Armas, gérmenes, bitcoines y la derecha antisocial

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Bitcoins sobre dólares estadounidenses. Foto: Shutterstock

OPINIÓN

El gobierno existe por una razón. Pero los constantes ataques de la derecha a las funciones esenciales del gobierno tendrán sus costos y harán la vida de todos más desagradable, más brutal y corta.

En febrero de 2021, una fuerte helada provocó apagones generalizados en Texas y dejó a alrededor de 10 millones de texanos sin electricidad, en muchos casos durante días. Cientos de personas murieron.

La principal causa de la crisis fue la interrupción de la producción de gas natural, la fuente de energía más importante del estado. Tras la helada de 2011, los reguladores federales habían exhortado a Texas a exigir que las instalaciones de gas y electricidad se prepararan para el invierno. Pero el estado no hizo nada.

Y en su mayor parte sigue sin hacerlo: hasta ahora, no se ha impuesto ningún requisito que ayude a adaptar al sector del gas para el invierno, que tiene un gran poder político. En cambio, el gobernador Greg Abbott espera asegurar la red eléctrica fomentando... la minería del bitcóin. Se supone que eso reduciría el riesgo de apagones porque el enorme consumo de electricidad del bitcóin haría que se amplíe la capacidad de generación del estado.

Sí, es tan descabellado como suena, pero coincide con un patrón. Cuando se enfrentan a problemas que podrían resolverse con facilidad mediante la acción cooperativa, los de la extrema derecha que se han hecho con el control del Partido Republicano suelen recurrir en cambio a extrañas soluciones, que no lo son, pero que apelan a su ideología antisocial. En un momento explicaré por qué uso esa palabra.

Primero, hablemos del ejemplo actual más evidente: la política del covid-19. En Florida, el gobernador Ron DeSantis ha intentado bloquear casi todas las medidas destinadas a limitar la propagación del coronavirus; él y sus funcionarios no se han manifestado de manera explícita contra las vacunas, pero han sido complacientes con quienes se oponen a ellas y DeSantis incluso se ha negado a decir si ha recibido una vacuna de refuerzo.

No obstante, decidieron apostar por los tratamientos con anticuerpos que son mucho más caros que las vacunas y DeSantis le exigió a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) que permita el uso de anticuerpos que, según la FDA, no funcionan contra la variante ómicron del coronavirus.

¿Por qué apoyar tratamientos caros e ineficaces mientras se oponen a medidas que ayudarían a evitar que la gente enferme de gravedad para empezar? Bien, consideremos un paralelismo que puede no ser evidente a simple vista, pero que en realidad es bastante cercano: los tiroteos en las escuelas.

Entre las principales naciones avanzadas, estos tiroteos son un fenómeno casi exclusivo de Estados Unidos. Y aunque puede haber múltiples razones por las que Estados Unidos lidera el mundo en cuanto a masacres escolares, seguramente podríamos mitigar el horror con medidas de sentido común como las restricciones a la venta de armas, la comprobación obligatoria de antecedentes y la prohibición de que los particulares posean armas de asalto.

Pero no. Los republicanos quieren ampliar el acceso a las armas y, en muchos estados, proteger a los estudiantes armando a los profesores de las escuelas.

¿Qué tienen en común estos ejemplos? Como podría haber dicho Thomas Hobbes, los seres humanos solo pueden prosperar, solo pueden evitar un estado de naturaleza en el que las vidas son “desagradables, brutales y cortas”, si participan en una “mancomunidad”, una sociedad en la que el gobierno asume gran parte de la responsabilidad de hacer la vida segura. Por lo tanto, tenemos fuerzas de seguridad justamente para que los individuos no tengan que ir armados para protegerse de la violencia de otras personas.

Si lo piensan, la política de salud pública refleja el mismo principio. Los individuos pueden y deben responsabilizarse de su propia salud, cuando sea posible; pero la naturaleza de las enfermedades infecciosas significa que la acción colectiva es muy importante, ya se trate de la inversión pública en suministros de agua limpia o, en efecto, los mandatos de usar tapabocas y vacunarse durante una pandemia.

Y no hace falta ser socialista para reconocer la necesidad de la regulación a fin de mantener la confiabilidad de aspectos esenciales de la economía, como el suministro eléctrico y el sistema monetario.

Por eso digo que la derecha estadounidense moderna es antisocial, porque sus miembros rechazan cualquier política que se base en la cooperación social y, en cambio, quieren que volvamos al estado distópico de la naturaleza que señaló Hobbes. No intentaremos mantener las armas fuera de las manos de los posibles asesinos en masa; mejor, confiaremos en los maestros-justicieros para abatirlos una vez que el tiroteo haya comenzado. No trataremos de limitar la propagación de enfermedades infecciosas; en su lugar, les diremos a los ciudadanos que tomen medicamentos que son caros, ineficaces o ambas cosas, cuando se hayan enfermado.

¿Y el bitcóin? No creo que merezca la pena ni siquiera tratar de entender la lógica retorcida de Abbott, por la que imagina que promover una industria destructiva para el medioambiente y que acapara energía hará que el suministro de electricidad de su estado sea más confiable (una red eléctrica sobrecargada por la minería de criptomonedas ayudó a desencadenar la crisis reciente de Kazajistán).

Una mejor pregunta es por qué los republicanos se han convertido en fanáticos de la criptodivisa, hasta el punto de que un candidato al Senado definió su postura como “pro-Dios, profamilia, probitcóin”. La respuesta, diría yo, es que los bitcoines hacen eco de una fantasía de individualismo autosuficiente, de proteger a tu familia con tu arma personal AR-15, de tratar tu covid-19 con un medicamento antiparasitario o con orina y de gestionar tus asuntos financieros con dinero creado de forma privada, no contaminado por instituciones como los gobiernos o los bancos.

Al final, nada de esto funcionará. El gobierno existe por una razón. Pero los constantes ataques de la derecha a las funciones esenciales del gobierno tendrán sus costos y harán la vida de todos más desagradable, más brutal y más corta.

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