TEMA DE ANÁLISIS
Caída de las exportaciones uruguayas a China llama a la reflexión sobre el desempeño de la economía del gigante asiático.
Los registros de comercio exterior referidos a los últimos meses mostraron el dato novedoso de que, tanto en setiembre como en octubre, el principal destino de las exportaciones uruguayas de bienes fue Brasil, desplazando de este modo a China.
Más que por el alza de las ventas a Brasil, esto se explica fundamentalmente por la caída de las ventas a China por primera vez desde 2020. En aquel entonces se había padecido una contracción de la demanda a nivel planetario por efecto del COVID-19. A partir de 2021 la recuperación fue meteórica —tal como puede verse en el gráfico 1—, y en los doce meses a agosto de 2022 se alcanzó un récord de US$ 3.200 millones, duplicando el registro de 2019 previo a la pandemia. Esta alza se dio de la mano del sector cárnico, que representa casi el 70% de las ventas totales a China, y se trató de un crecimiento vertical por el doble efecto de mayores volúmenes y mejores precios.
Sin embargo, el mismo gráfico muestra que a partir del segundo semestre comienza a revertirse la tendencia. Esto es así porque, en setiembre y octubre, hubo severas contracciones del 49% y 45% en términos interanuales. Las exportaciones de carne comenzaron a bajar incluso antes: van cuatro meses corridos (de julio a octubre) con caída interanual de las ventas en magnitudes también significativas. Tal como muestra el gráfico 2, la baja se explica por la caída en las cantidades. Vale decir, el volumen de demanda proveniente de China está disminuyendo. En lo que sigue de la presente columna intentaremos interpretar esta caída, a la luz de lo que está ocurriendo en la economía china.
Los posibles factores explicativos son varios. El más transitorio tiene que ver con las restricciones internas impuestas por el gobierno chino para erradicar los brotes de COVID-19 que afectaron varias ciudades en el presente año. Las agresivas políticas de lockdown en ciudades industriales de gran porte como Shenzhen o Tianjin, en un contexto donde el resto del mundo se acostumbró a convivir con el virus, inevitablemente han generado un impacto recesivo sobre la actividad económica.
La demanda también podría haberse resentido por un efecto precio. Desde que a comienzos de año, la Reserva Federal de Estados Unidos inició el proceso de elevar la tasa de interés para combatir la inflación, el dólar comenzó a apreciarse frente a varias monedas, entre ellas el yuan, que actualmente cotiza en el menor valor desde 2008. El tipo de cambio (ubicado en torno a los 7.3 yuanes) aumentó 15% en lo que va del año, y frente a una inflación en torno al 2% significa una baja importante de los precios e ingresos medidos en dólares. En contraste, Uruguay tiene una inflación en dólares superior al 15% provocada por el doble efecto de inflación en pesos y disminución del tipo de cambio. Por tanto, el tipo de cambio real bilateral entre Uruguay y China tuvo una sensible caída que deja en evidencia el encarecimiento relativo de la economía uruguaya frente a la economía china.
Sin restar importancia al efecto precio, la menor demanda china parece ser más reflejo de la caída del ingreso. Ya a comienzos de 2022, resultó llamativo que el gobierno hubiera fijado una meta de crecimiento de 5,5%, la más baja de las últimas tres décadas. Pero a la luz de los acontecimientos, incluso dicho valor es optimista frente a la tasa efectiva del 3,2% según el último pronóstico del FMI (gráfico 3). Se trata de la segunda tasa más baja en los últimos 40 años luego del 2,2% verificado en 2020 por la pandemia.
Más allá del consabido lockdown, bajo la superficie de esta marcada desaceleración subyacen otros problemas estructurales de mayor gravedad.
Durante muchos años, el crecimiento estuvo basado en la acumulación de capital a través de formidables planes de inversión en infraestructura. Como en las fases iniciales China estuvo sub invertida por su bajo stock de capital, dichas inversiones fueron muy productivas. Sin embargo, en los últimos años el modelo estaría mostrando señales de agotamiento, al haberse alcanzado en muchos casos niveles adecuados de infraestructura más allá de los cuales el retorno de los proyectos ya no compensa las nuevas inversiones. El sector inmobiliario es el más representativo y particularmente importante al significar aproximadamente un tercio del PIB chino. La señal más clara de agotamiento en este mercado se ve en los precios de las viviendas que tras una desaceleración comenzaron a caer (gráfico 4). Al tratarse de activos financiados con préstamos bancarios, la caída de precios implica un mayor riesgo de mora en un contexto donde el nivel de deuda ha sido altamente creciente, lo cual podría derivar en una crisis financiera de proporciones significativas.
Como en episodios anteriores, el gobierno chino pretende paliar el problema del crecimiento a través de políticas fiscales y monetarias expansivas. En lo que va del año, el banco central redujo la tasa de interés del 3,80% al 3,65% para aliviar los préstamos a empresas y el mercado de hipotecas. Esta acción combinada con el aumento de tasas de la Reserva Federal implica un menor atractivo para los títulos chinos de renta fija, lo cual se traduce en salida de capitales financieros. Así lo muestra el gráfico 5, donde puede verse que la salida de capitales es tan grande como durante el episodio de la devaluación del yuan en 2015, y neutraliza los ingresos de divisas generados por el superávit comercial y la inversión extranjera directa.
Por todo lo visto, los factores explicativos detrás de la caída de la demanda china son variados. La gran interrogante es si el modelo podrá sortear las fragilidades económicas estructurales y lograr que los problemas no vayan más allá de la desaceleración. La situación se torna aún más compleja al incluir la variable geopolítica. Hasta el momento, China mantuvo una postura cauta de no apoyar explícitamente a Rusia en la invasión a Ucrania, pero la intención de reunificar a Taiwán llegado el caso a través del uso de la fuerza (así lo expresó Xi Jinping en el discurso del 20° Congreso del Partido Comunista donde obtuvo un histórico tercer mandato) enciende alarmas. Muchas empresas multinacionales con matriz en Occidente desarrollan sus procesos productivos en China, no en vano apodada “la fábrica del mundo”. Si el conflicto geopolítico escalara posiciones, no debería descartarse en absoluto un repliegue de la inversión extranjera con retiro de capitales occidentales tal como ocurrió en Rusia, lo cual sería un golpe tremendo para la economía china y, por extensión, también para la economía global. Son tiempos de gran incertidumbre económica exacerbada por la geopolítica, y Uruguay debe seguir con atención los acontecimientos de su principal cliente que representa el 30% de las exportaciones de bienes incluyendo zonas francas.
(*) Ec. Marcelo Sibille, gerente senior del área de asesoramiento económico y financiero de KPMG en Uruguay.