Se consolida un escenario de afectación del consumo en Uruguay

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Foto: Getty Images

TEMA DE ANÁLISIS

Persisten los impactos de los encarecimientos sobre la situación y expectativas de las familias

Si bien los registros sobre cuentas nacionales del primer trimestre confirmaron la evolución favorable de la actividad económica, la crisis por la invasión a Ucrania desató un encarecimiento de precios que, en su momento, puso en duda la continuidad de la recuperación del consumo. ¿Cómo evolucionó el consumo privado en el primer trimestre y cómo se relaciona con indicadores de expectativas? ¿Qué tan duraderos y generalizados vienen siendo los deterioros en la confianza, expectativas y propensiones al consumo? ¿Qué podemos esperar para los próximos meses?

Los datos de actividad del primer trimestre fueron favorables en términos generales, mostrando crecimiento de la actividad económica, aunque también denotando cierta desaceleración. En efecto, el PIB creció en forma notoria respecto a un año atrás (8,3%) aunque, más relevante aún, es el hecho de que haya aumentado respecto a los trimestres previos. La actividad económica avanzó en el primer trimestre, aunque en forma moderada, mostrando un incremento de 0,6% en términos desestacionalizados en comparación con el cuarto trimestre de 2021, y se desaceleró respecto al trimestre anterior (2%).

El consumo privado mostró un desempeño similar, expandiéndose en forma clara respecto al primer cuarto de 2021 (6,9%) y creciendo en forma apreciable (2% desestacionalizado) en comparación con el cuarto trimestre del año pasado; en este caso también se desaceleró respecto al registro del cuarto trimestre (3%). Esta evolución favorable implicó que dicho componente de la demanda agregada se ubicase apenas por encima del nivel del cuarto trimestre de 2019, previo a la llegada de la pandemia a nuestro país (gráfico 1).

Este comportamiento favorable del consumo privado del primer trimestre fue consistente con la mejora general de la confianza y las expectativas que se observó sobre finales del año pasado y principios de este año. En efecto, la confianza del consumidor se había ubicado en la zona de moderado optimismo (entre 51 y 60 puntos) entre octubre del año pasado y febrero de este año, algo que no se observaba desde antes de la llegada del SARS-COV2 a nuestro país. Esta evolución favorable de la confianza señalizaba buenos registros del consumo para el tramo final de 2021 y para el primer trimestre de 2022.

De hecho, además de la confianza, otros indicadores evolucionaron en forma similar: por ejemplo, el índice de condiciones económicas de corto plazo llegó a un máximo de 45,5 puntos en febrero, en línea con los resultados del indicador de confianza. Es decir, en términos de situación económica y expectativas de los consumidores, el comienzo de este año marcó el mejor momento en los últimos 2 años y medio.

Sin embargo, la invasión de Ucrania y la crisis posterior, motivó un reimpulso de los precios de los alimentos y de los derivados del petróleo, que deterioró la evaluación que hacen las familias sobre su situación económica. En efecto, como analizamos en nuestra nota de abril, la invasión motivó una afectación de las condiciones económicas percibidas por las familias, una disminución moderada pero generalizada de las predisposiciones al consumo y la puesta en práctica de estrategias de mitigación de impactos por el encarecimiento de los combustibles. Algunos de estos efectos iniciales se profundizaron recientemente: el índice de condiciones económicas de corto plazo continuó retrocediendo, para ubicarse en 34 puntos en mayo (gráfico 2). Se trató de una fuerte disminución en poco tiempo, alcanzándose así el menor registro desde mayo de 2021. En esta línea, las predisposiciones al consumo de bienes y servicios también continuaron ajustándose a la baja durante mayo, mostrando niveles que no observábamos, para algunos casos, desde un año atrás.

La confianza del consumidor también cayó en forma notoria en marzo, hasta 45,8 puntos, se mantuvo estable en abril y rebotó en mayo (gráfico 3). Sin embargo, la mejora de mayo se dio a partir de un avance en la predisposición a la compra de durables, asociable a la caída del tipo de cambio. De hecho, una mirada de los componentes de ambos índices muestra que la evaluación que hacen las familias sobre su situación económica personal, actual y futura, se ha deteriorado en forma notoria desde los altos registros de principios de año, ubicándose incluso por debajo de los niveles promedio observados durante la pandemia. Si bien el aumento de la predisposición a la compra de durables anticipa un mayor vigor de la demanda de estos bienes en el corto plazo, el deterioro en las condiciones económicas de las familias es un fundamento más determinante a medio plazo. A la corta o a la larga, de no mediar una mejora en las condiciones económicas de los hogares, la demanda potencial de durables convergerá a niveles más modestos.

Adicionalmente, indicadores del mercado laboral y de expectativas relacionadas también mostraron debilidad o retrocesos. En efecto, la tasa de empleo desestacionalizada se estancó, apenas por encima de 57% entre febrero y abril, luego de haberse recuperado en forma notoria en la segunda parte de 2021 (grafico 4). Este enfriamiento es consistente con la trayectoria que han mostrado las expectativas de ingresos, que habitualmente preceden la tasa de empleo y que se han desinflado desde febrero, señalizando una continuación en el estancamiento de la tasa de empleo para los próximos meses. En esta línea, las expectativas de desempleo de las familias, que habitualmente anteceden la evolución de la tasa de desempleo, y que habían llegado a niveles mínimos post pandemia en el tercer trimestre del año pasado, aumentaron en forma notoria en los últimos meses (gráfico 5).
En suma, el estallido del conflicto en Ucrania evidenció la debilidad de la recuperación económica post pandemia de las familias y la sensibilidad de la misma a la evolución de los precios de los commodities. Así, lejos de revertir el deterioro incipiente de marzo-abril, en los últimos meses hemos constatado una consolidación del retroceso en las condiciones económicas de los hogares que probablemente lleve a que el consumo se muestre menos dinámico, al menos en el segundo trimestre. La evolución en la segunda parte del año estará vinculada a la continuación o resolución del conflicto en Europa y a los efectos sobre la actividad económica a nivel internacional (del propio conflicto y del proceso de normalización monetaria).

A esta altura, parece condición necesaria para recuperar el humor de los consumidores (y el dinamismo del consumo) que la guerra se termine pronto y que se observe una reversión sustancial de los precios de los commodities que propicie en forma rápida un avance de las expectativas seguido luego por una recuperación de los ingresos reales de las familias.

Lamentablemente para éstas, el escenario descrito no parece ser el más probable en el corto plazo.

(*) Alejandro Cavallo, Director Consultoría Económica

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