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De “malla oro” a rezagados, sin escalas

A precios de abril, considerando el IPC, el dólar pasó de UY$ 51,9 en diciembre de 2021 a UY$ 38,5 en abril y en el mismo lapso el tipo de cambio real con fuera de la región cayó 26%, mientras nuestros precios de exportación caían 11%.

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Getty Images

Hace quince años, en la campaña electoral que protagonizaron José Mujica y Luis Alberto Lacalle Herrera, éste utilizó la imagen de la motosierra para expresar lo que haría con el gasto público en caso de volver a acceder a la presidencia.

En el año pasado, en Argentina, Javier Milei utilizó la misma imagen, pero, además, blandiendo una motosierra real en actos proselitistas.

En el primer caso, la imagen se volvió en contra del candidato. En el segundo, lo catapultó a la presidencia.

En Uruguay, donde prevalece el ADN social estatista batllista, que atraviesa a todo el sistema político, Lacalle Herrera fue castigado, mientras que, en Argentina, Milei fue premiado por arremeter contra un gasto público gigantesco y mal utilizado, financiado por más de cien impuestos y por una inflación descomunal.

En 2020, cuando había llegado la pandemia a nuestras costas, el presidente Lacalle Pou utilizó otra imagen que también daría para hablar: la de los “malla oro”, imagen tomada de las competencias ciclísticas y que aludía a los sectores de actividad que integrarían, por sus propias características, el “pelotón principal” de la travesía por los caminos complicados que se empezaban a transitar.

Esos sectores eran, notoriamente, el agro y la construcción, que, en parte por realizar tareas al aire libre, no tendrían que sufrir las peripecias de otros sectores. Además, en dichas actividades no hay una significativa interacción entre los empleados y los clientes, como sí ocurre en el comercio y el turismo, por lo que la trasmisión del virus era poco probable. En el caso de la construcción, estaban en proceso las grandes obras de UPM y el Ferrocarril Central que tenían músculo suficiente como para mantener viva la actividad sectorial, a las que se sumaría, más tarde, un ambicioso plan de infraestructura pública.

Con el transcurso del tiempo, desde la oposición se comenzó a desvirtuar el uso del concepto de “malla oro”. Se lo generalizó al sector empresarial por oposición al sector de los trabajadores y al de los jubilados, entre otros. Todo lo que pudiera suponer (real o forzadamente) algún tipo de sesgo favorable a las empresas y todo lo que pudiera implicar la postergación o la negación de un beneficio para los otros, pasó a ser achacado al concepto en boga.

En el contexto del uso del concepto por parte del gobierno, en el año 2020 se suspendió la convocatoria a los Consejos de Salarios y se estableció un “año puente” con ajustes salariales escasos, de modo de esperar el desarrollo de los acontecimientos en materia sanitaria. Fue una buena decisión que implicó priorizar el empleo, que venía cayendo desde 2015. Implicó también, en un contexto de aceleración inflacionaria, un deterioro en términos reales de los salarios y las jubilaciones, que se prometió recuperar dentro del mismo período de gobierno, lo que ya ha ocurrido. Con el agregado de que aquellos puestos perdidos en el quinquenio anterior más otros tantos perdidos en el año de la crisis sanitaria, también fueron recuperados, con creces, en el trienio siguiente.

A todo esto, han transcurrido varios años desde que el concepto de marras fuera acuñado por el presidente. Y, desde mi punto de vista, algunos de los “malla oro” se han vuelto los “rezagados”, por seguir con imágenes ciclísticas, ante la insólita pasividad del gobierno. ¿Por qué? ¿Será que el gobierno no quiere “dar pasto a las fieras” en el sentido de abonar la tesis de que favorece a los “malla oro”?

Hay al menos dos aspectos que explican ese punto de vista.

Primero, notoriamente, el cambiario. Tenemos hoy uno de los atrasos cambiarios más grandes de nuestra historia, producido por políticas económicas inconsistentes. Equivale a haber impuesto una detracción o retención sobre las exportaciones, del orden de 15% a 20%. Pero que no la recauda el Estado, sino quienes perciben ingresos fijos.

Segundo, no se han tocado decisiones del tercer gobierno del Frente Amplio en materia impositiva, que sus mismos autores han reconocido como equivocadas y tomadas en situaciones in extremis en materia fiscal. Me refiero a la tasa consular que grava las importaciones y a la eliminación del ajuste por inflación en la liquidación del IRAE, que da lugar a tasas muy diversas para las empresas.

Hay otros aspectos que uno bien puede suponer que van por el mismo trillo: la inacción en la reducción del peso del Estado, en particular la postergación reiterada de la reforma del Servicio Civil; el mantenimiento de actividades estatales que generan pérdidas como ocurre en Ancap; y la falta de decisiones en materia de inserción internacional (que de prosperar terminarían beneficiando a algunos “malla oro”), donde ha habido mucho ruido y pocas nueces. En una muy compartible columna del 14 de abril Pedro Bordaberry se refirió a estas cosas con acierto (“Manos de rizos”, El País).

Así llegamos a la situación actual donde algunos de los otrora “malla oro” se encuentran carísimos y ya sin las grandes obras, que concluyeron, y con considerables obras públicas en vías de concluir, que estresaron la situación fiscal (bien leída) y acotan el espacio para mantener su ritmo. Y con otros, que han sufrido crisis climáticas extremas y caídas en sus precios de exportación, que en condiciones normales deberían dar lugar a una depreciación de la moneda nacional y no a su apreciación como ha venido ocurriendo: a precios de abril, considerando el IPC, el dólar pasó de UY$ 51,9 en diciembre de 2021 a UY$ 38,5 en abril y en el mismo lapso el tipo de cambio real con fuera de la región cayó 26%, mientras nuestros precios de exportación caían 11%.

Los famosos “malla oro” son ahora los “rezagados” de la vuelta ciclista. Y, para colmo, algunos los siguen considerando ganadores mientras que otros los miran con increíble indiferencia.

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