Comencemos haciendo historia y me adelanto a pedir disculpas al lector por la sopa de números que se viene. La vieja inflación crónica del Uruguay,una señora de cuatro décadas que transcurrió entre finales de los ´50 y finales de los ´90, dio paso a una de un dígito cuando concluyó, con el cambio de siglo, el único plan de estabilización exitoso llevado a cabo en nuestro país, iniciado a comienzos de 1991.
En la mayor parte del tiempo transcurrido entre agosto de 1999 y febrero de 2002, permaneció por debajo del 5% y tocó un mínimo de 3,4%. Luego vino la “pausa” impuesta por la maxi devaluación del peso (que la llevó a un pico de 28,5% a marzo de 2003) pero rápidamente volvió al dígito, llegando nuevamente al 3,4% en agosto de 2005 y permaneciendo por debajo del rango meta durante todo ese año. Al año siguiente, estuvo los 12 meses dentro del rango meta.
Las cosas cambiaron a partir de 2007, y desde entonces la variación interanual del IPC alternó etapas dentro del rango con etapas por encima de él y en algunos casos, tocando los dos dígitos. Entre enero de 2007 y julio de 2024, la tasa de inflación estuvo dentro del rango meta en 43 veces, por encima del 9% en 46 ocasiones y en 121 oportunidades por encima del techo del rango objetivo y por debajo del 9%, lo que se solía considerar una “zona de confort” en el eje del 8%.
Dentro de ese período de 210 meses, la tasa de inflación estuvo en cuatro lapsos dentro del rango. Tocó un mínimo de 5,9% en diciembre de 2009 (estando 14 de 20 meses dentro del rango), uno de 5,2% en julio de 2017 (estando 13 de 14 meses dentro del rango), uno de 6,6% en mayo de 2021 (dos meses en el rango) y, ahora, uno de 3,7% en abril de este año, acumulando hasta julio, 14 meses dentro del rango.
Por lo tanto, una inflación como la que tenemos desde hace poco más de un año no es una novedad. La novedad sería que esta vez no volviera a salirse del rango meta de manera permanente o al menos por una extensa temporada.
¿Qué nos dicen hoy las expectativas de los economistas e instituciones que mensualmente releva el BCU? Que se espera que la inflación se ubique en 5,5% en este año, en 5,9% en el próximo y en 5,6% en el siguiente, 2026. Si estas expectativas se cumplen, se habrá registrado una novedad y la zona de confort será historia. De todos modos, viene al caso recordar que el rango meta vigente tiene eje en el 4,5% y una amplitud de +/- 1,5% que lo lleva a tener un piso de 3% y un techo de 6%. De cumplirse las expectativas referidas, estará dentro del rango, pero muy cerca de su techo.
También viene al caso recordar las metas que, ya no el BCU a efectos de su política monetaria, sino el MEF, se trazó para el período quinquenal que está terminando. En el escenario de la ley de presupuesto que se envió al Parlamento a fin de agosto de 2020, se estableció una inflación de 3,7% en 2024. En las posteriores rendiciones de cuentas, primero se la subió a 5,8%, en 2022, y finalmente se la redujo a 4,9% en este año.
Veamos a continuación algunas consideraciones adicionales.
¿Por qué subió la inflación en los últimos meses, desde el 3,7% de abril al 5,4% de julio? Porque salieron de la cuenta tres meses del año pasado con variaciones negativas en el IPC, originadas en diversos factores ocasionales como ser reducciones en los precios de los combustibles, la carne y las verduras y caídas en el precio el dólar. Este “rebote” era totalmente previsible y no debe dar lugar a alarmas. Salvo para quienes se creyeran que lo del 3,7% era permanente. No se trata de un deterioro sino de una vuelta a la normalidad.
Entonces, ¿cuál sería el avance cierto en materia de inflación en este período de gobierno? De cumplirse las expectativas referidas, el avance habrá sido bajar la inflación del eje del 8% a algo menos del 6%. Y haber dejado atrás la famosa zona de confort. Quiero destacar una virtud de esta nueva situación: ante un shock exógeno que pegara en los precios (petróleo, lluvias o sequías, entre otros) habría mucho menos riesgo de volver a los dos dígitos, como ocurrió en los casos en que esos shocks se dieron con la inflación dos puntos y pico más arriba.
Ahora bien, ¿hay riesgos de que esta situación resulte efímera y volvamos a lo de antes? Por cierto, siempre los hay. De hecho, se me ocurren unas cuantas razones para temerlo. Una, que Argentina retome el camino del encarecimiento que se revirtió en mayo y empecemos a “importar inflación” desde ese país. Dos, que las próximas instancias de negociación salarial no contribuyan al sostenimiento de esta nueva situación, manteniendo indexación y recuperaciones. Tres, que el próximo gobierno pretenda mejorar el tipo de cambio relativo al resto de los precios de la economía de una manera inapropiada. Esto es, sin la mezcla adecuada de las políticas económicas, lo que implicaría ser contractivos en lo fiscal y expansivos en lo monetario, al contrario de lo que hoy día sucede.
Por último, a la hora de evaluar el “éxito” referido a la inflación, que resultaría haberla bajado del eje del 8% anterior a alguna décima por debajo del 6%, ¿hay que mirar ese indicador de manera aislada? Definitivamente, no. Porque ese resultado dejó daños colaterales, notoriamente, en materia de tipo de cambio real. Éste, con relación a fuera de la región, se desplomó 25% entre 2022 y los primeros nueve meses de 2023, mientras caían nuestros precios de exportación y la política monetaria se endurecía sostenidamente, impidiendo la necesaria corrección de los precios relativos que se debe dar ante un shock externo negativo como el que se enfrentaba.
En suma, se reconoce el avance, pero aún es temprano para cantar victoria.