Argentina en su camino hacia un cambio estructural de envergadura

Restablecer los equilibrios macro requiere de un trazo adecuado de las prioridades, destreza técnica y generación de amplios consensos políticos.

Compartir esta noticia
.
.
Getty Images

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Una vez más, Argentina queda sumergida en la incertidumbre cuando el largo plazo se achica a pocos meses, se fragmenta su sistema político y se entrecruzan propuestas antagónicas, acerca de cómo enfrentar su segunda crisis económica en lo que va del siglo. Con el aditamento de una ciudadanía desencantada cuando por un lado hubo una caudalosa e inesperada votación por un candidato disruptivo sin partido y, por el otro la contundente presencia de la abstención y del voto en blanco.

El resultado de las PASO mostró un electorado dividido en cuartos y no tercios. Esa porción de la ciudadanía, hasta hoy silenciosa, muestra recelo o insatisfacción con las ofertas electorales en disputa, y serán estos quienes al final determinarán el curso futuro de los acontecimientos.

Es imposible saber aún si estamos ante un hecho temporal fruto de una transición resultante del ocaso de viejas instituciones partidarias que están siendo sustituidas por nuevas estructuras políticas, o simplemente se está entrando en un escenario nuevo, donde la indiferencia del ciudadano como votante convive con partidos que se van diluyendo y fragmentando en el tiempo.

En los hechos, implica el surgimiento de un “partido” de silenciosos indiferentes extrapartidarios que se van expresando electoralmente de acuerdo a las circunstancias del momento, de manera espontánea, sin responder a los preceptos de un paradigma ideológico específico. Son quienes buscan una tabla de salvación frente al agobio de desengaños previos, de promesas electorales incumplidas o sueños rotos. Es un hecho cada vez más presente a lo largo y ancho del mundo, que degrada el funcionamiento de las democracias y por tanto la calidad de la gestión de los gobiernos.

El país que durante décadas tuvo como columna vertebral al peronismo como forma de pensar y actuar políticamente, hoy encuentra su espectro político fragmentado, con el fenómeno Milei y la abstención electoral creciente como sus figuras máximas.

Cuando surge una figura extra partidaria con extraordinaria capacidad de comunicación y de disecar problemas complejos proponiendo soluciones “simples” que enganchan al ciudadano, la historia reciente muestra lo que en otras latitudes fueron episodios de populismo pernicioso para la sociedad. Diciendo esto no se aventura nada, sino que se advierte de los sesgos potenciales del escenario delineado por las elecciones recientes. Y junto a esas incertidumbres propias de un escenario exótico para lo que fue la tradición política argentina, se agregan los desafíos que impone a resolución de una crisis económica de envergadura, que implica cerrar una brecha fiscal financiada con emisión monetaria que genera altísima inflación, y con efectos colaterales cuyo ejemplo más notorio es una enorme stock de deuda interna donde los bancos públicos y privados son propietarios de un gran porcentaje. Una realidad que está acompañada por niveles de pobreza superiores al 40%, y carencia de financiamiento externo que lubrique un sendero de salida, por definición complejo.

Restablecer los equilibrios macroeconómicos básicos que necesariamente empiezan por el cierre de la brecha fiscal, seguido del abandono de la operativa discrecional del mercado cambiario, reabsorbiendo al mismo tiempo la deuda interna doméstica, se asemeja al de un mecanismo de relojería que requiere tacto y destreza, acompañado de voluntad política para sortear dificultades. Su ejecución es la simbiosis de un trazo adecuado de prioridades de por dónde empezar, destreza técnica y generación de consensos políticos lo más amplios posibles.

Es un error confundir voluntad de hacer, aunque se tenga razón en la propuesta, con imposición. Máxime cuando ninguno de los candidatos con posibilidades a acceder a la Presidencia tendrá mayorías parlamentarias propias. Es un hecho relevante cuando la mayoría de las propuestas requieren validación a través de la aprobación de leyes nuevas.

Dejando de lado por inconducentes, las propuestas del oficialismo de mayor expansión fiscal con fin electoral, y profundizadora de la crisis, la verdadera contienda de opciones en materia económica son la que ofrecen Bullrich y Milei. Despojándose del efectismo de los discursos y matices, ambas reposan en el mismo signo ideológico. Las diferencias están más en la secuencia de las propuestas y su velocidad de ejecución que diferencias sustanciales de enfoque.

De todos modos, la mano firme en la ejecución no implica automáticamente decisiones apresuradas que arriesgan viciar la calidad de los resultados esperados. Con el agregado de que distorsionan las expectativas de una ciudadanía agobiada propensa a confundir híper activismo con adelantamiento de resultados. Es un fino equilibrio donde impera el arte de la política económica y cuya ejecución requiere liderazgo, una secuencia bien articulada de propuestas y el apoyo del poder político como expresión de aprobación ciudadana.

Como ocurre en estas cosas, es un camino sujeto a prueba y error, sin certezas inmutables en los plazos de obtención de resultados. Llevará su tiempo determinar la profundidad de los desequilibrios a resolver, lo cual implica un verdadero cambio estructural del funcionamiento de la economía argentina.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar