ENTREVISTA
Las empresas están diagramando cambios importantes en sus cadenas de suministros, optando por tener mayor control y disponibilidad de lo que producen.
En medio de una de las mayores conmociones al comercio internacional en casi un siglo, se estima una caída no menor a un 20% a nivel global y la recuperación, tomando como referencia los niveles de 2019, difícilmente se alcancen antes de 2023. Para Michael Mc Addo, experto en comercio internacional y acceso a mercados de Boston Consulting Group (BCG), es probable que la pandemia “vuelva a rediseñar el mapa del comercio mundial”. Así se titula una reciente publicación de esta firma consultora global (Redrawing the map of global trade). Los cambios más bruscos se verán en el impacto a algunos de los corredores de mayor flujo comercial, las cadenas de suministros y también una redefinición de la competitividad global. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cómo define la actual coyuntura para el comercio global?
—Hay tendencias de corto y largo plazo que se deben tener en cuenta. A largo plazo, el comercio internacional siempre crece. Hay caídas coyunturales, pero siempre regresa, como mínimo a los niveles de evolución del PIB en términos globales. Entre 2000-2009 creció tres o cuatro veces por encima del PIB y desde allí, a partir de la crisis financiera, lo hizo en un nivel similar a cómo ha evolucionado el producto interno bruto. Este 2020 la caída es importante, entre 20% y 30% y, cuando el comercio retome el crecimiento, lo hará en forma diferente, ya que la pandemia está acelerando tendencias vinculadas con nacionalismos, fricciones geopolíticas (incluyendo las guerras arancelarias) y cambios en las cadenas de abastecimiento. Empresas y gobiernos deberán redefinir sus políticas comerciales.
—¿De qué cambios hablamos en referencia a las cadenas de abastecimiento?
—Un ejemplo claro son los sectores vinculados a la salud. Las farmacéuticas, equipos médicos, así como los fabricantes de equipos protectores, entre otros, están diagramando un cambio importante en sus cadenas. Ya no es bien visto localizar lejos sus puntos de suministro, la experiencia en la pandemia no ha sido buena y los países prefieren tener mayor control que asegure el acceso a esos bienes, dejando depender de un solo mercado o país. Este es un ejemplo directamente vinculado con la cuestión sanitaria, pero los cambios en las cadenas de suministro no se limitarán a esos sectores. Lo mismo pasará, por ejemplo, en el rubro semiconductores y electrónica de consumo.
En términos generales, las empresas serán más flexibles a la hora de pensar en sus cadenas de suministro. Por otra parte, hay dos tendencias económicas, mirando más el largo plazo...
—¿Cuáles son?
—Por un lado, los costos internos en China están creciendo y en algunas zonas, sus precios son similares a Estados Unidos; eso es un incentivo a pensar en otras localizaciones. Pero por otro lado, el mercado doméstico chino es enorme, por tanto habrá empresas que desdoblen sus instalaciones, pensando en China por un lado y el resto del mundo por otro.
—¿Y qué papel juega la tecnología en esos procesos?
—Es otro aspecto muy importante: la industria 4.0 permite combinaciones diferentes. Puedo tener tres o cuatro plantas en diferentes lugares y gracias a la tecnología en los procesos de fabricación, alcanzar niveles de costos que sean satisfactorios, sin depender de un solo lugar de instalación condicionado por eventos inesperados. El concepto de “multilocal” es el nuevo “multinacional” que se usaba comúnmente.
—En un reciente informe de BCG, hay una cuantificación de las pérdidas del comercio global, de acuerdo con los probables escenarios que se abren a partir de este año…
—Es un proyecto de investigación que hicimos en base a los flujos históricos de comercio hasta el comienzo de la pandemia. Sabemos que en 2019, se llegó a un flujo récord en el comercio mundial de 18 trillones de dólares. Tomamos en cuenta tres variables que son la evolución del PIB y su nivel de consistencia por sector y país, las condiciones geopolíticas y las cadenas de abastecimiento.
Proyectamos que es altamente factible que, recuperar ese nivel, nos lleve hasta 2023. Y cuando estemos otra vez en esos niveles de comercio global, habrá diferencias.
—¿Diferencias en la forma en que se comportan los distintos corredores comerciales?
—Precisamente. Tomamos como referencia los tres bloques más importantes, Europa, Estados Unidos y China. Debido a cómo estimamos que incidirán las variables que citábamos antes, el comercio bidireccional entre EE.UU. y China en 2023 (la suma de exportaciones e importaciones) se habrá reducido en alrededor de un 15%, unos US$ 128 mil millones, desde los niveles de 2019. A su vez, el comercio entre EE.UU. y la UE seguirá creciendo, pero a una tasa mucho más baja que el aumento de 135.000 millones de dólares de 2015 a 2019. Mientras tanto, el comercio de la UE con China habrá disminuido en alrededor de US$ 30 mil millones desde 2019 hasta 2023, después de crecer en 124 mil millones en el período de cuatro años anterior.
—Con el auge de posturas proteccionistas, ¿cómo proyectan la evolución del multilateralismo?
—El multilateralismo es mucho más favorable para la gran mayoría de los países que cualquier otro tipo de relación comercial, pero para que funcione necesita de participación activa de parte de los más poderosos. Energía, compromiso y mucho trabajo de parte de las potencias mundiales fue lo que permitió décadas atrás generar este sistema multilateral. Se pensó en proteger a los más vulnerables, hubo compromisos para los países en desarrollo, pero hay cosas que hoy han cambiado. En términos relativos, Estados Unidos ya no es tan poderoso. Y al igual que la potencia emergente, ninguno de ellos quiere el sistema multilateral que conocemos.
En ese contexto va a ser muy difícil tener progreso para todos. A su vez, Europa no habla con una sola voz. En términos generales cree en el sistema multilateral y lo respalda, pero hacia su interior no todos coinciden, y hay distorsiones y reclamos. No es buen momento para el multilateralismo.
—¿Será la Organización Mundial de Comercio la que deba adaptarse al ritmo que marcan las potencias?
—Yo creo que muchas de las normas de OMC necesitan ajustes, van quedando obsoletas. Pero para ello se precisa, insisto, de la voluntad política de los más grandes. Los ámbitos de disputas están hoy congelados en la Organización Mundial del Comercio debido a la no integración de los tribunales y ese es un gran problema. Eso lleva a que algunos países y bloques se plantean espacios paralelos de solución de controversias, un ejemplo es Canadá y Europa. Al mismo tiempo, se siguen generando nuevos espacios de libre comercio, como recién se concretó el TCEP. Hay países y bloques que progresan, a pesar de los problemas de Ginebra. Pero el avance de fondo, que reivindique al ámbito multilateral, depende de que Estados Unidos y China desistan de arreglar sus cosas bilateralmente. Es de esperar que Biden tome el camino de apuntar a una OMC revitalizada, bajo nuevo liderazgo, con el objetivo de resolver disputar y buscar consenso sobre temas emergentes como el comercio digital y los servicios.
—¿El cambio de conducción en Estados Unidos abre realmente nuevos escenarios?
—Si bien Joe Biden dejó el cargo como vicepresidente de Estados Unidos hace poco menos de cuatro años, el panorama del comercio internacional ha cambiado radicalmente en ese corto tiempo. Tiene muchas cosas en su agenda en términos de comercio: las relaciones con China, una OMC que no funciona, la implementación del nuevo Nafta, decidir qué hacer con Reino Unido, qué va a pasar con TPP… esos son los pendientes más importantes.
Pero además, en el Congreso, no todos los demócratas votan igual. La política comercial de la administración Biden estará determinada en gran medida por un equilibrio de tres objetivos principales: impulsar la competitividad de la fabricación de Estados Unidos y aliviar la dependencia de la nación de las importaciones de productos críticos; restaurar el liderazgo global de Estados Unidos reconstruyendo alianzas y trabajando a través de instituciones multilaterales; y tomar medidas firmes sobre el cambio climático en Estados Unidos, sin poner a las industrias nacionales en desventaja competitiva. Es probable que la nueva administración utilice incentivos financieros y cambios en el código tributario para desalentar la deslocalización y para impulsar la producción dentro de Estados Unidos o más cerca de sus fronteras.
—Por tanto, no se pueden esperar cambios radicales por parte de Estados Unidos…
—Es poco probable que Estados Unidos bajo Biden regrese por completo a la agenda global de libre comercio que caracterizó la política estadounidense desde la segunda guerra mundial en adelante. La administración Biden puede estar abierta a modificar algunas de las acciones comerciales de Trump, como el acuerdo de "fase uno" con China alcanzado en enero de 2020 y los aranceles sobre el acero de la UE y Canadá, si Estados Unidos puede obtener algo significativo a cambio.
También es probable que continúe las negociaciones sobre acuerdos bilaterales, como con el Reino Unido. Pero los nuevos pactos comerciales no serán una prioridad urgente. De hecho, en la campaña Biden ha declarado que la administración entrante "no celebrará ningún nuevo acuerdo comercial hasta que no hayamos realizado importantes inversiones aquí en casa", incluso en educación, infraestructura y fabricación.
Respecto de China, hay que tener en cuenta, además que la opinión pública norteamericana mantiene altos niveles de rechazo hacia el gigante asiático, por tanto un cambio demasiado acentuado puede no ser oportuno para un nuevo presidente. Claramente, Biden no tiene las manos totalmente libres en esos temas, por tanto es difícil pensar en cambios profundos.