron que en el Reino del Revés cabe un oso en una nuez, que usan barbas y bigotes los bebés y que un año dura un mes".
Claro está, estos problemas solo se suman a otros: una muy lenta recomposición de la situación para las empresas de servicios públicos privatizados, las presiones que está recibiendo la prensa, el manejo arbitrario de las comisiones del Congreso, el uso de fondos públicos para uso político o incluso para comprar con promesas de obras los votos en el Congreso (como fue la situación que enfrentaron dos diputados de Salta cuando llegó el momento de votar para los cambios propuestos por el gobierno respecto del Consejo de la Magistratura).
EPÍLOGO. Varias veces en esta columna nos hemos preguntado si Argentina pasó por el purgatorio aleccionado y renovado. En estos últimos años mantuve la fe en que efectivamente había sido así, y los hechos parecían validar mis deseos. Pero los eventos recientes, los descuidos que luego fueron deslices, que ahora ya son errores y que arriesgan convertirse en descalabros, siguen acumulándose. La historia es una serie de pasos, cada uno parece ser cercano al anterior y por ende parece que no se toma un riesgo excesivo con cada uno, pero hasta los caminos más largos se recorren paso a paso, y si no tomamos conciencia un día daremos un paso y nos daremos cuenta que hemos dado una vuelta completa y estaremos una vez más a las puertas del infierno.