ENTREVISTA
Tal como van las cosas, es esperable que en las elecciones de noviembre los republicanos obtengan mayorías, a juicio de Arturo Porzecanski.
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Cumplido el primer año de la administración demócrata en Estados Unidos, con Joe Biden en la presidencia, el balance parece ser poco favorable. “Ha querido hacer lo mismo que Franklin Roosevelt, pero sin las mayorías que este tuvo en los años ´30”, afirmó Arturo Porzecanski (*), economista uruguayo radicado hace más de medio siglo en Estados Unidos. Ex docente y por décadas economista en Wall Street, hoy dedicado a la investigación desde Washington, Porzecanski, enumera “una agenda ambiciosa pero con escasos resultados” par a un presidente que, incluso, ha perdido popularidad incluso entre los demócratas, “lidiando con un parlamento que no controla y el poder judicial más conservador que vi en mi larga vida en Estados Unidos”, subrayó. Para el académico uruguayo, las elecciones de medio término de noviembre le darán más asientos a los republicanos, y en la próxima instancia presidencial, la disputa de 2024 será la revancha del 2016: Trump vs. Hillary Clinton. A continuación, un resumen de la entrevista.
—Joe Biden asumió hace poco más de un año proponiendo un paquete de ayuda por la emergencia sanitaria, mayor incentivo a la vacunación, incremento del gasto en obra pública y generación de empleo, redireccionamiento de impuestos, y una marcada impronta en los temas sociales. ¿Cómo avanza esa agenda?
—El presidente Biden pensó que con la desastrosa pandemia había llegado el momento de reencarnar a Franklin Délano Roosevelt, quien durante la Gran Depresión de los años ´30 logró la aprobación de una serie de leyes que revolucionaron al país, imponiendo restricciones al capitalismo “salvaje”, ampliando el papel del Estado, y redistribuyendo el ingreso a través de nuevos impuestos y subsidios, iniciativas que perduran hasta hoy.
La diferencia es que Roosevelt, también un Demócrata, tenía abrumadoras mayorías de su partido en ambas cámaras del congreso, mientras que Biden tiene una mínima mayoría en Diputados y un empate (50-50) en el Senado. Por ende, basta con que uno u otro senador Demócrata, más todos los Republicanos, se opongan a los proyectos de ley para “pararle el carro” a la ambiciosa agenda legislativa del presidente Biden.
—En ese marco, ¿qué es lo que sí ha logrado Biden en términos de legislación?
—Su primer paquete de medidas de apoyo económico a personas, empresas, y municipios afectados por la pandemia, con un costo para el fisco de US$1.9 trillones (trillones con doce ceros, a la norteamericana) fue aprobado por el congreso, porque la emergencia sanitaria y económica lo justificaba.
Pero desde aquella victoria en marzo de 2021, Biden ha seguido sometiendo otros esperados proyectos de ley que costarían muchos trillones más, pero que no han obtenido el apoyo parlamentario necesario. Lo otro aprobado de envergadura fue, en noviembre pasado, una ley recortada de su original que terminó comprometiendo $1.2 trillones para la reparación o construcción de obras de infraestructura en todo el país.
—Un proyecto de ley ambicioso (“Build Back Better”) todavía está en trámite: educación preescolar gratuita para niños de 3 y 4 años, créditos fiscales para incentivar el uso de energía solar en las viviendas, reducción del costo de los medicamentos, inversiones en construcción y rehabilitación de un millón de viviendas asequibles, entre otras. ¿Tiene chances de aprobación?
—Ese proyecto de ley tiene un costo de casi US$2 trillones en su primera década bajo supuestos muy optimistas, pero de casi US$5 trillones bajo supuestos más realistas. Es un proyecto bien al estilo Roosevelt, porque su propósito no es apoyar una recuperación económica ya más que plenamente alcanzada, sino implementar parte de la agenda ideológica del partido Demócrata. Como el equilibrio de fuerzas políticas es tan tenue, es posible que una versión sea aprobada en las semanas que vienen, pero tendría que ser mucho menos ambiciosa.
—En ese marco, la popularidad del presidente ha bajado en su primer año…
—De acuerdo con las venerables encuestas Gallup, por ejemplo, su popularidad promedio ha caído de 57% hace un año a 40% ahora, lo cual es inusitado en los EE.UU., sea como tendencia o como nivel. Y tal bajón se explica porque hay desencanto con él entre los votantes Demócratas y los Republicanos: entre los primeros, su aprobación cayó de 98% a 82%, y entre los segundos de 11% a 5%. La enorme brecha entre ambas columnas revela la aguda polarización que existe pese a la salida del controvertido Donald Trump.
Biden apostó mal en varias cuestiones. Prometió que para el Día de la Independencia (4 de julio) del año pasado la pandemia iba a estar controlada gracias a la amplia disponibilidad de vacunas contra el Covid, permitiendo una normalización social, lo cual llevó a que muchos dejaran de usar tapabocas cuando todavía 40% de la población no se había vacunado. Resultado: una ola de infecciones y muertes a partir de ese día, y más defunciones por Covid en el primer año de Biden – pese a las vacunas – que en el último año de Trump.
Otros traspiés que se le imputan incluyen la apresurada y mal planeada retirada militar de Afganistán, que supuestamente ha envalentonado peligrosamente a los líderes de China y Rusia, y el descontrol de la inflación anual, que se disparó de 1,4% en diciembre 2020 a 7% doce meses después, la tasa más alta en 39 años, aunque formalmente la culpa la tiene la Reserva Federal, y no Biden.
—Hace un año, usted advertía en El País acerca de “los frenos” que desde el sistema judicial podían tener algunas iniciativas demócratas, luego de los cambios dispuestos por Trump en ese ámbito. ¿Eso ocurrió?
—Sí, efectivamente, además de Biden tener que lidiar con un Poder Legislativo que no controla, hoy tenemos un Poder Judicial más independiente y conservador que nunca en mi larga vida en los EE.UU. Esto se debe en gran parte a que, durante los cuatro años del gobierno Trump, el Senado estuvo en manos de los Republicanos, y con el beneplácito de ese cuerpo se pudo llenar un sinnúmero de vacantes en los tribunales federales con candidatos de perfil conservador. Lo más dramático fue reconfigurar la Suprema Corte, de manera que ahora hay seis conservadores y tres liberales, pero el impacto se nota a niveles intermedios y más bajos, también. La recientemente anunciada jubilación de Stephen Breyer no cambiará nada porque es un liberal que seguramente será reemplazado por otro liberal postulado por Biden y aprobado por los senadores.
Por ejemplo, en noviembre pasado, y a pedido de Biden, la Agencia de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA), parte del Ministerio de Trabajo, emitió una orden para que las empresas con cien o más empleados exigieran que todos ellos estén vacunados contra el Covid o se sometan al uso permanente de tapabocas y a pasar pruebas semanales a costo personal. La orden fue apelada por una cámara de comercio a una corte federal, luego a una corte federal de apelaciones, y después a la Corte Suprema, y en tan solo dos meses –velocidad récord– ésta se pronunció, por un voto de 6 a 3, que la orden era ilegal, porque solo el congreso y los gobiernos estaduales tienen semejante poder de interferencia en la empresa privada.
—Usted mencionaba antes a la Reserva Federal como “culpable” de la fuerte alza inflacionaria. Ahora la Fed ha anunciado que está próxima a revertir su política monetaria tan laxa, y se espera que la tasa de interés clave comience a aumentar en marzo. ¿Cómo ve el cambio de dirección?
—¡Enhorabuena! Hasta estos momentos no se puede ni decir que el banco central liderado por el capitán Jerome Powell viene corriendo muy detrás de la pelota inflacionaria, porque la verdad es que su equipo no se ha movido siquiera un metro. Por ende, la Fed ha perdido cierta credibilidad como guardián de la estabilidad de precios en los EE.UU., y va a tener que cerrar las canillas de liquidez mucho más, y por mucho más tiempo, de lo que espera el consenso de los mercados financieros. Aunque no creo que la inflación anual se quede en los niveles presentes del 7%, tampoco creo que se desacelere a 3% o menos antes del 2024.
Además, es difícil hacer una tortilla sin romper huevos. Estos años de tasas de interés cercanas a cero en gran parte de Asia, Europa, y Norteamérica, han financiado un montón de burbujas financieras por casi todo el mundo –por ejemplo, en los mercados de acciones, bienes raíces, materias primas, y criptomonedas– que probablemente van a desinflarse a medida que las condiciones de liquidez monetaria se restrinjan en un país tras otro. Es barato y fácil especular y ganar plata cuando el costo de pedir prestado es muy bajo, pero a medida que ese costo aumente, y los prestamistas e inversores se vuelvan más cautelosos, van a haber más y más especuladores que tendrán que achicar sus posiciones. En fin, no creo que las plazas financieras hayan incorporado plenamente los riesgos que yo anticipo.
—¿Volviendo al panorama político de los EE. UU., qué es lo que ve en el horizonte?
—Aparte del riesgo de un conflicto “caliente” con Rusia o China o con ambas naciones, ya sea porque el primero invade a Ucrania y/o el segundo invade a Taiwán, así como del riesgo de un bajón en el estado de salud del presidente Biden —y las probabilidades de estos acontecimientos son bastante más elevadas que cero— lo que está en el horizonte son las elecciones de medio término programadas para el martes 8 de noviembre.
Es ahí cuando se podría alterar el frágil equilibrio de fuerzas que existe en el Senado, y que pudiera achicarse o perderse la pequeña ventaja —diez de 435 diputados— que ahora tienen los Demócratas en Diputados. Son 34 de los cien asientos en la cámara alta que estarán en juego, más todos los 435 asientos de la cámara baja, y hay por lo menos seis senadores y más de 40 diputados que han anunciado su retiro.
Tal como van las cosas, el escenario más probable es que los candidatos Republicanos atraigan más votos que sus contrincantes Demócratas, tal que, en el Senado, y/o en Diputados, el balance de fuerzas cambie en contra del gobierno Biden. Eso quiere decir que la agenda progresista del ala izquierda del partido Demócrata no va a tener chance de ser plasmada en leyes durante la segunda mitad del mandato de Biden, y su capacidad de hacer cambios bruscos de ruta por decreto, u otras vías administrativas, va a seguir estando jaqueada por las cortes federales.
Y si este escenario se hiciera realidad, entonces las elecciones presidenciales de noviembre 2024 serían muy competitivas y pudiéramos tener el regreso de dos viejos —en todo sentido— contrincantes: Donald Trump, como el líder del ala derechista exitosa de los Republicanos, e Hillary Clinton, como dirigente del ala moderada de los Demócratas, dado lo que sería visto como el fracaso de su corriente izquierdista. En ese caso, estaríamos en presencia de la revancha del match del 2016.
(*) El Dr. Porzecanski, exprofesor de economía y execonomista de Wall Street, es ahora Investigador en el Centro de Estudios Latinoamericanos de American University y en el Woodrow Wilson International Center for Scholars, ambos en Washington DC.