La lechería no ha logrado crecer significativamente en la última década por una serie de factores estructurales y coyunturales, pero tiene en la expansión del riego la oportunidad de dar un salto de productividad y brindar la estabilidad que el sector necesita.
Desde CERES hemos estudiado a fondo el asunto y elaboramos un informe sobre los beneficios y el impacto económico que tendría asignar fondos con los que el sector cuenta a la inversión en riego: a nuestro entender, la mejor alternativa para lograr la estabilidad necesaria para crecer. En esta columna intentaremos plantear los principales resultados del informe. (Ver documento completo aquí)
La remisión de leche a plantas industriales se mantuvo relativamente constante en la última década: el volumen producido en 2023 fue apenas 5% superior al promedio de la última década (ver Figura 1). Además, desde hace años viene cayendo el número de establecimientos remitentes; actualmente apenas superan los dos mil, eran cuatro mil a comienzos de siglo y seis mil en 1990.
¿Por qué le cuesta crecer a la lechería?
El sector lechero uruguayo enfrenta una serie de desafíos tanto estructurales como coyunturales que limitan su crecimiento. Entre los problemas estructurales destaca el recambio generacional, la baja capacitación de los productores, una elevada proporción de arrendamientos, endeudamiento creciente en algunos productores y un acceso restringido a mercados, ya que los productos lácteos ingresan con aranceles preferenciales a pocos países. En conjunto, estos factores desincentivan la incorporación de tecnología y la realización de inversiones a largo plazo.
En cuanto a problemas coyunturales, el sector sufre por la baja demanda de China y la volatilidad de los precios internacionales, a lo que se le suma las posibles medidas de limitación de importaciones de Brasil, hoy destino del 50% de las exportaciones. La lechería en Uruguay es altamente dependiente del contexto externo, ya que el 70% de la producción se exporta. Además, atravesar eventos climáticos extremos como sequías e inundaciones perjudican la producción y previsibilidad.
En conjunto, estos factores dejan a un sector altamente expuesto a vaivenes y con poca certeza para la planificación a largo plazo.
Estabilidad para crecer
El sector cuenta con un Fideicomiso que se financia mediante una retención al precio de la leche pasteurizada, que hoy ronda los $2,3 por litro. Establecido por Ley “con el objetivo de generar estabilidad en el sector lechero”, el año pasado se facultó al Poder Ejecutivo a prorrogar esta retención por litro de leche por hasta 10 años. Por lo tanto, desde 2026 y por 10 años el sector va a contar con un fondo sin destino aún definido de un monto aproximado de US$ 50 millones.
Para lograr la estabilidad necesaria para crecer, tener asegurado el alimento es la mejor forma de generarla. Por esta razón, invertir el dinero del fondo en riego se presenta como la mejor alternativa para contar con la disponibilidad de forraje necesaria, mejorar la productividad y prepararse para los efectos negativos de inclemencias climáticas.
Con base en esto, se proponen dos mecanismos conjuntos:
1. Invertir en equipos de riego para la creación de un fondo de reserva forrajera que se distribuya principalmente entre pequeños productores. Se plantea alcanzar a regar unas 5.000 hectáreas en zonas estratégicas para desde allí distribuir (ver Figura 2). Se podrían ubicar en campos de recría, predios lecheros de colonización y establecimientos privados.
2. Además, impulsar el riego a nivel predial y multi predial. Las modificaciones realizadas en 2017 a la Ley de Riego sientan las bases para promoverlo, y actualmente es una herramienta subutilizada. En este caso, se propone instalar sistemas de riego en 100 establecimientos remitentes (5% del total), donde se regaría el 30% del área (60 ha. en promedio), lo que significaría introducir riego en 6.000 hectáreas.
Por lo tanto, sin considerar la posibilidad de contar con un beneficio fiscal, si se asignara la totalidad del dinero recaudado por el fondo a invertir en sistemas de riego, se podrían regar cerca de 11.000 hectáreas, y la producción de forraje alcanzaría al 25% de los establecimientos.
Riego y productividad
Introducir el riego en lechería aumenta significativamente la productividad: permite la inclusión de más vacas por hectárea, brinda una mayor eficiencia en la estructura de alimentación —lo que aumenta la producción por vaca— y fortalece la recría.
Actualmente, la producción en secano (sin riego) ronda los 8.000 litros por hectárea, mientras que, si se introduce riego en el predio, puede alcanzar los 20.000 lt./ha, un incremento de la productividad de cerca del 150%[1], lo que dada la extensión del proyecto generaría un aumento del 11% de las exportaciones (+US$ 100 millones).
Además, dado que la elaboración de productos lácteos es el sector de la economía que genera mayores encadenamientos (impacto indirecto, ver Figura 3), se daría un impacto adicional en la actividad de más de US$ 130 millones, sumado a lo generado a raíz del mayor pago de salarios, la inversión inicial de los sistemas de riego y el impacto en la recaudación.
Además, en el sistema propuesto se establece un mecanismo de repago por parte de los productores a través de la ganancia de productividad obtenida. Por lo tanto, a diferencia de otros usos, este mecanismo permitiría que el fondo se mantenga en el futuro.
Camino a seguir y lecciones de Australia
Para lograr una expansión eficiente del riego es fundamental coordinar la implementación y distribución, capacitar a los productores en el manejo de nuevas tecnologías y difundir los resultados de la adopción. Además, para que la expansión supere lo alcanzable con dinero del fondo, es necesario remover las trabas existentes para incentivar el riego multi predial, dado que la viabilidad de la implementación aumenta con la escala. Por otra parte, explorar nuevos mercados y mejorar el acceso a existentes será crucial para absorber el aumento potencial en la producción.
No estamos inventando nada: el 40% de los alimentos a nivel global se produce bajo riego, y varios países transcurrieron un camino como el propuesto.
Australia, por ejemplo, tenía poco desarrollado el riego a comienzos de los `80, y frente a adversidades climáticas impulsó reformas para prepararse al cambio climático e incrementar la productividad y estabilidad. Logró la extensión del riego a más de la mitad de los productores, la inclusión de tecnología y mejores prácticas. Actualmente, la cantidad de vacas por hectárea en Australia es más del doble que en Uruguay y la producción de leche por hectárea lechera es más del triple (ver Figura 4).
Uruguay está en donde estaba Australia hace 40 años, y su experiencia nos debe servir de lección: extender el riego le daría a la lechería la previsibilidad que necesita, aumentaría significativamente la productividad y es la manera más eficiente de sobrevivir a inclemencias climáticas.
[1] En el caso de que el productor sea beneficiario del banco de forraje, la mayor disponibilidad de alimentos generaría un aumento en la producción, pero menor a si se contara con riego en el establecimiento.