Los datos de actividad económica en Argentina muestran que la recesión había comenzado varios meses antes de que asumiera el Presidente Javier Milei. Por ejemplo, en noviembre de 2023, el PIB se ubicó 2% abajo del promedio del año 2022, la industria 4% abajo y la construcción, 5%. En diciembre, cuando se expusieron las inconsistencias groseras del programa económico del gobierno anterior y cuando también impactó la devaluación, la actividad siguió cayendo, para estos mismos indicadores, con registros que se ubicaron 5%, 9% y 13% por debajo del promedio del año anterior, respectivamente.
La aceleración de la inflación que ocurrió desde comienzos de 2022 erosionó el poder adquisitivo de las familias, sobre todo de jubilados y trabajadores informales. En diciembre de 2023 y comienzos de 2024, esa tendencia se agravó, lo cual sugiere que la actividad tendrá un mal desempeño en la primera mitad del año (aun contando el efecto de la recuperación de la cosecha).
Sin embargo, había cuatro factores que podían ayudar a una pronta recuperación, pero, lamentablemente, algunos se han moderado.
El primero es la normalización de la cosecha, pero una pérdida parcial de volumen por el clima caluroso y sobre todo la caída en los precios internacionales han restado algo de su efecto positivo.
El segundo es la entrada de capitales, fundamentalmente de los argentinos, cuando se moderan las dudas acerca de la sostenibilidad de cualquier programa económico en curso. Las tensiones políticas han reducido este potencial efecto positivo, ya que es necesario y conveniente avanzar en reformas estructurales que aseguren la solvencia fiscal y en desregulaciones que abran oportunidades de inversión.
Los dos restantes dependen de una disminución importante en la tasa de inflación. En la medida en que ello ocurra, se reducirá más rápidamente el sobreajuste que han sufrido los ingresos de las familias. Pero para que el efecto sea pleno, es necesario que la mejora fiscal dependa de cambios estructurales y no de la persistencia de una alta inflación.
En el mismo sentido opera la remonetización de la economía que ocurre cuando se reduce el costo de tener dinero en el bolsillo o en cuentas bancarias transaccionales. Si el fisco no requiere de fondos adicionales, el aumento en la capacidad prestable de los bancos puede destinarse a aumentar el crédito al sector privado.
Es posible comenzar a resolver algunos interrogantes que pueden demorar la normalización de la economía. El gobierno puede ayudar dando certezas sobre algunos, pero para otros, se requiere el apoyo de la oposición. Dentro de los más importantes, se debería lograr:
§ Asegurar con reformas estructurales y mejor gestión que el equilibrio fiscal sea sostenible, aun si la inflación baja a un dígito anual. También es importante que el ajuste fiscal sea percibido como equitativo, y ello requiere avanzar parejo en remover privilegios impositivos, regulatorios u otros escondidos detrás de partidas de gasto estatal.
§ Avanzar en algunas reformas estructurales y, por sus efectos más generalizados, la laboral parece ser la más importante. Esto requiere lograr acuerdos con la oposición.
§ Seguir acumulando reservas en el BCRA, lo cual requiere evitar la tentación de atrasar el tipo de cambio real y, además, dar alguna señal acerca de cómo se piensa resolver la deuda con importadores que se ha generado desde el 10 de diciembre (a mayo sería del orden de US$ 10.000 a 12.000 millones) y con el giro de dividendos. En el último caso, una alternativa, análoga a la utilizada para los pagos de importaciones, sería que se puedan girar libremente los dividendos obtenidos a partir del año 2024.
La Argentina tiene una gran oportunidad de liberarse de las fuerzas que han detenido el progreso. Los avances que se logren este año son cruciales.
- Daniel Artana es Economista Jefe de la Fundación de Investgaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL)