TEMA DE ANÁLISIS
Si bien en los próximos meses es muy probable que observemos variaciones de precios superiores al 10%, hacia el segundo semestre van a converger a niveles más cercanos al 9% que al 10%.
La suba acumulada de los precios al mes de marzo dejo a la inflación a las puertas de los dos dígitos, umbral que seguramente se traspase cuando se divulgue el dato de variación del IPC correspondiente al presente mes de abril.
Cuando así suceda, se le va a dar un destaque que puede ser más exagerado de lo que realmente es. Sin negar la importancia del tema inflacionario y reconociendo que a lo largo del último año la variación anualizada del IPC se ha venido acelerando, tal cual se muestra en el gráfico que ilustra la parte de arriba del cuadro, no es una situación descontrolada, y si bien en los próximos meses es muy probable que observemos variaciones superiores al 10%, serán puntuales y la inflación convergerá a niveles más cercanos al 9% que al 10%.
Se trata de todas maneras de un guarismo superior al rango meta entre 3% y 7%, que salvo contadas excepciones desde que se estableció en sus distintos parámetros, fue alcanzado. Ello se debe, y así lo hemos escrito muchas veces desde esta columna, a que en los hechos el verdadero rango nunca fue el anunciado, sino uno que se ubica en un nivel más elevado, entre el 7% y el 9%.
La razón macroeconómica es la necesaria consistencia con la política de ingresos, es decir la evolución de los salarios, cuyas pautas efectivas a lo largo de las distintas rondas salariales fluctuaron dentro del verdadero rango.
De haberse alcanzado el objetivo inflacionario anunciado con los aumentos salariales que efectivamente se concedieron, la economía uruguaya no lo hubiera soportado, ya que hubiera implicado incrementos reales muy importantes, superiores al crecimiento del PIB y la productividad, con impactos aún más negativos en el empleo que los que se observan desde el año 2014.
Según donde se ubicase la inflación en el verdadero rango fue la respuesta de la política monetaria, contrayendo cuando se acercaba al techo y aflojando cuando llegaba al piso. El trade off entre inflación y actividad (o tipo de cambio), buscando converger al punto medio del 8%, que otorgó cierta estabilidad para las proyecciones de los agentes.
En tal sentido, la inflación que estamos observando se ubica por fuera del rango, pero parte de su aceleración responde a fenómenos puntuales. De todas formas, no deja de ser preocupante y amerita acciones correctivas que no sólo la encaucen nuevamente dentro del objetivo, sino que el verdadero objetivo también pueda llevarse a niveles más bajos.
La inflación acumulada en los últimos doce meses a marzo del presente año se ubicó en el 9,2%, casi dos puntos porcentuales superior al guarismo registrado a junio del pasado año. En el gráfico que ilustra la parte alta del cuadro se presentan dos series de inflación enmarcadas dentro de los límites del verdadero rango. Las series de inflación que allí se muestran son el dato de IPC observado en los últimos doce meses y el dato subyacente, que es aquel que depura al anterior de sus componentes volátiles,
concretamente los combustibles y los precios de las frutas y verduras frescas.
El dato subyacente desde fines del pasado año perforaba el techo, situación que el observado recién concretó en el último mes. La razón está precisamente en el comportamiento de las frutas y verduras, que experimentaron caídas de precios en el primer semestre de 2019, recuperándose desde entonces. De ahí la brecha que se amplió a comienzos del pasado año y luego lentamente se fue cerrando.
Pero más allá de este hecho puntual, la tendencia de ambas variables es al alza. Para entender mejor este comportamiento, lo mejor es descomponer el IPC según las características de los productos que lo conforman. Tenemos por un lado los bienes y servicios transables, cuyo precio está estrechamente vinculado al tipo de cambio; los productos no transables de mercado, donde los salarios tienen una influencia muy alta; y por último aquellos servicios cuyos precios están administrados.
La evolución de estos últimos llevará la inflación acumulada al 10% a fin de mes, cuando entren a regir los aumentos de las tarifas públicas. Estos aumentos responden a la adecuación de los valores de venta a los costos de producción y a las necesidades financieras de las empresas. Usualmente el ajuste se efectuaba en enero, pero esta vez la administración saliente no lo hizo y le dejó la tarea a la entrante, con lo que se retrasó la perforación del 10%, tal cual se muestra en el gráfico que aparece al medio a la izquierda, donde se resalta la bonificación en las tarifas de UTE en noviembre y diciembre. Quedó fuera del ajuste el precio de los combustibles, que en enero hubiera correspondido, pero en marzo en medio del desplome del precio del crudo se volvió a posponer.
El gráfico que aparece en la parte a la derecha en la parte media del cuadro ayuda a entender la aceleración que experimentaron los precios transables en el último año. En primer lugar, hay que destacar el comportamiento que experimentó el precio de la carne, que a lo largo de 2019 se valorizó 32%. Se trata de un producto muy importante, de gran peso en la canasta de consumo de los hogares, que al impulso de una fuerte demanda desde China llevó a un incremento de las exportaciones a ese destino, resultando un faltante de ganado para faena que se vio reflejado en los precios internos.
Con la crisis del COVID-19 cayeron las exportaciones y cedió algo el precio de la carne, pero el tipo de cambio se aceleró fuertemente ante la incertidumbre desatada por la crisis, con impacto directo en los productos importados.
Al respecto, y mirando hacia adelante y el posible impacto del tipo de cambio en la inflación en los próximos meses, cabe decir que ante la crisis internacional no cabe esperar una valorización de los productos importados medidos en dólares, más bien lo contrario. A su vez, muchos de ellos son de carácter suntuario, con una previsible caída de demanda interna, por lo que seguramente los oferentes ajustarán los márgenes a la baja. Por su parte, el tipo de cambio experimentó una sobre reacción y cabe esperar hacia adelante un comportamiento más moderado. Todo ello resta presión a los precios transables.
La incidencia del salario en los precios no transables es innegable, tal cual se muestra en el gráfico que aparece en la parte baja del cuadro. Los saltos entre julio y agosto responden más a rezagos en el ajuste de 2018 que a aumentos propiamente dichos en 2019, por lo que, ajustadas, ambas variables van de la mano.
A mitad de año vence la actual ronda salarial y deberá encararse una nueva. Hasta el momento no hay definiciones al respecto, más allá de alguna propuesta de posponer las negociaciones. En todo caso, dada la situación de la economía en general y del mercado laboral en particular y, teniendo en cuenta el impacto que tienen los salarios en el comportamiento del IPC, las decisiones que se tomen al respecto serán claves en cuanto a su evolución futura.