Brasil también existe, pero preocupa menos

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

Pese a una incipiente recuperación pos pandemia, nada estructural ha cambiado para que Brasil no siga teniendo una pobre performance económica.

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Será por el idioma, por el origen nacional común, por la proximidad entre sus capitales, por lo que sea. Lo cierto es que, desde nuestro país, seguimos con mayor atención lo que sucede del otro lado de los ríos que lo que ocurre en el otro enorme vecino, en la política, en el fútbol, en la farándula. Lo mismo sucede con la economía, pero en este caso, en mi opinión, hay un fundamento: Argentina nos es mucho más relevante que Brasil.

Y lo sigue siendo ahora, cuando ya no existe una ligazón como la de otrora en el canal financiero. Pero en los otros cuatro canales relevantes de la relación bilateral, sí existe y en conjunto es considerablemente mayor que con Brasil. Ni qué hablar del canal de turismo y compras, el más notorio, decisivo. O del comercial, donde el peso de Brasil es mayor, pero la “Argentina dependencia” de los sectores exportadores a ese país es total, sin que existan para ellos mercados alternativos. No hay allí un mercado cautivo, sino que se es cautivo de ese mercado. También, más recientemente, está el canal migratorio “VIP” que viene asociado a inversiones, que son requisito para la radicación de las personas.

Finalmente, en materia de inversión directa, desde Brasil ha sido importante en empresas agroindustriales, pero desde Argentina, desde tiempo inmemorial, en el sector inmobiliario y en las últimas dos décadas, también en el agropecuario.

En la coyuntura, las noticias provenientes desde Argentina son apasionantes, tanto por ver cómo se desarrolla la película y por cómo terminará, como por la curiosidad por presenciar un revival de lo que era la economía en estas latitudes hace varias décadas. Pero eso no implica descuidar la atención sobre Brasil, que también tiene sus complicaciones.

Como reza el título, Brasil también existe para Uruguay, pero nos preocupa menos. Al menos a mí, no me quita el sueño. Veamos.Primero, algunos aspectos “estructurales”. Destaca el paupérrimo crecimiento económico de Brasil vis a vis sus “compañeros de clase”, los emergentes. En los últimos 10 años, la media de crecimiento fue de 0,4% versus 4,1% anual, respectivamente. Esto denota que se trata de una economía bastante cerrada y no demasiado productiva. Pero, al mismo tiempo, cuenta con un sector externo sólido y con un mercado doméstico profundo para la emisión de deuda pública en moneda nacional. En el primer caso, el saldo del financiamiento externo (suma del saldo de la cuenta corriente más la inversión extranjera directa) suele ser ampliamente positivo. En los últimos 12 meses a mayo fue de 1,6% del PIB. Por otro lado, Brasil cuenta con un banco central con buena reputación bien ganada en un país con una moneda propia relevante y por lo tanto, con una política monetaria relevante.

Brasil muestra una incipiente recuperación económica: creció 1,2% en cada uno de los dos primeros trimestres del año y 3,2% en los últimos cuatro, lo que daría cuenta de una aceleración hacia una buena tasa anual, del orden del 5%. Sin embargo, las expectativas (encuesta Focus del lunes 9 de septiembre) apuntan a un crecimiento de sólo 2,4% en este año y 0,5% en el próximo. O sea que tras el rebote post pandemia, se vuelve a la mediocridad habitual. Lo que es lógico, dado que nada estructural ha cambiado para que Brasil no siga teniendo una pobre performance económica. La tasa de desempleo, que ha venido bajando, se ubicó en 9,3% en el segundo trimestre.

La inflación, que pasó del orden de 2% hace dos años a los dos dígitos en el segundo trimestre, ya comenzó a ceder, en parte ayudada por una rebaja en los impuestos a los combustibles en julio. El IPCA subió 8,7% en los 12 meses a agosto (12,1% a abril) y la inflación subyacente se ubica en 9,9% a agosto (10,4% a junio). La tasa Selic (de política monetaria), que se ubicaba en 2%, comenzó a subir en marzo del año pasado y hoy está en 13,75%. Un proceso similar al vivido hace unos años, cuando la inflación también se ubicó en dos dígitos a finales de 2015 y la Selic se elevó hasta el 14,25% a mediados de ese año. Las expectativas vienen cediendo semana a semana y en la referida encuesta del lunes 9 se ubicaban en 6,4% y 5,2% para este año y el próximo respectivamente. La meta respectiva, está actualmente en 3,5% más y menos 1,5%. Mientras tanto, el mercado espera que la tasa de política monetaria cierre este año en el nivel actual y que en el próximo retroceda hasta el 11,25%, lo que implica que la política monetaria seguirá siendo claramente contractiva.

Además de la política monetaria, Brasil ha fortalecido la fiscal, tras el extraordinario deterioro concomitante con la pandemia. Así, en 2020 el déficit primario alcanzó a 9,4% del PIB y en los 12 meses a julio, se volvió un superávit de 2,5% del PIB por lo que hubo una mejoría fiscal de casi 12 puntos del producto en un año y medio. En este contexto, la deuda bruta del gobierno general, que había llegado al 90% del PIB en febrero de 2021, está ahora en 77,6% del PIB.

Finalmente, el real se encuentra claramente depreciado, en un contexto de incertezas políticas y fiscales, con importantes reformas pendientes. Los promedios históricos apuntan a un dólar alrededor de un real por debajo del actual. Pero los fundamentos de la coyuntura mandan. Las expectativas señalan al dólar en BR$ 5,20 al final de 2022 y de 2023, por lo que el encarecimiento de Brasil sería muy gradual.

Desde el punto de vista de Uruguay, tendremos al lado un Brasil barato y con escaso crecimiento, que no nos impulsará. Más de lo mismo de lo que venimos teniendo.

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